Librería
Español
Capítulos
Ajuste

Capítulo 6: ¡Es mi marido quien está en este coche!

El corazón de Micaela volvió a caer en las tinieblas.

La electricidad del tercer piso debía estar cortada, ¿qué podía hacer?

Caminó hacia la ventana, este era el tercer piso, abajo estaba el jardín trasero, si saltaba, se quería muerta o lisiada.

Su mente recordó de repente una escena que había visto antes en un programa de televisión, y miró la colcha…

Sólo había una pequeña tijera en la habitación y Micaela se esforzó por rasgar, cortar y anudar tiras de tela.

Había pasado un día entero sin que ni siquiera pudiera haber bebido un sorbo de agua, y Micaela se sentía mareada y aturdida.

Micaela pensó que quizá antes de que pudiera bajar con las tiras de tela, se caería desde el tercer piso porque estaba demasiado agotada como para poder sujetarse bien a la cuerda que iba a construir…

Estaba oscureciendo y Adriana ni siquiera le había traído un vaso de agua.

El estómago de Micaela ya palpitaba de dolor y aun así aguantó, la cuerda estaba casi terminada.

Si se cayera de verdad, el Sr. Feijoo no querría una lisiada, ¿no?

La habitación ya estaba a oscuras y Micaela había atado la última tela.

Las sábanas eran un total desastre, incluso se utilizaron las sábanas de repuesto del armario, pero no estaba segura de si la longitud era suficiente.

Mirando por la ventana, Micaela apretó su incómodo estómago.

Tenía que esperar un poco más, definitivamente no se habían acostado todavía y sería echar todo a perder si la atrapaban con las manos en la masa.

Se puso el bolso, usurpando las tiras en su mano, y se sentó bajo la ventana, doblando las rodillas y abrazando las piernas para que su estómago se sintiera mejor, y entrecerró los ojos para poder guardar fuerzas…

Micaela estaba medio inconsciente y a punto de dormirse cuando, de repente, ¡escuchó que la puerta se abría!

Micaela se levantó rápidamente conmocionada, el mareo causado por su bajo nivel de azúcar en la sangre le hizo apresurarse a apoyarse en la pared.

La habitación estaba oscura, no había luz de luna fuera de la ventana y estaba lloviendo.

Toda la tercera planta estaba a oscuras y sin electricidad.

La puerta se abrió lentamente y una luz no muy fuerte de teléfono móvil daba hacia el interior…

Micaela contuvo la respiración y rezaba por no ser encontrada…

Al mismo tiempo, la expectación se apoderó de su interior, ¿podría ser Marcos quien venía a rescatarla?

—Micaela, ¿dónde estás?

Sonó una voz masculina apagada.

¡Era su tío!

Calmando esa débil decepción, Micaela sintió que la ilusión que acababa de pasar por su mente era más que ridícula.

Micaela dio un paso adelante, Sergio Elvira ya había visto a Micaela y la agarró de la muñeca, susurrando con urgencia:

—Micaela, vete, están todos dormidos, vete lejos y no vuelvas.

—Tío…

De los ojos de Micaela brotaron lágrimas de gratitud.

—No digas nada, la culpa es mía por ser un inútil. Vete, ten cuidado, he apagado todas las luces de abajo.

Micaela siguió cuidadosamente a su tío Sergio por las escaleras, con el corazón latiendo rápidamente durante todo el trayecto por miedo a ser descubierta.

No sabía por qué su tío era un cobarde frente a tía Marta, pero ahora mismo era el único que le ayudaba en secreto.

Una vez fuera de las puertas de la casa de los Elvira, su tío la dejó en la farola más cercana, y miró hacia atrás, empujando a Micaela.

—¡Vete, vete!

A Micaela se le llenaron los ojos de lágrimas y se le atascaron mil palabras en la garganta.

Mirando la cara ya arrugada de Sergio y la oscuridad de la casa de los Elvira, Micaela se dio la vuelta y corrió bajo la lluvia…

Micaela corrió hasta que no podía más, pero solo se detuvo a descansar cuando salió de la zona de villas.

Sólo cuando su respiración se calmó, continuó su camino, con un aspecto lamentablemente porque la lluvia empapaba su ropa y su pelo.

Por suerte, su bolso estaba con ella en todo momento, así que primero tenía que buscar un hostal de confianza en el que alojarse.

No sabía qué hora era, estaba lloviendo, no había nadie en las calles, sólo las luces de la calle estaban encendidas, debía ser horas de la madrugada…

Rezaba para que no se encontrara con ningún malo…

Pero de pronto una moto atravesó la calle y pasó a toda velocidad junto a Micaela.

Micaela aceleró sus pasos. La moto, que aún no estaba muy lejos, ya había dado la vuelta y con un bonito derrape consiguió interceptar el camino de Micaela.

—Guapa, ¿a dónde vas sola tan tarde?

Había dos hombres en la moto, el de atrás se quitó el casco y se bajó, era un joven de unos veinte años con el pelo rapado, vestido como un gánster y sonriendo pícaramente.

—Está lloviendo y no tienes paraguas, ¿por qué no vienes a mi casa a descansar?

El chico rapado miró la ropa mojada de Micaela que se pegaba a su cuerpo, haciendo su figura aún más sexy, silbó y miró a su amigo.

—No hace falta, ¡mi casa está justo enfrente!

Micaela trató de esquivarlos, pero fue detenida por el otro hombre en moto que colgó su casco en la moto y tiró de Micaela, esta se apartó.

La lluvia le nubló los ojos y Micaela se limpió la cara.

—¡Quítate de en medio, mi familia ha salido a buscarme! —dijo Micaela en voz alta, haciendo un gesto para mirar detrás de ellos.

Los dos hombres miraron inmediatamente hacia atrás, pero la calle estaba silenciosa y no estaba ni Dios.

«Maldita sea, no puedo creer que me haya engañado una mujer».

Los dos se dieron la vuelta de inmediato.

Por su parte, Micaela ya había corrido unos metros. Corría con tanta fuerza que se sentía mareada y le dolía el estómago, realmente se sentía desesperada, la calle era tan grande, ¿por qué no había ni una persona…?

—¡¿A dónde crees que vas?!

El chico rapado la alcanzó y le agarró del brazo.

—¡Suéltame!

Micaela luchó por librarse, pateando con fuerza la rodilla del hombre rapado.

Los zapatos de Micaela eran planos de toda la vida, pero la punta era más bien puntiaguda, y su patada dio en los huevos del hombre. El hombre rapado gritó de dolor, soltó la mano enseguida y se puso de una rodilla en el suelo…

El otro hombre se acercó, detuvo su moto y se río de su amigo.

—Aarón, eres muy pringado ¿Te has arrodillado tan fácilmente? Ja, ja, ja…

La mente de Micaela iba a toda velocidad, «Seguro que no les supero en velocidad ni puedo luchar uno contra dos, piensa, piensa…».

Una limusina negra se acercaba, no muy rápido debido a la lluvia, pero no se podía esperar a que el coche se detuviera y la rescatara a menos que…

Micaela cogió rápidamente una piedra del suelo y la estrelló con fuerza contra la limusina.

Hubo un chirrido y el coche se detuvo.

Carlos, en el asiento trasero, se inclinó ligeramente hacia delante debido al frenazo.

Se puso erguido y miró la ventana donde se había producido el ruido, el cristal estaba agrietado de tal forma que parecía una telaraña…

—Señor, lo siento, ¡parece que alguien nos ha tirado algo!

El chofer Diego Ocampo se apresuró a explicar, antes de coger su paraguas y disponerse a salir del coche para comprobarlo.

Carlos no dijo nada porque había visto cómo se abalanzaba la responsable de todo eso.

A través de la lluvia, vio que la ropa de la persona le resultaba familiar, y sólo cuando estuvo cerca de la ventanilla del coche vio que era ella.

¿No debería estar todavía en el hotel?

Llevaba este vestido…

Carlos miró su vestido y quedó en trance por un momento cuando escuchó que la mujer le gritaba:

—Ayúdame, no los conozco…

Micaela se lanzó a la ventana, golpeando el cristal y explicando en voz alta, sin saber si la gente de dentro podía oír o no…

El rapado y el que estaba en la moto se lo pensaron un rato, pero al final se acercaron.

—Guapa, eres muy lista, pero ¿crees que alguien que conduce un coche de lujo como este se metería en los asuntos de los demás?

Micaela se mordió el labio, con la cabeza cada vez más mareada, la lluvia resbalando por sus mejillas, y la mirada dura.

—¡No voy a ninguna parte con vosotros! ¡Largaros de aquí! ¡Es mi marido quien está en este coche!

Descarga la aplicación ahora para recibir recompensas
Escanea el código QR para descargar la aplicación Hinovel.