Capítulo 1. Encuentro en la calle
Por Ivana
Iba cruzando la avenida, con el semáforo a mi favor, cuando una moto casi me atropella.
¡¡Por Dios!! Frenó a dos centímetros de mí ¡¡Y casi me caigo al suelo!!
Obviamente, con mi carácter impetuoso y más sabiendo que yo tenía razón, el semáforo estaba a mí favor… ya lo dije…
Insulté de arriba a abajo al conductor de la moto… y cuando lo miré a la cara, porque se había sacado el casco... era él.
Cuánto tiempo había pasado….
—¿Pensabas pasar en rojo?
Estaba segura de eso, de lo que no estaba segura, era si él me había reconocido.
No, no estaba pensando que me reconoció y me quiso atropellar o que me quiso hacer un chiste, de muy mal gusto, por cierto.
No sabía, que cuando escuchó mis insultos y me miró, se había dado cuenta que era
yo.
Por mi parte, jamás me olvidaré de él.
Hasta al peluche de más de un metro, que mi hermana me regaló cuando cumplí 15 años, le puse su nombre.
No sé por qué, pero me acordé de mi ¿Burro?, ¿Oso?, No estaba segura, era anaranjado, eso sí.
Ni sé qué había pasado con el peluche, sé que se llamaba Willy.
Como el hombre que tenía delante mío.
¡Era un hombre!
Rápidamente saqué la cuenta, me lleva 2 años, yo tengo 25 y él 27, puede que ya tenga 28.
No es que lloré por los rincones, para ser sincera, en su momento sí lo hice, él fue mi primer Amor.
Fué más que eso...
Hace más de 10 años que nos conocemos.
Teníamos amigos en común, estábamos en el mismo grupo de adolescentes, nos encontrábamos en una plaza cercana, aunque eso pasaba pocas veces, mi grupo de amigos, no era su grupo de amigos más cercanos, pero alguna que otra vez, sí coincidimos.
—Hola, hermosa.
Me dice con esa sonrisa, la más sexi que conozco y por la cuál moría de adolescente, su sonrisa, de la que muy pocas veces fui su dueña, llenaba mi alma de luz y mi cuerpo de estremecimientos.
Estoy segura que me dijo hermosa porque no sabe mi nombre, puede que se acuerde de nuestra pequeña aventura, pero de allí no pasaba.
Duele pensar que no me registra totalmente, cuando yo lo soñaba todas las noches y su nombre lo tenía en mi boca todos los días.
Su nombre, en esa época, era mi obsesión.
Luego crecimos y pasó el tiempo, cada uno siguió con su vida, en realidad, creo que yo nunca fui parte de su vida...solo de una noche.
—Hola…casi me matas.
Digo yo, tratando de no parecer una adolescente idiota, perdida por su sonrisa, ni la loca que lo insultó hacía unos segundos atrás.
No le mires la boca, me dije.
Tampoco le tendría que mirar los ojos, me pierdo en ellos, son como caricias para mi alma.
¿Para dónde miro?
Él se ríe.
—No pensaba atropellarte, solo te vi y …
—¿Me viste y no frenaste?
—Sí, lo hice.
Dice mientras me guiña un ojo y casi muero, no sé qué me sucede, pero mi corazón palpitaba fuertemente.
No tiene sentido discutir, él no lo pensaba hacer y yo, al darme cuenta de quién era, me olvidé de todo.
Por otro lado, estaba un poco apurada.
Dejé mi auto en el taller de un amigo, para que cambié el parabrisas y quería aprovechar el tiempo para ver a mi hermana.
—Me alegra de verte bien.
Le dije con sinceridad.
Hice un movimiento para seguir caminando.
Nos habíamos corrido a un costado y otra vez tenía el semáforo a mí favor.
—¿A dónde vas?¿Te alcanzo?
Dijo tratando de retenerme, a eso no le encuentra sentido.
—No, gracias, dejé mi auto en el taller de Ariel, creo que lo conoces, mientras espero, aprovecho mi tiempo, visitando a mi hermana.
—¿Podemos tomar un café?
¡Qué tentador! Pero Willy tiene la virtud de meterse en mi mente y no salir de ella, eso sucedía cuando éramos chicos, ahora que somos adultos, si llega a pasar lo mismo, sería muy difícil pasar de él.
Debe estar casado, recuerdo que tenía novia.
Después de eso ya dejé de verlo.
—No gracias, de verdad tengo que ver a mi hermana.
—¿Dónde vivís?¿Dónde siempre?
Mi corazón vuelve a latir de prisa, tiene recuerdos míos en su mente y hasta sabe donde vivía.
Estoy asombrada con ese descubrimiento.
—No, me mudé hace años.
Le contesté con retardo.
—Te llevo adonde vayas.
No podría subirme a su moto y abrazarme a él.
Mi mente tenía luces rojas que me decían PELIGRO.
Me negué y me despedí de él con una sonrisa, no quería tentarme con alguna propuesta que me pudiera hacer ni hacerme ilusiones.
Caminé 6 cuadras, me arrepentí de no haber aceptado la oferta que me lleve, eran cuadras largas.
Viví, hasta mis 19 años, en éste barrio, conozco a la mayoría de los vecinos, de hecho, mi hermana vive en la casa que fue de mis padres.
Cuando ellos murieron, ella se quedó a vivir allí, yo hacía rato que vivía en un departamento que compartía con mi amiga Ludmila, que era precisamente, la hermana de Ariel, por eso le llevé el auto a él, le tengo confianza y hace rápido el trabajo.
Pensando en todo eso llegué a mi antiguo hogar.
—Hola hermanita.
Le digo con cariño, tratando de esconder el dolor de verla tan desmejorada.
Tiene cáncer, está muy avanzada su enfermedad y no sé cuánto le queda de vida.
Tiene 35 años y es madre de dos hijos de 14 y 15 años.
Se casó jovencita, lo hizo porque quedó embarazada.
Sigue con su marido y se adoran, le fue bien en el amor.
Por eso me duele tanto, no le queda mucho tiempo, lo sé.
Es muy triste la vida.
Charlamos un poco y le cuento mi fortuito encuentro, sonrió, escuchándome con atención.
Ella sabe todo sobre mí, a pesar de llevarme más de 10 años, siempre fuimos muy unidas.
Claro que no compartimos salidas, ni siquiera teníamos amigos en común, pero siempre fue mi confidente.
De adolescente la volvía loca, hablándole de Willy y ella siempre me escuchaba.
Le pregunté por su tratamiento, me estaba explicando eso, cuando llegó mi cuñado con mis sobrinos, los había ido a buscar al colegio.
Any y Lito me abrazaron y estaban muy felices al saber que estaba de visita, los veía poco, trabajaba mucho y la verdad, yo, había sido bastante egoísta.
Hablaba todos los días por teléfono con mi hermana.
No es que me había desentendido del tema, en más de una ocasión la pasé a buscar y la llevé a quimioterapia.
También tengo que decir que estoy asustada, adoro a mi hermana y tengo pánico porque sé que la estamos perdiendo, la muerte de mis padres no me traumatizó, no es que sea fría, me dolió, pero lo normal.
No éramos muy cercanos, tal vez por eso, desde los 19 años vivo sola, bueno, con Ludmi.
A mi hermana le afectó, bastante más que a mí, la muerte de ellos.
Es raro, porque es más grande, tiene a Luis, su marido, que es su amor, su apoyo y su todo.
Pude ver el dolor en los ojos de mi cuñado, al mirar a Naty.
La sonrisa que le dedica a mis sobrinos no es tranquilizadora, aunque pretende serla.
—¿Quién es Willy?
Me pregunta Any, mi sobrina, que llegó a escuchar su nombre.
—Mi primer amor.
—¿Fue tu novio?
—No precisamente.
—Contame.
Yo me reía sola, recordando cuando lo conocí.
Fue muy loco todo.
—Hacíamos mil y una travesuras con Ludmi.
Le digo con una sonrisa melancólica, recordando esa época.
—¡Tía contame!
Ya estaba muy intrigada, porque Naty y yo nos matábamos de la risa.
—Siempre fuimos muy amigas con Ludmila, tenemos la misma edad y éramos compañeras de colegio y amigas, estábamos siempre juntas.
—Qué lindo una amistad así.
—Es verdad, compartimos todo, también las travesuras.
—Contame.
—Un día llegó efusiva, para contarme que un chico que no conocíamos había abierto una pollería nueva en el barrio.
—¿El que te gusta?
—No, ese le gustó a ella, creo que se llamaba...Pedro y ella le decía Peter, porque le molestaba el nombre, le parecía un nombre antiguo, aunque le encantaba el chico.
—Qué loca.
—Si, imaginate, que para hacerle el favor, le pedía a tu abuela, comer pollo todos los días, íbamos a cada rato al negocio para que ella lo pudiera ver, un día, Pedro estaba con un amigo, ese sí es Willy, recuerdo que tenía una motito chica.
—¿Te llevó a dar una vuelta?
—No, ni se enteraba que yo existía.
—No puede ser, sos hermosa.
Me reí, mi sobrina me adora y me mira con ojos llenos de amor, claro que en realidad sé que soy hermosa, sin ser pedante, me considero una mujer bella.
—Sí, soy hermosa, pero hay hombres estúpidos y mucho más, los varones adolescentes.
—Tía, ¡Estoy acá!
—Vos no, me refiero solo a..algunos o a la mayoría.
—¡¡¡Tia!!!
Nos reímos todos.
—El tema, es que íbamos a cada rato a la pollería, yo tenía 14 años y Willy 16, su amigo… Peter, 18, Ludmi tiene mi edad, nos ignoraban a las dos.
—Que mal.
—Lo encontré en el cumpleaños de 15 de una amiga y ni me miró, pero yo babeaba por él, y me seguía ignorando, un día, Ludmi, fue a comprar dos milanesas de pollo, y luego pasó por casa para avisarme que Willy no estaba en el local, para que no vaya a comprar en ese momento, él siempre iba a visitar a su amigo al negocio, ese día era viernes, yo fui a tu casa, vos eras chiquita y me encantaba visitarte, me quedé a dormir dos días, era verano, cuando volví el domingo, las milanesas que Ludmi había comprado y se había olvidado en mi dormitorio, estaban podridas y en mi habitación el olor era nauseabundo.
Todos se rieron.
—Tu abuela casi me mata, pasaron unos meses, con Ludmi nos hicimos amigas de un grupo de chicos y chicas que siempre estaban en la plaza que está acá a 6 cuadras y él una vez se paró a saludarlos, casi muero, estaba cerca mío… pero seguía ignorándome.
—Lo odio.
Dice Any.
Yo me reí, los recuerdos me llevan a pensar como lo soñaba todas las noches, parecía obsesionada, debía ser porque él me ignoraba totalmente.
—Con Ludmi, nos hicimos amigas de una compañera del colegio, que vivía para el lado de la ruta y un día, mientras íbamos y veníamos, porque primero ella nos acompañaba 4 cuadras, luego nosotras la acompañamos dos cuadras a ella y después ella, una a nosotras y cada cual seguía sola.
—Qué locas.
—Sí, el tema es que en ese ir y venir, descubrí donde vivía Willy.
Recuerdo ese momento y las señas, sin disimular, de mis amigas y como palpitaba mi corazón al verlo.
—Desde ese momento no dejaba de pasar por la puerta de su casa todos los días y hasta varias veces por día.
—Que pesada.
Dice Lito, mi sobrino.
—Es verdad, pero estaba loca por ese chico.
—Estás loca.
Aclara mi querido cuñado.
El que más le festejó el chiste, fue Lito, es siempre así, guerra de sexos, mujeres contra hombres.
—En ese momento, ya lo había cruzado varias veces, en la casa de unos amigos, en la plaza donde nos juntábamos, en una discoteca, pero para él no existía.
—Ya le tengo bronca.
Dice Any.
—Lo estaba acosando.
El punto de vista de Lito, es muy distinto al de su hermana y nada romántico.
Me doy cuenta que lo que sigue, es cuando tuvimos sexo, no creo conveniente contar eso.