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Capítulo 6

En dos días empiezo mi tercer año como universitaria. Aunque suene increíble, estoy igual de nerviosa que cuando empecé, aunque ya tenga algunos compañeros y conocidos da igual, mi carácter ha cambiado, he madurado en cierto sentido, aunque no creo que tanto como para superar mi timidez.

Decido llamar a Marta, recuerdo que también estuvo con Diego de vacaciones, aprovechando que él pasaba este verano en la ciudad, después, volvería a estudiar fuera. Mi amiga es fuerte, pero aun así sé que de vez en cuando necesita hablar de ello, aunque quiera negarlo, cada vez que Diego está lejos, le echa mucho de menos.

— ¡Hola, qué sorpresa que me llames! — Me saluda cuando descuelga.

— Sigues siendo mi mejor amiga, tonta — Le digo haciendo un pequeño mohín, consciente de que no me ve.

— ¿Qué es de ti? Hace meses que no nos vemos...

— Lo sé, por eso te llamo, ¿quieres que nos veamos? No sé, un plan de los nuestros no estaría nada mal — Me refiero a encerrarnos en la casa de cualquiera de las dos, ponernos una película y atiborrarnos a chucherías.

— Creo que tengo un plan que te gustará todavía más — La oigo reír por el auricular — Marcos me llamó hace unos días, me dijo que tú estabas incomunicada, pero que nos quería invitar a su último concierto del verano, ¿qué dices, vamos?

— ¡Pues claro! — El chico que tanto me ayudó en los malos momentos, ese chico que tiene una voz que te encandila por completo y unos ojos que solo puedes quedarte mirando sin parar, ¿cómo iba a perdérmelo? — ¿Irá Diego?

— Si... se va mañana, aprovecharemos nuestra última noche juntos — Susurra en medio de un suspiro y siento pena por ella, no me imagino qué haría tanto tiempo lejos de Fede.

— Entonces creo que debemos pasarlo en grande — Le digo en modo de ánimo.

— Eso no lo dudes ni un momento — La imagino guiñándome un ojo, igual de expresiva que siempre ha sido.

Colgamos cuando decidimos la hora en la que vamos a quedar, guardo mi móvil en el bolsillo trasero de mis pantalones y bajo a la cocina, donde Fede está preparando algo para comer.

Y si, ahí está, de espaldas a la puerta, con tan solo unos pantalones cortos cubriendo ese perfecto cuerpo, y ahora mostrando el tatuaje que le queda espectacular en su musculada espalda, creo que se me empieza a caer la baba cuando se da la vuelta y me encuentra ahí parada, una vez más.

— ¿Qué haces, pequeña? — Me pregunta reprimiendo una sonrisa. Sabe lo que hago y sigue haciéndole gracia.

— Venía a... — Me aclaro la garganta, bajando la mirada cuando noto que me ruborizo — Invitarte a un concierto, esta noche.

— ¿Un concierto?— Alza una ceja mientras sigue dándole vueltas a algo que está friéndose en la sartén. — ¿Viene Pablo Alborán a la ciudad? — Bromea.

— Me hubiera vuelto loca si hubiera sido así — Río yo también, ojalá algún día ver a ese precioso hombre a tan solo unos metros— Canta Marcos, ¿te apetece ir?

— Claro pequeña, ahí estaremos — Comienza a sacar la comida para echarla en ambos platos — Ahora ve poniendo la mesa, comeremos enseguida.

***

A las ocho y media vamos camino de la sala donde se celebrará el concierto, Fede conduciendo y yo abrazándolo por detrás, hemos quedado ahí con Marta y Diego, que irán por su lado. Cerca de las nueve estamos ahí, veo como el coche azul de mi amigo da unas cuantas vueltas antes de encontrar aparcamiento, nosotros ya los esperamos en la puerta.

— ¡Sí que hay gente! — Exclama Marta alisándose con movimientos nerviosos su largo pelo negro antes de llegar a nosotros.

— Pues sí, Marcos ha logrado lo que tanto quería... — Asiente Diego mirando a todos lados con sorpresa. Sí, yo también estoy así, imaginaba que habría gente pero, ¿tanta? Aunque, en cierto modo, lo veía venir, Marcos es verdaderamente bueno en lo que hace.

— ¡Hola! — Mi amiga se acerca a nosotros dando grititos emocionada, apretujándome contra ella con fuerza — ¡Qué cambiados estáis! — Se separa y me mira de arriba a abajo, luego hace lo mismo con Fede.

— ¿Cómo os va? — Les pregunto saludando a cada uno con dos besos, uno en cada mejilla. Ellos también están cambiados, sobretodo Diego, le veo más... hombre, se ha cortado un poco ese pelo rebelde y rizado y su cuerpo está un poco más hecho.

— ¡Genial! — Marta entrelaza su brazo con uno de los de Diego — ¿Y a vosotros? — Se queda mirando a Fede, sin ningún disimulo— Creo que no me voy a acostumbrar nunca a no verte como mi profesor de instituto.

— Espero que lo hagas, aquí soy uno más — Se encoge el de hombros, deslumbrándola con su especial sonrisa. — ¿Entramos? Esto debe estar a punto de empezar.

Los cuatro juntos lo hacemos, y me siento realmente bien. Somos dos parejas normales, cogidas de la mano y que no llaman la atención por ello. Desde que terminé el instituto me siento así, con mi guapo novio a mi lado y nada más, sin pensar en lo que otros puedan decir a mi alrededor.

Nos ponemos tan cerca como nos es posible, pero, al haber tanta gente, nos quedamos más atrás de lo que nos gustaría. Es una lástima que Marcos no sepa que estamos aquí.

Fede me rodea con sus brazos por detrás, apoyando su barbilla en mi hombro y dejándome algún que otro beso en el cuello, yo inclino la cabeza al lado contrario para dejar libre esa parte y disfrutar de sus caricias.

Marcos sale al escenario y gritos de muchas chicas e, incluso de algunos chicos, rompen la gigante sala donde estamos. Algunas chicas lo graban con el móvil, otras comienzan a llorar de la emoción, yo sonrío con ganas al ver lo que provoca mi amigo, el nuevo cantante de moda.

Enseguida empieza a sonar una melodía que reconozco, ya que lo he seguido durante este tiempo. Su canción aquí estoy yo suena por todos lados.

— Aquí estoy yo, contando los minutos para oír tu voz, rimando los latidos de tu corazón, vistiendo con sonrisa una larga espera... — Fede canta la canción en mi oído y yo cierro los ojos para disfrutarla, para sentirla y que me llegue hasta lo más hondo.

Me doy la vuelta para encontrarme cara a cara con él y rodeo su cuello con mis brazos, apoyando mi mejilla en su pecho. Comienza a moverse mientras baila y me lleva con él mientras la preciosa voz de Marcos sigue sonando.

Cuando termina, levanto los ojos hasta encontrarme con los suyos, él pone dos dedos bajo mi barbilla, inclinándome la cabeza y así tener acceso a mis labios, los que besa con una dulzura placentera. Lento, con mucha parsimonia nuestras bocas bailan al ritmo de una nueva canción que empieza a sonar.

— Mi pequeña princesa, la chica con la que quiero pasar el resto de mi vida... — Susurra cuando nos separamos.

— Te amo, Fede.

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