Capítulo 18: ¡No! ¡Él no es así!
Las huesudas manos de Carlos parecían a punto de aplastar el volante.
—¡En el edificio 18!
Micaela se apresuró a nombrar un número.
«Si lo has rechazado, recházalo por completo, Micaela, ¡no le des la más mínima esperanza!».
¡Si vivía en el edificio 12!
Carlos entrecerró los ojos.
«Esta pequeñina, ¡realmente le saca de quicio!».
En sus 27 años de vida, ¡nunca había experimentado una sensación tan frustrante!
Después de que Micaela dijera el edificio 18, estuvo mirando desde el coche los números de cada edificio…
De hecho, ¡ni siquiera sabía si había 18 edificios en el bloque!
Oh, menos mal que realmente había 18 edificios!
En cuanto el coche se detuvo, Micaela no pudo esperar a desabrocharse el cinturón de seguridad y salir del coche como si estuviera huyendo.
Carlos estaba furioso por la forma en que ella deseaba estar lejos de él, y por el joyero que se había dejado en el asiento, así que el dio la vuelta con el coche y se fue como un rayo.
Micaela no bajó la cabeza hasta que el coche se perdió de vista, y caminó lentamente hacia el edificio donde vivía.
Si no fuera tan poderoso, si sus padres aún estuvieran vivos…
Micaela se encogió de hombros, «¡No hay peros en el mundo! ¡Sólo realidades!».
Caminó lentamente hacia el edificio 12, ya era tarde.
Se obligaba a pensar en otra cosa, como qué cenar…
—¡Micaela!
Una voz masculina familiar con un poco de emoción sonó, pero un mal presentimiento brotó inexplicablemente en Micaela.
Buscando la voz, era él…
Marcos vino a grandes pasos.
—Micaela, ¿por qué has tardado tanto en volver…?
Él quiso tomar su hombro, Micaela se agachó para apartarse.
Marcos vio que sólo llevaba una mochila y que sus manos estaban vacías, por lo que no parecía haber aceptado el regalo de ese tal Sr. Aguayo.
Se quedó tranquilo.
Cuando iba detrás de Micaela, le había regalado de todo, pero ella no tomaba nada.
No sabía cómo hacerla contenta.
Marcos, como mujeriego que era, siempre le había sido fácil conquistar a las chicas, por eso, cuanto más le costaba, más se empeñaba, y así estuvo detrás de ella un año, y esta fue conmovida gradualmente.
Después de pasar un tiempo juntos, se sentía tan atraído por Micaela que no le importaba que no le dejara tocarla. Creía que tarde o temprano sería suya, y si no fuera porque había visto su infidelidad en persona…
—¿Cómo encontraste este lugar? —Micaela hizo la pregunta.
De hecho, Marcos había estado tratando de encontrarla, utilizando muchos métodos, pero no tuvo noticias de dónde vivía hasta esta misma tarde. Inmediatamente después de la salir de la joyería, fue a este bloque, sabía que estaba en este edificio, solo que no sabía en qué piso estaba, por eso esperó aquí.
Pero esto no era importante.
Dio un paso adelante e intentó coger de nuevo la mano de Micaela, y ésta dio un paso atrás para evitarlo.
—¡No me toques!
—Bien, no te toco. Micaela, déjame explicarte. Yo y Adriana…
—Marcos, ¡hemos roto y no quiero oír tus explicaciones!
—¡No estoy de acuerdo! —gritó Marcos.
Los bonitos ojos de Micaela brillaron y sus manos se llevaron a la espalda, le surgió una brillante idea, así que hizo un movimiento para girar la mochila que había lanzado detrás de ella, al mismo tiempo que hablaba para distraerlo, tanteaba con su teléfono y encendía su función de grabación…
—¿Por qué no vas a estar de acuerdo? Ya estás comprometido con Adriana, ¡para qué te vienes a mí!
Marcos se alegró de oírla decir eso, eso significaba que aún había esperanza, ¡que aún se preocupaba por él!
—Micaela, no es lo que piensas. ¡No la quiero para nada! El compromiso es sólo temporal, porque la asociación empresarial entre las dos familias…
—¿Quieres romper el compromiso?
—¡Eso es seguro! ¡Ella me sedujo! ¡Sólo estamos juntos por negocios y ella lo hace por crear escándalo!
Micaela reflexionó débilmente.
—Micaela, ¿me perdonas? Te prometo que Adriana y yo romperemos cuanto antes, y luego me casaré contigo.
Micaela se sorprendió un poco y sacudió la cabeza asustada.
—¡No, no! ¡Hemos roto, somos extraños a partir de ahora! ¡Por favor, no me molestes más! —dijo y trató de entrar en casa.
Marcos se asustó un poco, un poco molesto porque las cosas se le escapan de las manos. Tiró con fuerza del brazo de Micaela, que trataba de zafarse, y de un modo u otro se vio obligada a entrar en la zona verde que había junto al edificio de viviendas, con árboles y flores, y con una iluminación tenue.
Sus ojos eran siniestros y Micaela se asustó…
Por su lado, Carlos salió de la comunidad y enseguida sacó el monovolumen a la carretera como si fuera un coche deportivo.
Varias veces un policía de tráfico quiso ir tras él, pero cuando vio su matrícula, supo que era gente con la que no se podía meter, y con el coche de policía, no podía alcanzar al coche de lujo, así que se olvidó de ello…
El coche seguía oliendo a Micaela y Carlos respiró hondo, aún sin poder reprimir la rabia en su corazón.
Ni él mismo podía creerse que un día sintiera tanta emoción hacia una mujer.
Le arregló una casa en secreto, consiguió que alguien la vigilara, se enteró de que ella y Adriana se habían topado y le preocupó que la acosaran, dejó la reunión y trató de ir a apoyarla, vio que tenía el corazón puesto en esa joya y no podía esperar a dársela…
Lo que le hacía aún más rencoroso era que incluso después de haber sido rechazado dos veces de esta manera, ¡todavía no quería rendirse!
«Mierda, qué veneno me ha dado esa mujer…».
El teléfono sonó a su lado y Carlos miró para ver que era Diego.
Conectó el Bluetooth y respondió:
—Señor, ¿sigue con la Srta. Noboa?
Carlos frunció el ceño.
—¿Qué pasa?
—Me acaban de avisar que Marcos ha estado preguntando sobre la dirección de la Srta. Noboa. Parece que fue hasta allí justo cuando salimos de la joyería…
Sin dudarlo, Carlos dio un giro en la carretera y se dirigió hacia atrás en un frenesí…
—¡Envía más hombres a la residencia de Micaela inmediatamente!
Carlos dejó caer los auriculares y golpeó con fuerza el volante.
Antes, al pasar por el edificio 12, vio vagamente una figura sospechosa, pero estaba tan concentrado en estar enfadado que no le prestó atención.
***
—Marcos, no te pongas así. Podemos acabar bien…
Micaela agarró con fuerza la correa de su mochila y miró hacia los arbustos, ¿por qué no había nadie a una hora en la que normalmente había mucha gente caminando?
Intentó salir corriendo varias veces, pero fue detenida por Marcos, ella quería gritar, pero temía que eso provocara que Marcos le hiciera daño…
—No, Micaela, ¿por qué? Antes no eras tan cruel, yo sabía que no tenías otros amigos, siempre era sólo yo, así que ¿por qué, de repente, has cambiado?
—Tú eres el que tiene la culpa, ¿y ahora me culpas a mí por ser cruel?
Marcos no podía escuchar y sólo pensaba en las razones que se le ocurrían.
—¡Ya lo sé! ¡Es ese Sr. Aguayo! Es tan generoso, ¿estás enamorada de él?
Marcos agarró a Micaela por los dos hombros.
—¡No!
Micaela intentó liberarse de su mano, pero era tan fuerte que le aplastó los huesos…
—¡Sí, seguro que es así! Micaela, no te dejes engañar por él, no lo dice en serio, sólo quiere acostarse contigo porque eres guapa…
—¡No! ¡Él no es así!