Librería
Español
Capítulos
Ajuste

CAPÍTULO 3 -Morton Craig y su propuesta-

La supervivencia siempre será lo principal en un momento como este.

¿Qué es lo peor que puede pasarme? ¿Que me asesine?

Eso no me importaría de no ser por el hecho de que Joshua me espera para cenar.

El hombre debe pasar de los cuarenta años, usa bigote y un traje que seguramente cuesta lo mismo que la renta de tres meses de mi departamento.

—Primero que nada, vamos a presentarnos. —Me contempla. Me siento expuesta y el frío me tiene los pezones erizados—. Me llamo Morton Craig. —Se lame los labios. Noto la malicia en sus ojos—. Dime tu nombre ahora —exige.

—Soy Thea, Thea Jackeline —suelto de repente.

Quizá fue el miedo o la forma en la que me observa lo que me hizo soltar mi nombre verdadero.

Pensé mil maneras de no decírselo, pero me traicionó el pánico.

—Bien, Thea, voy a soltarte una mano. Debes tener sed. El medicamento que te di es bastante fuerte, así que no quiero verte deshidratada.

Supongo que así sonaría un padre cuidando de su hija o un maniático preocupado por su presa.

Ninguna de las dos las he vivido.

Hasta ahora.

Él se inclina, pero se detiene sobre mi cuerpo.

—Que no se te ocurra hacer nada estúpido. Quiero que ambos salgamos complacidos de este cuarto de hotel. Si luego no quieres verme, no me importa. Sin embargo, esta noche, por el bien de ambos, haz lo que digo. —Agarra con fuerza mi cabello azul y me hace mirarlo—. ¿Me entendiste?

—Sí.

—Bien.

Suelta mi mano derecha y mia pies. Sin avisarme, me levanta de la cama.

Me siento como una muñeca desvalida.

—¿Mejor? —Me quita el pelo de la cara. Me debato entre llorar, vomitar o darle un golpe en la cara, todo a la misma vez—. Dios... eres tan hermosa. —Acaricia mi rostro.

Cierro los ojos, compungida.

Necesito salir de aquí, Joshua me espera.

—Toma. —No me di cuenta en qué momento quitó sus manos de mí. Me pasa un vaso transparente con agua—. Bebe.

Su tono es intenso, seguro, como si estuviera acostumbrado a mandar.

Ningún hombre me habló como Morton Craig. Tal vez mi forma de comportarme, impulsiva y alocada, según muchos, hizo que nadie quisiera meterse conmigo.

Me he librado de problemas con solo mirar a los trúhanes.

Bebo el agua.

Él me observa. Al parecer, hace mucho eso.

Se quita la camisa y suelta la correa.

Mi corazón se agita.

Es inminente su propuesta.

Y mi cerebro me grita que sobreviva.

—Tienes una boca deliciosa. —Camina y se sienta en la cama a mi lado. Me espanto y me pego lo más posible a la cabecera. Una memoria de hace tres meses vuelve a mi mente; el tipo grotesco al que le vendí mi virginidad—. Shhh, tranquila, no voy a hacerte daño.

Las lágrimas bajan por mis mejillas.

Él, con cuidado, las arrastra con sus pulgares.

¿Cómo es que puede ser tan tierno como ahora y luego hablarme como si en verdad pensara en matarme?

—Me tienes como una piedra. Tu debilidad, aunque te parezca enfermo, me pone a mil. Sé que crees que soy un enfermo o un abusador, pero no es así. El mundo es más de lo que ves a simple vista, niña.

No sé qué pretende conseguir diciéndome eso.

Termino el agua sin considerar ser drogada de nuevo.

¿Ya estoy secuestrada o no? ¿Qué más puede hacerme?

La habitación es simple; cortinas pesadas oscuras, puertas insonorizadas, sin ventana ni balcón. Tiene un baño con una tina que vio tiempos mejores. Conozco las habitaciones del hotel. Yo trabajo aquí. Tengo ocho meses subiendo y bajando tragos y champagne a los huéspedes.

—Quiero que me arrulles con tus labios. Necesito esto. Te necesito. —Su súplica me deja hipnotizada. ¿Él me necesita? Lo veo débil, triste y a la vez dominante—. Hazme el amor con los labios, después podrás irte.

He visto muchas novelas en mi vida. No me gustan los libros y no fui a una escuela decente para que me enseñaran educación sexual.

Mi primera vez haciendo un oral y estoy atada de la mano izquierda.

—Yo...

—Shhh, no hables. No necesito que me hables. —Saca su miembro viril, el cual está erecto. No sé de tamaños, pero este es menos gigantesco que el del gordo de los cien dólares.

Quizá por eso no tiene mujer y debe recurrir a secuestrar jovencita para complacerlo.

—Es... —Lo miro a los ojos.

Me observa con los labios apretados.

No me esperaba el golpe. Levanta su mano sin dolencia y me pega en la mejilla.

No obstante, lo siento en todo el rostro.

Chillo de dolor y de sorpresa.

Llevo mi mano a la zona golpeada; el ardor me atemoriza.

—Te dije que no quiero escucharte, Thea —habla calmado, como si nada hubiese pasado—. Ahora trabaja.

Me trago el llanto y con la mano libre agarro su miembro y comienzo a moverlo de arriba abajo.

Morton Craig cierra los ojos. El placer cruza por su mirada, lo sé porque mis compañeros hacen las mismas caras cuando ven porno. Los he visto tocarse a sí mismos cuando salimos a bares de mala muerte.

—Eso es... —Su voz se ha vuelto gutural.

Dice cosas que no entiendo sobre placer y deber. Aprieto con fuerza la punta redonda de su pene y sigo con el movimiento. Se acerca más a mi cuerpo y busca mi contacto.

Sé lo que busca.

Mi mente se ha puesto en modo salir de aquí. No me importa ya lo que me cueste. Mi cuerpo no será tocado por Morton. Él ha dicho que solo es darle placer a él y luego me paga.

Nunca me interesó su dinero, pero las circunstancias me hacen pensar y considerar que doscientos dólares no me caerán mal. Podré comprar comida por un mes, incluso llevar al cine a Joshua.

Mis ideales cambian esta noche.

Introduzco su miembro en mi boca. Su sabor es salado. Siento una arcada, pero me resisto. Si puedo aguantar borrachos y golpes de idiotas que nada tienen que ver conmigo, puedo hacerle una chupada a un desconocido en un cuarto de hotel e irme con doscientos dólares sin ser golpeada ni maltratada.

Aumento el movimiento de mis manos y mi boca. Siento cómo Morton Craig se endurece de pies a cabeza.

Saco su pene de mi boca. Al instante comienza a derramar su semilla sobre el suelo.

Me quedo allí mirándolo como si estuviera en un tercer plano.

No soy yo quien está atada a la cama con un hombre medio desnudo acabando de eyacular frente a mí.

«No soy yo».

No, sí soy yo y no es un maldito sueño.

—Gracias, Thea, has sido muy buena. —Desata mis manos.

Me las acaricio; están rojas. Las marcas seguro me quedarán por mucho tiempo.

Morton Craig se aleja y se acomoda la ropa, luego se gira y saca de su cartera trescientos dólares.

—Toma, te los has ganado. Ahí está mi tarjeta, llámame si me necesitas.

No entiendo si debo dar las gracias o si debo tomar la tarjeta.

Mi fuerza de voluntad ha menguado.

Comienzo a verme sucia, como una actriz que acaba de besar a un vagabundo en una obra de teatro. Peor aún, me siento como una prostituta que da placer por dinero.

Aunque yo no pedí esto, no lo hice.

Morton deja el dinero sobre la cama y se encamina a la puerta.

Me mira una última vez.

—Hasta la próxima, Thea. —Se va.

Me deja desnuda sobre la cama con trescientos dólares y una tarjeta personal.

«Espero nunca volver a ver a ese hombre».

Descarga la aplicación ahora para recibir recompensas
Escanea el código QR para descargar la aplicación Hinovel.