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03: ¡Ustedes la mataron!

La castaña había tenido noches malas, pero la que había tenido con las pesadillas de ser ella misma la mujer a la que apuñalaban sin piedad, subía al top de las peores.

Jack la mira con horror, abriéndole la puerta del carro.

—Santa virgen, ¿en dónde quedó tu positivismo?

—En el caño. Tú ganas, no iré.

Antes de que Eva salga del auto su amigo la toma por la muñeca y pone su cara seria, dándole a entender que ella debe subir.

—A mi jefe nadie le queda mal. Ni siquiera su propia esposa. Nunca.

—De acuerdo.

Aunque no le importa demasiado molestar a una persona que no conoce realmente, sabe que debe ser responsable y agradecida con el tiempo tan limitado del jefe de su amigo.

—Su tiempo es oro.

—Lo sé, me lo has dicho desde que nos conocemos.

Jack suelta una risita nostálgica mientras pasa una mano por su cabello, conteniendo las ganas de decirle algo que lo consume.

—¿Te puedo decir...?

—Dímelo ya. —Eva echa la cabeza hacia atrás.

—¿No tenías algo mejor que ponerte?

—¿De qué estás hablando? Es mi mejor ropa.

—¿Tú mejor...? ¿QUÉ?

—Pues lo siento, ¿de acuerdo? No es mi mejor ropa pero es lo que tuve ánimo de ponerme porque ¿adivina qué? ¡Tengo tres horas para desalojar el apartamento!

Aquello le había caído como un balde de agua fría la noche anterior cuando, desesperada por entrar a su hogar para sentirse segura, consiguió aquél papel de desalojo en la puerta.

Lógico. Presentó una renuncia y por ende cortaron los beneficios que la compañía le daba, y con ello la permanencia gratis en ese lugar.

—Pues qué bueno, ya no tengo que preocuparme por un posible hurto a mi persona viniendo de nuevo a este cuchitril.

—¿Es en serio, Jack?

Él ríe un poco.

—Tranquila, si mi jefe te da el trabajo jamás tendrás que preocuparte por nada más. Te lo prometo. Serás la mejor versión de ti.

Ella asiente, sintiéndose bastante negativa por todo lo que le ha estado ocurriendo.

Tal parece que la vida no quiere que ella sea feliz, mucho menos su mejor versión.

¿Qué tanto mal podría haber hecho en su otra vida para pagarlo de esa forma?

En cuanto termina de formular la pregunta anterior en su cabeza, sus ojos se abren de par en par ante la mansión del famoso matrimonio Keller.

Su amigo le abre la puerta pero ella no puede mover un músculo porque esa mansión solo parece sacada de la televisión.

—¿Qué hacen tus jefes para tener todo esto...?

—Salvan a la humanidad, Eva. Crean vacunas y medicamentos exitosos. La pareja explosiva de químicos, los Keller.

Cuando su amigo le hace una seña para que camine hasta la mansión ella sabe que debió prestar más atención a la ropa que debía ponerse porque fácilmente con ese aspecto que tiene puede parecerse a la mujer que en este momento riega el jardín.

El timbre es tocado y antes de que pasen cinco segundos una cara amable se hace ver en la entrada de la casa.

—Joven Jack, señorita, adelante. —El mayordomo  los hace pasar.

Eva queda con la boca abierta al ver en la entrada un perfecto arco brillante, hecho de... ¿oro? Imposible, no pueden tener el oro de esa forma, ¿o sí?

—Sí, es oro —Jacky le susurra.

La castaña se siente abrumada por la cantidad de cosas lujosas que se ven dentro. Y no quiere imaginar siquiera cuánto dinero tiene esa familia porque además del arco de oro, la colección de fotos de diferentes autos lujosos, helicópteros y yates con la marca Keller le da mucho a su imaginación.

—Jack, a tiempo. —Una voz dentro del despacho hace que a Eva se le erice la piel.

—Eva, entra, no muerden.

Eva pone un pie dentro dirigiendo primero su mirada a su amigo con una sonrisa tímida, y cuando ve al hombre sentado en el escritorio y a la mujer en la silla detrás  del escritorio su garganta se seca.

—¿Estás bien, linda? —la mujer habla—. Parece que viste un fantasma...

—¿Eva?

Jacky toca su hombro, preocupado, y ella ve al matrimonio fijamente.

¡Son ellos! ¡Ellos son la pareja que asesinó a la mujer anoche!

Quiere decir algo pero antes de hablar, el hombre imponente y de aura oscura se le acerca.

—Mucho gusto, ¿Evangeline? Mi nombre es Magnus Keller. —Toma su mano para darle un beso corto que la deja congelada—. Y esa mujer hermosa de allá es mi esposa, Irina Keller.

Eva sabe que está en problemas cuando asiente lentamente y nota la mirada de Irina en su muñeca derecha, porque allí tiene el otro juego de las pulseras que hizo con su madre. Y justo sobre el escritorio, al lado de un lapicero, está la pulsera que perdió anoche.

—Jack... ¿podrías dejarnos a solas con Eva?

El amigo de la chica aunque preocupado por el silencio de Eva, sabe que no puede pasar nada malo con los Keller, así que sale del despacho cerrando la puerta.

—¡Ustedes la mataron!

Magnus tapa su boca acorralándola con rapidez en la pared cercana, viéndola con una mirada que ella jamás ha visto en su vida.

Siente el corazón en su garganta, y él puede sentir las palpitaciones de la chica en sus labios al estar en contacto con la palma de su mano.

Para él es tan excitante que quema.

—Amor, necesitamos ayuda. —Magnus ve a su esposa. Y Eva jura que la mataran aquí mismo.

Irina se levanta de su asiento mirando con mucha atención la escena porque también le gusta. Le gusta ver la mirada confusa y llena de terror de esta chica que no conoce.

—Niña. —Pasa una de sus uñas por el cuello de Eva—. Lo que has visto, no es lo que crees.

Eva intenta zafarse de la atadura del hombre, pero él la tiene tan atrapada y es tan fuerte, que no puede con él.

—Telma, amor, ¿puedes entrar?

Magnus ve los ojos de Eva, asustados, quita con su pulgar una de las lágrimas que corren por las mejillas de la chica, y suspira cuando Telma entra y Eva pierde el aliento.

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