5. ¡NO PUEDES SER TÚ!
—Señor Sánchez, mis vacaciones…
—Mia, se que te había prometido las vacaciones y que has trabajado todo el año sin parar, pero es imposible cambiar la fecha de la reunión, el hombre viene desde Berlín. Sabes que es uno de nuestros más grandes clientes.
—Si, lo sé —le digo mientras muerdo con fuerza el interior de mi boca, estoy demasiado molesta.
—Hija, sólo será esa reunión, estarás libre a las 5 de la tarde, solo debes cambiar los tiquetes y te daré un día más por este inconveniente. Yo de verdad lo lamento pero…
—Lo se, se que es necesario reunirnos con el representante de nuestro cliente, de lo contrario perderíamos una producción demasiado grande, son muchas habitaciones y es un hotel demasiado esperado.
—Así es.
Maldigo con mucha rabia, es como si Julián se estuviera interponiendo en mis planes una y otra vez, estaba a dos días de irme de viaje con mi pequeña Tamy y con Eric.
Luego de 3 años de relación es hora de que conozca formalmente a Tamy, yo tengo la certeza de que es el hombre adecuado, ha sido paciente y ha sabido esperar y entender porque no quiero hacer esto de forma acelerada.
En realidad él ha sido mi primera relación, una relación sana y honesta. Y con sexo normal, como ese que tienen las personas normales. Aunque no puedo negar que mi cuerpo extraña las fustas y algunas palabras.
Pero con Eric todo es tan natural, tan sano, tan honesta y tan libre que no he tenido demasiado tiempo de extrañarlo, cada segundo logró que vaya saliendo poco a poco de mi sistema. Aunque en algunos momentos se presenta ante mí y lo extraño, quisiera ver sus ojos, esos que son iguales a los de Tamy, quisiera poder tener conversaciones audaces, así como las tengo con mi hija. Pero soy feliz, y sé que con él a mi lado no tendría todo lo que tengo.
—¿Y si no vas? Podemos huir y lo sabes —Eric está besando con delicadeza mi cuello y deja pequeños mordiscos por allí.
—Sabes que soy incapaz de hacerle eso al señor Sánchez.
—Creo que el hombre debe ya debería adoptarte oficialmente —lo escucho reírse y su risa me provoca.
—Tengo mi familia y estoy segura de que él tiene la propia.
—Si, pero te trata como a su hija y a Tamy como a una nieta.
—Eso no tiene nada de malo.
—No dije que fuese malo. Me da un poco de celos, que tu y Tamy pasen más tiempo con él que conmigo.
—Sabes para qué eran las vacaciones, Eric. Tamy no es tonta, te la pasas bastante tiempo en casa y cada día o noche que ella ha enfermado has estado a mi lado.
—Sabes que quiero a esa pequeña como si fuera mía.
—Lo sé.
Justo en ese momento está desabrochando lentamente la blusa negra que tengo puesta, tiene un largo camino de botones por el frente, pero cuando al fin queda abierta, Eric besa mis pechos con devoción y me encanta verlo. Sube mi falda y arrastra mi trasero hacía afuera, nota que tengo una prenda que es transparente y deja poco a la imaginación, está de rodillas y entierra su cabeza en mi entrepierna mientras juega con sus manos en mis pechos, pellizca mis pezones y acaricia con sensualidad. Mis piernas flaquean y se que estoy a punto de llegar al orgasmo.
—¡Eric! —exclamó con placer, pero en un susurro porque aunque es la hora del almuerzo en las oficinas, alguien podría escucharnos.
—Me encanta almorzar de esta manera —estampa sus labios contra los míos y se pone de pie, veo su erección y quiero acariciarlo, pero me detiene—. Casi es hora de regresar y si lo haces no pienso detenerme.
—Le sonrío y me levanto al tiempo que organizo mi ropa, me acerco y me cuelgo de su cuello, acaricio su mejilla y dejó un beso suave sobre sus carnosos y tentadores labios. Lo miro a los ojos y me doy cuenta que los años junto a él han valido la pena.
—Te quiero Mia.
—Te quiero Eric.
Escucho mi teléfono sonar y por obligación debo liberarlo, él debe ir a su oficina y yo a mi trabajo.
—Mía, el Señor Sánchez quiere hablar contigo antes de que empiece la reunión.
—Pero faltan dos horas.
—Está nervioso. Y la niñera de Tamy viene en camino con la pequeña.
—¿Qué? ¿Por qué no me informo nada?
—Fue algo de último momento, me dijo que la niña quería ver a su abuelo.
Sonrío y me doy cuenta que los nervios del señor Sánchez serán calmados por Tamy así que lo dejó pasar.
—Debo ir hasta su oficina.
—Te va a ir muy bien, eres la mejor en lo que haces.
—Gracias por creer tanto en mi Eric.
—Es hora de que lo creas tú también.
Lo veo salir, terminó de acomodar mi ropa y cuando estoy por llegar a la oficina del señor Sánchez, su asistente pasa a mi lado demasiado pálida.
—¿Qué sucede?
—Lleg… Llego.
—¿Qué? Pero faltan dos horas para la reunión, ¿Qué creen que son?, ¿algún Dios?
—Mía, hija —el señor Sánchez está visiblemente afectado por la repentina llegada de los representantes del conglomerado Bustamante.
Me doy cuenta de que el señor Sánchez no se ve de muy buen semblante y decido hacerme cargo de la situación.
—Tamy viene para acá, usted va a jugar con ella y yo me encargare de atender al representante. ¿De acuerdo?
—Pero hija…
—Señor Sanchez, han sido irrespetuosos con nosotros y aunque son nuestros mejores clientes, no tienen derecho a jugar con nuestro tiempo. Yo me haré cargo de todo y le prometo que todo saldrá bien, sabe que nunca le fallo.
Me abraza y salgo dando órdenes como una loca.
Empiezo dejando en claro que nadie, absolutamente nadie se va a mover de sus puestos de trabajo y que la delegación deberá esperar en la sala de juntas hasta que sea la hora pactada, ordenó que se les ofrezca de todo y sean muy bien atendidos.
Pido las muestras de las telas que quieren ver y pido muestras adicionales, los conozco mejor que a la palma de mi mano y se que no se quedan con la primera opción.
Analizo cada cosa que puedo, miro por la ventana de mi oficina y recuerdo lo perfeccionista y pulcro que es Julián, así que la personas que está esperando por nosotros debe ser igual que él. Revisó nuevamente los informes, las cifras, inclusive la manera en la que estarán dispuestas las telas y los prototipos.
—Mia, es hora —mi asistente me avisa por el intercomunicador y aunque no quiero estar nerviosa no puedo evitarlo, es probable que la persona que venga sea un viejo compañero de trabajo, pero al mismo tiempo puede ser simplemente nadie. Me relajo y me repito una y otra vez que debo ser profesional, el empleo de cientos de personas dependen de mi.
Mis tacones resuenan por el pasillo vacío, detrás de mí escucho los pasos apresurados de mi asistente, abro la puerta y una carpeta cae de mis manos. Me inclino al piso para recogerla y las manos grandes de un hombre me extienden la carpeta que estaba en el suelo.
—Gracias.
—Con gusto —su voz, esa voz. Me quedó como petrificada en el espacio y de manera automática mis ojos se elevan buscando el dueño de esa voz. Quiero creer que es una pesadilla, quiero creer que estoy alucinando y son los nervios, pero mis ojos chocan enseguida con los de Julián—. ¡No puedes ser tú! Kikky, eres tú.
Sé que debo estar pálida, porque puedo ver de reojo como me miran las personas en la sala de juntas, intento escucharlas pero me es imposible, es como si mi autocontrol me hubiese abandonado.
De repente la puerta de la sala de juntas se abre de golpe y con fuerza el sonido me saca del lugar en el que no se que estoy y giro mi rostro para ver el causante de semejante estruendo.
Entonces siento que estoy por desfallecer, quiero irme, quiero morir, siento como el aire me está desbaratando poco a poco.
—¡MAMI! ¡MAMITA! —grita Tamy con demasiada fuerza, corriendo en dirección a mis brazos. Y de repente me doy cuenta que estoy perdida, que lo que creía tener, esa paz, el amor de mi hija y de Eric, todo eso está por terminar.
Tomo a la niña en mis brazos y la abrazo, busco los ojos de Julián y los veo encendidos en ira y odio, ese mismo que me mostraba cada vez que estaba desnuda y a sus pies, siendo su sumisa por voluntad propia pero sobre todo por amor.
—¡QUE M¡ERDAS SIGNIFICA ESTO!