Capítulo 1: Pueblo
—Bienvenidos a Nashville —mi hermana mayor Lara lee el enorme letrero que hay en la carretera diciendo el nombre de este pueblo. Estaba escrito con letras amarillas y en una tabla enorme color café.
Rodé los ojos para mí misma y me digné a ver por la ventana. Había niebla en el bosque, estaba segura de que cuando saliera del auto haría frío. Aquí dentro no lo sentía por la calefacción.
—Es difícil dejar todo de un día para otro, Lev, pero estoy segura de que lo podremos hacer. Somos un equipo las dos y estamos buscando lo mejor para ambas —mi hermana se había hecho cargo de mí cuando yo tenía diez años y ella apenas 16. Mis padres habían muerto en un accidente de tránsito y había sido el peor año de todos.
Es decir, estaba pequeña cuando todo eso pasó pero lograba recordar ciertas cosas.
—Ya lo sé, Lara —me sobé la sien. Ella había dicho que la habían transferido al hospital de Nashville, mi hermana era enfermera y hasta hace poco se había graduado. Sin embargo, ella tenía que ir a donde la mandaran.—
Mientras nos acercábamos al pueblo logré ver el cine, logré ver las casas, los autos, los semáforos, los restaurantes; pero también miré a lo lejos una más o menos grande preparatoria. Será en donde vaya a estudiar.
—La casa que renté está a unos metros de aquí —me dice—cerca del camino que lleva al lago.
—¿Hay un lago? —me sorprendí, este lugar me parecía friolento, estaba segura de que saldría humo de mi boca cada vez que hablara. Es más, como estábamos cerca de Diciembre, en algunas semanas más empezaría a nevar. Era principios de Octubre, así que lo que se miraba era carteles de miedo y casas decoradas con cosas de halloween. Me parecía un pueblo en donde se practicaba brujería y habían cosas místicas.
—Así es, sabía que te gustaría. El lago quizás está a unos metros más de la casa.
Al menos algo bueno había salido de todo esto. Lara llega a una casa blanca de dos pisos y se estaciona. Como ella dijo, había un camino que daba al centro del bosque a unos metros, también había un pequeño rótulo que decía "lago".
—Llegamos.
Noté que habían tres niñas jugando a la cuerda en la casa vecina, ellas usaban vestidos blancos y dos coletas en el pelo. Cantaban algo. Salí del coche y cerré la puerta tras de mí.
—1, 2, 3 no salgas después del atardecer; 1, 2, 3 o el lobo te va a comer —cantaban las niñas. Me pareció que no era una canción adecuada para niñas de su edad ¿si quiera sabían lo que significaba? —La noche trae la luna llena y con ella vienen las penas —seguían cantando mientras una niña brincaba en la cuerda y las otras dos la movían. Pero de pronto ellas se detuvieron y me miraron fijamente.
Parpadeé varias veces sin saber qué hacer, es donde me di cuenta de que ellas eran trillizas. Eran idénticas. Elevé mi mano y las saludé, sonriéndoles un poco. Pero ellas no dejaron de estar serias por unos segundos y después volvieron a jugar y a cantar esa misma canción.
—Haz caso a tu mamá y no salgas al más allá.
¿Más allá? Qué extraño.
—Lev, ayúdame con las maletas por favor —me pide Lara, ella abrió la cajuela del coche y se llevó dos maletas grandes para la casa. Me acerqué a la cajuela y saqué una maleta, pero cuando la puse en el piso el ruido de coches me hicieron ver hacia la carretera. Venían tres coches estilo jeeps allí, eran negros y los vidrios eran oscuros. Sentí como que pasaron en cámara lenta, pero mi mirada se había quedado en el primer coche, en el asiento conductor para ser exactos. Sentí que el conductor también me miró. Y fue una sensación extraña.
Cuando los autos pasaron y se adentraron al camino que dice "lago" volví a tomar la maleta y me dirigí adentro de la casa.
—Tu habitación está en la última puerta —me dice Lara, bajando las escaleras y saliendo de la casa en dirección al auto. Seguramente traerá más maletas.
La sala era grande, había un televisor cerca de una ventana que daba al bosque. Habían dos sofás en frente; había una mesita pequeña en medio también. Las escaleras estaban a unos metros frente a la puerta principal y a mi derecha, cerca de las escaleras, estaba una puerta que supongo daba a la cocina. Subí las escaleras con cuidado y caminé por el pasillo hacia la última puerta. Entré a la que se supone que era mi habitación y dejé las maletas en el piso. Era más o menos grande. Había una cama en medio, una mesita de noche cerca de la cama; había un escritorio cerca de la ventana que daba al bosque, había un espejo cerca de una puerta que supongo era el baño. Y un ropero más o menos grande en una esquina.
La habitación no estaba tan mal. Pero extrañaría la mía. Extrañaría mi casa, a mis amigos, mi hogar. Sin embargo, ahora tendría que acostumbrarme a esta nueva vida. A vivir en un pueblo tan desconocido para mí y tan raro. Porque Nashville era raro, para empezar: esas niñas se sabían una canción más o menos escalofriante.
Caminé hacia la ventana y miré hacia el bosque. Desde aquí se podía ver el camino que los autos de hace unos minutos habían tomado para "el lago" y más lejos se veía el lago. Sonreí para mí misma porque desde mi ventana veía el lago a lo lejos. El camino doblaba antes de llegar al lago, pero no podía seguir viéndolo porque los árboles me lo impedían. Era hermoso el lugar, era hermosa mi vista.
El escritorio que estaba cerca de la ventana estaba vacío, así que lo moví y lo puse frente a la ventana para que cuando tenga que escribir esté viendo esta hermosa vista. Me dará inspiración para mis libros. Me gusta escribir, pero me inclinaba más en los géneros de fantasía y misterio. Me llamaban mucho la atención. Tenía varios libros escritos pero jamás los publicaba. Siempre había sido tímida. Quizás los publique un día pero bajo un seudónimo diferente a mi nombre.
—¡Lev, hay que cocinar! —escuché el grito de mi hermana en la planta baja. Rodé los ojos y salí de mi habitación. Bajé las escaleras y me adentré a la cocina. La cocina era grande, tenía un desayunador, cuatros sillas y todo lo demás que hay en una cocina. —Me acaban de llamar del hospital —me dice Lara optando un tono más serio—Ellos quieren que empiece hoy y que haga el turno de la noche.
—¿Es broma? —me crucé de brazos— Es la primera noche aquí y me dejarás sola.
Genial, no conocía este lugar y ella me dejaba sola en la noche. Para ser sincera, este pueblo me parecía escalofriante.
—No tengo elección —dice— Es trabajo, Lev —ella saca unos huevos de la caja que habíamos traído.
—Está bien —acepté después— Es solo que este lugar me da como miedo.
—Lev, eres la persona más valiente que he conocido, sé que estarás bien. Además, tenemos vecinos. —Lara saca un sartén y lo pone en la cocina.
—¿Qué tiene con que tengamos vecinos? —le pregunté.
—Que si pasa algo ellos te podrán ayudar, ¿no crees?
No estaba segura de que si pasa algo mis vecinos me puedan ayudar. Tenía ese presentimientos de que aquí la gente era extraña y que no se meterían en problemas por nadie más. Yo solía ser muy intuitiva y mi intuición nunca fallaba.
—Está bien, vete tranquila. ¿Te ayudo a cocinar? —me acerqué a ella, tomé los fósforos y encendí la cocina.
—Claro, cocina primero cinco huevos. Yo iré a buscar la otra comida al auto.
Lara sale de la cocina, yo me dediqué a cocinar los cinco huevos revueltos. En el fondo tenía un poco de miedo porque me quedaría sola en esta enorme casa, tenía un presentimiento de que no me iría nada bien. ¿Por qué? En primera porque estábamos en Halloween y en segunda, bueno, los niños de hoy eran muy traviesos y sabía que intentarían asustarme para darme la bienvenida.
O al menos eso creía.
Dejé de pensar cosas locas y solo me dediqué a cocinar los huevos.