Sinopsis
HISTORIA COMPLETA!! Amanda Gregori es una chica muy normal de 24 años. Su vida oscila entre la compañía de sus mejores amigos, Stella y Marcus, y el trabajo. La llegada del nuevo jefe, Michael De Angelis, sin embargo, la trastornará y empezarán a surgir los primeros problemas en su vida. Es el playboy habitual de la situación con dos esmeraldas en lugar de ojos y un cabello color azabache. ¿Y si en esos ojos verde esmeralda y en ese olor a hierba cortada y madera encontrara todo lo que nunca tuvo? "¡Amanda! ¡Llegarás tarde el primer día de tu trabajo con el tipo grande de la oficina!" grita mi mejor amigo y compañero de cuarto. "Sí Stella lo sé. Tuve algunos pequeños problemas con mi blusa, nada especial"
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Amanda Gregori es una chica muy normal de 24 años. Su vida oscila entre la compañía de sus mejores amigos, Stella y Marcus, y el trabajo.
La llegada del nuevo jefe, Michael De Angelis, sin embargo, la trastornará y empezarán a surgir los primeros problemas en su vida.
Es el playboy habitual de la situación con dos esmeraldas en lugar de ojos y un cabello color azabache.
¿Y si en esos ojos verde esmeralda y en ese olor a hierba cortada y madera encontrara todo lo que nunca tuvo?
"¡Amanda! ¡Llegarás tarde el primer día de tu trabajo con el tipo grande de la oficina!" grita mi mejor amigo y compañero de cuarto.
"Sí Stella lo sé. Tuve algunos pequeños problemas con mi blusa, nada especial" llego a la entrada corriendo con mis zapatos en la mano.
"Respira hondo y rockea en el trabajo" agita su mano en el aire para saludarme.
"Muchas gracias" le doy un beso en la mejilla ya la velocidad de la luz llego a la parada del autobús. Tan pronto como llega el vehículo, me subo, saludo al conductor Mario como siempre y luego me siento. Después de menos de cinco minutos, finalmente llego a la parada cerca de mi oficina. Pero cuando salgo y vuelvo a saludar a Mario, no le presto atención y casi arriesgo caer como una pera cocida sobre un hombre. Su perfume invade mis fosas nasales y automáticamente cierro los ojos para sentir plenamente la fragancia.
"Niña, ¿estás bien?" pregunta el hombre que todavía me sostiene firmemente por las caderas. Inmediatamente me sonrojé por lo que me llamó y por sus manos en mi cuerpo. Abro los ojos y miro los elegantes zapatos que llevo puestos.
"Niña, ¿me respondes o el gato te comió la lengua?" bromea sobre la masa de músculos frente a mis ojos.
"E-está bien, g-gracias por no soltarme" y luego salgo corriendo sin siquiera mirar a mi rescate. Camino rápidamente a la oficina, tratando de no romperme los talones por enésima vez. Ya es el segundo par de tacones que rompo en un mes. La empresa donde trabajo casi nos obliga a llevar ropa de cierto nivel, exige lo mejor pero también tiene un corazón de oro. En la empresa ocupo el rol de asistente, en concreto soy el secretario del jefe. Pero el año pasado, el jefe, Luigi De Angelis, decidió que quería retirarse y pasarle las riendas a su hijo Michael.
Y justo hoy llego tarde, justo hoy tengo que encontrarme con Michael.
Finalmente llego a la empresa y en cuanto noto al conserje, lo saludo como todos los días.
"Buenos días" le doy una sonrisa.
"Buenos días, señorita Amanda", responde él. Camino hasta el elevador y presiono el botón, esperando que llegue a la planta baja para llevarme al vigésimo y último piso. Siento que una ráfaga de viento mueve mi cabello lacio y entiendo que alguien más ha entrado también. Tan pronto como esta persona llega a mi lado con una sonrisa, le doy los buenos días.
"Buenos días niña" es un susurro pero lo escucho perfectamente. Vuelve el bochorno como hace diez minutos y, en cuanto se abren las puertas del ascensor, entro como un cohete.
Sólo espero que tome las escaleras.
Pero no, me sigue hasta esa diminuta cabina. Pulso el número 20 y luego, tratando de no parecer una gacela frente a un león, hablo.
"¿A qué piso deberías ir?" en todo esto todavía no he levantado la vista para ver su rostro.
"Igual que la tuya, niña" y en el instante en que termina de hablar las puertas se cierran. Mi boca forma una 'O' perfecta mientras recupero la compostura.
Los minutos nunca parecen pasar en su presencia, que ansiedad.
Su olor aligera el aire y me embriaga. Sabe a hierba empapada de lluvia y madera recién cortada. El 'estruendo' del ascensor me despierta y me hace darme cuenta de que hemos llegado al vigésimo piso.
"De nada", exclama con su voz ronca.
"G-gracias, buen trabajo" logro murmurar antes de irme a mi oficina. Tan pronto como cierro la puerta detrás de mí, respiro hondo y golpeo el maletín en el escritorio. Pero tan pronto como me siento en la respuesta frente al escritorio de madera, suena el teléfono de la empresa. Reconozco el número de Leila, la recepcionista de este piso.
"Hola Leila, cuéntame" le respondo con mi habitual tono tranquilo.
"El nuevo jefe ha llegado y está en la oficina con Luigi, te quieren a ti. Por cierto, es genial", se ríe. Leila es una chica de unos treinta años y es muy simpática.
"Gracias Leila, también por consideraciones personales. Hasta luego" y colgué el teléfono. Me levanto y aliso la falda negra que llevo puesta. Salgo de mi oficina y llego frente a la de Luigi quien será reemplazado por su hijo. Tomo una respiración profunda y luego llamo. Cuando obtengo permiso para entrar, tiro de la manija hacia abajo y saludo a mi antiguo jefe con una brillante sonrisa.
"Buenos días Luigi"
"Hola Amanda, toma asiento" me anima a sentarme en una de las dos sillas frente al escritorio. Pero lo que me sorprende es la segunda figura que noto detrás de Luigi, el que asumo será mi jefe a partir de ahora.
El ascensorista que tiene un aroma que me atrae como si fuera un plato de espaguetis con salsa, mi plato favorito.
"Hice que Leila te llamara porque quería presentarte a mi hijo, con quien trabajarás", exclama en voz baja mientras pasa su mirada de mí a su hijo. Estoy escuchando pero todavía estoy petrificado por la belleza de Michael. Ese es De Angelis Júnior. Tiene el pelo negro azabache, el mechón cubre su piel pálida mientras dos ojos verdes te hipnotizan, además tiene una nariz perfecta que complementa su rostro. Los músculos de los hombros y los brazos están tensos por la camisa blanca que viste.
"Soy Amanda Gregori, gusto en conocerte" exclamo, extendiendo mi mano. Trato de mantener mi voz inexpresiva mientras aprieta mi mano entre las suyas, grande y cálida.
"Michael De Angelis, un placer" y de nuevo su voz ronca llega a mis oídos. Me siento para no dejar en claro lo mucho que me tiemblan las piernas.
"Bueno, te dejaré intercambiar unas palabras y luego en el trabajo chicos. Te dejaré en buenas manos hijo" le guiña un ojo y luego me sonríe, yéndose.
"Bueno, entonces eres la famosa Amanda", golpea con su dedo índice el escritorio lacado en negro.
"S-supongo" me aclaro la garganta al observar mis manos entrelazadas.
"Mírame a los ojos cuando te hable, Amanda" acaricia mi nombre inclinándose hacia mí.
"Disculpe" Inmediatamente miré hacia arriba, encontrándome con sus esmeraldas.
"Disculpas aceptadas. Entonces, ¿incluso cuando mi padre vino a trabajar estaba contigo, pequeña?" pregunta casi como si le molestara.
"O-hoy estaba apurado y distraído. Pido disculpas por lo primero", susurré asustado por su reacción. Notas que me cuadra la cara y la blusa. Traga saliva y luego se levanta de su silla y me da la espalda, mirando la magnífica ventana de la oficina que da a la ciudad. Debo admitir que Roma es realmente magnífica desde arriba.
“Mi padre confía mucho en ti y espero poder confiar en ti. Al igual que con mi padre, serás mi asistente y me seguirás a todas partes. Organizarás mis días y los compromisos relacionados con el trabajo o no. Exijo puntualidad y precisión en su trabajo”, exclama neutral.
"Se hará Sr. De Angelis" Asentí ya almacenando toda esta información.
"Llámame por mi nombre y no por el apellido Amanda" al escuchar mi nombre inmediatamente levanto mi cabeza hacia él y lo noto mirándome por segunda vez.
"Adelante, vuelve en una hora con el horario del día" ordena, cambiando de nuevo su estado de ánimo. Me levanto y voy a mi oficina. ¡Se siente como estar en una montaña rusa y solo lo conozco desde hace menos de diez minutos!
Finalmente, después de cuarenta minutos, termino de planificar el día para el Sr. Michael y tomo un descanso de diez minutos. Voy a la máquina a por el té y luego saludo a Leila de pasada. Vuelvo a mi oficina, imprimo el horario y luego llamo a la puerta del nuevo jefe.
"Vamos", exclama la voz masculina de Michael. Llego frente a su escritorio todo revuelto con papeles con todo tipo de figuras.
"Le traje todas las citas que tiene hoy. Además, va a almorzar con un cliente muy importante en aproximadamente una hora", observa el reloj en su muñeca y luego mueve sus ojos hacia los míos.
"Gracias Amanda, ahora planea toda la semana para que puedas continuar. ¿También me puedes traer un café en la máquina? Gracias" y luego regresa con los ojos en las sábanas.
A la hora del almuerzo me despido de Leila y voy directo al restaurante a dos cuadras de mi oficina para mi reunión diaria con mi mejor amigo Manuel.
"Hola pequeña" me saluda con un beso en la frente.
"¡Hola, Manú!" Exclamo feliz de verlo.
"¿Cómo te va con el hijo de Luigi?" pregunta mientras abre el menú.
"Es bastante déspota, pero no me trata tan mal. Pensé cosas peores", me reí encogiéndome de hombros.
"Siempre puedes llamar a tu abogado de confianza", me guiña un ojo.
"Claro, siempre me defenderías, lo sé" asiento con la cabeza.
"Por supuesto", dice antes de llamar la atención de una camarera.
"¿Cómo te va con Stella?" Pregunto sabiendo que las cosas se han puesto serias desde hace un mes.
"Va muy bien, Amy, te agradezco que nos lo hagas saber", aprieta mi mano entre las suyas.
"Estoy muy complacido" le sonrío antes de empezar a comer mi plato de espaguetis.
⏮️⏸️⏭️
Ahora son las nueve y media de la noche y todavía no estoy en casa debido al gran jefe que ha decidido pasar el rato aquí hasta ahora.
"Disculpe Sr. Michael, quería preguntarle si-" Lo interrumpo en cuanto noto que Michael se ha quedado dormido encima del escritorio y un vaso de... ron, creo, a su lado.
"Sr. Michael" le devuelvo la llamada. Pero nada, no se despierta. Intento alzar la voz pero duerme feliz, como si fuera un bebé.
"Michael" susurro suavemente tocando su mechón negro. Y finalmente abre sus ojos esmeralda y los apunta primero a mi rostro y luego a mi mano que aún no se ha apartado de su cabello. Como si me hubiera quemado, quito mi mano de su cabello mientras se levanta de su escritorio.