Capítulo IV. Encuentros con las Adoradoras.
Elena.
- "Bueno esto es algo a los que tendrás que acostumbrarte, sabías que tenía un pasado, verdad"- me decía mi conciencia.
Pero por mucho que lo tratara de analizar no entendía porque cada noche que salíamos a cenar, o una reunión, incluso si cambiábamos de país, siempre aparecía una de esas malditas "adoradoras" de los herederos Powell, a veces incluso en grupo. Sobre todo, ¿por qué somos la única pareja de recién casados de los herederos Powell, a la que le pasa?
Si no fuera porque en cierta forma la culpa la tiene mi servicial y playboy marido, que ocasionó en su época de conquistador que fuera el favorito de los tres herederos y el más accesible, pensaría que hay un plan predestinados de "las adoradoras" para fastidiarnos la luna de miel.
No sé si conocéis a las famosas "Adoradoras", yo la primera referencia que tuve de ella fue en la gala especial para empresas, encargadas de eventos y relaciones públicas para grande grupos empresariales, organizada por mi suegra, donde tras una gran pelea que tuvimos mi esposo, en ese tiempo mi prometido, y yo, como método de pedir perdón fui incluida en la lista de invitados, como empresaria de Helen Ink. Esta fue una de sus muchas y originales disculpas, al no poder llegar a mí.
En ese evento las conocí, de hecho, tuve que ejercer mi derecho de prometida, y reclamar a mi marido, de las hambrientas y avariciosas manos de esas brujas devoradoras de hombres ajenos.
Las "Adoradoras" es como se les llama a todas la herederas de las grandes empresas y familias ricas de Europa y América, deseosas de hincarle el diente a los herederos casaderos de ambos continentes, donde en su top tres estaban los herederos Powell. No hubiera habido problema con este tipo de ricas cazafortunas, ya que en muchos casos era una forma de garantizar las estabilidades de las empresas, yo como empresaria lo entendía, en el mundo empresarial y de las grandes fortunas, el amor no era un valor en alza, si existía mejor, pero no era la norma entre las grandes fusiones empresariales originadas por el matrimonio. Pero cuando tu marido, en su época de playboy soltero, se dedicó a darle alas a la capacidad devoradora del grupo de herederas en busca de presas fáciles y dispuestas, hasta tal punto, que su padre, mi suegro, tuvo que poner remedio, ya que mi encantador marido se dedicaba a cazar entre las adoradoras para su ligue del momento, provocando más de un problema para el grupo Powell, de sus nada encantados padres, cuando veían que sus hijas eran utilizadas por uno de los herederos Powell, que ellos deseaban tener como yerno.
Es normal que prevean que aún casado Michael Powell podía seguir entre los herederos propicios para continuar en la lista de herederos, y que intentaran hincarle el diente, a como dé lugar.
Es por eso que, durante nuestra luna de miel, en varias ocasiones, fiestas, eventos, discotecas, cenas, e incluso viaje en barco, en nuestro recorrido por diferentes países de Europa, aparecieran misteriosamente una o varias de estas herederas, para aguarme la fiesta.
Normalmente solía solucionarlo, con una descarada y escandalosa demostración de amor, atacando sexualmente a mi esposo en plena cena, evento, fiesta, lo que fuera donde se hubiera producido el intento de acercamiento de "la adoradora".
Mi marido disculpaba mi vergonzosa actitud, con el resto de los comensales que presenciaban esa, nada apropiada, forma de demostrar mi amor por mi esposo, que normalmente consistían en ataques con besos y caricias pecaminosas, de la recién adquirida señora Powell, a su marido. Solía decir Michael al resto, una típica frase:
- "Perdone, estamos de luna de miel, como comprenderán es inevitable."- haciendo que yo me sonrojara, porque de seguro la mayoría de los empresarios ricos de Europa pensarían que la nueva esposa de Michael Powell, aparte de ser una descarada ninfómana, que no podía sacar su marido, porque lo asaltaba con sus besos y sus caricias en cualquier sitio, era una mujer muy celosa, que no dejaba que ninguna mujer saludara y se acercara a su marido.
Pero desde el primer acercamiento que hubo de una de esta herederas, noté algo extraño. En cada una de estos encuentro, siempre se limitaban a ignorarme pese a que la boda de los herederos Powell, fue más que difundido por todos los medios de comunicación, incluso cada evento que asistíamos salía en la prensa como la forma en que Michael Powell presentar a su esposa Elena Powell a la sociedad europea.
Pues pese a eso, casa adoradora o adoradoras que encontrábamos ocurría lo mismo, primero asaltaban a mi marido, con tocamientos que me enervaban en sus brazos y sus espalda, pecho y hombros, miraditas provocadoras o sonrisas sexuales, como tentándolo, incluso se podían producir abrazos nada apropiados, para que una mujer soltera, diera a un hombre casado, y menos aun cuando se trataba de mi hombre. En más de una ocasión William, mi jefe de escoltas, se tuvo que colocar a mi lado ante una de mis miradas a estas descaradas.
Ya que lo tenía avisado, al pobre de William, desde mi primer encuentro con la expectación que despertaba el playboy, en el sexo contrario, de que me ayudase a impedir que las agarrara del cabello, a aquellas descaradas que se acercaban con intenciones nada licitas, y totalmente inapropiadas, y sobre todo para no ser demandada por agredir a todas las herederas casaderas, además de descaradas, que se acercaban a ese maldito hombre del que estaba enamorada.
Justo como estaba pasando ahora, y sólo por que aprovecharon que fui al aseo, al regresar ya una de esas incautas mujeres, se dedicaba a saludar a mi marido mientras él estaba apoyado en la barra del pub, que habíamos venido a inaugurar junto otros empresarios y famosos, en Múnich.
Prácticamente no lo dejaba moverse de lo pegada estaba. Si seguía así, mi marido atravesaría el mostrador tratando de alejarse de ella, mientras casi, la rubia descarada, le ponía el generosos escote en la cara de mi hombre.
- "¿Lo de siempre señora Powell?"- me dijo mi cómplice William que había aprendido a reconocer mis gestos, y miradas, con un simple vistazo.
- "¿Habría alguna manera de que alguna vez te hicieras el despistado, y me dejaras arrastra por el piso a una de ellas? Creo que con que se lo haga a una, las otras captaran el mensaje, es mejor una demanda, y una advertencia, a que yo en una de estas, me lie la manta a la cabeza, y acabé con más de la mitad de las herederas casaderas de dos continentes."- le dije mirando como el semblante de mi marido cambia a uno más serio, que sólo podía significar que ya se había cansado de ese acoso, y se disponía a poner remedio a la situación.
- "Podría ocurrir, pero recuerde que somos unos de los mejores sistemas de seguridad, esos se vería como un fallo en nuestro protocolo, nuestro deber es proteger a la familia Powell, incluso de sí mismo. Aunque si le soy sincero señora Powell me encantaría ver ese espectáculo, nos ayudaría mucho a la hora de frenar a muchas efusivas damas."- me dijo mi fiel William.
- "Bien, le daremos un voto de confianza a tu jefe, a ver si se deshace de ella, si no, tendré que intervenir, pero como siempre no te prometo nada, mis instintos están a flor de piel, algo me dice que esto no es casual, para nada."- le dije esperando que mi marido pusiera la adoradora en su lugar.
Cosa que sabía no iba a tardar, por la forma que su mirada azul se intensificaba pocas veces había visto a mi marido furioso, pero si enfadado, y el enojo en Michael Powell crecía por segundos.
- "¿Quiere que lo averigüemos, señora Powell, recuerde que usted tiene a su disposición todos los recursos del sistema de información de la familia Powell, al ser una herederas directas del CEO Kevin Senior Powell?"- me preguntó.
- "Me harías el favor, William, me estoy hartando de que no pueda salir una noche sin que ciertas "damas" como tú dices, no respeten lo ajeno."- le dije mientras veía que mi marido le daba un paro a las descarada, pero ella hacía un tipo de señal y de la nada aparecieron dos adoradoras más. - "Confirmado, investígalo. Hay algo detrás de todo esto."- le dije mientras me dirigía hacía el grupo de acosadoras que acorralaban a mi hombre.
- "¡Vaya señoritas veo que os emociona mi marido!, lo comprendo, y si hubieseis probado lo buen amante que es, os emocionaría aún más. Lástima que no me guste compartir, así que si no queréis que la cosa se ponga.... ¿cómo puedo decirlo sin ser grosera?, amor ayúdame, para que "las adoradoras" entiendan, y lo comuniquen al resto, antes de que suelte mi genio. - pregunté a mi marido que intentaba no sonreír ante mi despliegue de posesividad y celos.
- "Mi amor te has olvidado eres una de las herederas directas del CEO de Powell S.L. Holding, nadie se atrevería a contradecirte, podría arrastrarlas por el piso, quemarlas en la hoguera por las brujas, y eso ni saldría en las noticias, así que, como mi amada y deseada esposa, puedes hacer lo que quieras. William tu señora, va a cometer un crimen, cúbrelo."- dijo mi magnífico, inteligente, deseable, y tentador esposo. Yo no pude evitar reír tras sus pablaras, mejor mensaje que el que acaba de dejar, no había ninguno.
- "Como desee, señor, cuando quiera señora desalojamos el establecimiento para que usted...proceda."- dijo William siguiendo la mentira de su jefe.
La cara de las adoradoras casi me hace morirme de la risa, aguanté a duras penas mi carcajada, y dejé que todo el hastío que llevaba sintiendo estas dos semanas, se reflejara en mi cara, en especial, en mi mirada.
- "Bueno todo depende ella, sobre todo de si son buenas comunicadoras, así que, primero alejaros de mi marido ahora."- vi cómo se iban alejando con celeridad- "Segundo, quiero que comuniquéis a todas la adoradoras, que yo Elena Powell, no pienso dejar pasar ni una más de sus faltas de respeto hacia mi marido y hacia mí, si vuelve a suceder, pondré a trabajar toda la maquinaria Powell, y arruinaré no sólo sus vidas, sino también la de las empresas de sus padres. ¿Ha quedado claro?"- le dije sonriendo como un tigre a su presa.
Las tres asintieron asustadas, y salieron huyendo de allí, yo iba ya a soltar mi carcajada, cuando me vi arrastrada hacia un duro y macizo cuerpo, mientras unos labios tentadores y suave me obligaban a abrir la boca, y dejar escapar un gemido de placer.
Tras casi dejarme sin oxigenó, y medio mareada, oí como le decía a mi jefe de escoltas.
- "William, tu jefa se siente indispuesta, prepara el coche para poder irnos a nuestra hotel, y que yo la meter temprano en la cama a la señora Powell ... para que se recupere."- las palabras llegaban a mis oídos, pero mi mente estaba anestesiada.
- "¿Qué pretendes, playboy? Si piensas que me vas a usar mi deseo por ti, para ..."- intenté decir en un hilo de voz, empalagado por el deseo, pero no me dejo continuar y volvió a besarme. Dejándome muda como siempre.
- "Siempre piensa mal, señora Powell, no tiene nada que ver con lo que usted desea, que lo sé, es más bien que verla barrer el piso con esas odiadas herederas, me ha excitado y de una manera peligrosa. Así que, como no te lleve pronto a nuestra habitación, terminaremos escandalizando a los escoltas en el coche o a los clientes en el Pub, así que nos a vamos ya, y hasta que no lleguemos al ascensor de nuestro hotel, le voy a pedir que ni me mires, ni me toques, y menos te me acerques, o salimos en todos los noticieros, pero por otras razones , que nada tiene que ver con lo peligrosa que puede llegar a ser la señora Elena Powell, con las usurpadoras que quieren insinuarse a su marido."- me dijo dejándome totalmente excitada y sin habla, mientras iba conduciéndome al coche con celeridad, lógicamente sin tocarme, para prevenir su casi limitado autocontrol.
Y sin poder evitarlo, no pude evitar sonreír, me encantaba que sólo yo pudiera hacer que mi esposo perdiera así el control, me hizo sentirme más femenina y poderosa, que nunca.
- "¡Señora Powell, esa sonrisa es peligrosa, no ayuda!"- me dijo advirtiéndome al entrar en nuestro coche.
- "Lo siento, playboy intentaré controlarme, aunque no prometo nada."- la última frase que dije hizo que mi marido se volviera hacia la ventana del coche para no mírame, mientras rezongaba sobre las malditas brujas gitanas de ojos tentadores, esto casi me arranca la carcajada que hubiera hecho que el mundo de los dos saltara por los aires, porque a él le hubiera hecho perder el escaso control que tenía, y segundo yo no le hubiera detenido, que saliéramos en las noticias, así me llevaba dos en una, dejaba clara mi posición ante ciertas herederas advenedizas, y además, disfrutaría de tener al hombre más atractivo, excitante y enloquecedor que existía y amaba, haciéndome tocar el cielo con las manos, hasta que el mundo dejara de existir.