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Markus ya había ganado, nada iba a cambiar eso.
-Me voy a clase, no quiero llegar tarde el primer día- Dicho esto, tomó su mochila y se puso los lentes de sol que hasta ese momento habían estado descansando sobre su cabeza. Nadie sabía por qué el capitán estaba obsesionado con usar lentes de sol en la escuela, especialmente en septiembre.
-Nos vemos en la práctica chicos, adiós hermosa- saludó a sus amigos ya las porristas, ignorando a Nate, Markus y el grupo de estúpidos.
Empezó a caminar hacia su salón de clases, con un leve dolor en el pecho.
Oh querido Aaron, no te preocupes, tu vida está a punto de cambiar.
-¡¿AUN NO HAS HABLADO CON TUS PARTES?!- gritó Grace al teléfono.
La verdad es que Dym no quería que Liz y George gastaran más dinero, sabía perfectamente que económicamente no les iba bien así que si no se lo decía y no se iba de viaje, su los padres no se sentirían culpables.
Un plan perfecto por decir lo menos.
-Te prometo que para esta noche lo sabrán- Dym dijo esas palabras solo para calmar a Grace, bueno, estaba rompiendo el tímpano por lo fuerte que era el sonido de su voz.
-PROMETELO- Gritó Grace, cruzando los dedos frente a la pantalla del celular.
-TE LO PROMETO- Respondió Dym en un tono, repitiendo el mismo gesto. No es que quisiera jurar en falso por caridad, pero ella era su persona, habría hecho cualquier cosa para hacerla feliz. Incluso si eso significaba darle falsas esperanzas.
-PERFECTO, AVISAME LUEGO, ADIÓS- y así terminó Grace la conversación, llevándose la pantalla a los labios y lanzando un beso virtual.
Dym dejó escapar un suspiro de alivio, esa tortura había terminado momentáneamente, luego cuando la llamaba después de la cena le decía que sus padres no querían enviarlo.
¿Se sentía culpable por Grace? Por supuesto, y la situación no era nada agradable. Tenía que mentirle a la única persona que había amado de verdad en su vida.
Solo esperaba no lastimarla demasiado incluso si ya imaginaba el escenario post-apocalíptico que habría hecho la escena después de su anuncio.
Fue al maletín y buscó el permiso para la excursión, dispuesto a romperlo, pero no lo encontró.
-¡Mierda, estuvo aquí, dónde diablos está!- susurró Dym para sí mismo, comenzando a sacar libros, cuadernos y todos los estuches de lápices que tenía.
Lástima que no había considerado a Christopher, la pequeña peste de la casa, como ya se mencionó anteriormente, que deambulaba por la casa con una pequeña sábana blanca en la mano.
De hecho, mientras Dym se volvía loco en la habitación, tuvo lugar un discurso extraño en la habitación.
-Motheree- habló el pequeño Chris en voz alta bajando las escaleras
-Sonsoooo- respondió Liz, preguntándose por qué su hijo menor nunca la llamaba 'mamá' sino 'madre'
-Quiero langostinos- dijo estas palabras poniéndose de frente la madre, señalando los pescados de la heladera
- Mañana por la noche los haremos con pasta, ten paciencia. ¿De acuerdo cariño?- Liz se inclinó y dejó un dulce beso en el cabello rubio de su hijo.
-Yo también quiero dulces- dijo Chris haciendo un puchero, mostrando sus anteojos azules.
-Los de después de la cena- Liz puso los ositos de goma en el cajón superior del estante.
-Quiero dulces con los langostinos- replicó
Y bueno, ambos se miraron con dos expresiones diferentes.
Liz lo miró entre asombrada y perpleja, Christopher en cambio estaba seguro de sí mismo y miraba a su madre con orgullo, como si acabara de dar la respuesta a todas las dudas existenciales del universo.
-¿Qué?- preguntó Liz con voz estridente.
-¿Qué?- respondió la menor con tono molesto.
-Haz lo que quieras, tu eres feliz, todos felices- termino la madre impaciente
Chris volteo para irse al recordar algo
-Ah mama, encontre esto, se cayo del maletin de Dym, creo que es para ti y papa- y, con una sonrisa de quien sabe mucho, salió definitivamente de la habitación, dispuesto a ver el Gormiti por televisión.
-Pero qué... oh- su estado de ánimo cambió en un segundo al leer un dígito de alto valor acompañado de las palabras 'viaje' y 'Miami'.
Con la sábana aún en la mano, corrió de inmediato hacia su esposo en la taberna y por suerte él estaba en casa, ya que había trabajado esa misma mañana y había terminado solo un par de horas antes.
-¡George, George!- gritó Liz presa del pánico, agitando el billete con la información del viaje en la cara del hombre.
-¡¿Qué demonios?! Liz se calmó – diciendo esto tomó el papel de su esposa y lo leyó, permaneciendo en un ruidoso silencio.
-Quiero que se vaya de viaje pero mierda- respondió Liz convencida -vamos a sacar el dinero del cofre familiar sin tocar los del collage, ¿podemos hacer que sí?- continuó ansiosa, moviéndose de un lado a otro.
-Pues la cifra no es tan alta como me imaginaba si contamos que será una semana en Miami- respiró hondo -y luego Dym lo ha dejado todo en este periodo, al menos tiene que hacer el último año viaje, no puede saltárselo... Iré a trabajar horas extras y todo lo demás, me quedaré despierto incluso durante la noche si es necesario, pero se lo merece- Dijo George firmando el papel, preparándose mentalmente para el turnos de invierno por los que sería chantajeado.
"Lo lograremos", dijo Liz mientras completaba el formulario de viaje.
Dym iría a Miami, a costa de sus vidas.
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Aaron y Katline estaban en el centro comercial comiendo helado.
Como prometieron esa misma mañana, ahora estaban juntos después de mucho tiempo, listos para pasar esas horas en compañía del otro.
-Hoy en la escuela nos informaron del viaje, nos vamos a Miami, solo tienes que firmar y ya lo llené- Dijo Aaron interrumpiendo la conversación previa sobre la fiesta benéfica a la que se suponía que asistiría, saliendo el papel y un bolígrafo.
-Ya está- dijo Katline haciendo señas -y en cuanto a la fiesta tienes que venir con alguien, no me importa quién, siempre y cuando te guste, ¿de acuerdo?- continuó terminando su fiordilatte y helado de chocolate. Si algo tenían en común madre e hijo era la pasión por los dulces, podrían haber vivido de ellos durante décadas.
-Está bien, se hará, es en mucho tiempo de todos modos, puedo acercarme a alguien durante el viaje y asegurarme de que me acompañe, luego te lo haré saber- Aaron sonrió guardando la sábana. Había extrañado pasar tiempo con su madre, sabía que ella nunca lo juzgaría por sus elecciones. Ella era su madre y él era su hijo, la habrían matado para que él lo viera feliz. Era su vida, el mismo feto que había estado esperando durante meses.
Salieron del centro comercial, Katline llena de bolsas y Aaron con helado de fresa y caramelo salado, sus favoritos.
Caminaron hacia el parque riendo y bromeando, incluso de las cosas más tontas, hasta que se sentaron en un banco.
Katline miró con cariño a su hijo mientras le acariciaba el cabello y las mejillas, era lo más hermoso que había logrado en su vida. Él era su hijo, sangre de sangre, nada podría arruinar su relación.
Fue la propia Katline quien rompió ese silencio.
-Si no quieres decírmelo, lo entiendo pero de todos modos necesito preguntarte... ¿qué pasó entre tú y Nate? Están tristes y cuando los veo juntos no hablan, apenas se miran... ¿quieren desahogarse un poco con su madre? -
Kat no aguantó más esta situación, su hijo acababa de entrenar, ni siquiera salía con sus amigos y cuando no estaba enfocado en el baloncesto se pasaba el tiempo escuchando música o viendo televisión, se convertía en una situación inmanejable.
-Yo tampoco lo se mamá, un día éramos mejores amigos y al día siguiente nada.- dijo Aaron nervioso, ¿debería contarle todo a su madre? ¿Se sentía realmente preparado? ¿Fue la situación adecuada y el lugar adecuado para hablar sobre ciertos temas?
Por una vez, a la mierda su paranoia.
-La verdad es que entre Nate y yo desde hace un tiempo había una relación que iba más allá de la amistad y los dos estábamos bien... solo que cuando hablábamos de dar 'el paso adelante' me empecé a flipar, me enganché en paranoia y ansiedad y jodí todo, y para colmo no busqué para sacarlos de su ansiedad. Una semana después lo vi besando a Markus Denphry, quien aparentemente se ha convertido en su actual novio. Eso es todo.- Dijo Aaron de un tirón, con los ojos brillantes y la voz temblorosa. La había jodido, tenía ganas.
Katline lo miró conmovida y secó las lágrimas que corrían por las mejillas de su hijo. ¿Cómo no podía entender lo mucho que lo amaba?
-Siempre seré mi bebé, ¿de acuerdo?
Me importa una mierda a quien amas, si hombre o mujer, lo importante para mí es tu felicidad. Si un niño te hace feliz, siempre serás mi hijo, el que yo crié y parí.
Sigues siendo el que siempre toma helados del mismo sabor porque odias cambiar, sigues siendo el que vive para el baloncesto, sigues siendo el que pasa más tiempo quejándose del colegio que haciendo la tarea para mejorar, sigues siendo mi hijo. Nada ni nadie, de ninguna manera, cambiará mi amor por ti, ¿de acuerdo?- dijo Katline llorando ahora, abrazando a su hijo tanto como en lágrimas.