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Capitulo 5 Una segunda esposa

Un torrente de furia recorrió las venas de Zeynep. Apretó los labios con fuerza, conteniendo las palabras que pugnaban por salir de su boca.

Estaba a punto de descargar toda su ira sobre la nefasta mujer que la atormentaba, pero un recuerdo la detuvo en seco.

Las palabras de Kerem resonaron en su mente: si rompía las reglas, la azotarían en la plaza del pueblo. La humillación pública sería un precio demasiado alto.

Tragando su coraje con amargura, Zeynep dio media vuelta y se dirigió hacia su habitación. Ignoró las órdenes de su suegra, que la llamaba a gritos para que regresara.

—Zeynep, ¡regresa aquí de inmediato! ¡Te estoy hablando! —gritaba la mujer, furiosa por la desobediencia de su nuera.

Zeynep continuó su camino, una sonrisa victoriosa se dibujaba en sus labios, disfrutaba del tormento que infligía a su suegra.

Al llegar a la puerta de la habitación, una mano la detuvo con fuerza tomandola por la muñeca.

—Ni se te ocurra hacerlo. —La voz de Kerem, áspera y dominante, la devolvió al presente.

—¿Qué te pasa? ¡Suéltame! Me estás haciendo daño.

—No dejarás así a mi madre, vas a obedecerla y a sentarte a comer con ellos como es debido, le mostrarás tus respetos, es lo menos que puede hacer por mis padres mi querida esposa.

Zeynep estaba temblando de furia, ¿De dónde había salido el neandertal? Se suponía que no estaba en la casa.

—¿En dónde está mi amiga?

Insistió en salir a caminar al pueblo, mi madre la envió con unos guardias, quería que la acompañaras, pero a ti no se te está permitido salir aún, así que vamos, regresaremos con mis padres, tendrás que disculparte con mi madre.

Kerem la seguía sujetando fuertemente por la mano, la jaló para regresar a donde estaban sus padres.

—No, no pienso disculparme con tu madre.

Kerem sintió que la furia lo invadió en ese momento, ¿Pero es que acaso no podía ser más irritante esa mujer?

—No me retes te lo advierto, no me conoces y no tienes la más mínima idea de lo que puedo hacer cuando me molesto.

—No sé ni me importa, escúchame bien, tu madre me ha abofeteado, la que tendría que pedir disculpas es ella, están haciendo de mi vida un completo infierno, lo peor de todo es que yo nada les he hecho, no te quiero ni me quieres, no veo el caso de continuar con esto.

Kerem reconocía que la chica tenía razón, él sentía lo mismo, estaba atrapado en esa situación, si la dejaba ir, la buscarían en cualquier lugar del mundo hasta encontrarle.

Él no quería ser culpable de su muerte, aunque no la soportaba, ciertamente era inocente, además sería otra vez la burla del pueblo, que lo abandonara de nuevo otra mujer no podía permitirlo.

Su gran obsesión era encontrar a la mujer que lo había humillado más que nadie en la vida, prácticamente vivía para ello, no sabía que sería capaz de hacer el día que la tuviera cerca, sus padres pensaron que al casarse olvidaría esa obsesión que tenía, estaban equivocados, jamás lo olvidaría.

—Te disculparas con mi madre, así que vamos.

—¿Acaso no me escuchaste? Dije que no voy a hacerlo.

—La que no ha escuchado nada de lo que he dicho eres tú, necesitas aprender que mis órdenes no se discuten.

La llevó de mala manera escaleras abajo, mientras ella se resistía y le gritaba improperios en inglés, pensaba que él no los entendía, pero sí que lo hacía y muy bien.

La hizo pararse frente a su madre, la mujer fingía llorar por lo que consideraba una gran ofensa.

—Hijo, ya no puedo más, está mujer acabará conmigo, lo mejor será que tu padre y yo nos vayamos a vivir a casa de tu hermano.

—Eso no voy a permitirlo madre, les juré cuidar de ustedes, así que mi linda mujer va a disculparse en este momento.

Apretó más fuerte la mano de Zeynep, la chica apretó los labios para ahogar un grito.

—Lo siento mucho, me disculpo por lo sucedido.

La obesa mujer sonrió hipócritamente, estaba disfrutando demasiado aquello.

—Está bien hija, con tu disculpa es suficiente, ahora comamos en paz que los alimentos son sagrados.

Zeaynep pensaba que tendría que cambiar su estrategia, quizá debía fingir aceptar las reglas, así se confiarían y a la primera oportunidad escaparía.

Comió en silencio mientras los escuchaba platicar de cosas que no entendía, o tal vez era que no le interesaba poner atención en lo que decían, lo que si es que se había dado cuenta de que estaba en una zona muy conflictiva.

—Hijo, independientemente de los problemas que hay en la tribu, que sé que son de suma importancia, necesito saber cuando me darás los nietos que tu padre y yo tanto deseamos, los dos ya somos viejos, deseamos conocerlos antes de que sea tiempo de marcharnos.

Kerem se quedó callado, odiaba que su madre tratara de obligarlo a algo que él no quería hacer, no deseaba hijos, al menos no con esa mujer.

—Si no es de agrado esta mujer para ser la madre de tus hijos, podrías tomar una segunda esposa.

—Eso me parece bien, eso deberías de hacer, así podrías dejarme en libertad de una vez por todas. —Zeynep lo dijo intentando sonreír, rogaba porque Kerem aceptara la sugerencia de su madre.

—No tomaré segunda esposa por ahora madre, no deseo tener a mi lado a otra liosa como esta. —Dijo mientras volteaba a ver a la chica con muy mala cara.

—Te aseguro hijo que las chicas criadas bajo nuestras tradiciones, serán disciplinadas y muy dóciles.

El padre de Kerem solo observaba, era un hombre muy calmado que no gustaba de las confrontaciones, la edad lo había hecho muy sabio.

—Debes darles tiempo mujer, aún deben conocerse, es muy pronto para pedir que nuestro hijo tome segunda esposa, además no me arrepiento de la elección de esposa que hice para él, verás que nos darán unos nietos preciosos.

—El colmo sería que esta mujer le diera puras hijas, por eso debe de ver qué hará si eso sucede.

—Madre por favor, ¿Podríamos comer en paz?

Zeynep se levantó de la mesa, conteniendo a duras penas la furia que la consumía.

La comida había sido un tormento interminable, con su suegra lanzando dardos envenenados en cada palabra. Su paciencia había llegado al límite.

Al subir las escaleras hacia su habitación, suspiró aliviada. Kerem no la había detenido, la soledad era un refugio en comparación con la hostilidad constante.

—¿Quién demonios sería tan tonta como para tener un hijo de ese hombre? —se preguntó con amargura. La imagen de Kerem, imponente y arrogante, la perseguía.

Esa noche, la cena le fue servida en la habitación. La chica del servicio, con ojos llenos de compasión, le susurró:

—Siento mucho que no la hayan llamado a cenar con su esposo y sus suegros. La señora se ha sentido mal y la culpa a usted por ser tan irritante. Por favor, no le diga que yo lo dije. Solo quería pedirle que le tenga paciencia. La señora es muy buena, solo hay que saber agradarle.

Zeynep no respondió. Le parecía imposible que esa mujer tuviera algo de agradable.

Cuando la chica iba a salir, le pidió que se llevara la comida, no tenía hambre, le suplicó que dijera que había cenado para no tener problemas, la chica accedió a hacerlo.

Decidió cambiarse, se pondría su pijama, deseaba dormir para olvidar lo que estaba pasando, se quitó la ropa que traía, tomó la pijama para ponérsela, en ese momento entró Kerem, al observarla en ropa interior pudo ver que su cuerpo estaba muy bien formado, se acercó a ella hasta que la chica pudo respirar su aliento.

Acercó su mano a su pecho desnudo, lo recorrió con la yema de sus dedos, ella se quedó estática, solo lo veía con los ojos muy abiertos sin poder decir una sola palabra, en ese momento Kerem esbozó una sonrisa maliciosa.

—Si crees que voy a hacerte mía en este momento, estás soñando, solo quería ver si eras capaz de aceptar mis caricias, y veo que estás dispuesta.

Zeynep no pudo soportar más, alzó su mano y sin que él se lo esperara le dio una fuerte bofetada.

Kerem se sintió furioso, tomó la mano con la que lo había golpeado y la apretó con toda su fuerza.

—Suéltame bruto, me estás lastimando —dijo la pobre chica mientras las lágrimas bajaban por su rostro.

—¿Sabes qué es lo que haré? Quebraré cada uno de los frágiles huesos de tu mano, así jamás podrás volver a tocar mi rostro.

Zeynep se asustó terriblemente, sentía que la presión ejercida sobre su mano estaba aumentando, ¿Acaso sería capaz el neandertal de quebrar su mano?

Kerem hizo un esfuerzo para recomponerse, después soltó la pequeña mano.

—Estás advertida, la próxima vez no tendré la compasión que ahora estoy mostrando, me estás cansando.

La chica con lágrimas en los ojos se vistió rápidamente, Kerem no la dejó de observar un solo momento, esa noche le fue difícil conciliar el sueño, cada vez que cerraba los ojos las imágenes de ese cuerpo perfecto aparecía antes ellos.

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