Capítulo 3
Narra Jackson.
Elizabeth se aleja, pellizcando su labio entre sus dientes, saboreando mi toque. No tiene palabras, no esperaba que las tuviera, pero está todo en su expresión. ¿Me estás tomando el pelo?
—Para nada— sus fosas nasales se ensanchan. Hasta esta mañana, nunca había conocido a una mujer que pareciera indignada ante la idea de que me la follara hasta que su coño no pudiera aguantar ni un centímetro más. El hecho de que este se burle de mi propuesta hiere mi ego.
—Diría que un pagaré en la forma de ti chorreando alrededor de mi polla es más beneficioso para mí que un auto que se va a apagar. Te rendirás, Elizabeth, pero no hasta que ambos estemos bien jodidos y satisfechos.
—Gracias, pero no, gracias— dice bruscamente, poniéndose de pie de un salto, sus firmes tetas rebotando en su ajustada camiseta rosa—.Voy a encontrar otra manera.
—Quiere algo a cambio de nada, Elizabeth. No creo que descubras mucho.
Justo cuando me pongo de pie, ella gira hacia mí. Su delicioso cuerpo choca contra el mío y la apoyo con mis manos. Para alguien que acaba de derribarme sin pensarlo dos veces, seguro que se está tomando su tiempo para salir de mis brazos, así que me aprovecho de nuestra posición. Mis dedos se deslizan por su espalda hasta su trasero.
Personalmente, soy un hombre de senos, pero el trasero de ella... También puedo imaginar mi cara enterrada allí. Ella se balancea ligeramente, un pequeño grito escapa de su garganta.
—Señor Ferrari... por favor.
—Te deseo—digo.
—No puedes querer a alguien que ni siquiera conoces— argumenta. Y no puedes esperar que te quiera cuando no sé nada de ti.
—Pero ya estás mojada para mí, ¿no?— con las mejillas en llamas, aparta la mirada de la mía pero no se aparta de mis brazos. Muevo nuestras caderas juntas. Estoy bendecido, no, joder siendo modesto, tengo una gran polla que nunca ha fallado en conquistar y complacer, y un escalofrío la recorre.
—Te daré más que cualquier hombre que alguna vez haya tocado ese dulce coño— prometo. Ella cierra los ojos. Separa sus labios. gemidos—.Te follaré tan bien, tan fuerte que olvidarás que hay vida fuera de mi habitación.
Sus ojos se abren. Ella me corta con una mirada enojada y luego espeta,
—¿Y déjame adivinar? ¿Siempre consigues lo que quieres?
—Siempre.
Pequeñas manos empujan mi pecho y ella se aleja de mí.
—Lamento decepcionarte, pero no estoy en venta.
—Todo está a la venta— respondo. Agarra su bolso de su silla y camina hacia la puerta—.Especialmente si es algo que deseo.
Las llamas bailan detrás de sus ojos verdes cuando se gira por última vez para mirarme.
—No obtendrás nada—dice saliendo de mi oficina.
Vuelvo a mi escritorio, levanto el teléfono para llamar a Mateo, mi jefe de seguridad. Quiero saber todo lo que hay sobre Elizabeth White y lo quiero hoy.
***
Mateo irrumpe en mi oficina media hora más tarde, cargando una carpeta manila y sonriendo como si le acabaran de chupar la polla.
—Acabas de ajustar cuentas con Teresa en contabilidad o tienes lo que pedí—le digo conociéndolo.
—He estado follando con Teresa durante las últimas dos semanas—responde. Arquea una ceja y asiente con su brillante cabeza calva hacia su carpeta—.Aqui esta lo que me pediste.
Conozco a Mateo desde hace veinte años cuando lo conocí en un internado. Era pequeño entonces, un saco de boxeo para los mayores, pero no tuve ningún problema en joder algunas caras para defenderlo. Es el hijo de puta más inteligente que conozco y, gracias a un estricto régimen de ejercicios, parece que se comió a su antiguo yo cuatro o cinco veces. Es un experto en todos los oficios, así que cuando me hice cargo de este negocio, fue la primera persona a la que llamé para trabajar conmigo. Nunca me he arrepentido de esa decisión, y días como este me recuerdan que probablemente nunca lo haré.
—Eso fue rápido—le digo.
—Soy el mejor—.Deja caer la carpeta frente a mí—. Nunca olvides esa mierda.
—No podría si lo intentara —murmuro, abriendo la carpeta—.¿Alguna cosa buena?
—Estudiante puramente de oro, la mejor de su clase. Acaba de terminar su segundo año en la Universidad de Valle donde se está especializando, nunca lo adivinarás.
—Negocios—digo secamente.
Él asiente.
Parece que Elizabeth quiere hacerse cargo del restaurante de su abuelo algún día. Le encanta comprar chocolate y ver Netflix. Estoy bastante seguro de que daría lo que fuera por follarla.
— ¿Ella está saliendo con alguien?—pregunto.
Mateo se ríe sugestivamente.
—Todavía no, pero tiene mucho interés.
Me encuentro con su sonrisa con una mirada aguda.
—¿Qué diablos se supone que significa eso?
—Última página, amigo mío—no sé por qué no puede decírmelo, pero hojeo la hoja final de la carpeta. Es una impresión granulada de un sitio web llamado Subastas Oline y la foto candente de una candente chica empapada en bikini no es otra que Elizabeth.
Rechine los dientes, lanzo la página de regreso a mi escritorio.
—¿Ella es una escort?—pregunto.
—No. Una virgen. Y ella lo está vendiendo—Mateo pronuncia en exceso cada sílaba, lo que le da a la conmoción suficiente tiempo para que me atraviese. Una virgen. No es de extrañar que Elizabeth se estremeciera y se sonrojara en mis brazos. Había rechazado mi oferta solo para exhibirse ante todos los hombres con mucho dinero. La furia me hierve la sangre mientras Mateo continúa: —.Pasé su foto a través del reconocimiento facial y apareció este sitio. Ese coño acaba de salir a la venta y ya tiene ofertas. El precio del usuario Ben01 es de 60, 000 mil dolares.
Dejo mi atención en el temporizador de cuenta regresiva en la página, solo quedan cuarenta y cuatro horas en el momento en que Mateo imprimió esto, y los comentarios de algunos usuarios decian: ¿Anal o no? ¿Estaría interesado en hacer de esto una situación permanente?
—Eso no va a suceder—siseo por lo bajo. Ellos pueden comerse una polla porque ninguno de los dos descubrirá lo glorioso que es el trasero de Elizabeth.
—¿Entonces, cuál es tu plan?—Mateo acomoda su cuerpo gigante en la silla frente a mi escritorio. Cuando abro mi computadora portátil para buscar el sitio y mi... virgen, se ríe—.Ah, mierda, Jackson no me digas que vas a pujar por ella en la subasta.
No respondo. Nunca he pagado para mojarme la polla, y estoy seguro de que nunca habría considerado tirarle dinero a alguien que me debe, pero ahora que sé que ella no ha sido tocada, su coño está casi vendido. ¿Porque Elizabeth? Ella simplemente será mia y de nadie más.