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4

Bajamos las escaleras y regresamos al auto, me pone en la parte de atrás y me abrocha el cinturón, va al asiento del conductor y arranca el auto comenzando a moverse.

El viaje fue silencioso, pero un buen y cómodo silencio.

Empiezo a tener sueño y cierro los ojos dándome la oscuridad.

Noé:

Íbamos camino al parque de diversiones, miro hacia atrás y la veo durmiendo como un ángel.

Voy a hacer todo para que ella quiera ser mía, quiero decir que ya lo es.

Al llegar se bajó del auto y me dirigí a donde estaba sentada mi princesa, dormía tan bien que duele despertarla así.

- Princesa, despierta… Ya estamos ahí._ abre los ojos lentamente, la tomo en mis brazos y cierro el auto.

Se frota los ojos.

- ¿Dónde estamos?_ pregunta tras un gruñido.

- En el parque de diversiones._ sus ojos se abren como platos, ese parque era enorme, tenía una rueda de la fortuna, varios juguetes, y cosas que sé que le encantarían.

La pongo en el suelo, mira todo perpleja.

- Esto es tan hermoso, vamos primero en esa rueda._ señala la rueda de la fortuna.

- Cuando anochece, a esa hora la ciudad es más bonita._ le respondo.

- Vale... Entonces entremos._ dice tirando de mí.

Entramos a ese parque, la miro viendo que tenía la sonrisa más hermosa que había visto en mi vida, pude ver alegría y sorpresa en sus ojos.

- Podemos comer algodón de azúcar._ pregunta ella.

- Por supuesto._ Voy con el tipo del algodón de azúcar.- Quiero algo de algodón de azúcar.

- que cor._ pregunta el hombre, Camila tira de mi brasier, bajo.

- Rosa._ me susurra al oído.

- Una rosa._ le digo al señor que mete un azúcar rosado en la máquina que empieza a girar, toma el palillo y lo empieza a girar dentro de la máquina y se forma el algodón de azúcar.

Mi pequeño observaba todo con atención.

- Toma._ le pasa el palo con la nube rosa a Camila quien solo lo toma y no dice nada.- Son cinco dólares.

Le doy el dinero al señor y se va con Camila que se comió muy contenta esa nube de azúcar.

Nos montamos en el primer juguete que Camila eligió, pegatina para el parachoques.

Camila se sube a un auto, no me gustaba mucho la idea de que ella estuviera allí sola, podría lastimarse, pero ella rogó, cómo podría negarme.

Después de unos diez minutos de jugar sale mi pequeño y se me acerca.

- Ha sido genial, ¿me viste chocando contra los otros carritos?_ pregunta riendo.

- Te vi, estuviste maravillosa._ digo sonriendo, la levanto y caminamos un poco más en ese lugar, ella se detiene frente a una carpa mirando un osito de peluche rosa no muy grande.- ¿Quieres ?_ Pregunto.

- Yo quiero._ contesta ella.

Voy a la señora que estaba en la tienda.

- ¿Cuánto vale ese oso?_ le pregunto a la señora.

- hay que pegarle a las botellas._ responde la señora, no voy a perder el tiempo con eso.

- Pago dólares._ le digo en voz baja a la señora.

- No, quiero que juegues._ dice mi pequeña, no tengo paciencia para estos juegos pero si esto hace feliz a mi princesa entonces lo haré.

- mira los siete anillos entonces._ el juego consistía en golpear las botellas con los anillos, quien lograba ganar un premio, no tiene por qué ser difícil.

Lanzo los siete anillos, fallando todos menos uno.

- Que cojones._ susurro.

- Déjame probar._ dice Camila, le doy el dinero a la niña que le entrega los siete anillos a mi pequeño.

Ella dispara todos los anillos golpeándolos lentamente a todos a la vez, él grita de alegría.

La niña toma el osito y se lo entrega a mi pequeño que se veía eufórico.

[...]

Después de eso fuimos a unas cuantas atracciones más, incluida la rueda de la fortuna, a ella le encantó, nunca la había visto tan feliz, algunas en las que solo Camila podía subir y otras en las que fuimos los dos.

Mi pequeña estaba comiendo un helado, íbamos en el auto camino a casa, mi pequeña miraba por la ventana abrazada al osito que había ganado.

Este fue definitivamente uno de los mejores días de mi vida.

Noé:

Siento que alguien me sacude ligeramente.

Abro los ojos todavía con sueño y veo a Camila parada a mi lado agarrando su osito de peluche con el pulgar en la boca.

- ¿Puedo dormir contigo?_ pregunta ella.

Recojo el reloj de pulsera que estaba en la mesita de noche, comprobando la hora.

: soy

- ¿Tienes miedo bebé?_ le pregunto sonriendo de lado, ella dice que sí con la cabeza.- Claro que puedes._ Me alejo dejando espacio para que se acueste.

Ella se acuesta a mi lado, me acerco tomándola de la cintura y terminamos durmiendo acurrucados.

[...]

Abro los ojos a la luz de la habitación, tomo mi celular viendo que era hora de irme.

Entré al baño sintiéndome incómoda en mis genitales, al desvestirme vi mi miembro duro, era de esperarse, tener una diosa a mi lado y no poder hacer nada, era frustrante.

Abrí la ducha y entré en la misma aprovechando que mi amor dormía tranquilamente y saqué mi miembro comenzando a masturbarme.

Todas las imágenes que me vinieron a la cabeza en ese momento eran solo de ella, mi esposa y compañera.

Sentí el cálido líquido en mi mano, solo continué mi ducha haciendo mi mejor esfuerzo para no pensar en la diosa en mi cama.

Salió de la ducha envolviendo la toalla alrededor de mi cuerpo, agarré unos shorts y una camiseta sin mangas barata, ya que los iba a arruinar.

Alcanzo los pantalones cortos que llevaba mi princesa el día que la encontré.

Dejo las escaleras lentamente y salgo de la casa.

Huelo sus pantalones cortos y con mi sentido del olfato agudizado sigo el olor hacia una casa dentro del mismo bosque donde solía vivir.

Siento una ira inmensa, podía oler esa inmundicia que tocó a mi princesa.

Y el hecho de que supiera que vivíamos en el mismo bosque y que podría haberlo detenido antes me hizo sentir culpable y aún más enojado.

Mi animal se moría por salir y acabar con la vida de ese bastardo, pero tenía que sufrir.

Doy un fuerte rugido, siento que mis garras salen, mis ojos para este momento ya estaban completamente negros.

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