Capítulo 3: Soledad
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Ella está sola en estas cuatro paredes de madera, solo escucha el canto de los pájaros y se aburre mucho en este lugar aislado, pero la casa tiene paneles solares y agua, gracias a Dios, así que solo se entretiene mirando la televisión,
Los días casi siempre están grises en este lugar en medio de la isla, lejos del contacto con la ciudad y aunque que ella la conoce no ha vivido allá.
La joven se pregunta. ¿Cómo será vivir en ese lugar lleno de personas?
Ella ha culminado sus estudios de bachiller, así que ya no va regularmente a la ciudad.
Ya ha cumplido los 18 años y quiere ir a estudiar enfermería, y talvez encontrar algún chico que le guste, porque en la escuela donde estudió los más guapos ya tenían sus novias.
Su familia aún creen que es una nena, ellos son muy sobre protectores.
Sus padres trabajan en una villa de multimillonarios, a dos kilómetros de este lugar, y su tío trabaja en la capital con la misma familia.
Ellos son muy jóvenes, su madre la trajo al mundo a sus 18 años y ahora tiene 36, su padre tiene 48 y el tío 32.
Transcurre el tiempo desde que sus padres se marcharon, ella está sentada en un viejo sofá, entonces escucha llegar una camioneta, se acerca y mira por la ventana extrañada porque no es el ruido habitual de la camioneta de su padre Javier.
Paula ve que se trata, de su tío y se alegra mucho al ver que es él, entonces se siente aliviada y quita de la puerta la seguridad que por temor había puesto al estar sola.
Por su lado, Gonzalo llega y cuando va a acercarse a la puerta de la casa, observa a dos chicos, que están merodeando la propiedad, quienes horas atrás miraban mucho hacia la casa.
Enseguida se acerca a ellos para indagar porque lo ha notado muy extraños desde que lo vieron llegar a la propiedad.
—Saludos chicos. —Les dice con voz de autoridad y seguidamente le pregunta. —¿Se les ofrece algo?
Uno de ellos se inquieta y lo mira cabizbajo con cierto temor.
—No, nada señor, es solo que compramos al lado de su propiedad, y la estamos explorando. —Responde él mirando fijamente en el saco de Gonzalo, estando ansioso.
—Bien, pues las propiedades están muy bien marcadas la una de la otra. Espero no haya problemas con eso. —Le explica el tío de Paula con suspicacia, pero en el fondo sospecha que se trata de otra cosa lo que estos jóvenes hacen, menos explorar el terreno.
—No, señor, ¿cómo crees? —El mismo joven le contesta nuevamente, pero el otro permanece callado y a veces sonríe de nervios. Se ríen falsamente, entonces él sostiene la mano de su compañero con ímpetu y se le nota un gran pavor frente a este hombre imponente—. Nos marchamos, con su permiso.
Ellos se marchan apresurados, despistados y Gonzalo los sigue observando, muy nerviosos y asustados.
Su sobrina abre la puerta al ver que se han ido, y corre presurosa a abrazarle.
—¡Hola, tío, hace mucho tiempo que no te veo desde que te fuiste a la capital! —Clama ella con alegría, aferrándose y abrazándolo muy fuerte.
—Hola, mi bella. Así es, coges algunas cosas tuyas… ¡Porque te vas conmigo ahora! —Exclama él con regocijo, luego le indaga— ¿Y esos “tipos” te molestaron acaso? Le pregunta preocupado por los chicos extraños que vio anteriormente.
Ella se despega de sus brazos, evidentemente aún siente temor, entonces baja su mirada.
—Bueno, si estaba asustada cuando alcance a verlos, entonces me encerré. No sé qué intenciones tendrían, además estoy sola.
—Por eso, nos vamos ahora bella. —Le dice él tocando su mejilla con ternura, luego le da un beso en la frente.
—Sí, voy a buscar mis cosas, tío.
Enseguida ella entra apresurada al hogar, muy contenta, entonces él también lo hace y se sienta en el viejo sofá a esperarla.
Ella va a su habitación y organiza un bolso con algunas ropas y otras cosas personales.
Minutos después, ella regresa y enseguida ellos se marchan de ahí.
Luego que van en la camioneta y alcanzan a ver a esos chicos conversando maliciosamente en la propiedad de al lado de su hogar, pero ahora ella está más tranquila,
Lo pierden de vista, entonces Paula quiere indagar sobre la vida de Gonzalo.
—¿No te has enamorado allá, tío, he? —empieza a hacerle preguntas a él, que lo abruman por la curiosidad de ella.
—Sí, no, que sé, yo. —Le responde y sonríe sonrojándose porque su sobrina es muy pícara.
Ella sigue insistiendo por saber. —¿Vamos, sí o no, tío?
Él decide contarle, y no seguir callando lo que tiene mal su corazón.
—Es la hija de la señora Victoria, de quien estoy enamorado. Soy su chófer, nunca se fijará en mí, ¿entiendes? —Responde mirándola de reojo para no descuidar el guía del vehículo, enseguida se siente afligido.
—Bueno, lo siento tío. —Dice ella apenada, percibiendo la tristeza en sus palabras al hablar de esto.
—Tranquila, así es el amor, bella.
Siguen el trayecto hacia la villa, su tío está melancólico por la pregunta, entonces ella no le habla más de ese tema.
Mientras ellos se han marchado, esos jóvenes conversan sobre la perversidad que tenían en mente hacer estando sentados en una gran piedra.
—Me asusté cuando vi a ese hombre con esa pistola. Sabía que esa chica estaba sola y quería tomarla a la fuerza, es muy bella.
—Oye Juan, se te daño el plan. Ja, ja, ja, no tenía previsto que un hombre armado iba a aparecer. Je, je, je.
—Cállate, José… En otra ocasión será.
Así hablan estos perversos que días atrás habían ojeado el hogar de Paula, pero Gonzalo llego justo a tiempo.
Tiempo después, Gonzalo llega con su sobrina, enseguida su madre corre a abrazarla.
—¡Ay, mi amor, estaba muy preocupada por ti!
—Estoy bien, mamá, no te preocupes.
Javier, su padre, también habla con cierto suspiro y se alegra mucho al verla llegar, también se acerca a ellas y las abrazas, pues son su tesoro más preciado.
—Llegaron por fin. —Pronuncia él con gran alivio, luego las deja para seguir trabajando, entonces se acerca a Gonzalo—. Gracias, cuñado, pues con mi “cacharra” no hubiera llegado tan rápido.
Javier va hacia el patio trasero, mientras los demás van a la cocina, y siguen conversando alegres.
Mientras Victoria baja de su habitación al escuchar tanto murmullo,
Llega ante ellos e interviene en su reunión familiar, hablándole de forma demandante a la hermana de Gonzalo.
—¡Ya tu hija está aquí, hay que apurarse Mariana!
—Enseguida señora Victoria, mi hija Paula también me ayudará a culminar los preparativos de la fiesta. —Responde ella sumisa.
La señora asienta con la cabeza y vuelve a su rutina, también la sobrina del chófer se va hacia las habitaciones de servicio.
Gonzalo se acerca a Mariana, al ver que la señora se ha marchado y la reconforta tocando su hombro e indicando que se sienten en la mesa de preparar alimentos.
—Hermana querida, tú estabas muy preocupada por Paula.
Le comenta Gonzalo para saber más sobre la preocupación que la embargaba cuando él llegó a la mansión.
—Sí, es que Julia me dijo que unas personas compraron la propiedad que está al lado de la nuestra.
Le responde ella a su hermano, agobiada.
Él pone la mano en su mejilla para apoyarse en la mesa.
—Sí, vi dos jóvenes merodeando… Me pareció que tenían malas intenciones.
—Por eso estaba tan mal. Si no hubiera llegado en ese instante, la preocupación me iba a matar, hermano.
—Tranquila hermana, ya está con nosotros mi bella sobrina.
Él frota su espalda y la abraza, quiere que ella se sienta mejor
Mariana se marcha a la cocina, entonces Gonzalo se levanta y sale al patio, entonces mira al guardaespaldas Julio en el jardín, conversando con Julia, la otra sirvienta de esta villa; él también vino con la señora Victoria y parece estar enamorado de ella.
Tiempo después, es la noche y luego de terminada la cena, Mariana sube a la habitación de Victoria.
Ella toca a la puerta para avisarle que todo está listo para la fiesta, y que solo faltan pequeños detalles.
—¿Sí? —Pregunta estando tumbada en la cama
—Soy yo señora, Mariana.
—Adelante.
Ella abre y le habla, enseguida entra a la habitación.
—Ya toda está listo, solo faltan pequeños detalles para mañana.
—¡Ah! —Exclama con satisfacción y esperaba que fuese así—. Qué bueno, me alegro. Así me gusta, nunca me quejo de tu trabajo.
—Gracias, señora, siempre será así. Ya me retiro.
—Sí, puede. —Dice sosteniendo un libro en sus manos.
Victoria nunca se ha quejado de Mariana para su suerte porque es muy responsable.
Ella se retira de la habitación, ya es tarde en la noche, entonces va enseguida con su esposo e hija a la casa de empleados.
Mientras, Javier, Gonzalo y Paula conversan en una de las habitaciones de servicios en la casa de empleados.
Llega Mariana, toda cansada.
—Gonzalo, tu habitación es la de siempre. —le dice enseguida a su hermano, luego se tumba a un viejo sofá.
—Sí, ya sé, hermana querida.— él se levanta y despereza—. Voy a dormir, es tarde. —dice despidiéndose de ellos
Gonzalo se retira a la habitación que estás más lejos, luego se da un buen baño.
Al rato, cuando se tumba a la cama, no puede dormir porque sus pensamientos están puestos en Isabella, la chica que no ha podido amar.
Ella solo tiene 20 años y el 32, pero eso no es todo, es hija de sus jefes; además ella es caprichosa.
Él se casó a los 25 años, pero no pudo tener hijos con su exmujer porque ella es estéril.
Ella lo abandonó a los 3 años de estar casados, cuando él tenía 28 y después se divorciaron, fue entonces cuando Gonzalo se marchó a vivir en casa de su hermana Mariana.
Los padres de estos ya habían fallecido hace cuatro años, y ellos estaban muy devastados por sus muertes.
Mariana consiguió trabajo con esos millonarios, y también necesitaban un chófer allá en la capital, entonces fue cuando Gonzalo aceptó irse con ellos, estando ya divorciado y sin empleo.
Mientras, en la otra habitación, la madre de Paula le habla sobre la desesperación que tuvo, o más bien se desahoga hablando de esto, mientras Javier se retira y se tumba en la cama.
—Estaba muy preocupada mi amor, porque te había dejado sola en casa, entonces supe que esas personas compraron al lado de nuestra propiedad; además no saber qué tipo de gentes son ellos… Julia me tranquilizó; Javier no había tenido tiempo de nada, condicionando la villa, también comprando las cosas que utilizarán en la fiesta de compromiso; él iba a buscarte, entonces llegó tu tío Gonzalo y enseguida se marchó para traerte acá.
—Uf. Tranquila, mamá, sí, ya estoy aquí… A dormir que mañana nos levantaremos temprano.
Paula se levanta, va hacia ella y frota la mano en su espalda, entonces ellas van a dormir porque sus párpados ya están pesados.