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Capítulo 4

Me salto dos clases esa mañana, aunque ha sido de forma justificada y podré explicárselo a Lola en su momento. Sí asisto a las otras cuatro, aunque al ser el primer día no creo que hubiera pasado nada por no ir. Solo nos explican el temario del curso y las opciones que tendremos al terminar, nada nuevo y, para lo que sabemos qué queremos hacer... tampoco interesante.

Sigo sin tener apetito a la hora de la comida, pero Edgar hace que coma, aunque sea un poco. Diana sigue mosqueada, aun así me habla.

— Siento haber estado borde esta mañana — Dice — Pero es que a veces, por más que lo intento no soy capaz de entenderte. Un día parece que estás genial, al siguiente te hundes... luego tienes sueños horrorosos y te despiertas como si estuvieran matándote, pero por la mañana no me dices nada, no hay explicación.

— Pero Diana, no la entiendes porque por suerte, tú has encontrado a una persona con la que todo es sencillo — Sale Edgar en mi defensa — Debe tener mucho cacao mental, es normal.

— Eso es verdad, pero llegará un momento en el que deba aclararse — Habla ahora Fabio.

— No hagáis como si no estuviera — Los tres miran hacia mí — Todos tenéis parte de razón y sí, es verdad que ni yo misma sé cómo sentirme en cada situación, por eso os agradezco que estéis en todas ellas.

El tema se zanja así, cada uno tiene una opinión distinta, claro, pero a la hora de apoyar a otro, los cuatro seguimos formando un buen equipo.

Miro la mesa donde suelen comer los profesores, Elías no está, ¿es que ha cambiado de planes y no va a volver? No creo, Lola nos hubiera dicho algo.

Nos sentamos a charlar en la sala de juegos hasta las cuatro, que es cuando debemos asistir a la clase de música. Me fijo en el tablón de anuncios, hay algo nuevo, así que me acerco a leerlo.

Es la fecha de las pruebas para entrar al coro, tal y como el año pasado. Serán el lunes que viene. Recuerdo esas pruebas y lo nerviosos que estábamos por pasarlas y entrar a formar parte del grupo, parece todo tan lejano...

Llamo a Edgar y a Diana, los tres nos apuntamos detrás de unos cuantos nombres ya inscritos, algunos que conozco y otros que ni me suenan, debe ser su primer año.

— ¿Te imaginas que este año no seamos de los catorce elegidos? — Pregunta Edgar, leyendo la lista completa.

— Todo es posible — Me encojo de hombros — Lo que sé es que si formamos parte del coro, tenemos que ganar. Es nuestra última oportunidad para hacerlo.

El timbre suena a través del megáfono colocado sobre la puerta de entrada a la sala de ensayo. En la hora de empezar y me tiembla todo el cuerpo, no puedo moverme.

— Estoy contigo, Juli — Edgar susurra en mi oído, dejándome un beso en la cabeza y pasando un brazo por mis hombros para ayudarme. Pasamos juntos.

Hay más gente de la que pensaba en un primer momento, aunque no es tan raro dado nuestro segundo puesto del año pasado. Veo caras conocidas y otras que no lo son tanto, caras nuevas llenas de ilusión en las que me reconozco.

Miro a mis pies en todo momento, caminan junto a los de Edgar. Nos vamos sentando en las butacas, ocupando una fila tras otra, cuatro en total.

— Buenas tardes, chicos, ¿ya estáis todos? — Su voz. Está aquí. Hace que se me seque la boca y me palpiten las sienes, la misma desagradable sensación de mareo de esta mañana — Quiero daros la bienvenida, yo soy Elías. Algunos ya me conocéis, otros lo haréis enseguida — Habla de forma alegre, como siempre.

Explica la dinámica mientras yo miro ahora mis manos entrelazadas, no me atrevo a levantar la cabeza, ¿me habrá visto ya? Seguro que sí, somos muchos, pero no tantos como para que haya pasado desapercibida.

— El lunes que viene a esta misma hora, realizaré las pruebas de admisión — Habla de nuevo — Los músicos tocaréis las piezas que os correspondan, los cantantes prepararéis una canción individual y otra en pareja, ¿todo claro?

Se escucha un sí general, cargado de emoción, de entusiasmo y ganas de demostrar lo que cada uno sabe hacer.

— Pues manos a la obra — Elías da dos palmadas y es cuando por fin, reúno el valor suficiente para mirar hacia donde está colocado.

Respiro hondo al verle, una gran bocanada de aire acude a mí cuando compruebo que está apoyado en el escenario, con unos vaqueros de color negro y una camisa blanca con los dos primeros botones desabrochados. Sigue con su pelo castaño y rebelde, cada mechón distinto a otro, pero ahora se ha dejado barba, aunque muy poca.

No puede ser posible que alguien sea la maldita perfección, que no pueda ser más guapo, pero de repente te das cuenta de que sí, de que cualquier mínimo detalle hace que lo sea.

Cada alumno sube al escenario, yo junto a Edgar y Diana. Practico las dos únicas canciones que he ensayado este verano, ambas provenientes de los sobres de Elías. Diana me ayuda con la melodía mientras Edgar revisa partituras, todavía no ha elegido ninguna.

— ¿Con cuál te quedarías? — Pregunto a Diana, confusa. — Son tan distintas la una a la otra...

— Eso depende de lo que quieras transmitir — Arruga la nariz — Stronger tiene fuerza, hace que sueltes todo lo que llevas, que te desgarres. En cambio Shake it out tiene algo diferente, te deja vacía. Si eliges la primera, dejarás a todos con la boca abierta, con la segunda seguramente nos harás llorar.

— No me ayudas — Bromeo, sacándole la lengua.

— No tengo la culpa de que seas tan buena — Se encoge de hombros.

Edgar vuelve con varias canciones, no sabe cuál será la definitiva y comienza a practicar con Diana. Yo aprovecho esos minutos de descanso para ver qué hace Elías.

Se acerca un grupo tras otro, esparcidos por el escenario. Con algunos asiente, con otro señala algo del papel supongo que para corregirlo, haciendo gestos con los brazos. Se gira, viene hacia nosotros y yo busco con los ojos cualquier cosa para disimular.

— Hola chicos, ¿cómo lo lleváis? — Siento su olor rodeándome por todos lados, pero no miro hacia él, sino al papel de las canciones de Edgar.

— Julieta está preparada — Dice enseguida mi amigo, y yo le lanzo una mirada de odio, ¿qué está haciendo? — Ya tiene su canción casi perfecta.

— Ya — Chasquea la lengua él, al parecer sin prestar atención a lo que Edgar acaba de decir — ¿Y tú? Esta canción tiene buena pinta.

Los tres revisan la partitura y Elías da explicaciones de la diferencia de unos tonos y otros, hablando de equilibrarlos y no sé qué cosas más, porque he dejado de prestar atención al ver cómo ha actuado Elías. Y no solo eso, ahora me da la espalda, como si estuviera aquí.

No sé si mis amigos se han dado cuenta, porque me ha ignorado con toda la elegancia del mundo, cosa que no significa que no me sienta mal.

Entiendo que quiera guardar ciertas distancias, tratarme como una más, pero, ¿esa actitud qué demonios quiere decir?

Me temo lo peor, y eso es que haya pasado página, que en estos meses alejados el uno del otro y sin ningún tipo de relación, haya olvidado todo.

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