CAPÍTULO .05
Elsa se lleva una cuchara de su plato a la boca. Un siseo de placer se escapa de entre sus labios. Lo miro por el rabillo del ojo mientras remuevo alguna salsa en mi plato.
Un silencio casi desastroso nos envuelve.
Estoy en silencio, una pregunta me quema los labios.
-¿Por qué me invitaste?
Puse mi mirada en la joven frente a mí. Una sonrisa tímida se extiende a sus labios. Debería haber hecho esta pregunta con menos brusquedad.
-Para conocernos, supongo.
Su voz es tranquila. Esta joven está llena de misterio. No puedo localizarla.
Elsa ha sido mi psicóloga durante casi 1 mes y todavía no he entendido cómo funciona.
Soy un hombre taimado y calculador y no poder entender lo que ella está pensando me frustra.
Ella siempre responde a mis preguntas con respuestas improbables o peor aún, con otra pregunta.
-Correcto.
Vuelvo a concentrarme en mi plato.
En un tazón grande, un trozo de pescado blanco se baña en una salsa roja con muchas cosas. En otro plato se alinean 4 rollitos de primavera.
Agarro los dos palillos de madera entre mis largos dedos.
Discretamente, puse mi mirada en Elsa quien maneja los palillos brillantemente mientras lo estoy pasando mal.
Puse un bocado de mi plato desconocido en mi boca.
Mi lengua se incendia. El rojo sube a mi mejilla. Toso violentamente, una risa llena la habitación mientras bebo mi vaso de agua.
El fuego ardiente en mi boca se apaga un poco.
Miro a una hilarante Elsa que se pega a las costillas, todos los ojos están puestos en nosotros y para mi sorpresa yo también me río.
Nos reímos hasta las lágrimas. Me reí como nunca antes me había reído.
De repente me siento vivo y es muy agradable.
Elsa enjuga las lágrimas que brotan de las comisuras de sus párpados. Su voz calma mi risa.
-Es la primera vez que comes chino, ¿no?
Sumerjo mi mirada azul en los ojos llorosos de mi joven psiquiatra. Vuelvo a llenar mi vaso y me lo bebo antes de contestar.
-¿Es tan obvio?
Elsa ahoga una risa antes de responderme.
-Has tenido el plato más picante del menú.
Agarro el mapa de la esquina de la mesa y lo observo.
Noto que se dibujan 3 pimientos pequeños junto al nombre del plato que he elegido. Una pequeña sonrisa se congela por unos segundos en mi cara enrojecida por los pimientos.
-¡Oh vergüenza!
Elsa pone su mano sobre la mía, pero la aparto abruptamente. Por un breve momento siento que veo tristeza apuntando con la punta de su nariz hacia sus ojos. Pero es rápidamente reemplazado por ese estallido de picardía que siempre he detectado en sus ojos.
-Al menos me permitió saber si podías reír.
Pongo esa linda sonrisa en mi rostro y respondo con voz de enroque.
-Puedo hacer muchas cosas que ni siquiera sabes que existen.
Sus días se volvieron morados antes de mi tendenciosa respuesta.
Ella se muerde lentamente el labio inferior.
Su gesto me hace sentir un profundo deseo que siempre siento en presencia de Elsa.
-Mi trabajo es descubrir todas estas facetas, ¿no?
Estoy a punto de responder cuando suena el teléfono de Elsa.
La burbuja de encanto que se había construido a nuestro alrededor estalla.
Elsa deja su tenedor y saca su teléfono celular del bolsillo de su chaqueta.
Lleva su teléfono a sus ojos, su sonrisa desaparece instantáneamente.
Se pone de pie con gracia y camina hacia la salida, disculpándose conmigo.
Juego con mi comida mientras como pan.
Miro a Elsa a través del ventanal.
Camina de un lado a otro, mientras hace un gesto con los brazos. Sus cejas están fruncidas en su peor momento. La ira se puede leer en su cara feliz hace solo 5 minutos.
Observo a esta joven de curvas de ensueño.
Juega con los dedos. Golpea con los pies el pavimento cubierto de musgo. Esta faceta de rabia que descubro en él, me proyecta hacia mi pasado.
Su cabello rubio oscuro está recogido en un moño nítido. Engaña maravillosamente las apariencias.
Nadie debería saber nada. Ella sigue diciéndome eso.
Los viejos aparcamientos grises en la entrada florida de la casa.
Esta mujer que me dio la vida se vuelve hacia mí. Su mirada está cargada de angustia.
-Jack, sube.
Mis pequeños pies están cruzando el pasillo. Dejo la puerta entreabierta detrás de mí.
Veo todo.
Mi madre juega con los dedos. Sus pies golpearon el suelo de baldosas de la cocina. Sus facciones están distorsionadas por la ira.
El primer disparo.
Reprimo un grito.
Cierro la puerta de la sala y me escondo en mi guarida de mantas.
El pequeño y alegre timbre en la puerta principal me trae de regreso a la Tierra, y Elsa regresa para sentarse frente a mí.
Su sonrisa reemplazó a su rostro enojado.
-Disculpe, una emergencia pero está resuelta.
-No es grave.
Elsa se ve nerviosa, sus uñas golpean lentamente el mantel rojo con las uñas.
Una pizca de preocupación se apodera de mí.
-Siempre va ?
La joven con la que comparto mi comida sumerge su mirada en la mía. Sus ojos azules han perdido la picardía pero esconde cualquier sentimiento de ira.
-Sí si, no te preocupes.
Una gran cantidad de preguntas queman mis labios. Esta joven me intriga. Tengo un deseo intenso de hablar de algo más que de mí mismo.
Entonces recuerdo la razón por la que estamos aquí: para conocernos.
-Cuéntame sobre ti.
Sus cejas se arquean.
-De mí ?
Una sonrisa hace su menor aparición en mi cara
-¡Bueno sí, quién más ?!
Sus mejillas se ponen rojas. Traga su mordisco antes de responderme.
-Qué decir, veamos. Tengo 23 años, me licencié en psicología este año. Tuve suerte de que el Dr. Haddock se jubilara, por lo que se ofreció a hacerse cargo de su práctica.
Todo esto es muy banal y no me importa un poco, pero conocer a Elsa mantiene alejados a mis demonios y, extrañamente, me hace mucho bien.
Por una vez puedo vivir casi con normalidad. Puedo salir de mi burbuja de soledad y conversar sin pensarlo dos veces o simplemente por interés.
Quiero continuar esta conversación. Quiero entender a esta joven que parece tan frágil.
-¿Por qué elegiste la psicología?
Su sonrisa se evapora. Ya no ver este brillo me duele por ella, pero quiero entender quién es ella.
-Supongo que quería corresponder.
Su respuesta me deja dubitativo. Una serie de preguntas pasan por mi cabeza. Como siempre, respondió lo que menos esperaba. Estoy a punto de continuar mi interrogatorio cuando ella me precede.
-Y a qué te dedicas. Nunca hemos hablado de eso todavía.
Empujo hacia atrás el plato que apenas toqué a excepción de los rollitos de primavera y respondo con picardía.
-Tus ojos todavía no han revisado mi archivo, veo.
Ella también empuja su plato vacío y me responde, mirándome casi con torpeza.
-Estoy esperando la respuesta a algunas de mis preguntas para tener el placer de leer el informe del Dr. Haddock.
Paso una mano por mi cabello incómodamente.
-No soy un gran conversador.
Una risa irónica se escapa de sus labios carnosos.
-Me di cuenta de eso vagamente. Pero al menos responderás a mi pregunta, ¿verdad?
Observo los pequeños arabescos dorados dibujados en una esquina del mantel rojo, sopeso los pros y los contras y resuelvo darle esta respuesta.
-Tengo varios trabajos. Trabajo en una tienda de comestibles, Fairway Market, por la mañana y, si no el resto del tiempo, soy guardia de seguridad en Kmart en Midtown.
Una sonrisa compasiva cobra vida. En el fondo, me alegro de haber alejado la ira de su rostro.
-¿Y tienes pasiones?
Trago mi suspiro. Había olvidado que esta joven es muy habladora.
-La cocina.
Sus rasgos se iluminan. Se sienta en su silla y la acerca a la mesa con un chirrido desagradable para el oído.
-Ah si ? ¿Y has estudiado en este campo?
Una sensación de malestar se apodera de mí. Hablar de mi pasado es doloroso.
Me obligo a responderle porque no quiero romper esta atmósfera amistosa que se ha asentado entre nosotros.
-No.
Su frente se arruga. Agarra un mechón de su cabello rubio entre sus dedos.
Se muerde el labio inferior como si buscara sus palabras.
Abre la boca varias veces y termina cerrándola.
- Hazme tu pregunta.
Elsa me mira. Una sonrisa tímida se congela en su boca.
-Uh… no entiendo por qué no he estudiado en el campo que te agrada. Creo que hoy en día tenemos la posibilidad de estudiar que nos guste así que ... uh aquí no entiendo del todo.
Balanceo mi cabeza de lado a lado con una sonrisa en mi rostro. Esta mujer habla demasiado. Y su pregunta me pone en una posición incómoda. Así que utilizo este breve resumen en mí para evitar responder la pregunta.
-Eres muy hablador. Es extraño que hayas empezado una profesión basada en escuchar y no en hablar.
Ella ríe. Mi corazón vibra.
-Probablemente tengas razón. Pero las apariencias a veces engañan.
Por enésima vez su respuesta me da escalofríos directamente.
Un flujo interminable de preguntas abruma mi cabeza.
Si yo fuera como ella, le haría cada una de mis preguntas una tras otra.
Nos miramos durante un tiempo que me pareció que duraría siglos.
Nos interrumpe la pequeña morena de ojos rasgados que se aclara la garganta en voz alta para avisarnos de su presencia.
Dejamos ir nuestra mirada. Elsa tiene una pequeña sonrisa tímida en su rostro mientras que yo soy perfectamente impasible.
El que rompe el estado de ánimo coloca una pequeña bandeja plateada en la esquina de la mesa. En este tablero, dos pequeñas galletas de la suerte luchan en duelo.
Sin darse cuenta, la morena desapareció tan rápido como apareció.
Elsa agarra la galleta de la izquierda y yo agarro la galleta de la derecha.
Admiro a mi psicólogo.
Se escuchan dos crepitaciones al mismo tiempo.
Los finos dedos de Elsa agarran el pequeño trozo de papel doblado por la mitad en el interior.
Su voz suave y tranquila llega a hacer vibrar mis tímpanos.
- "El amor es la única fuerza que puede detener a un hombre en su caída"
Bajo mi mirada hacia la galletita.
Agarré el papelito con cierta dificultad, lo desdoblé.
Como Elsa, leí en voz alta el mensaje de mi galleta de la suerte.
- "Las heridas del cuerpo se cierran, las del alma permanecen siempre abiertas. "
Dejo el papelito sobre la mesa.
Un hueco en mi corazón emerge lentamente.
Esta frase tiene mucho sentido.
Levanto mis ojos perdidos hacia Elsa.
Ella también está en las mismas condiciones que yo.
Le sonrío lentamente, ella me devuelve la sonrisa.
Tomo el papelito entre mis dedos. En el mismo gesto, ambos lo ponemos.