CAPITULO 5
Una tarde, Sonia le había contado al Senador todo; como su cuerpo había sido mancillado, y como el abogado del abuelo de su hijo trato de comprar su silencio. Y con sollozos entre cortados declaro:
-no lo odio, pero no desearía que se me acercara de nuevo, jamás.
-y si él de rodillas te pidiera perdón, e hiciera hasta lo imposible porque lo perdonaras, que harías? - le pregunto el senador.
-la verdad, es que no lo sé, aún cierro los ojos y lo veo; esos ojos grises, que me miraban con ira, furia, deseo y lujuria, no sé lo que haría. – contesto ella.
-y si pasado un tiempo, él deseara casarse contigo, porque el haberle hecho daño a una bella criatura como tú, lo hubiera cambiado? – quiso saber el Senador.
-yo espero, en verdad que lo que me hizo a mí, lo haya cambiado al menos un poco, pues un hombre así, tarde o temprano paga lo que hace. – le respondió Sonia con tristeza
-ten por seguro, que ese joven está sufriendo la pena negra. – le dijo el Senador.
El senador confiaba en que poco a poco Sonia disculpara a su sobrino, el perdón tardaría en llegar, un poco más, pero ahora él sabía que llegaría en un futuro no muy lejano.
A su regreso de Nueva York, Sonia comenzó a sentirse mal y el propio Senador la llevó al hospital, y se quedó con ella, ahí después de mucho dolor y no muchos problemas, Sonia dio a luz a su hijo.
Un hermoso bebé, blanco como ella, con el cabello rubio y unos hermosos ojos color violeta. Y mientras Sonia era llevada a una habitación, el Senador se comunicaba con Brett.
-Sonia ha dado a luz, eres padre de un hermoso bebé, ven inmediatamente, para que lo conozcas. – le aconsejo el senador a su sobrino.
-voy para allá de inmediato. – le respondió Brett.
Brett llegó al hospital como si hubiera un incendio que fuera a apagar el solo, y consideración al senador, le asignó una habitación para ella sola.
Brett paso primero a los cuneros para ver a su hijo, el senador se dio cuenta de las lágrimas que brotaron de sus ojos, al ver al pequeño, y con un amistoso apretón en el hombro, Brett comprendió todo lo que su tío deseaba decirle.
-si deseas verla, pasa a la habitación, aunque creo que aún sigue dormida. – dé dijo el senador.
Brett asintió, por lo que dirigiéndose a la habitación, abrió la puerta muy despacio, para no hacer ruido y no despertarla, al entrar, vio a la hermosa mujer que en un tiempo no salía de su pensamiento y que ahora le había dado un hijo, una mujer que no lo odiaba, según sus propias palabras, pero que al disculpar aquel hecho incalificable, ella sin proponérselo, lo había convertido en un verdadero hombre, un hombre que la amaba y que estuvo a punto de destruir lo que amaba, un hombre que la amaba con desesperación, una desesperación que no podías cambiar, porque aún no tenía el perdón de Sonia, y él sabía que si no lo obtenía, jamás recobraría la paz.
Se acercó a la cama y vio a Sonia tan pálida, tan blanca como las sabanas que la cubrían, con su cabello negro, que resaltaba en esa blancura, y al verla tan delicada, se hinco y comenzó a llorar, lloro como solo los hombres lloran por algo que hubieran podido tener de buena manera, y que sin embargo destruyen por un machismo mal entendido; ahora solo le quedaba el dolor lacerante dentro de todo su ser, ese dolor que le hacía sollozar por haber perdido algo que tal vez jamás podría recobrar.
Brett estaba seguro de que haría hasta lo imposible por recuperarla, por conquistarla y ganar su amor; aunque para eso le llevara lo que le restara de vida.
De pronto Brett, sintió que una mano se posaba en su cabeza con ternura, y al alzar la cabeza, se encontró con unos bellos ojos color violeta, que lo miraban con ternura y hasta un pequeño dejo de lastima, se incorporó y con la voz un poco ronca por la emoción le dijo:
-perdóname, por favor, desde el fondo de mi corazón, te pido que me perdones.
Sonia al verle a los ojos, se dio cuenta de que Brett era sincero, por lo que llevo su mano a la de él y tomando la de Brett le respondió con suavidad.
-yo disculpo tu proceder, pero no me pidas perdón, pues aun no estoy lista para otorgártelo.
-con eso me conformo, por el momento, solo te suplico que me permitas estar con ustedes, a su lado, he cambiado, no soy el mismo joven estúpido y caprichoso, ahora soy un hombre responsable y quiero demostrártelo.- le pidió él, con las lágrimas cayendo por sus mejillas, Brett espero con angustia su respuesta.
-Puedes ir a visitarnos a la casa del Senador George Harrison, ahora trabajo para él. – le respondió Sonia con tranquilidad.
-si lo sé, gracias- contesto Brett con una sonrisa y limpiando las lágrimas de sus mejillas con ambas manos.
-pero recuerda, no presiones demasiado. – le recomendó Sonia.
-no, lo sé, solo aceptare lo que me puedas dar. – le respondió el dando un ligero beso en su mano.
Sonia al sentir sus labios, apretó la mano de Brett, y se quedó dormida bajo los efectos de todo lo pasado, pero lo que hizo que a Brett le brillaran los ojos, fue la dulce sonrisa que apareció en sus labios, era tan luminosa que para él era como si después de mucho tiempo, por fin viera salir el sol.
Poco después cuando por fin salió de la habitación vio a su tío esperando en la sala cercana y yendo hacia él le dijo:
-hable con ella tío George, me dijo que me disculpaba, pero que aún no está lista para perdonarme, tío me tomo de la mano, me la apretó con sus escasas fuerzas hasta quedarse dormida.
-si hijo, lo sé, creo que hice una buena labor, ahora te toca a ti hacer el resto, y lograr que te perdone. – le contesto el anciano sonriendo.
Tres días después, Sonia fue dada de alta en el hospital, ya que los médicos querías que estuviera en perfecta salud para lo cual la retuvieron en el hospital.
En realidad fue por petición del Senador que deseaba que ella y el bebé descansaran; Brett no falto ninguno de los días que estuvo internada y siempre le llevaba flores.