Capítulo cinco *Hazme tuya*
Por un momento me quedo sin palabras. No sé qué responder a tal frase. Parece sacada de una novela romántica, de esas en donde la pareja vive feliz por y para siempre, donde no hay bárbaros que lastiman o un Lucian que intenta abusar de tu hermana. Allí donde los padres no te ofrecen como sacrificio para pagar sus deudas.
Una de esas novelas con finales apoteósicamente llenos de amor.
—Es una frase un poco trillada. —Me hago la fuerte, aunque siento que mi corazón está vuelto una mantequilla: derretido por ese desconocido. Sonrío ante lo que él me hace sentir.
—Trillada o no, has sonreído. —Se acerca un paso más.
Nuestras respiraciones se unen en silencio.
No puedo creer que esté tan cerca de un completo extraño en la oscuridad y que no tema ser asesinada. Todo lo contrario, mi sexto sentido me grita que puedo estar frente a él a ojos cerrados.
—¿Cómo sabes que he sonreído? No puedes ver nada. Yo no puedo ver nada.
—Me acabas de dar la razón sin darte cuenta.
—Muy listo. —Esta vez sonrío aún más.
—¿Siempre estás tan callada?, ¿o es que algo te tienen preocupada?
—¿Te interesas siempre por los sentimientos de las desconocidas que encuentras a orillas del lago? —contraataco. No me siento todavía en la capacidad de contarle mi futuro, el que inicia mañana cuando me case con Darío Magghio.
Reconozco que tengo miedo. Aún no sé ni cómo tener sexo. Aunque Teresa dice que es natural y que por instinto sabré qué hacer, el hecho de llevarme por los consejos de mi hermana menor no me dejan mucho para sentirme tranquila.
¿Cuándo se volvió Tere más versada que yo? ¿Cuándo me perdí su crecimiento?
—No suelo ver a desconocidas tan bellas a punto de lanzarse al lago.
—No iba a lanzarme al lago. ¿Crees que pretendía suicidarme? —Me sorprende tal maquinación. Jamás consideraría algo así.
Mis padres se han encargado de hacerme creyente y en estos instantes donde decidieron por mí, ya no sé si hubo un propósito divino para contraer matrimonio y alejarme del desgraciado de Lucian.
—No —se apresura él—, no te veo como un alma a la deriva.
—No hablas como si fueses de estos lares.
—¿Cómo se supone que deba expresarme? ¿Con palabras simples y carentes de sentimientos?
Me río con suavidad por el casi trabalenguas que soltó.
—No, solo digo que no pareces de aquí. Normalmente este pueblo está lleno de personas acostumbradas a verse cada día. Hay cosas que no se dicen —argumento por mi retrógrado pensamiento.
—No te disculpes. Creo que estás acostumbrada a que te traten como si fueses una más.
Mierda.
Ha dado justo en el punto.
Su manera de expresarse no es la que está incorrecta. Sus palabras e intensidad al decirlas no es lo que está mal... soy yo, la época y las personas que me rodean. Estoy varada en una vida sin sorpresas, excepto por mi casamiento con Darío. Eso sí que ha sido una sorpresa.
—Es refrescante escucharte hablar así. Lástima que no te conocí antes.
—Me conociste en el momento perfecto.
Este hombre de verdad que parece salido de una tarjeta de navidad y buenos deseos.
«Mi hombre perfecto». No sé en qué demonios pienso.
Esto no puede sucederme ahora, no cuando estoy a punto de casarme con otro hombre.
—Puedes llamarme loco —continúa él—, pero siento que te conozco. —Mi caballero misterioso dirige una mano hacia mi rostro y me quedo de piedra al ver sus intenciones; sus dedos recorren mi mejilla.
Él tiene la barbilla ligeramente cuadrada y su silueta me atrae como una fuerza transparente pero pesada.
—Eres hermosa, como un rayo de luz en la oscuridad —murmura con suavidad.
—Yo...
—No digas nada. No hables. Déjame probar el dulce sabor de tus labios. —Su súplica es casi dolorosa.
No es que pueda negarme tampoco, pues yo misma deseo que me bese, que me toque, que recorra mi cuerpo con sus manos suaves y calientes.
Cierro los ojos y siento su aliento en mis labios. Nuestras bocas se unen. Mi boca está ávida por el deseo que siento para que la posea de todas las maneras posible. Mi instinto me dice que él puede llevarme al cielo en un abrir y cerrar de ojos.
Mis labios se entreabren por instinto. Su lengua húmeda y deliciosa saborea mi boca. Asimismo, danza con la mía. Me pego a él para buscar más calor. Mi vientre arde y palpita. Siento una vibración involuntaria y un deseo desconocido. Mi interior está ardiendo. Una de sus manos se posa en mi cadera y la otra agarra mi cuello. De mi garganta brota un gemido, algo que nunca había hecho.
Estoy anonadada con lo que este extraño es capaz de provocarme.
Un solo beso y deseo quitarme la ropa para dejar que me haga suya aquí, en el lago, sobre de la hierba dulce y humedecida por la llovizna de esta tarde.
—Justo como había imaginado —manifiesta al alejarse un segundo. Mis labios extrañan su tacto y sabor. Quiero más de él. Quiero más de ese extraño que me hace desear actos prohibidas.
—Dios... ¿Qué me has hecho? —Mi voz se escucha ronca incluso para mis propios oídos.
Reconozco la sensación: estoy excitada por completo, deseosa de él.
—Me perteneces, por eso respondes así. —Sus palabras son tan extrañas, pero me parecen tan ciertas.
Creo que jamás sentí esto por nadie. ¡Y por un completo extraño!
Con Lucian todo fue tan centrado y simple. Nada de excitación ni este calor que llena mi cuerpo y se apodera de mi alma.
—Quisiera pertenecerte. —No puedo creer lo que acabo de decir, pero una vez que comienzo, no puedo evitarlo.
Sé que nunca más volveré a ver a este hombre, pues me mudaré a otro pueblo, a un lugar del que no me permitirán salir.
Seré una presa en mi propio castillo.
Seré Tatiana Magghio, la esposa de el Sombrío. A partir de mañana ya no seré más la joven soltera que puede enamorarse de un desconocido en el lago.
—Ya lo haces. Esto que sientes… —coloca su mano sobre mi pecho y con la que tiene en la cadera, me pega más a él. Siento cómo su miembro palpita, duro y fuerte, casi llegando a mi ombligo, dado que él es mucho más alto que yo— eso que siente tu cuerpo y corazón, es lo mismo que siento ahora. No me importa si crees que no es posible, pero tú, pequeña libélula, eres y serás mía.
—Hazme tuya esta noche —solicito. Me pongo de puntillas y me arriesgo a buscar sus labios. Él no lo piensa ni un segundo y me devuelve el beso con pasión—. Olvidemos por esta noche cualquier compromiso, por favor. Hazme tuya.
—Tampoco tengo planes de dejarte ir.
Vuelve a besarme, esta vez más despacio, menos ansioso.
—Por esta noche… —No quiero lastimarlo, no lo conozco y no sé quién es. Quizás es un loco angustiado que cree en el amor a primera vista.
Comienzo a creer que yo misma soy pecadora de tal mentira.
No me importa si es una falacia el amor a primera vista. Sin embargo, odiaría no compartir este momento con alguien que me ha hecho sentir como nadie en mis veinticuatro años. Sea un extraño o no, posee más de mi alma y corazón que cualquiera.
—Por el tiempo que me permitas amarte. —Sus manos rodean mi cintura y dejo de pensar.
No estoy siendo infiel: aún no me caso con el Sombrío.
Puede ser una estupidez, tal vez lo sea, pero sé que me arrepentiré si no sigo a mi corazón en esto.
¡Que el creador se apiade de mi corazón!