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3

Cuando Jane estaba dispuesta a dormirse de nuevo dos golpes en la puerta la hicieron ponerse en alerta, se había asustado ya que no tenía ni la menor idea de quién podría ser. Quizás sea Patricia, pensó. Se armó de valor y se levantó a paso lento, cuando estuvo a punto de abrir la puerta dudó un poco ¿y si no era Patricia? Se preguntó. Al fin y al cabo estaban en una casa embrujada. Miró el reloj de noche, eran las 3:33 am. Eso le dio aún más escalofríos. Decían que a esa hora el portal de los vivo y los muertos se abría. Definitivamente no era Patricia. Pero no podía comprobarlo. Así que tomó la manija de la puerta y la abrió lentamente, provocando ese rechinido que daba escalofríos.

Afuera no había nadie, más que el pasillo solitario. Jane empezó a sentir algo de temor por eso, o quizás solo sean los chicos jugándole una broma. Decidió averiguar. Salió al pasillo y abrió con cuidado la puerta de Channel y Paola, ellas estaban dormidas profundamente, cobijadas de pies a cabeza. Cerró la puerta y ahora se dirigió a la habitación de Dan y Isabella, ellos también estaban profundamente dormidos de cucharita. Jane cerró la puerta y ahora se dirigió a la habitación de Patricia y Ben, cuando abrió la puerta también se sorprendió al verlos dormidos de cucharita también. Todos parecían completamente dormidos, como si no se hubieran levantado hace un rato. Cerró la puerta y se quedó un momento pensativa.

La única persona que le vino a la mente fue el chico del tercer piso. Quizás le quería dar un susto más bien. Pero no quería ir al tercer piso, había algo oscuro que no la dejaba ir. En ese momento, Jane escuchó un golpe en el piano, eso la hizo saltar del susto en el mismo lugar. Su corazón ahora latía más a prisa. ¿Qué estaba pasando? Se preguntó. Alguien le había dado un golpe al piano provocando que éste sonara. ¿Y si es el chico? Jane avanzó paso a paso hacia las escaleras, bajándolas una por una. En la sala estaba un poco más oscuro, parecía que la temperatura había subido aún más así que se abrazó a sí misma.

En donde se encontraba el piano no había nadie, cosa que le desconcertó. Aguarda... sí había algo, era un libro encima del piano. Ese libro le había parecido conocido. Se acercó al piano y tomó el libro. Era el que había traído Isabella, aquel que su primo había encontrado aquí. Aún no lo habían leído por estar contando otras cosas, etc.

Jane tomó el libro, era de cuero, no tenía ni un título. Notó que era viejo, quizás antiguo. Tenía las hojas color crema ya casi cafés por el polvo que le ha caído. Le dio curiosidad leerlo. Abrió el libro con cuidado, notando lo que decía la primera página:

No leas este libro.

Si lo haces, tienes que terminarlo.

No hay espacio para miedos, no hay espacio para el llano. Solo termínalo.

Le pareció una introducción bastante terrorífica. También le pareció notar una gota de sangre a la par, seca y vieja. Cuando Jane iba a pasar la otra pagina, con la misma hoja se cortó un dedo, haciendo que una gota de sangre cayera en la página. Justo como había visto la otra. Eso la hizo dudar, ya que más bien parecía una especie de rito y ahora su sangre había quedado en el libro. Cuando Jane pasó a la siguiente hoja lo primero que miró fue una historia. Parecía que era un cuento o alguna leyenda de terror. Jane se sentó en la silla frente al piano y empezó a leerla:

La mujer de la sonrisa diabólica:

Había una vez una niña nacida en el campo, la niña estaba llena de vida y de sueños; cuando su madre decidió mandarla al colegio, su vida cambió. La niña tenía un defecto, su sonrisa, sus dientes eran afilados y su boca era grande, cuando sonreía más bien provocaba miedo. En el colegio le hacían bullying, la encerraban en los baños y metían su cabeza en el retrete. La niña creció y creció con los insultos de otros niños. Un día, en el baile de graduación, un chico la invitó. La chica se sentía tan especial que aceptó ir, lo que no sabía era que solamente era una vil mentira de sus amigos. Al llegar al baile, todos pasaron fotos de ella en el salón, con la cabeza metida en el retrete, riendo, le habían puesto cuernos y ojos rojos. La chica tenía una enorme inseguridad con su sonrisa. Pero su corazón se llenó de odio. Maldijo a cada uno de los presentes, jurando que no los dejaría en paz por el resto de sus vidas e incluso en la muerte. Juró que sus vidas serían un infierno y que aquel que se atreviera a burlarse de ella o a entrar en su hogar los asesinaría uno por uno. No sin antes atormentarlos. La chica se suicidó en el patio de su casa, en un árbol. Se colgó. Cuenta la leyenda que los que la molestaron escuchan su risa, escalofriante y maquiavélica. La chica estaba cumpliendo con lo que había jurado.

Ahora han pasado cincuenta años, y la mujer con la sonrisa pertubadora te observa, está detrás de ti justo ahora, has leído su historia, te conoce y la conoces. No voltees porque sino la verás. Y entonces se vengará.

1, 2, 3... ¿estás asustado?

Bienvenido al mundo de los muertos.

   Cuando Jane dejó de leer el libro sintió un escalofrío, la historia había estado un poco extraña. Le había parecido tan real, no parecía una simple leyenda o un simple cuento de terror. En ese momento sintió un hormigueo en su nuca, algo que le provocó querer girar, pero no lo haría porque recordó la leyenda. En el fondo creía que era verdad, más no se arriesgaría. Jane contó en voz alta hasta tres:

—Un, dos... tres. No estoy asustada.

¿Cómo era que Jane sabía el patrón para librarse de la maldición? Nadie lo averiguaba. Simplemente se tenía que repetir lo mismo que dice en la historia en voz alta y decir si estás asustado o no. Jane sin saber lo había dicho.

—Vaya, ¿qué haces aquí?

Jane saltó del susto al momento en que el chico del tercer piso apareció a la par de ella.

—Me asustaste —se llevó una mano al pecho, cerrando el libro después. —¿Qué haces aquí?

—Yo pregunté primero —respondió, recostándose en el piano y cruzándose de brazos. Tenía el pecho desnudo, solo usaba unos pantalones negros y botas estilo militar.

—Nada que te importe —respondió Jane— Solo escuché cosas.

—¿Qué cosas?

El cabello del chico estaba desordenado, tenía algunos chupetes en el pecho. Cosa que a Jane le pareció raro, unos arañazos también. Como si momentos antes estuvo con alguna mujer. Pero Jane subió su mirada a su cuello que ahora estaba desnudo. Tenía el mismo tatuaje que el chico del súper, y que el chico de sus sueños. Entonces se fijó en las facciones, en su pelo. Mordió su labio inferior imaginándoselo a él encima de ella haciéndole el amor. No podía ser, ¿o si?

—¿Quién eres? —preguntó al fin. La mirada del chico parecía chispeante y deseoso de algo.

—Kylliar. Ese es mi nombre.

—Yo soy Jane.

—Lo sé.

Los dos se miraron entre sí, de pronto Jane se sintió con mucha confianza con el chico.

—Me creerás loca pero siento que te conozco desde antes —rió nerviosa Jane— Es como si hubiéramos estado juntos, no en lo real sino en...

—¿Tus sueños?

Jane lo miró y se preguntó por qué ese chico terminó su pregunta justo con lo que ella le iba a decir. Es que no podía ser cierto, ¿verdad? El chico de sus sueños solo existía en sus sueños, pero mirándolo y sintiéndolo, dudó de eso.

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