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*CAPÍTULO 1*

El ardiente desierto de Norusakistan se extendía ante sus ojos, tan amplio e infinito como lo era su amor por su pueblo. Desde su infancia comenzó a comprender la magnitud de su compromiso con el pueblo Norusakistan; su bisabuelo, su abuelo y su padre habían otorgado años de buen gobierno, de buenas relaciones bilaterales y un enorme compromiso de progreso y bienestar, aunque su padre había tenido que enfrentar momentos difíciles cuando invadieron Palacio e intentaron arrebatarle el trono, y a pesar de que estuvo al borde de la muerte, la paz y la armonía habían triunfado en su país.

Es por ello que estaba decidido a darle a su país otra larga temporada de paz, las relaciones bilaterales con algunos países poderosos había llevado a que el pequeño Norusakistan fuese reconocido mundialmente, sin duda alguna su padre; Zabdiel Mubarack Maramara, estaba haciendo un buen trabajo y él esperaba poder seguir esa racha en un futuro.

Desde niño supo que en sus hombros llevaba el peso de una nación y que debía esforzarse por estudiar y prepararse para ser un buen Soberano, uno al que su pueblo amase y aunque era una responsabilidad enorme, estaba dispuesto a afrontarla con alegría y entrega absoluta.

Norusakistan; pequeño y menospreciado por algunos, codiciado y ambicionado por muchos otros.

Otros, que estaban conscientes de la inmensa riqueza del suelo Norusakistan, de su gente y su cultura. Llevar la política de un país era sin lugar a dudas, la parte más difícil de ser Rey, debía generar buenos tratos que beneficiacen al pueblo, mantener la atención sobre la nación, buscar aliados, pero siempre dejando clara la postura de que Norusakistan era independiente y Soberano, además de no ofender a Presidentes, Jeques o Emires de otras tierras, la idea era buscar amigos, no enemigos.

Su padre solía decir lo inmensamente orgulloso que estaba de él, de que fuese un Príncipe heredero responsable y entregado al bienestar de su pueblo, y eso no hacia más que animarlo a ser cada vez mejor. No fallaría a Norusakistan, no fallaría a su padre.

Su madre era todo lo que un hijo pudiese esperar de la figura materna; cariñosa, comprensiva, dulce y entregada, era una mujer increíble.

-¿Buscando algo de paz?- la dulce voz de su hermana lo sacó de sus pensamientos.

-Pensando un poco- suspiró.

-Sueles venir aquí cuando tus ojos se ven así, justo como ahora...indecisos, lleno de angustia y duda.

-No hay nada de eso en mí, solo pienso Isabdiella, pienso en el futuro.

-No debes preocuparte- se abrazó a su brazo- serás un excelente Jeque, por Dios, eres perfecto.

-No lo soy y eso es lo que me preocupa...decepcionar a Padre, o al pueblo.

-No lo harás- le sonrió dulcemente- no podrías, aunque quisieras, te has preparado toda tu vida para cuando tengas que asumir el trono, además yo siendo tu ni me preocuparía, todavía nuestro padre es joven y fuerte, sin lugar a dudas gobernará muchos años más.

-¿Crees que el pueblo me acepte como Jeque, cuando llegue el momento?

-¡Pero qué dices, por Alá!- le dijo burlándose- ¡Norusakistan en pleno te adora!- le regaló una tranquilizante sonrisa- no debes preocuparte Jamal, todo estará bien.

-Eres la única que me llama por mi segundo nombre- le sonrió y tocó juguetonamente su nariz.

-Eso es porque me agrada más, Jamal, todos te llaman Nael, así que usando tu segundo nombre y sabiendo que sólo yo lo hago, me da la impresión de que nuestra relación es especial.

-Lo es- le aseguró mirándola a sus hermosos ojos- eres una de las mujeres más importantes de mi vida, Isabdiella. Eres mi hermana pequeña, la gruñona más hermosa que he conocido, la Princesa más buena...

-Que Zashirah, no escuche eso- dijo burlona.

-No creo que le importe, ella lo sabe tan bien como yo- la abrazó.

-Pues déjame devolverte el cumplido hermanito, nunca he conocido un Príncipe heredero más guapo que tú- lo miró con adoración.

-Aduladora- le dijo sonriendo.

-Sincera hermanito, sincera...

Cuando entraron al salón dorado encontraron a sus padres y sus tíos compartiendo té y galletas.

-¿Se divierten?- preguntó Isabdiella.

-Un poco- respondió su madre sonriendo con ternura- me agrada verlos juntos.

-Nosotros siempre estamos juntos- aseguró Isabdiella- ¿Dónde están mis primas?

-Zashirah, está en su habitación, creo que está pintando, ya la conoces- dijo Ivette- Y Zahiry... no sé dónde se mete esa niña- frunció el ceño- nunca lo sé.

-Yo le di permiso de salir con Yassir- dijo Zahir fríamente, pero esperando todo lo que vendría a continuación.

-¡¿No te cansas de darle concesiones?!- le preguntó una enojada Ivette- sabes que no me agrada ese jovencito.

-Es de buena familia- intervino Zabdiel, quien ante la furiosa mirada de su cuñada solo sonrió y se encogió de hombros.

-No me importa quién sea su familia... No es aceptable que pasen tanto tiempo juntos, no es buena influencia para ella, quien de por si ya es bastante rebelde.

-Mi hija no es rebelde- dijo Zahir, frunciendo el ceño y luego relajándolo y sonriendo- sólo se parece a mí- dejó ver su hilera de hermosos dientes.

-¿Crees que eso es bueno?- le preguntó Ivette, dejando su taza sobre la mesa.

-Algo bueno debo tener- se encogió de hombros- ¿olvidas que te casaste conmigo?

-¡Eres insoportable, Zahir!- dijo enojada- ¡nunca tomas nada en serio!

-Solo es una jovencita, déjala que disfrute...

-Deja de consentirla- le respondió.

-Ya basta- intervino Isabella- es suficiente por hoy ya podrán arreglar esos asuntos cuando la niña vuelva. ¿Y tu?- se dirigió a Nael- ¿porqué tan callado, hijo mío?

-Hoy amaneció pensativo- sonrió Isabdiella, quien se giró para marcharse- estaré con Zashirah- dijo antes de irse en dirección al pasillo.

-¿Te preocupa algo?- le preguntó su padre.

-No, en lo absoluto, solo pienso...nada de qué preocuparse.

-Quizás logres relajarte un poco-dijo Ivette- esta tarde llegarán Vanessa, Drew, Matt y Suseth, están ansiosos de pasar unos días con nosotros.

-Eso es maravilloso tía, siempre es un placer recibirles- dijo con su corazón latiendo misteriosamente un poco más rápido de lo habitual. 

-¿Estás nerviosa?- le preguntó su madre, ayudándola a cerrar la maleta.

-Siempre lo estoy cuando voy a Norusakistan- dijo con su dulce voz temblorosa. Suseth, suspiró y enmarcó el rostro de su pequeña hija, con ambas manos.

-¿Sigues queriéndolo?

-Si- casi gimió. Su madre la conocía perfectamente bien, eran muy buenas amigas y no había secretos entre ellas. Ella sabía de sus sentimientos- la distancia no ayuda mamá- la miró con sus ojos llenos de tormento- solo sirve para extrañarlo cada vez más, no para olvidar.

-Tesoro mío, no hay motivos para que sufras, creo que debes decírselo de una vez por todas.

-¡NO!- la miró con ojos enormes- no puedo hacer eso, madre.

-Puedes y creo que es lo que deberías hacer, no hay motivos para temer eres linda, refinada, tienes excelentes modales, tan hermosa como tu madre- le dedicó una dulce sonrisa- eres buena, sería un tonto si...

-No madre, no es tan sencillo. Somos primos.

-No, no lo son- negó rotundamente, mirando a su hija a los ojos- No son primos, cariño, al menos no de sangre, Zahiry y Zashirah, ellas si son tus primas.

-Madre, bien sabes que aunque no nos una la sangre, lo hace el afecto. Isabella y tu siempre se han querido como hermanas.

-Pero no lo somos. No dejes que algo tan tonto te rompa el corazón, Nael no es tu primo.

-Como si lo fuese.

-Hay que ver que eres una testaruda- dijo Suseth, algo frustrada- ¡eres digna hija de tu padre!

-Tengo la razón.

-No, no la tienes. Sufres porque así lo decides, si yo fuese tu, ya hubiese mirado a Nael a los ojos y le hubiese explicado todo lo que me hace sentir.

-No es tan sencillo...él es tan perfecto...

-No, no lo es, es solo un chico más.

-Obviamente no, es Príncipe heredero al trono, futuro Señor y Soberano.Ya se me pasará- dijo con voz temblorosa- esto en mi pecho no puede durar para siempre.

-Pues ya llevas varios años tesoro. Creo que vale la pena luchar por ese sentimiento.

-Él será Rey y yo... yo solo soy una inglesa más.

-Lo mismo pudo haber dicho Isabella, o la misma Ivette, pero ya vez que no, su amor fue tan fuerte como para unir ambas culturas. Además, te ruego que nunca vuelvas a menospreciarte, eres muy hermosa Vane, eres mi niña consentida y créeme; si amas a alguien, debes luchar por él.

Vanessa, la observó en silencio por algunos minutos y sus ojos se llenaron de lágrimas. Como siempre volver a Norusakistan era retarse a sí misma, retar a su fuerza de voluntad, retar al amor que sentía por Nael.

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