Migrantes de la Lujuria Parte 1
Sinopsis
Un grupo de migrantes de México, desea ir en busca del “sueño americano” y para conseguirlo, primero tienen que cruzar la, extremadamente vigilada, frontera. Algunos cuentan con sus ahorros y no dudan en pagarle a polleros que los “crucen”, otros, como este grupo de migrantes, no cuenta con dinero suficiente y van a jugarse la vida al cruzar por el Río Bravo, en el momento en que sea oportuno. Por ese motivo, noche a noche se reúnen para esperar el gran momento, todos listos, nerviosos e inquietos, tratando de que esa noche por fin puedan conseguir lo que tanto anhelan y que se prolonga día tras día. Y precisamente, para evitar que los nervios los consuman, para tratar de distraer a sus mentes de la obsesión que tienen por cruzar el Río Bravo, al reunirse un grupo de ellos, comienza a platicar de los motivos por los cuales decidieron emprender la aventura en un país extraño. Y uno a uno van contando y comentando las razones por las cuales están viajando a una nueva aventura, a un destino incierto, todos lo escuchan atentos, relacionando sus propias experiencias con las que escuchan de sus compañeros en desgracia, todos se muestran respetuosos y comprensivos. Entre beber café y fumarse un cigarro, algunos, todos participan de esas charlas que les sirven como catalizador para sus emociones, todos se identifican con los demás y eso les permite mantenerse alertas y decididos en su idea de ir en busca de un mejor futuro, de una mejor oportunidad para paliar un poco lo que han estado viviendo hasta ese momento.
Capítulo 1
Me tocó conocerlos, a todos y cada uno de ellos, me tocó convivir y platicar con esos ocasionales amigos que, como yo, anhelaban ir a la pizca de los muchos campos de Los Ángeles, California, y sus alrededores, en los Estados Unidos.
Sí, soy un migrante que tuvo que dejar a su familia, a su pueblo, a su ciudad y, sobre todo, a sus raíces, para ir en busca del sueño americano, ese sueño que termina por convertirse en pesadilla con el paso de los días, ese sueño al que muchos, jamás tendrán acceso, si no es por medio de la droga.
Y al decir esto, es que muchos de los paisanos que viajamos a las tierras prometidas del Norte del continente, ante la falta de oportunidades, ante la presión de las autoridades, ante el vacío que sienten de no tener a sus familias a su lado, caen en las garras del vicio, y difícilmente llegan a salir de ellas.
Más dejemos de filosofar y vayamos a lo que nos interesa, a mis paisanos, con los que viví la aventura de introducirnos al sueño estadounidense, cada uno con sus propios planes, cada uno con sus propias ideas, cada uno persiguiendo sus propios intereses, aunque todos, llevábamos una sola idea, dejar atrás nuestra tierra y disfrutar de lo que nos pudiera brindar el gabacho.
Todos habíamos oído hablar de los miles de dólares que se podían ganar trabajando duro en las muchas oportunidades que había con los “güeritos”, ninguno de nosotros le sacábamos a rifarnos como los buenos, con tal de que nos pagaran lo justo por nuestro trabajo y de esa manera poder ayudar a nuestras familias.
De esa manera y viniendo de diferentes estados de la república mexicana, nos encontramos en la línea fronteriza, justo donde acabaría y principiaría nuestro destino futuro, el cual, no podía ser peor que el que dejábamos atrás.
Ninguno de nosotros contaba con lo suficiente como para pagarle al pollero que nos podía cruzar al otro lado, ninguno tenía los dólares que se requerían para que la cruzada no fuera tan peligrosa, aunque todos teníamos los tanates bien puestos y lo suficientemente grandes como para no aventarnos por nuestra cuenta, total, cruzar el Río Bravo, no era tan complicado, peligroso por muchas razones, sí, complicado, bueno, eso dependía de las ganas que se tuvieran.
Total, que lo difícil, en un principio, era encontrar el momento propicio para hacerlo, para cruzar el dichoso Río, que ha cobrado la vida de miles de aventureros que como nosotros quieren cruzarlo y vivir la aventura con los “bolillos”.
Fue así como comenzamos a conocernos, esperando el momento oportuno para cruzar, fue así como hicimos amistad y nos contamos nuestras miserables historias, fue así como nos hermanamos para tener el valor de la compañía y aventarnos todos al mismo tiempo, una vez del otro lado, cada quién para lo suyo.
Tuvo que pasar casi una semana entera, para que llegara el momento esperado, mientras tanto, de lo mucho que platicamos y de todo lo que pude escuchar, comencé a hacer notas, con la idea de que algún día escribiría un diario y en él, plasmara lo que me habían contado mis compañeros de desgracia.
Y son precisamente esas historias que ellos me platicaron, las que ahora quiero que ustedes conozcan, se las quiero compartir, tal y como las recuerdo, para que tengan una clara idea de lo que muchos de los que dejamos el país, vivimos.
¿Un sueño?
Jerónimo Alpurea, nacido en Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, 23 años, 1.66 de estatura, 58 kilos de peso, moreno, de facciones algo toscas, aunque agradable, cabello lacio y negro, estaba decidido a irse al otro lado porque quería ganar mucho dinero y regresar a su pueblo en una camioneta de esas grandotas, pa apantallar a sus cuates.
Al menos eso fue lo que nos contó, tiene padre y madre, así como 6 hermanos más, dos mayores que él, que trabajan en Tuxtla, y cuatro menores, que intentan seguir estudiando, dejó su pueblo para ganar dinero y ayudar a su familia.
En su primer intento, a los 20 años de edad, llegó a la gran ciudad de México, donde le habían dicho que ganaría bien si trabajaba duro, y eso era justamente lo que él andaba buscando, sólo que, la realidad lo hizo estrellarse de hocico.
Comenzó a trabajar como ayudante de albañil en una obra en construcción, el suelo que le daban, apenas y le alcanzaba para mal comer, aunque el trabajo que tenía que realizar, era el de tres peones.
Como le cayó bien al encargado de la obra, le permitieron quedarse a dormir ahí mismo, lo cual lo aliviano por un tiempo, en lo que se conseguía un lugar.
Por sus ganas de trabajar y su mente despierta para aprender, muy pronto se volvió albañil, el sueldo era mejor y el trabajo no era tan pesado como de peón.
Fue así como consiguió una vivienda en una vieja vecindad, también fue así como pudo comenzar a mandarle dinero a su familia para ayudarlos, lo que lo tenía con grandes esperanzas y muchos sueños, ya que es muy soñador.
Total que cuando cumplió 3 años de haber llegado a la ciudad, se dio cuenta que no iba a ser tan fácil irse superando, no sólo por las envidias que hay en todos los trabajos, sino porque oportunidades son las que más hacen falta.
Así que decidió irse a los Estados Unidos, un compañero en la obra, le había dicho que con lo que él sabía, con los gabachos podía ganar lo que quisiera, que su hermano ya tenía cinco años por allá y hasta una casota se había comprado.
Jerónimo, le pidió la dirección de su hermano y los datos, estaba decidido a irse en cuanto terminaran la obra en la que trabajaban, ya que eso le permitiría ahorrar un poco para sobrevivir los primeros días en los Estados Unidos.
Ya todo estaba decidido, se iría para no volver, para mandar dólares a sus padres y que sus hermanos pudieran seguir estudiando, se iría para triunfar.
Sólo que, en ese inter, a veces la vida nos agandalla gacho y nos hace sufrir y arrastrarnos; conformarnos con migajas y vivir de limosnas, aunque no seamos limosneros ni andemos mendigando, simplemente así es la vida y agarra parejo, sin fijarse en quién se lo merece y quién no.
Eso pasó con Jerónimo Alpurea, que después de pasarse meses soñando con las nalgas de Patricia, la vecina que llegó a la vivienda de al lado de la suya, tuvo que conformarse con comprarse un reproductor DVD, y varias películas porno e irlas a ver a su casa, soñando con ser él y Patricia, dos de los protagonistas de estos filmes.
Por más que trató de llegarle, a la sabrosa vecinita, que cada día se veía más rica, nunca logró siquiera que Patricia, lo saludara.
Así que a falta de pan, buenas son las tortillas duras, llegó muy emocionado a estrenar el reproductor que durante seis meses les estuvo abonando a los abusivos de Elektra y que apenas le entregaron, cuando ya no les debía ni agua del aparato.
Su plan era definido, hacer cerebro y luego intentar ganarse a la Paty, con el cuento de ver películas juntos en su vivienda.
Llegó, instaló, lo probo, se preparó una torta de frijoles con su rebanada de queso de puerco y chiles curados; su pepsi y se recostó en su cama dirigiendo la vista hacia la pequeña pantalla instalada sobre el ropero.
La primera película que puso, tenía aun argumento de poquísima, que barbaridad:
Se trataba de dos chavas que están en un internado para señoritas, donde las reglas eran muy estrictas y la directora era una hija de toda suchin…
Pues quién sabe por qué, las viejas conviven con chavos que, a lo mejor son de otra escuela, aunque para hombres y hacen pachangas en el salón, de esas en donde ellas tienen que ir de vestido largo y ellos de corbata de moñito.
Pues resulta que, en una de esas tocadas, las dos chavas conocen a dos monos que dizque son muy sacale punta y nomás con una pieza que bailan, ya les andan agarrando las teleras a las viejas, y ellas, nada putas, luego les dan entrada y quedan de verse en el dormitorio de ellas para cogerse cariño.
Nancy, la que arma todo el desmadre es muy aventada y Pamela que, a pesar de tener nombre de nalga fácil, es más recatada, se alarma con la cita que acaba de concertar Nancy, y le dice que no está bien, que las puede descubrir la directora y mandarlas derechito a putear a la mejor avenida de Los Ángeles, California.
La otra saca a relucir que necesitan dinero y su plan es cobrarles a los chavos el agasajo e invitar a las otras compañeras a presenciar el espectáculo mediante una corta feria y de esa forma juntar unos buenos billetes que las ayuden.
Llega la noche seleccionada por Nancy, los chavos entran al internado “rigurosamente vigilado”, como Pedro por su casa y pa pronto se cuelan al dormitorio que comparten Nancy y Pamela, el cual resulta ser del tamaño del “Cesar Palace”, pues caben un chingo de muchachas, las cuales pagan su entrada antes de traspasar la puerta.
Nancy se mete el importe de la taquilla en los calzones, pero recuerda que se los tiene que quitar y deja los billetes sobre su buró.
Con dos sábanas hacen una especie de telón apagan todas las luces, excepto una lámpara que apunta al escenario hecho con dos camas pegadas, y suena una musiquilla ligera y cachonda.
Las chavas que pagaron por ver esperan que se abra el telón, aunque en lugar de que esto suceda como es normal, se entreabren las sábanas y aparece...
¿Qué creen...? El pitote de uno de los chavos bien parado y moviéndose como limpiaparabrisas de carro. De inmediato se descarga una aclamación por parte del público femenino y Papela tiene que pedir silencio bien encanijada por aquello que podían ser descubiertas.
En ese momento, en el cuarto de Jerónimo, hacia un calor endiablado, ya había abierto la ventana y ni así se refrescaba, así que opto por encuerarse de plano, quitándose todo, al fin que estaba en su casa, qué caramba.
—Y me pongo a jugar canicas con mis huevos —pensó— Y si se me hincha la gana, hasta me la chaqueteo sabroso.
Así que como vino al mundo, se acostó boca arriba en su cama, dio una mordida a su torta, trago del chesco y siguió viendo la película.
Resulta que una vez abierto el telón, apareció Nancy, con las piernitas abiertas de a charrito, mostrando todo el moñoñongo cubierto de pelos a la concurrencia.
Tendido de a mecánico debajo de un carro, uno de los chavos se metió bajo sus piernas por la parte posterior y agarrándose de los fabulosos muslos de la chica, se irguió hasta alcanzar con la lengua la deliciosa papaya, iniciando de inmediato una mamada deliciosa, que, por la posición en que la pareja se encontraba, pudo ser observada por las chavas presentes y por la cámara.
Y mientras Nancy, es mamada de aquella forma, Pamela, llegó sobre el macho, caminando de a patito, es decir agarrándose los tobillos con las manos y fue a empotrarse sobre el macho, clavándose su estaca en la pucha, de un rico y firme sentón que le permitió deslizar aquel duro tolete hasta sus ovarios.
—¡Uuuuhhh!.
—¡Guauuuooo!
Se escucharon clamorcitos entre las concurrentes al ver la forma deliciosa en que Pamela se metía el basto hasta los huevos.
Entonces llegó el otro chavo y atrapó las sabrosas y duras chiches de Nancy, apretándolas con firmeza, extrayéndoles pequeñas gotitas de las puntas, mientras la muchacha hacia una mueca de éxtasis.
Ya ven como son las pinches gringas de degeneradas y luego comenzaron todas con sus cachondeces. Que una metiéndole el dedo a la otra, que aquella ya le andaba mamando el yoyo a la que tenía al lado, otra más se frotaba el bizcocho como si le estuviera boleando los zapatos, otras se besaban, en fin, que aquello era un reverendo despiporre con sexo por todos lados.