Capítulo 5
La boca de Naomi se abrió de par en par ante la revelación, sus ojos se llenaron de asombro. - ¡Vaya, qué excelente observación, mi princesa! -
Las mejillas de Maya se sonrojaron ante el elogio, pero su expresión permaneció fría. - Por eso tenemos que esperar hasta que despierte. -
- ¿Por qué no le preguntamos al palacio real, en lugar de esperar a que despierte? - sugirió Naomi. Maya negó inmediatamente con la cabeza.
- No quiero hacerlo todavía. ¿Y si nos equivocamos? Les daremos una oportunidad de que se rían de mí. Esperemos a que el extraño despierte. -
Naomi decidió contarle los rumores que había estado escuchando entre los aldeanos últimamente. - Um, mi princesa. Hay algo que necesitas saber. - Ella comenzó.
Maya la miró: - ¿Qué pasa? -
- Bueno, hoy, cuando fui al mercado, me enteré por los aldeanos de que el príncipe de Taira, que estaba de visita en el Reino, tuvo un accidente de carruaje. Todos los que iban con él murieron. - Le lanzó una mirada cómplice. - Tal vez nuestro extraño forme parte del convoy del príncipe. -
Naomi observó cómo los ojos de Maya se abrían de par en par con emoción. - ¿ Tú crees? ¡Oh! ¡Podría ser cierto! Las montañas que rodean a Gegoria hacen que entrar y salir sea complicado. Sin mencionar que es verano y habrá muchas tormentas eléctricas. - Comenzó a caminar de un lado a otro con emoción. - Tal vez deberíamos decirle a mi familia... - Se interrumpió de repente, la sonrisa desapareció de su rostro. - O, no deberíamos. -
Sorprendida por el repentino cambio de expresión, preguntó qué pasaba.
- ¿ Por qué? ¿Pasa algo? - preguntó Naomi preocupada.
- Necesitamos asegurarnos de que se despierte antes de hacer algo. - Afirmó finalmente. - Las heridas que recibió no parecen haber sido causadas por un accidente de carruaje. Especialmente las heridas de arma blanca. - Dijo Maya.
Naomi asintió con la cabeza. - En efecto. Tenía muchas heridas. Incluso el médico dijo que era una sorpresa que todavía estuviera vivo. -
Maya miró a su niñera. - Parece que hemos llegado a una decisión. Dejémoslo ahí. Tengo hambre. ¿Qué hay para cenar ?
Naomi sonrió tímidamente. - ¿Por qué no lo averiguas, princesa? -
Maya puso los ojos en blanco y luego se rió entre dientes. - Sea lo que sea, estoy segura de que estará delicioso. ¡A la mesa del comedor! -
anunció antes de salir de la habitación. Naomi la vio desaparecer antes de seguirla, con una sonrisa en su rostro...
Llegó la noche y todos se habían acomodado en sus diversas habitaciones. Pero por alguna razón incomprensible, Maya tenía problemas para conciliar el sueño. Después de
estar
tanto tiempo acostada en la cama, dando vueltas en la cama incontables veces, decidió salir a caminar. Tomó una lámpara y se escabulló de su habitación, asegurándose de no hacer ruido.
No sabía adónde se dirigía, pero sus piernas la llevaron hasta la habitación del extraño. Se quedó mirando la puerta, dudando si debía entrar. Mordiéndose los labios, miró a su alrededor antes de abrir la puerta y entrar.
Su habitación estaba a oscuras, salvo por la vela que ardía al lado de su cama, iluminando esa zona. Con el corazón latiendo con fuerza en su pecho, caminó hacia él, sin hacer ruido. Llegó a su lado y se quedó allí, mirándolo mientras dormía. Se veía tan tranquilo acostado allí, y oh... Tan hermoso. Maya admitió para sí misma que se sentía atraída por él.
Incapaz de resistirse a tocarlo, se encontró recorriendo su rostro con los dedos hasta llegar a la mandíbula. Estaba mal en muchos sentidos, pero se encontró disfrutándolo, su boca se curvó en una sonrisa. Habiendo tenido suficiente de este acto indiscreto, hizo ademán de alejarse de él.
Levantó la cabeza y vio unos ojos plateados que la miraban fijamente, una expresión vacía en el rostro del extraño. Sus manos se congelaron y su corazón latía con fuerza en su pecho.
La habían pillado con las manos en la masa.
El corazón de Dexter latía con fuerza en su pecho mientras corría por el bosque, tropezando con raíces de árboles y con ramas afiladas desgarrándose la ropa. Dexter no sabía cuánto tiempo había estado corriendo, pero sabía una cosa: sus perseguidores no se detendrían hasta matarlo. Cada vez que tropezaba y caía al suelo, se levantaba y continuaba corriendo. No podía darse el lujo de descansar, porque sus perseguidores no estaban muy lejos.
Algo pasó zumbando junto a él y se estrelló contra el árbol que tenía delante. Vio que era una flecha y agachó la cabeza. La luna iluminaba su camino, pero también permitía que sus perseguidores lo vieran.
Un dolor agonizante lo atravesó y se mordió el interior de los labios para no gritar, pero aun así un gemido ahogado escapó de sus labios. Disminuyó la velocidad, agarrándose el abdomen, la humedad reveladora le recordó lo que ya sabía. Había comenzado a desangrarse.
Tenía que dejar de correr o el mareo lo alcanzaría antes que a sus perseguidores. Los ruidos de choques en lo alto le indicaban que podría estar cerca de un río. ¡Solo un poco más! Se levantó del suelo y corrió hacia el sonido. Llegó a un acantilado y, tal como había adivinado, había un río debajo. Ahora acorralado, seguía mirando hacia atrás, indeciso.
Sus perseguidores finalmente llegaron y, al igual que él, estaban sin aliento. - Tengo que decirlo, príncipe. Nos diste una persecución terrible. Pero se acabó ahora. - Dijo uno de ellos y Dexter supuso que era el líder. Llevaba su arco con él y su rostro estaba cubierto con una capa, al igual que el resto.
Apretó los dientes, todavía agarrándose el abdomen mientras los miraba fijamente, con rabia en sus ojos. - ¿Qué les hace pensar eso? - les gruñó, su voz burlona. - ¿Qué les hace pensar que han ganado ?
- Bueno, es bastante obvio. Tú, mi príncipe, estás acorralado. Y vamos a matarte ahora mismo. -
Maldita sea, si tan solo tuviera una espada, los mataría inmediatamente. Pero el ataque fue tan inesperado que les había dado poco tiempo para reaccionar. Además, habían llegado en gran número, decididos a matarlos a todos. Lo único que podía hacer entonces era escapar. Cerró los ojos ante el sangriento recuerdo.
Mientras permanecía allí gimiendo, una sonrisa siniestra se dibujó en su rostro. No dejaría que lo mataran. Aún tenía una oportunidad. Los miró fijamente mientras se posicionaban, listos para dispararle con sus flechas. Casi al instante, dio un par de pasos hacia atrás al aire libre, dejando que la gravedad hiciera su trabajo.