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Capítulo 1: ¿Cómo vas a devolver el favor?

A las 20:00, en el Hotel Estencell.

A Micaela Noboa le pesaban los párpados, se esforzaba por abrir los ojos y decir algo, pero no podía sacar la más mínima fuerza.

Una voz familiar de mujer sonó de cerca…

—¡Maldita mujer! Mamá, ¡realmente la odio! ¿Por qué la adoptaste? ¡Deberías haberla dejado en la calle!

—Bueno, Adriana, deja de quejarte, ¡ya tendrá su merecido! No se interpondrá en tu camino nunca más.

—Mamá, ¿por qué a tantos hombres les gusta su cara? ¡Si yo no soy nada menos que ella!

—¡Sin duda es por esa cara idéntica a la de su madre! Anda, salgamos de aquí.

***

Sonó el cierre de la puerta, Micaela se esforzó por abrir los ojos para ver el techo blanco, después de examinar el alrededor, supuso que estaba en el hotel, pero lo que tenía claro era que esas dos ya se fueron.

Probablemente Micaela era la única persona en el mundo que había sido drogada y enviada a un hotel por su propia tía. ¡Qué irónico!

Se levantó con fuerza apoyando los brazos en la cama, pero de pronto el mareo le hizo desear volver a casa inmediatamente y tumbarse en su cama blandita…

Pero no, ¡tenía que salirse de allí lo antes posible!

Tenía un lío en la cabeza, sólo recordaba que estaba en su habitación, cuando Adriana le dio un vaso de agua que sabía a alcohol, y entonces se despertó aquí.

Micaela quiso ponerse en pie, pero nada más hacerlo volvió a caerse. Con mucha dificultad al final se acercó hasta la puerta, tiró de ella y retrocedió inconscientemente…

Al otro lado de la puerta había un hombre con una camisa de coleres, que pasaba por la puerta.

¿El Sr. Gallo?

¿El desvergonzado de mediana edad que muy a menudo la miraba de forma tan extraña y la molestaba?

No le quedaba casi pelos la cabeza, tenía un barrigón, encima se ponía una cadena súper gruesa de oro en el cuello, ¡desprendía todo un aire de nuevo rico!

En el momento en que vio a Micaela, se quedó impresionado.

«Madre mía, ¡qué pibona tenemos aquí!».

La cara de la chica estaba pálida, igual que su boquita, sus ojos, un poco perdidos y un poco húmedos, el pelo largo en moño, y con una figura esbelta, expresaba una especie de belleza mórbida.

El Sr. Gallo se puso cachondo con solo mirar a Micaela.

—Oye, guapa, ¿has venido a recibirme? Soy el Sr. Gallo, ¿te acuerdas de mí?

Con eso, se acercó rápidamente a la puerta.

Micaela intentó esquivar cuando el otro se abalanzó sobre ella, pero el mareo la frenó y fue detenida por el Sr. Gallo, quien sonrió pícaramente.

—¡Qué bien hueles! Me dijeron que la sobrina adoptiva de la familia Elvira desprende un aroma adictivo, ¡al parecer es cierto!

—¡Suéltame!

Micaela forcejeó, pero las gordas manos del hombre no se movieron. Micaela se acordó de repente de la horquilla que llevaba en la cabeza, entonces rápidamente arrancó y la clavó en el brazo del Sr. Gallo…

El Sr. Gallo sólo sintió un aroma fragante cuando se soltó el pelo, y antes de que pudiera disfrutarlo más, un dolor agudo le atravesó el brazo, haciéndole sacudir el brazo inconscientemente.

Micaela cayó al suelo por inestabilidad y su horquilla salió volando hasta lejos…

El Sr. Gallo apretó los dientes y lanzó una mirada de rabia.

—¡Maldita sea! ¡Sí que eres terca! ¿Crees que puedes herirme con tu fuerza?

Con eso, el Sr. Gallo dio un paso adelante, ignorando la sangre en su brazo.

Micaela sintió un poco de miedo mientras intentaba levantarse, pero solo pudo apoyar las manos en el suelo y retroceder, su mente hecha un caos intentaba pensar en una forma de romper su bloqueo y salir de la habitación…

—Sr. Gallo, por favor, compórtese…

Micaela quiso reprenderle con rabia, pero su voz no imponía.

¡Tenía que salir de esto!

—¿Comportarme? Ja, ja. Para tu información, tu prima Adriana me dijo que te cuidara bien, y tu tía Marta tampoco es una buena persona, así que ven conmigo, ¡no te equivocarás!

Al Sr. Gallo se le hizo la boca agua de la risa.

Como si estuviera irritada por las dos personas que mencionó, Micaela se mordió el labio inferior con tanta fuerza que la sangre roja y brillante se derramó, el olor de la sangre y el dolor concentraron su conciencia, al no poder retroceder más, su espalda se golpeó contra la mesa, Micaela se puso de pie agarrándose a la mesa y sintió un objeto frío como un cuenco sobre la mesa, reaccionó, era un cenicero…

El Sr. Gallo sonrió fríamente, pensando que esta mujer ya no podría escapar de ninguna manera…

—¡A ver a dónde te puedes escapar ahora! ¡Te daré una buena lección!

Micaela volvió a morderse el labio, «¡Aún no es final, no voy a dejar que este cabrón se salga con la suya!».

Con toda su fuerza, le dio con el cenicero en el momento en que él se dio la vuelta…

¡La frente del Sr. Gallo inmediatamente rezumó sangre!

Mientras gritaba de dolor, Micaela salió corriendo.

Micaela se adelantó por el pasillo, sus pasos eran tan ligeros que parecía que estaba andando sobre las nubes.

La cabeza le daba vueltas, y lo que era claramente un camino se convirtió en tres…

La voz de un hombre se escuchó desde el fondo.

—Para ahí, maldita perra…

El Sr. Gallo apretó los dientes y vino por detrás.

Micaela corría hacia delante desesperadamente, apoyándose en la pared de vez en cuando, y de su cuerpo emanaba un calor constante, además del mareo.

Como un perdido en la vida, andaba sin dirección, hasta que se estrelló en un amplio abrazo en la esquina…

El hombre abrazó a la mujer casi inconscientemente, oliendo una fragancia que pertenecía exclusivamente a las mujeres…

De hecho, ¡pensó que olía bien!

¡De pronto sintió mucha curiosidad por esta mujer!

Era alérgico al olor de todos los perfumes, pero el olor de ella no le resultaba en absoluto repugnante, y había algo inexplicablemente familiar…

El guardaespaldas que estaba detrás de ella trató de apartarla inmediatamente, pero Carlos Aguayo le dirigió una mirada que le hizo retirar la mano y quedarse quieto detrás de él.

—Ayúdame, te lo ruego…

Micaela suplicó inconscientemente.

Carlos frunció el ceño al ver a la mujer entre sus brazos, era hermosa, impresionantemente bella a primera vista, con unos ojos preciosos, pero en ese momento sus ojos estaban sin enfoque y con una sensación de impotencia, que despertaba un deseo de protección…

¿Un deseo de protección?

¿Tendría él, siempre conocido por su sangre fría, algo así?

Carlos curvó los labios fríamente…

Levantando la vista, un hombre corría hacia ellos con el propósito muy claro…

Ella estaba acalorada, y Carlos, pensando un poco, supuso que estaba…

Mirando de nuevo al hombre que se acercaba cada vez más, Carlos habló con ligereza:

—¿Por qué debería salvarte?

Micaela se apartó un poco, pero parecía que no podía ni estar de pie sin su sustento, no podía correr lejos y sólo podía esperar que el hombre que tenía delante fuera un buen hombre…

—Yo… te devolveré el favor…

De repente, Carlos abrazó su esbelta cintura, cogiéndola en brazos y susurrándole al oído.

—¿Cómo vas a devolver el favor?

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