Capitulo 5
El momento de dar a luz llegó y Antonella solo se encontraba con las dos mujeres que se hacían cargo de la casa, la cuál se llenó de alboroto, las dos empleadas se volvieron casi locas con Antonella por el miedo y la emoción, porque por fin luego de tantos años habría una criatura corriendo por la casa dando alegría a su madre que había sido dejada y olvidada en casa por su marido, uno que en un principio pareció ser diferente, pero que resultó ser como la mayoría de los hombres. Uno machista y misógino.
Una de las empleadas se desvivió llamado a Josef, pero la secretaria no supo dar noticias de él, solo le dijo que había salido a eso de las tres de la tarde y no había vuelto. Sin más que hacer llamaron a un taxi para que llevara a Antonella a dar a luz al hospital privado en el cuál había ido para sus chequeos cada mes, una empleada subió con ella para acompañarla, mientras la otra se quedaba en casa en espera de que el patrón regresara para darle la noticia, aunque algo le decía que a él no le importaba mucho ya la esposa y su hija.
Antonella dio a luz a una niña grande y saludable, expulsarla de su cuerpo fue doloroso y difícil, pero Antonella estaba dispuesta a dar la vida por su hija, a ese pequeño trocito de carne que desde el primer día que supo que la esperaba la comenzó amar y que cada día ese amor se fue haciendo más y más grande, y ahora era el momento de demostrarle de que era verdad lo que le decía cada noche antes de dormir.
Pujó una última vez y dio a luz, enseguida escucho el llanto de su pequeña, era un llanto grave casi como el de un varón, Antonella pidió verla enseguida y una enfermera se acerco y se la mostró, para Antonella fue lo más hermoso que hubiera podido ver en toda su vida, era su hija, la que amaba con todo su corazón y la cuál se convirtió en todo para ella desde ese día.
Las horas pasaron y Antonella seguía sola en compañía de la empleada, Josef ni quiera había llamado, ni aparecido en el hospital, tampoco apareció al día siguiente por la mañana cuando Antonella volvió a casa, ahora con su pequeña en brazos, sin embargo esto ya no le dolió como a una esposa su ausencia, aquello se lo venía esperando desde hacía meses, lo que si le molestaba era el hecho de que no fuera al hospital para conocer a su hija y aún más el que no estuviera en casa, ni se preocupara ni siquiera un poco.
Cuándo Josef llegó era pasado el medio día, arribo con estado de resaca y un genio de los mil demonios, porque de una manera grosera pidió a una de las empleadas un vaso con agua y una pastilla para el dolor de cabeza, el cual le entregaron pronto y Josef se lo bebió de un tirón, para luego frotarse las sienes.
-¿Se le ofrece algo de comer?
-No, no tengo hambre ¿dónde está la señora de la casa?
-En su habitación.
-¿Ya ha desayunado?
-Hace un rato.
-¿Pregunto por mí? – pregunto un tanto preocupado.
Nunca de los nunca había faltado a dormir a casa, pero ayer se había sentido diferente, como hastiado de la vida que tenía, no sabía de quién era la culpa, si de él o de ella por no haberle podido dar un hijo desde hacía mucho y cuando lo lograban después de tantos intentos, engendraba a una niña en la cuál no podría confiar todo lo que había trabajado por años, se sentía como decepcionado de la vida.
-Cuando llegó del hospital.
-¿Se puso mal? – pregunto realmente preocupado, sintiendo que la culpa lo inundaba. Había dejado sola a su mujer.
-Ayer por la tarde rompió fuente y aunque tratamos de localizarlo nunca le encontramos. Así que la llevamos en taxi al hospital.
La cruda que sentía Josef desapareció para darle paso al pánico y se sintió tonto por temer a dos mujeres, una que todavía ni siquiera podía discutir, pero que seguramente lo haría cuando creciera y tuviera un novio.
-¿Fue niña?
-¡Si! ¡una niña preciosa!
Una vez muerta toda su esperanza, se alejo de la cocina para ir a la habitación de Antonella y una vez llegar a la puerta se debatió entre si debía tocar o entrar con todo el derecho que tenía por ser su casa y ella su mujer, pero aún así ,tocó por lo que había hecho, no podía pretender que lo que hizo estaba bien.
-Pase – respondió una Antonella con voz suave y Josef creyó que ella ni siquiera estaba molesta con él.
Sin embargo cuando abrió la puerta y entro, en cuanto Antonella lo vio pareció que sus dos ojos azules parecían asesinarlo como dos navajas de un filo exquisito, su mirada era fría para él, al igual que todos sus gestos, pero cuando regresaron a contemplar a la pequeña que cargaba en brazos, su rostro se volvió dulce y su mirada se llenó de amor, esa era la mujer que él recordaba, la Antonella de dulce rostro y mirada de amor.
-Pensé que eran mis padres – dijo sin mirarlo.
-¿Van a venir?
-Si, ayer les llamé y dijeron que saldrían de inmediato.
-¿Todo salió bien?
-Si, aún seguimos vivas.
-Antonella, lo siento mucho – dijo Josef.
-No tienes porqué disculparte – le dijo ella mirándolo de nuevo.
-Tú siempre tan comprensiva – dijo feliz encaminándose hacia ellas.
-No tienes que hacerlo porque tu y yo hace mucho que no somos nada – le dijo Antonella con una voz tan fiera que Josef desconoció – desde que supiste que era una niña dejo de importarte, deje de importarte yo. Comenzaste por dejarme dormir sola con la excusa de que era por mi bien y me quedé callada, porque pensé que volverías, pero me equivoqué, a pesar de todo tuve fe en ti y me decepcionaste Josef. El remate fue ayer y no necesito saber dónde estabas porque tengo una idea de dónde pasaste el resto del día. Te la pasaste bebiendo en compañía de otra mujer, acabaste de matar este matrimonio.
-Jamás te daré el divorcio – dijo él enojado por sentirse indefenso ante su mujer.
-Eso lo sé, tampoco es que desee casarme de nuevo. Nunca pensé que fueras tan estúpido y yo tan idiota por aguantarte.
Antonella rompió a llorar por fin y Josef supo que a pesar de sus palabras aquella mujer lo seguían queriendo, a pesar de todo, sin embargo le daría tiempo, no dijo más y salió de la habitación.
A pesar de que él deseara pensar que Antonella lo perdonaría, estaba muy equivocado y pronto comenzaría a darse cuenta de que todo lo que él deseaba que pasara nada sucedería.
Para comenzar Antonella no dejo verle a la criatura, mucho menos cargarla, se lo negó durante dos semana, aún seguía tan molesta como el primer día en que Josef la dejara sola dar a luz y ni siquiera se molestaba en preguntar por él, comenzó a ignorarlo, sabía que esto le sería tan doloroso a Josef así como le había dolido a ella su ausencia durante el momento más importante de sus vidas.
Sin embargo pasado las dos semanas de castigo para Josef, Antonella le dejo cargar a su primogénita, él se acerco a la cuna, la saco de allí con cuidado y la sostuvo en brazos, era hermosa, pero él seguía prefiriendo un varón, él no podría hacer cosas de hombre con ella, el problema de Josef fue que había crecido rodeado de mujeres y casi creció repudiando lo que conllevaba ser una mujer, sin embargo al llegar a ser un hombre las cosas cambiaron un poco en la forma de ver a una mujer, pero aún así de niño deseo tener a otro compañero para hacer travesuras y cuando ansiaba un hijo varón, Dios le mandaba a otra mujer, eso Josef lo consideró injusto.
-Se parece a ti – dijo Josef al tenerla en sus brazos – ¿De que color son sus ojos?
-Aun no los ha abierto, es bastante quisquillosa. En eso se parece a ti.
-Bueno, veamos de quién saca el carácter – la volvió a dejar en la cuna para enseguida acercarse a Antonella e intentar darle un beso en los labios que ella rechazo.
-Que te haya dejado ver a tu hija y cargarla, no significa que yo te haya perdonado Josef.
-¿Hasta cuándo vas a seguir con lo mismo? – pregunto aparentemente calmado.
-No lo sé ¿Qué hubieras hecho tú, si yo me hubiera estado fuera toda la noche con alguien mas y tú hubieras tenido algún problema? ¿Qué sentirías después de haber pasado tu solo por ese problema? ¿Qué sentirías por mi?
-No es lo mismo.
-¡Perdón!
-No es lo mismo Antonella.
-¿Por qué no es lo mismo? ¿Por qué soy mujer?
-Si, porque tu eres mujer y yo soy un hombre. Las mujeres nunca serán iguales a los hombres.
-Por supuesto que no, nunca seremos iguales y similares a la a vez. Porque hay cosas en que las mujeres no se pueden comparar con ustedes, la fuerza por ejemplo, es una de esas diferencias entre hombre y mujeres. Sin embargo una mujer tiene relaciones con hombres antes de casarse al igual que un hombre y le llaman cualquiera, mientras que al hombre le festejan ¿te parece justo eso? Acaso ¿somos menos que ustedes? ¿crees que soy una estúpida para perdonarte Josef? Si yo hubiera hecho lo que tú, estuviera firmando el divorcio justo ahora y no dejarías de estarme tratando como una basura.
-Las mujeres nunca podrán compararse con nosotros.
-No, gracias a Dios nosotras somos mucho más que ustedes.
Josef no dijo nada mas y salió molesto de la habitación, desde ese día se marcó totalmente el definitivo distanciamiento de Antonella y Josef, ella siguió en la habitación principal con la pequeña, mientras que él seguía en una de huéspedes. Por habitaciones no iban a parar.