
Oscura alma de ángel (Libro 1)







Sinopsis
"No vayas ahí, no. No vayas ahí a menos que tengas una razón. De lo contrario, el monge te echará, él no comparte su cementerio. Él no comparte su fantasma". "Oye, tan solo haz silencio y escucha. ¿Lo oyes? ¿Puedes sentirlo? Esa voz... hay un fantasma en el cementerio. Ella grita todas las noches pidiendo ayuda, dicen que si entras allí durante la noche, ella consumirá tu alma y dejará una rosa negra en su lugar". "¡Josie! ¡Josie! ¿Por qué tenías que irte?". Serie "Saliendo de la Oscuridad" 1. Oscura alma de ángel. 2. Hija de la Oscuridad. 3. Tormenta de Antaño. 4. La gitana en el espejo (Proximamente).
Sinopsis
¿Un cuento de hadas? ¿Uno de fantasmas, de brujas, ángeles o demonios?
El mío sería distinto... tan diferente; pero no era un cuento, era real, mi vida, mi muerte.
Aun no entendía por qué había llegado aquí, qué tenía que ver yo en todo esto y por qué no podía morir como una persona normal.
¿Una oportunidad de volver a la vida, o una condena eterna?
Salir de la oscuridad estaba en manos del amor; pero mientras la esperaba tenía una condena, vagar como un ser invisible por las tierras misteriosas del lugar de triste lamentos y voces calladas.
Un antiguo cementerio en el mas recóndito lugar de aquel pequeño pueblo, ese que me vio nacer, el mismo que me vio morir.
Solo había una persona en el mundo que podría encontrarme, verme y escucharme, mi novio; porque para el amor nada es imposible, es el único que podría sacar mi cuerpo del cementerio, el que estaría escondido bajo mi mismo poder, sí, yo misma tendría que luchar contra él, contra mi propio novio, el que salvaría mi vida; pero era mi única posibilidad de volver a vivir.
Hace tan solo media hora desperté al lado de mi cuerpo inconsciente; ahora había dos de mí, pero era diferente, en tan solo unos segundos me daría cuenta de ello.
Me levanté de aquella fría mesa de piedra, no recordaba absolutamente nada, aun no lo sé. Miré aquel lugar, una imponente ruina cayendo a pedazos, ocultando aún más un gran misterio dentro de sus paredes.
En medio de cada tabla una pequeña luz titilaba, al acercarme pude verlo perfectamente, una pequeña candela que no se consumía al paso del tiempo. Entre las heridas de cada escombro, la luz blanca de una luna llena se escurría abriendo paso, creando un tenebroso ambiente.
Miraba mi cuerpo sobre la piedra negra, me veía como un ángel, inconsciente envuelta en mantos blancos. Podía admirarme a mí misma, lucía hermosa como nunca me había visto; pero caminaba fuera de mi propio cuerpo y aun no me explicaba qué hacía aquí.
Levanté mi mano, pude ver mi piel, era tan blanca como un papel, vestía un largo vestido negro y mi cabello caía hasta la cintura del mismo color.
Caminé buscando una salida, pero no encontraba alguna.
Golpeé la pared gritando con desesperación, pero nadie respondía.
¿Qué era este destino? ¿Por qué me hallaba aquí?
Tras mis preguntas, aquella voz me cautivo, la dueña de mis respuestas.
―Yo puedo responder su pregunta ―dijo metiéndose en mi mente.
Volteé con rapidez para encontrarme con el misterio tras de mí. Ella vestía igual a mí, una larga ropa negra, sus labios estaban morados, secos, la tez blanca tal cual el papel; igual a la mía.
― ¿Puedes? ¿Quién eres? ―dije.
―Soy la guardiana del lugar de tristes lamentos, llegó mi momento de partir y tú serás mi relevo ―respondió ella.
― ¿Te irás? No lo entiendo.
―Mi cuerpo ya fue encontrado; pero moriré porque no tengo salvador.
― ¿Por qué debo ser yo? ¿Qué hago aquí?
―Sígueme ―dijo, abriéndose camino por las paredes.
No entendía cómo podía hacerlo, atravesar las paredes como si no fuera más que neblina; yo no había sido capaz de eso hace tan solo unos segundos, de encontrar una salida. Ella estaba equivocada, yo no era una de las suyas.
Su fría mano atravesó la pared atrapándome con ella y me haló de esta haciéndome atravesar con ella aquella pared de madera.
―Eres capaz de muchas cosas, solo debes aprender a utilizar tus poderes ―mencionaron sus labios fríos.
―Tal vez yo no sea tu relevo. ¿Acaso quieres morir? ―dije retrayéndome de su mano.
―Hasta morir es mejor que esto, sígueme ―me ordenó.
Pude ver su paso, conciso, firme, experimentado, este era su territorio.
La mismísima hierba se abría a su paso, si uno de ellos la llegaba a tocar, se secaba sin tiempo ni razón.
Me detuve un segundo admirando el pasillo creado entre árboles, de árbol por medio, una gárgola se asomaba de un lado y del otro lado un imponente querubín de piedra blanca corroído por la humedad. Me incliné arrancando de sus raíces una flor y pude comprobarlo por mí misma, aquel ser vivo murió en mis manos, se secó con impotencia.
―Todo ser vivo que toques morirá ―dijo al mirar mi curiosidad.
― ¿Por qué? ¿Por qué tiene que ser así?
―Durante el día serás invisible hasta para ti misma, solo entonces podrás tocar a los humanos sin que ellos mueran en tus manos; porque tu trabajo será infundir tranquilidad a aquellas almas abatidas qué visitarán a las personas que ya no son.
Aquella chica tenebrosa dio media vuelta continuando con el paso, la seguí sin interrupciones. Al salir del bosque pude ver cómo la luna se situaba perfectamente sobre las lapidas del cementerio, iluminando cada ángel de piedra con su luz.
Aquella chica se manejaba entre lapidas con elegancia y rapidez, sabía qué paso dar y cuál retraer.
Por fin se detuvo frente a una lápida... la mía.
―Josie Shäfer, amada novia y hermana ―pronunciaron sus labios―. ¿Eres tú?
Me incliné cayendo de rodillas sobre el pasto, tocando mi nombre grabado en el mármol de la lápida con la yema de mis dedos, era yo.
¿Hace cuánto se suponía que estaba aquí?
―17 de diciembre de 1999 ―leyendo la fecha de mi defunción―. ¿Qué fecha estamos?
―13 de mayo del 2000 ―calculó ella, levantando su vista a la luna― Es lo que dicen las estrellas, exactamente cien años de mi defunción.
― ¿Pasaron cien años para que encontraran tu cuerpo?
―No exactamente.
― ¿Podría pasarme lo mismo a mí? ―continúe con nerviosismo.
―Todo depende de las cosas.
― ¿Pero si estoy muerta que hago aquí? ―pregunté una vez más.
―Aun no lo estás. Tu cuerpo está protegido, solo que tu alma esta fuera de él, alguien debe sacar tu cuerpo de aquí para devolverte el alma, solo así podrás volver a vivir.
―Pero tu morirás... ¿No eres igual a mí? ―sentía compasión por ella, y su destino también podía ser el mío.
―Fuimos personas diferentes, yo no tuve salvador, tú si lo tienes ―dirigiendo sus ojos a la palabra novia en mi lapida.
―Georg... ¿Él es mi salvador?
―El amor es el único que puede abrir los ojos y oídos ante un espíritu, él será el único que podrá verte, escucharte, encontrarte, por lo tanto, salvarte.
―Algo me dice que todo esto aún no termina ―dije poniéndome de pie ante la guardiana.
―No puedes recordar nada de tu vida anterior mientras seas la guardiana. Protegerás tu cuerpo, tratarás de impedir que tu novio saque tu cuerpo de aquí.
―Pero él debe sacarlo de aquí o moriré. ¿Por qué debo impedirlo?
―Tienes que proteger tu cuerpo de toda persona que intente sacarlo, al no recordar tu vida, jamás recordarás a tu novio; pelearás con él de ser necesario para cumplir con tu trabajo.
― ¿Por qué yo? De todas las chicas en el mundo. ¿Por qué yo?
―Tu lapida fue puesta en el cementerio sin enterrar tu cuerpo ya que no fue encontrado, eso te hace la guardiana, hasta encontrar alguien más o acabar con la maldición, si él te libera no habrá más consoladoras.
―Pero, ¿cómo llegó mi cuerpo aquí?
―No lo sé. Tan solo apareciste con la luna.
― ¿Y tú? ¿Por qué estás aquí? ¿Recuerdas tu vida?
―No ―dijo y sonrió con alivio.
La expresión de su rostro me confundió, ella parecía estar aliviada de no saber cómo había llegado a ser la guardiana; no sabía quién había sido, qué había vivido o cómo había muerto. Mirarla me traía confusión y miedo, miedo al saber que este sería mi destino.
― ¿Confías en el amor?
―Confío en Georg ―afirmé sin dudas.
― ¿Crees que después de cinco meses aun te recuerde y continúe buscándote?
Me incliné nuevamente tocando mi lapida en las palabras: "Amada Novia".
No lo dudaba, sabía que él me buscaría hasta el final, sus ojos verdes jamás me olvidarían. Él siempre fue mi ángel guardián, estuvo siempre junto a mí cuando más lo necesite.
Sabía que esta no sería la excepción.
―No lo dudo Guardiana, sé que él aun lo hace―dije convencida.
― ¿Aceptarás la condena dejando todo en manos del amor?
Ahí estaba de nuevo.
El principio de mi condena, pensaba en las condiciones, el precio que pagaría. Desconocimiento de mi vida o quién era, la soledad, vivir vagando por todo el tiempo necesario entre lapidas de personas que alcanzaron su muerte bajo la luz de la luna; desconociendo aun aquellas todas las demás condiciones de las que no se me habían hablado. Pero confió en él, sé que lo logrará.
―Sí ―asintiendo―. Acepto.
Aquel espíritu me dio su mano en forma de cerrar nuestro pacto.
―Llegó mi hora de descansar ―dijo sonriente―. Tu trabajo empieza al salir el sol, tienes tiempo de rogar porque él te encuentre hasta que el sol te alcance y el desconocimiento te domine. ¡Buena suerte!
Aquel ser soltó mi mano, y me dejó una última sonrisa antes de que un fuerte viento huracanado hiciera que ella se desboronara como arena en pos de las corrientes de aire, yéndose con ella en su poder.
No sabía cuánto tiempo quedaba para mí, al mirar al horizonte entendí que estaba más cerca de lo que pensaba.
Las primeras luces del sol empezaban a rayar el alba, el amanecer había comenzado y con ello el dolor de mi condena.