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5. Zapatillas blancas

Capitulo 5

Ella asintió, siguiéndolo a través de los largos pasillos. Podía ver, Esteban en su mano izquierda, llevaba su estropeado vestido.

Hasta que llegaron a la parte de la cocina, él dejó el vestido depositado en la mesa.

Sacó una gran olla de aluminio, bajo su mirada atenta y curiosa.

Briana, no entendía muy bien el propósito de aquella olla.

Siempre, había lavado todo en el lavarropa automático, ni siquiera se había interesado en siquiera refregar alguna mancha difícil de salir, porque no las había.

Siempre había estudiado, y nunca había hecho un trabajo que requiere mayor esfuerzo . Por eso siempre estuvo impecable, con su ropa moderna, sus zapatillas blancas inmaculadas.

Nunca se había preocupado, por un par de zapatillas sucias, y eso le hizo recordar que debería mirarse los pies.

Encontrándose con sus triste zapatillas blancas ahora de color oscuro.

Ahora se arrepentía.

Esteban, mencionó su desacuerdo a utilizar algo así en ese sitio. Pero había respetado aún así, lo que quería Brianna.

Recuerdo:

—Brianna ¿Zapatillas blancas? —preguntó confundido.

Ella Asintió y el la miró sin entender.

—Pero... en este lugar no te durará.

Pero al parecer, hoy ha sido de las mejores ideas que ella había tenido en ese momento. Porque ahora, no solo tenía un vestido estropeado, sino también unas zapatillas en la mismas condiciones.

No pudo evitar hacer un muffin, como fuera una niña. Él la miro divertida y le habló:

—Las limpiamos, descuida.

Brana, se dejó llevar por el.

Una hora más tarde, su vestido blanco ya se encontraba impecable y colgado en la parte de afuera. Sus zapatillas, estaban en las mismas condiciones, impecable e inmaculadas.

Mientras caminaba, a través de la granja: no pudo evitar notar que habían ovejas. Se acercó con curiosidad y empezó a acariciar una que era un corderito. El corderito le olfatió la mano izquierda, y ella intento reírse, aunque no le salió ningún sonido, en ese momento extraño se sintió feliz.

—Genial, encontraste la comida de hoy.

Y sin, un ápice de arrepentimiento: la mató.

Brianna se quedó completamente congelada, parada en su sitio. No podía decir nada, y aunque pudiera, no habrían palabras que pudieran salir de su boca. Se quedó completamente perpleja, ante la conducta de Esteban.

El se marchó, sin una pizca de arrepentimiento. Ella no sabía, si había exagerado un poco al reaccionar de esa manera.

Brianna en esa tarde, decidió estar lejos de él. No quería, acercarse.

Unas horas más tarde, niya removía con sutileza la comida con su tenedor. Aquella carne, tierna y jugosa, en ese momento no le apetecía en lo más mínimo. Por alguna razón, se sentía un poco confuso. Esteban por otro lado, no entendía muy bien la actitud de Briana.

"¿Por qué no querrá comer?"

Tampoco, sabía de qué manera preguntarle, no sabía si había hecho algo para que ella se encontrara en esas condiciones.

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Esteban, no entendía porque ahora su invitada, tenía ese rostro tan confuso y con una pizca de temor.

—¿Quieres mas jugo?

Antes de terminar aquella palabra, ella tomó la jarra y se sirvió sola.

Esteban, siguió la ruta de su mano y miro sorprendido; no obstante no dijo nada. El silencio tétrico, era silenciado por los cubiertos chocar entre sí.

Era un baile extraño de miradas, con volteretas y saltos de volumen.

Briana, no entendía muy bien

¿De qué manera afrontar aquella situación?

Aunque después de algunas horas, de procesar lo , su estómago empezaba hacer reclamo ante su protesta de no comer.

Mientras, ayuda a la limpieza a Esteban. Su estómago rugió.

Esteban inmediatamente la miró de soslayo, un poco confuso y con una ceja levantada.

—Tienes hambre —mencionó con una sonrisa, Brianna tragó saliva avergonzada.

Se había dado cuenta, que su invitada, no había probado ningún bocado. Aquello en parte, le pareció extraño. Puesto que Briana, era una mujer que comía bastante bien.

Por eso en ese momento, dejó de limpiar la mesa de madera, para acercarse a la nevera. Sacó un yogur, de frutilla y lo sirvió en un vaso de vidrio. Se acercó a ella y se lo extendió.

—Debes tener hambre, si quieres hornearé algo para tí.

Briana, lo miró sorprendida. Nuevamente, no parecía ser aquel chico que le había dado tanto miedo hace unos minutos atrás. Volvió a perderse , sus ojos claros y sin dudar tomó ese vaso de yogurt.

Minutos más tarde, ambos estaban inmersos en una preparación. Ella tenía alguna idea de cocina.

Aunque sus bizcochuelos, se trataban de los preparados; hechos de caja, bizcochuelos, siempre impecables, y rectos en los supermercados.

Su preparado era sumamente sencillo: tenías que arreglar unos huevos, leche y batir; te quedaba un perfecto y perfumado. Al igual que esponjoso.

Aquella preparación, que él estaba haciendo, distaba mucho de aquello que ella conocía.

Lo primero que él hizo, bajo la atenta mirada de brianna. Introdujo tres huevos grandes, y los batió por muchos minutos, hasta que se hicieron espumosos.

Después de aquel proceso, le echó una taza entera de azúcar blanca, le parece bastante dulce a decir verdad. A pesar, de sus pensamientos , siempre no pudo decir nada.

Volvía a batir sin parar, aunque no tenía una batidora eléctrica, sino que tenía un tenedor y su fuerte brazo.

—Mi... —hizo una pausa, Brianna lo observó moviendo la cabeza hacia un lado —me enseñó durante muchos años a preparar bizcochuelos, galletas, pastafrolas y demás preparaciones de postres. Creo que era una forma , de conocernos el uno con el otro, una especie de ritual del cual los dos estábamos muy entretenidos. Hasta que ella, ya no estuvo más en esta vida.

Briana cómo le hizo una seña:

"¿Por qué?"

—¿Por qué murió?

Ella asintio.

—Fue un poco extraño su muerte, siempre con papá y mi hermano nos alejabamos muchos kilómetros. Más adelante hay muchos montes, y a veces cuando vienen temporadas duras; dónde las heladas te congelan y no puedes comer; no te queda otra que buscar alimentos.

"En ese día, al parecer mamá se había preocupado por el frío que hacía. Nosotros estábamos en la búsqueda, de algún ciervo que nos pudiera dar alimento durante algún tiempo. Papá, le disparó de lleno en el corazón. Y dos niños, de 10 y 14 años, miraron con el dolor en el alma: su madre fallecida. Y no solo eso, nuestros sacos abrigados, quedaron empapados en su sangre . Por eso estaba más que seguro, que ella había ido corriendo, a buscarnos para abrigarnos."

"Lo siento"

—Yo.. también lo siento, era mi mamá.

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