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Invierno.
Los copos de nieve caen sobre la ya pálida lápida en donde hoy descanza su cuerpo sin vida. El cielo se torna gris. El helado cementerio tiene un color blanco por toda la nieve que ha caído. Justo ese día se tenía que ir. El día en que cumplíamos tres años de novios y el día de la navidad. Odio ese día:
25 de diciembre.
Mi vida no será la misma. Nada será lo mismo. Si me hubieran dicho que solo llegaríamos a ser felices por tres años quizá, en su momento, no lo hubiera creído. Aún recuerdo cuando lo conocí. Él cambió mi vida, cambió mi forma tan retorcida de pensar, cambió mi forma de ver la vida.
Una vez me prometió que siempre estaría conmigo. Ya veo que no pudo cumplir la promesa.
Cierro los ojos y respiro el aire fresco. Hoy 26 de diciembre fue su funeral; todos ya se han ido para sus casas; sus padres, su hermanita, sus amigos, mis amigas, sus vecinos, mis papás. Llevo tres horas aquí. He esperado estar sola para hacerlo.
Me arrodillo frente a su tumba y me preparo para hacerlo. Y entonces lo hago: lloro, lloro como si no hubiera mañana, lloro todo lo que tenía guardado, lloro, golpeo, grito.
—¡¿Porqué?! —grité.
Estoy llena de dolor, un dolor que nunca cesará, un dolor que siempre invadirá mi corazón, un dolor que será parte de mi día a día a partir de ahora.
—Daniel, —sollozé—Te amo.