Capítulo 3
- sabes si….si te cuento todo esto es porque tú….ves…eres un varulv-.
Jane abrió la boca en estado de shock mientras sus ojos se abrían de asombro.
Aunque su madre se lo dijo en noruego, él lo entendió muy bien.
No puede ser verdad, los hombres lobo no existen ¿verdad? Son pura fantasía..
¿Pero por qué diablos le mentiría su madre?
Anne miró a su hija en busca de alguna reacción.
Sabía por experiencia que aprender todas esas cosas no sería nada fácil.
-Jane....yo-
-Mamá por favor vete, yo…necesito estar sola.
Jane estaba al borde de las lágrimas, sabía que en cualquier momento estallaría, pero a pesar de ello su expresión se mantuvo dura, como piedra, imposible de rayar.
Anne asintió y se acercó a la puerta, ya tenía la mano en el pomo pero no la movió.
No dio un paso adelante, pero tampoco dio un paso atrás.
Entonces, de repente se volvió hacia su hija, acurrucada en la cama, sus ojos ámbar chocaban con los gélidos de ella.
-Jane, no quería mentirte, la verdad es que…-
Pero Anne nunca pudo terminar de hablar antes de que la ventana estallara en mil pedazos que cayeron al suelo, cubriendo todo el suelo con fragmentos de vidrio punzante.
Anne se cubrió la cabeza con los brazos para protegerse del cristal, mientras una bala se alojaba en el marco de la puerta a pocos centímetros de su cara.
Jane empezó a gritar, sin poder entender lo que estaba pasando.
Cuando pasaron unos segundos, Anne se arrastró hacia la pared, lentamente, mientras su corazón latía con fuerza dentro de su pecho, miró por lo que quedaba de la ventana, y, discretamente, miró hacia afuera de la casa pero no había nadie.
Se volvió hacia su hija y le preguntó con una mirada si estaba bien.
Luego, como sorprendida por una repentina conciencia, levantó los ojos y los centró en el bosque.
Y finalmente los vio.
Dos ojos amarillos la miraban intensamente, casi hambrientos, pero Anne sabía lo que significaba esa mirada, quería ponerla a prueba.
Y un Sterk nunca rechaza un desafío.
Rápidamente corrió hacia su hija y la agarró por los hombros, comprobando que no tuviera cortes.
-¿¿Qué pasa mamá??-
Jane ahora había roto a llorar, esa fue la gota que colmó el vaso.
-No te preocupes cariño, todo está bien, pero ahora escucha… por ningún motivo, nunca salgas de casa ¿vale? Y recuerda... mamá te ama.
Anne, después de darle un beso en la frente a Jane, corrió escaleras abajo, llegó a la entrada, sacó un paraguas del paragüero, soltó el mango de este último y de allí sacó una daga.
Corrió hacia la puerta, tomó las llaves y la cerró detrás de él con tantas cerraduras como pudo.
Tan pronto como estuvo segura de que la puerta estaba cerrada, se volvió hacia el bosque, miró atentamente esa gran extensión verde y luego miró detrás de ella hacia la puerta cerrada.
Colocó la palma de su mano sobre la madera de la puerta y acarició las costillas.
-Te amo Jane- una lágrima se escapó del firme agarre de sus pestañas y marcó un camino salado en su mejilla.
Anne volvió a centrar su atención en el bosque, respiró hondo y empezó a correr hacia él.
Continuó durante un par de metros, tal vez kilómetros, no lo sabía, había perdido la noción del tiempo.
Se detuvo para recuperar el aliento, ya no estaba acostumbrada a huir, hacía diez años que no huía.
Se inclinó por el cansancio, puso las manos en las rodillas y respiró lentamente.
Estaba lista para salir nuevamente, pero fue en ese momento que lo escuchó, un ruido débil, que sin embargo se podía escuchar con todo ese silencio, una rama rompiéndose bajo un gran peso.
Anne rápidamente se giró hacia la fuente de ese sonido, sosteniendo el mango de la daga con tanta fuerza que sus bocas se habían puesto blancas por el esfuerzo.
Anne estaba esperando lista para saltar, lista para atacar, lista para matar.
Todo lo que necesitaba hacer era captar un pequeño ruido.
Pero esto no sucedió.
El silencio parecía haberse vuelto más pesado y la noche no ayudaba en absoluto a su vista.
De repente, un pensamiento apareció en su cabeza.
¿Y si fuera una trampa?
¿Qué pasaría si su objetivo fuera traerme aquí para atrapar a Jane?