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1. Capítulo

Playa de Tamarama

Sídney, Australia

El sol despliega sus intensos rayos sin compadecerse de mi pobre espalda, el neopreno es bueno, pero no milagroso. Pese a que el agua de mar refresca mi cuerpo a medias; el salitre causa un efecto contraproducente a mi sistema nervioso. ¿Y cómo no? Somos los únicos idiotas en medio del océano Pacífico. El tipo frente a mi pasea sus manos al compás de la corriente mientras las olas balancean su tabla de un lado a otro. Vuelco los ojos al infinito y más allá.

¿Y este quien se cree? ¿Moana hombre?

—¿Te quedarás ahí toda la tarde? La gente normal tiene vida social. Costa Luna, Claire y Sabrina me esperan —miro la hora en el reloj inexistente de mi muñeca.

Cambio la trayectoria de la tabla rosa esculpida en flores blancas. Parece que la furiosa hizo que cayese en un hechizo. Oh, Aegan Cash, ¿eres tú? De reojo me a escudriñarlo con sutileza. Bien, confirmo que el color de sus ojos le contrasta a la perfección con el azul profundo del océano. Es una pena que me haya hecho perder media mañana y aún no se haya animado a danzar con ninguna una ola.

Recapitulando, me parece lindo que Luca Hemmings haya seguido los pasos de su hermano; a decir verdad, poca gente en mi entorno comparte la pasión que le profeso al océano. Calum dice que estoy loca, y le doy la razón.

—Espero la ola perfecta —gira el cuello, clavando sus ojos celestes en los míos.

—¿Qué dijiste?

—Que espero la ola perfecta —recalca—. ¿El sol te provocó sordera?

—¿Y quién te crees que eres? ¿Merliah? —enarco una ceja cruzándome de brazos—. Llevas estático casi cuarenta y cinco minutos, no pretenderás recibir un llamado de Aquaman o la sirenita. ¿O sí?

La expresión de Kats cambió a una de desconcierto al ver a Luca moverse como pato y quiso asesinarlo por actuar de forma tan estúpida. Segundos después Hemmings se echó el cabello hacia atrás entrecerrando los ojos decepcionado de sí mismo porque sabía que nunca iba a estar a la par de la experiencia de ella.

—Para eso tienes a Nate, ¿no?

Lo mismo de siempre. Un intenso Luca Hemmings mortificándose porque su condición física aún no alcanzaba los niveles óptimos para estar a la altura de una competencia tan hostil y de tan de alto rendimiento como a la que tendrían que enfrentarse ese mismo verano.

—¿Qué tiene que ver Nate en esto? —arqueó una ceja sin entender la lógica de la pregunta.

—Las regionales Kats, es obvio que participarás con él y no conmigo —acotó el rubicundo volviendo sus lumbreras lapislázuli a la rompiente situada a pocos metros de él.

—Tengo que hacerlo porque es mi compañero y aunque eres muy bueno no tienes la experiencia de él para participar. ¿Acaso sabes dónde es la competencia? —mencionó ya exasperada, su amigo en ocasiones podía tener un carácter difícil y eso la estresaba pese a que lo quería como un hermano.

Hemmings negó con la cabeza, se recargó sobre la tabla y empezó a extender los brazos entretejiéndolos con el agua salada que le recorría la piel de porcelana, remaba al compás de la ola, alejándose abruptamente. Katsiaryna abrió los ojos de golpe cuando vio que Luca estaba yendo hacia una de las zonas más peligrosas de la playa debido al enfurecimiento repentino del océano.

Arrecifes, olas salvajes, rocas enormes, erizos y medusas. Tamarama se reducía a horror y belleza. En un acto precavido, la ojiverde intentó evitar que surfeara, pero el sonido de los desesperados gritos emitidos por su garganta eran ahogados por la embravecida rompiente sobre enormes peñascos a unos pocos metros de distancia.

—¡Luca! ¿qué haces? ¡Estás metiéndote en un arrecife! Regresa tu trasero a este lado de la playa —gritó inútil, ya él había tomado ventaja y sus plegarias eran ahogadas por el susurro del océano.

—¡Te veo en la orilla! —después de guiñarle un ojo, exclamó desde una distancia prudencial para erguirse sobre la tabla y montar la ola que, a simple vista, parecía inofensiva, mansa y muy dócil.

Pero ese breve oasis de calma cambió en cuestión de segundos.

Kats se quedó inmóvil en medio del océano, sintió un escalofrío recorrerle el cuerpo y entonces fue cuando cayó en cuenta que se trataba un mal presentimiento; una sensación desagradable que afloraba inerte en la sangre de sus venas cuando algo malo iba a pasar. Segundos después, su sexto sentido le dio la razón.

La ola emergente tomó una altura de casi ocho metros y envolvió el cuerpo de Luca con bestialidad; intentó batallar contra el agua para subir a la superficie, pero la cuerda elástica que lo sujetaba a la tabla se incrustó en una roca impidiéndole salir a flote. Luego, una segunda ola impactó contra su cuerpo e hizo estrellar a Hemmings contra una roca más grande; dado que su cabeza llevó mayor impacto y, por ende, su nariz comenzó a sangrar sin control alguno, el surfista sintió millones de agujas penetrarle la piel y punzarle la cabeza. Pero pese al dolor que le recorría el cuerpo intentó salir de ahí, aunque al final resultara en vano.

Forcejear contra las fuerzas de la naturaleza era un acto nefasto e inútil, contra la ira de Poseidón nadie podía guerrear; Luca se dejó vencer por el océano empezando de a poco a ser parte de él, los ojos se le cerraron desfalleciendo y su respiración cesó por unos instantes.

Estaba a merced de la corriente, del vaivén de las olas. Estaba siendo tragado por Neptuno que lo ataba a su reino submarino con todas sus fuerzas.

Desde la superficie, Kats esperó unos cuántos segundos para que Hemmings se armara de valor, aplicara las técnicas que le había enseñado y saliera de allí. Pese a tener todo en contra, tenía la esperanza de que su amigo estuviese bien dado a que ella no iba a perdonarse si algo le sucedía bajo el infierno dantesco arropado por burbujas blanca.

—Vamos, vamos —demandó impaciente desde la tabla, debía intentaba mantener la zozobra apaciguada—, eres un grandísimo idiota. ¡Juro que voy a matarte si es que aún no estás muerto!

Sin embargo, no ocurrió porque no salió a flote. Kloster tragó seco y se echó todo el cabello húmedo que estaba cayéndole en rizos sobre el rostro; quería asesinarlo. Siempre era lo mismo en los entrenamientos como ese, le encantaba hacer experimentos en el agua y pocas veces escuchaba las advertencias que Zack y ella le daban.

Su temor se intensificó más al divisar uno de los pedazos de la tabla desplazarse hacia la orilla, en ese instante confirmó que andaba algo mal. El corazón empezó a latirle a mil por hora y sin pensarlo dos veces se deshizo de su tabla favorita para ir en su auxilio.

—Insufrible bastardo —musitó molesta antes de sumergirse en el agua.

Remó contra las inclemencias de las olas, y hundió su cuerpo más dentro del agua hasta encontrarlo inconsciente y endeble. Detectó el problema viendo la roca debajo de Luca que tenía una formación bastante peculiar, quitó el tensor que llevaba enroscado en el tobillo cuya cuerda se atascó entre una rendija del arrecife impidiéndole moverse. Con mucha dificultad sacó el cordón para arrastrarlo de la muerte hasta la cúspide de la vida.

La luz, la superficie.

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