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Cuando Rebeca Alsen tenía 10 años de edad conoció a un chico, lindo por fuera, feo por dentro, pero para ese entonces Rebeca solo miraba lo lindo de afuera. Era el niño más odioso que pudiera existir, ya que sabiendo los sentimientos de Rebeca hacia él la ignoraba y se avergonzaba de ella, pues, Rebeca no era bonita, era delgada, su pelo no era liso, era muy tímida, sin embargo su corazón era puro, lleno de amor sincero para dar a pesar de que a esa edad no se conocía muy bien el amor. Ese niño, de nombre Ethan, prefería estar con otras niñas más bonitas, dejando a Rebeca de lado.
Cuando Rebeca cumplió 13 cometió muchos errores sin querer, no sabía nada de la vida y los peligros de las redes sociales, sin embargo aprendió su lección. Aún seguía enamorada de Ethan, pero como Rebeca seguía siendo fea y torpe él no la tomaba en cuenta... o quizás si, pero solo para pasar el rato. Ethan fue el primer beso de la niña, para ella fue especial e inolvidable, pero para él no fue nada más que algo pasajero impulsado por sus amigos. Ethan se burlaba de Rebeca, cuando ella pensaba que quizás le interesaba un poco, Ethan solo se reía a sus espaldas.
Rebeca tenía 15 años cuando se dio cuenta de que ningún chico la tomaba en cuenta, aún no tenía novio y seguía enamorada de Ethan, por más que quisiera olvidarlo no lograba hacerlo, pero al conocerlo bien y por fin ver lo malo del chico esos sentimientos se fueron convirtiendo en odio. Rebeca se daba cuenta de que Ethan hablaba de ella a sus espaldas, burlándose, mientras ella solo quería que la quisiera. Rebeca lloraba cuando llegaba a casa. Los compañeros de Rebeca la criticaban, ya que era la única que no hacía nada para verse bien, era la única que no utilizaba maquillaje así que los chicos no la volvían a ver.
Cuando Rebeca cumplió 16 ya pensaba que nadie la podía engañar, ni un chico diciéndole cosas lindas para besarla, ni sus amigas diciendo que se veía bien solo por compromiso, ni nadie. No confiaba, pues la vida se había encargado de que así fuera. Rebeca ya pensaba con claridad, pensaba en que este sería su último año de preparatoria y lo quería aprovechar. Tenía odio en su pequeño corazón, en donde una vez había solo amor y bondad ahora había odio. Había estudiado mucho los gestos de las personas, había aprendido mucho de películas y libros, ahora nadie la podía engañar. Ahora sabía que se podía defender, ya que sería la Rebeca que siempre quiso ser. Sería la Rebeca que callaría a todos. Estaba dispuesta a eso y más.
Rebeca cumplió 17 y estaba lista para su primer día de escuela, había comprado mucho maquillaje, sin embargo para Rebeca ya no era necesario, ya no era esa niña fea, no, la Rebeca de ahora era alguien cambiada, le había sentado muy bien la pubertad, ahora tenía curvas, ahora su cabello estaba liso y lo podía usar como quisiera, ahora sus pechos habían crecido al igual que sus nalgas. Ahora era alguien diferente. Rebeca se había vuelto alguien hermosa, como siempre quiso ser. Pero ahora lo hermoso estaba por fuera, porque las personas se habían encargado que sacárselo por dentro.
La alarma de mi despertador suena anunciando la hora de levantarme. Apreté los ojos queriendo seguir durmiendo, pero era primer día de escuela, ansiaba mucho que llegara este día. Lo había planeado por meses. Saqué la mano y apagué la alarma. Bostecé mientras me estiraba para quitarme la pereza. Froté mis ojos, me tomé unos segundos para ver el techo sin ningún motivo en especial y salí en dirección al baño. Amarré mi cabello en un moño alto para no mojarlo y me adentré.
Dejé que el agua recorriera mi cuerpo, hice todo lo necesario como: depilarme las piernas y otras partes, cepillarme los dientes, algo que desestimé ya que tendría que desayunar, enjaboné mis cuerpo y por último me enjuagué. Salí del baño en dirección a mi ropero, busqué el uniforme que recién había planchado anoche, constaba de una falda, más corta para mi, una camiseta de botones un poco pequeña, calcetas hasta el comienzos de la rodilla y zapatos de tacón. Jamás le había sacado provecho a este uniforme, pero creo que hoy será el día.
Escogí un hilo de bragas, nunca me había gustado ponérmelos pero la ocasión lo ameritaba, el pequeño calzón era color turquesa. No me puse short. Puse mi brasier para después ponerme el uniforme. La camisa la dejé desabotonada en la parte superior dejando ver un poco de mi escote. La falda era bastante corta, sin exagerar claro, que si me giraba y la falda se subía todos podrían ver mi pequeña braga. Pero ese era el punto de este cambio, ¿no?
Me apresuré a ponerme las calcetas en blancas, haciendo juego con el uniforme: falda azul y camisa blanca. Por último me puse mis zapatos de tacón. Peiné mi cabello dejándolo suelto, pinté mis labios, usé delineador, máscara para pestañas, rubor y algo de polvo. Agregué a mi cuello algo de brillantina. Me miro al espejo y no me conozco, es más, creo que nadie lo hará. Su Rebeca Alsen ingenua y fea ya no existe. Estaba lista.
Tomé mi bolso, colgándomelo en el hombro y salí de mi habitación.
Al llegar a la cocina quizás se pudieran imaginar a mi mamá con el desayuno listo, esperándome. Pero no, no hay nadie, mi mamá trabaja todos lo días, se va muy temprano y viene muy tarde. Como ya se me haría tarde para hacer algo de comer, me decidí por beber algo de jugo.
Mi teléfono sonó.
—¿Hola? —contesto lavando el vaso que recién había utilizado.
—Rebeca, ¿donde estas? —era la voz de Marisol, una de mis amigas en Anderson.
—Ya voy saliendo —respondí mientras dejaba el vaso en la vajilla— ¿tú dónde estás?
—Ya estoy en al escuela, mi mamá me pasó dejando ya que me salía mejor. ¿Te espero? Amaya y Aliana ya están aquí. Es más, todos ya están aquí solo faltas tú. —explicó. Algo que me llamó mucho la atención.
—¿Donde exactamente están todos? —caminé despacio hacia donde había dejado mi bolso, en la silla del rincón—. ¿Con todos te refieres a los profesores y demás?
La escucho suspirar, también puedo escuchar un murmullo de voces de fondo.
—Sí, solo falta que venga la directora ya que será la que abra las puertas del colegio. Ya sabes cómo es —responde.
Todos los alumnos esperaban afuera los primeros años para que la directora abriera las puertas del colegio dándole la bienvenida a otro año escolar.
—Voy en camino, Mari. Espérame allí —corto sin darle tiempo de decir nada. Tomé dos bombones en rojo de la pequeña canasta que estaba encima de la nevera y los eché en mi bolso. Salí de casa, me monté a mi auto y arranqué.
En el camino me puse unos lentes de sol oscuros y abrí el bombón. Me va a gustar verle las caras a todos esos adolescentes calenturientos cuando sepan en quien se convirtió Rebeca Alsen. Años ignorándome por cómo era. Años siendo invisible antes sus ojos. En especial me gustará ver la cara de Ethan, quien ahora se convirtió en el más popular y capitán del equipo de fútbol, me gustará restregarle en la cara que ya no me afecta. Y tambien me gustará vengarme cuando se acerque a mi.
Minutos después llego la colegio, efectivamente todos están allí de pie, algunos con celulares, algunos hablando, otros con cara amargada y otras, como mis amigas, riendo de alguna tontería que hayan dicho. Les hago sonar el claxon para llamar su atención. Ellas voltean a ver, sin embargo dado que los vidrios son oscuros no logran verme. Pero si llam la atención de la mayoría.
Me estacioné en el único lugar libre y apagué el motor. Noté las miradas curiosas de la mayoría, preguntándose quién podrá venir en este Jeep negro. Me tomé mi tiempo para ver quiénes estaban. Noté a Ethan con Mary, mirando en mi dirección. También noté a las dos personas que quería ver: el profesor Wilson y Jaysen. Ellos están un poco apartados de los demás pero se percataron del auto, ahora tengo su atención.
El profesor Wilson en un chico joven y atractivo. Es divertido y siempre me ayudó. Jaysen por el contrario es antisocial, usa lentes, pero aún así se mira muy guapo, es una persona divertida y muy inteligente. Algunas chicas andan tras de él, pero por ahí escuché que la que le gustaba era yo. Si, cuando era feíta.
Tomé mi bolso y saqué el bombón de mi boca, dejándolo en mi mano. Abrí mi puerta, sacando de primero mi pierna. Me acomodo mis lentes y ahora sí salgo del todo, notando las miradas ceñudas y curiosas de todos. Cierro mi puerta y camino hacia las chicas.
Escucho cosas como:
—¿Quien es ella?
—Mira su uniformes, si casi enseña todo.
—Que guapa.
—Que sexy.
—¿Será nueva?
—La quiero en mi cama.
—Me parece que la conozco.
—Es tan caliente.
Y más comentarios como esos.
Sonrío satisfecha mientras me acerco a las chicas, ellas sí que saben reconocerme.
—¡Amiga! —exclama Amaya mirándome de pies a cabeza. Su mirada es de asombro y aprobación.
—¿¡Rebeca Alsen?! —inquiere Aliana.
Gracias, Aliana, porque tu gran voz les sembró la duda a todos, ahora comenzaban a hablar:
—¿Es Rebeca?
—¿Que le pasó a Rebeca?
—¿Se operó los senos?
—¿Se operó las nalgas?
—Al parecer el sexo le hizo bien.
—Esta bien. Siempre supe que era bonita.
Odiaba ese tipo de comentarios, de cuando era invisible y solo me daban miradas de odio, ahora soy el centro de habladurías de todos. Y eso era lo que quería. Todo estaba saliendo como quería.
—Si, soy yo —elevé mis lentes hacia arriba dejándolo como aro en el cabello y les sonreí.
—Guau, que cambio —sonrió Marisol. Pero ellas me aceptaban como soy.
—Ya ven pues, los milagros existen —murmure. Busqué con la mirada a Ethan, quien tenía una expresión digna de fotografiar en su cara, sus amigos me volteaban a ver y le decían cosas. Él estaba como en shock. Ahora busqué al profesor y a Jaysen, ellos también me miraban un poco asombrados—. ¿Porqué no vamos al saludar al profesor Wilson? —les pregunté a las chicas. Las cuatro siempre habíamos sido muy cercanas con el, era el único profesor joven así que por eso nos llevábamos bien. Además, no era feo.
—Si vamos —estuvieron de acuerdo.
—¡Que sexy! —exclamó Amaya dándome una nalgada.
Me tomó por sorpresa lo admito.
—¡Amaya! —la reprendí a lo bajo.
Esta solo rió, sin embargo volví a tomar mi porte serio y despreocupado. Le daba unas miradas de desprecio a aquellas que un día me criticaron, mientras le sonreía coqueta a algunos chicos. Avanzamos entre todos, hasta llegar donde el profesor Wilson y Jaysen, quien tenía la miraba baja y se notaba nervioso e incómodo. Pero el profesor Wilson sí que me recorrió con la mirada de pies a cabeza, y Justo en ese momento una ventisca fría hizo que mi falda se levantara, haciendo que todos y cada uno de los estudiantes notaran mi pequeño hilo color turquesa.