Capítulo 5
—¡Oh, Dios, oh, Dios! —susurré mientras me ponía la capucha de mi abrigo, había bajado mucho la temperatura en las últimas horas en las que estuve encerrada en ese gimnasio haciendo cabriolas y volteretas.
Le envié un mensaje a mi padre de que iba en camino justo antes de salir del gimnasio, que estaba todo bien, pero mientras avanzo por las calles desiertas, pienso que debí haber sido precavida. Jamás me he aventurado a hacer algo así pero hoy por culpa del golpe de la pelota y posterior desvanecimiento perdí minutos preciosos en los que ya debería estar llegando a mi casa.
Apresuro el paso porque siento a lo lejos una presencia, pisadas frenéticas y firmes que retumban en los pasadizos oscuros y que me hacen temblar de miedo, giro a cada rato pero no puedo detectar quien es. "Alguien me sigue", me digo en un ataque esquizofrénico, sin embargo solo se dibujan las sombras de las hojas de los árboles que se mecen con la brisa fría. Voy tan ensimismada y mirando hacia atrás que no me percato de los tres tipo apoyados en una mugrienta pared a mi izquierda. Me ajusto la capucha y camino más rápido. Pero ellos lo son más, en dos segundo están al lado mío. No sé que quieren, no tengo nada de valor encima y tampoco soy sexy, eso lo tengo clarito. Mi abrigo es dos o tres tallas más grandes al igual que mis pantalones, la idea era que no pasara esto, que no me siguiera cualquier tipo en la calle al verme. Quería pasar desapercibida.
—Hola, preciosa —me dice uno de ellos acercándoseme y pude sentir su aliento fétido que me hizo volver la cara sin poder disimular.
—Miren de delicada la princesita —expresa otro quien también se me acerca. Cada vez estoy más asustada y a pesar que quiero avanzar rápido, mis pasos son inseguros.
El tercero ni siquiera habla pero su mirada lo dice todo: lascivia, lujuria, deseo. Todo junto. Deben estar drogados. Jamás me han mirado así, como dije no soy alguien "deseable", me he esmerado mucho este último tiempo para no serlo. Yo cultivo otras áreas de mi vida y no me quedan tiempo ni espacio para nada más. Tengo una beca que mantener o de otra manera no podría seguir estudiando. El sueldo de mi padre no alcanza para mi colegiatura.
—Ven aquí, muñeca —pierde la paciencia el de los dientes podridos tomándome fuertemente del brazo.
—No, por favor —ruego, intentando que hagan algo que estoy segura no van a hacer ni aunque se lo pida.
Mi corazón quiere salir del miedo. Trato de pensar fríamente, trato de encontrar alguna acción para hacer, repaso libros y películas que recuerde en los que haya escenas similares, pero una cosa es verlos o leerlos y otra muy distinta estar viviendo en vivo y directo.
—Así me gusta, muñequita. Que ruegues...pero enseguida estarás rogando por otra cosa que seguro te va a encantar —dice sonriendo y exhibiendo sus encías.
Siento arcadas, me parecen todos asquerosos. "No son como Nick", me digo. Y es que en estos momentos tenía que aparecer aquel chico por el que me encontraba soñando despierta la mayor parte del tiempo. Creo que no hay una chica en la escuela que no esté enamorada de él...y yo no soy la excepción aunque me duele aceptar que he caído tan bajo. Jamás he pensado igual a la mayoria,. tampoco actuado o vestido como otra, yo soy yo y estoy conforme, pero algo me pasó con Nick Pollack desde la primera vez que lo ví.
Y sé, por supuesto que jamás se fijará en mí así que soy feliz sabiendo que solo quedará allí donde está, en el mundo de lo platónico.
Quisiera seguir allí, donde estoy segura solo yo con mis pensamientos y mis conocimientos pero lamentablemente en estos momentos estoy estampada en la descolorida pared del callejón más oscuro de la zona.
—Suéltenme, por favor —suplico temblando y las lágrimas de terror comienzan a salir sin poder evitarlas. No puede ser que pierda algo que he cuidado como un tesoro durante mis dieciocho años. Esto no puede ser todo, quiero que la magia ocurra con quien realmente quiera, no de esta manera, no con tres tipos manoseándome y rompiendo mis ropas exhibiendo partes que jamás he mostrado a nadie. Vergüenza, pudor, rabia se mezclan formando un combo extraño que hace que quiera gritar y desaparecer de aquí.
En cuanto grito con todas mis fuerzas con las nimias esperanzas en que alguien llegue a salvarme, uno de ellos tapa mi boca con sus manos llenas de hollín y restos de mugre entre las uñas. Tengo un asco terrible, quisiera evaporarme en este preciso instante. Su otra mano comienza a recorrer mis muslos y va subiendo lentamente como si lo estuviera disfrutando. Cierro fuerte las piernas e intento liberar mis manos, las cuales están siendo sostenidas por otro de los malvivientes.
Ya estoy fuera de mi. Mis músculos se relajan, sé que estoy a punto de desvanecerme, mis ojos quedan mirando un punto en la pared externa intentando escapar de la terrible experiencia que estoy a punto de vivir. Me resigno. Ya he luchado demasiado.
Sin embargo, me sueltan, mi cuerpo flojo, mis músculos dormidos, todo cae en posición sentada y las piernas no me responden. Sé que tengo que huir de aquí pero no puedo, le ordeno a mi cuerpo que se mueva pero está inerte apoyado en la pared mientras una película de acción se reproduce frente a mis ojos. Mikael Sorokov está con un hierro dando a diestra y siniestra a los tres. "No puede ser", esto no es real. Estoy viendo visiones. quizás me drogaron. Mis párpados pesan mucho y apenas puedo mantenerme despierta.
Por una extraña razón, me siento segura. Es como si mi cerebro dijera: Mikael Sorokov está aquí y estás a salvo, nada malo va a pasarte.
Y en el instante en el que pienso eso, él esta de pie frente a mí, descomunal, erguido con sus casi dos metros, me mira de una forma extraña y está moviendo sus labios aunque no entiendo que está diciendo:
—Katherine...
Fin del flashback