Capítulo 3
- ¿Alguna vez has chupado?
- No.
Me recompensa con una risa arrogante.
- ¿Tu boca también es virgen? - se pregunta, quemando mi cara con sus ojos negros.
- Y mi boca... también.
Me da vergüenza hablar de este tipo de cosas y hablar abiertamente con un desconocido sobre mi vida privada. Pero quiero vivir, así que no tengo derecho a decirle que no.
- ¿Qué tipo de relación tienes con un tipo así? Monástico.
- Acaba de suceder...
- ¿O estás mintiendo para complacerme? - Un fuerte brazo alrededor de mi cuello, cortando mi oxígeno. - ¿Te haces la difícil, chica?
- ¡No, no! Te juro que ni siquiera pensé en mentir. Nos estábamos acostumbrando el uno al otro, eso es todo. No había prisa.
- ¿Quieres decir que no llevamos tanto tiempo juntos?
Ella asintió rápidamente, hundiendo sus dedos en el dorso de la palma de su mano, lo que dejó el calor en su delicada y frágil piel.
- Bueno, eso es aún mejor. Eres una chica bonita e interesante. Tu inocencia, preciosa, vale mucho. Incluso más que la cantidad que le presté a Ilya.
El escalofrío en mi cuerpo se intensifica cuando el hombre, sonriendo, pasa la punta de su dedo por mis labios, presionando tentadoramente el inferior.
Entonces su mano se mueve hacia la parte posterior de mi cabeza. Agarrando un puñado de pelo, el millonario me presiona la nuca, obligándome a caer al suelo.
Ahora estoy arrodillada frente al millonario y apenas respiro, consciente de que su poderosa erección se agita frente a mis mejillas sonrojadas.
Sólo tengo tiempo de respirar cuando el hombre me acerca a su enorme y grueso órgano mientras el pulgar de su mano derecha se posa en mis labios.
El corazón se me sube a la garganta. Empieza a jugar con mis labios. Presiona sus dedos sobre ellos, trazando su contorno, retirándolos un poco, divirtiéndose. Parece tan vicioso y vulgar que de repente me salen pequeñas chispas de electricidad. No pensé que fuera posible...
Debo estar en estado de shock por el estrés que he sufrido, así que mi cuerpo responde con una extraña avidez y pesadez en el bajo vientre a las caricias del hombre que me ha cautivado.
¡Se siente bien! De repente me sentí inexplicablemente bien...
- ¿Y mi culo? ¿Alguna vez te han dado por el culo?
Dios... Me sonrojo hasta la punta de las orejas, exprimiendo el último y tercer secreto.
- No. Soy virgen en todas partes.
Mis ojos negros se vuelven rojos con destellos de fuego infernal en ellos.
- ¡Bien! Basta de hablar. Es hora de poner a trabajar tu pequeña y apretada boca.