Capítulo 5
Despierto con una buena sensación. Quien iba a decirme esto hace unos meses, cuando tan sola y perdida me encontraba en esta nueva ciudad.
Hoy me pongo unos pantalones de chándal acompañándolos con una sudadera, ya que tenemos Educación Física.
Es un secreto que va a quedarse aquí escrito, pero me hace cierta ilusión que él sea mi profesor, sí, con el hombre guapo con el que tuve esa curiosa presentación de estamparme contra su pecho.
Desayuno enseguida, en dos minutos me bebo el vaso de leche y me como un par de bizcochos que mamá tenía preparados sobre la mesa.
— ¡Vaya! Con que energía te has despertado — Observa mi madre, sorprendida — ¿Lo ves como el instituto no iba a ser una tortura?
— Para nada — Muevo la cabeza a ambos lados, levantándome de la silla — De momento, no puedo quejarme.
— Me alegro, pero vamos, sal ya o llegarás tarde. — Se apresura, mirando el reloj de su muñeca.
— Si, es cierto, ya me voy — Le sonrío, despidiéndome con la mano — Hasta luego.
Cojo la mochila y salgo. Nada más pisar la calle conecto los auriculares a mi móvil y pongo a Pablo Alborán, ¿qué mejor artista para una chica que sueña y vive el amor como yo? Ninguno, está claro.
Camino distraída, el instituto enseguida aparece a lo lejos. Me dirijo a la entrada, dónde están Marta y Diego están en la puerta, Marta le da rápidas caladas a un cigarro y Diego está enfrascado en la pantalla de su móvil.
— Hola chicos — Saludo al llegar junto a ellos.
— Buenos días — Diego guarda su móvil en el bolsillo y me sonríe.
— Qué tal — Marta también mira hacia mí, ofreciéndome un cigarro — ¿Fumas?
— No, gracias — Muevo ambas manos a modo de disculpa.
— Mejor... — dice Diego, mirándola con los ojos en blanco — A ver si entre todos podemos conseguir que deje eso de una vez.
Ella le hace una mueca burlona y él le saca la lengua, me fijo en la buena pareja que hacen. Parecen comunicarse solo con una mirada.
— ¿Entramos? — Pregunto, aunque quiero disimular un poco la impaciencia, es casi la hora y nunca me ha gustado llegar tarde.
— Vamos a esperar a Lucas — Susurra Diego, entornando los ojos — Debe estar al llegar.
Y así es, unos minutos después vemos cómo aparca su moto y se quita el casco, viniendo hacia nosotros casi corriendo.
— Perdonad, se me ha hecho tarde — Se pasa la mano por su pelo, a pesar de que lo lleva casi rapado.
— Como siempre, las sábanas te impedían salir de la cama — Dice Diego, pegándole un pequeño empujón — Anda, vamos.
Entramos los cuatro, y me doy cuenta de cuánto me gusta eso de tener un grupo de... amigos, si es que ya puedo considerarlos de esa manera.
Las dos primeras horas de clase se me hacen terriblemente lentas, tomo apuntes y presto atención, pero igualmente las agujas del reloj parecen no moverse y siento alivio cuando por fin suena el primer timbre del día, indicando que tenemos descanso.
Ahora sí, vuelvo a estar nerviosa. Es por ese profesor, solo pensar en que va a darme clase me acelera. Soy muy tremenda, de las de antes, de esas que siguen pensando en los flechazos y cosas parecidas.
Almorzamos los cuatro juntos en la misma mesa de ayer, creo que es una especie de rutina. Esa mañana solo me bebo un zumo, no tengo apetito, solo estoy impaciente.
Marta se dirige al gimnasio donde se imparte la clase de Educación Física conmigo pisándole los talones.
Por el camino me dice que cuando el tiempo acompaña, suelen salir a las pistas, pero el primer día será donde ahora vamos.
Y ahí está, lo veo enseguida, en cuanto cruzamos la puerta, muerdo el interior de mi mejilla según nos acercamos. Somos de las últimas en llegar.
El famoso profesor está vestido con un chándal negro que lleva varios detalles amarillos, remangado hasta los codos. Nos espera con las manos entrelazadas y una sonrisa.
— Buenos días — Mira por encima de nuestras cabezas — Creo que ya estamos todos así que... bienvenidos a la clase de Educación Física.
Tiene una voz suave y pausada. Estoy totalmente absorta en él, ¿existe alguien así de atractivo en el mundo? Hasta ahora mismo pensaba que no.
— Vamos a presentarnos para ir conociéndonos, ¿os parece bien?
Se oye un murmullo general que asiente o directamente responde en voz baja.
— Bien, a mí podéis llamarme Fede, alguno de vosotros me conoceréis de cursos anteriores, los que sois nuevos, que veo que no hay muchos, estaré encantado de conoceros — En ese momento vuelve a mirarme, a mí directamente. Bueno, vale, a mí porque soy la nueva, pero de ilusiones también se vive. Miro mis deportivas, el color rojo vuelve a mi cara irremediablemente.
Mis compañeros empiezan a presentarse uno por uno, y veo que dentro de poco es mi turno. No... Qué vergüenza. Tierra, trágame.
— ¿Y tú eres...? — Me pregunta a mí, y todos y cada uno de los compañeros de mi clase me están mirando.
— Míriam. — Saco la voz, aunque aún no sé de dónde y haciendo grandes alzo la cabeza por primera vez.
No exageraba en absoluto, lo prometo. Guapo es poco, cuando cruzamos nuestras miradas veo por primera vez sus ojos verdes, preciosos. Me ha costado hacerlo, pero ha valido la pena.
Me retiene la mirada lo que a mí me parecen horas, pero son apenas dos segundos, y después continúa.
— Muy bien Míriam — Sonríe de forma amable — Y ahora que todos nos conocemos, vamos a comenzar con la clase.
¡Madre mía! Si me tiemblan hasta las piernas y apenas hemos cruzado una simple mirada, mi cabeza imaginativa se va a poner las botas.