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El campo de moras estaba más que florido, claro, excepto por una zona que estaba al sur. Yacían sus arbustos muertos y las frutas podridas. El padrastro de Tom no se explicaba por qué, sí el procuraba mantener ese lugar bien cuidado, ya que de la venta de moras vivía su familia. Le había prometido acompañarlo a recoger cada mes, mientras su hijastro ayudaba en la casa a su madre.
Desde la feria, pasada una semana, no había vuelto a ver a Tom, siquiera dejaba que entrara a mi casa. Estaba tan decepcionada y asustada, que el dolor que sentía se volvía insoportable al paso de los días, pero no sabía el por qué y temía volverme como las mujeres y villanos malos de mis libros, por que se suponía que yo seria la princesa buena o la heroína. Había crecido con esa mentalidad infantil.
No podía dejar de ver el prado de moras sin vida y en mi interior se hizo un reflejo un poco oscuro, como un alma vacía, semejante uno de esos sentimientos que no tenían control en tu interior. Por ello intentaba pensar en que no sufriese, por qué notaba a través de el, lo que había dentro de mi.
Mi sorpresa se hizo más grande que mi sonrisa, al ver que con sólo tocar una de sus hojas secas, el pequeño arbusto se volvía verde y florecido como nuevo. Volvía a la vida. ¿Acaso era un nuevo poder?, ¿Podía dar vida?. Tenía tantas preguntas en mi cabeza de lo que en realidad representaban mis poderes, o por qué habían aparecido.
Tuve el impulso de hacerlo con aquella zona del sur que seguía realmente afectada, pero me iba a tardar en hacerlo uno por uno y el padrastro de Tom no sabía nada al respecto.
Eché un último vistazo detrás mío, y deduciendo lo que podría hacer, levanté la palma al aire y volví a hacer el mismo procedimiento que con el arbusto. Sentir, sentir el poder vibrar en cada partícula de mi cuerpo. Imaginé por un segundo lo que era, y lo que podría ser. Un creciente prado de moras, vivo y tan verde como el color de una paleta.
El sentimiento era exquisito, tan suave y cálido. Me llenaba el alma de calma y felicidad.
No entendía mucho sobre el, pero estaba segura de que a tal grado de calidez y paz, también había niveles peligrosos que no estaba dispuesta a encontrar.
Grité girando en mi lugar, feliz de lo que había logrado con la concentración. Le había dado vida a kilómetros de arbustos muertos. Mi poder era mucho más poderoso de lo que imaginaba, y en lo que primero que pensé fue en esas personas que estaban sufriendo por enfermedades incurables y en la naturaleza que cada día iba siendo destruida por el ser humano.
—Me alegra que me estés acompañando mientras Tom se ocupa con mamá de la casa —mire a quien me hablaba, sacándome de todo pensamiento—. Sé que no han tenido buenos días, pero son mejores amigos desde que tienen memoria y todo volverá a la normalidad —sonreí de manera forzosa. No quería pensar en ello mucho.
—También me da gusto ayudar siempre que puedo —di a entender que la conversación quedaba allí, comiendo una mora y buscando otro prado donde recoger. No quería tardar mucho. El bosque era peligroso de noche.
Aunque ya había estado en uno por la curiosidad de conocer a aquella mujer de pelo rosado. Saber cuál era su conexión conmigo, la razón de mi poder y por qué me seguía.
—¿Q-que...? —escuché su voz, sin voltear. Solo me giré cuando oí que la cesta caía y las moras llegaban a mis pies. Cada facción de su rostro mostraba sorpresa y un rastro de nervios, sin dejar la vista del lugar donde yo había estado antes. Oh, oh—. Hace días estaba muerto este prado, y de la nada, volvió a cobrar vida como... por arte de magia —se pasó una mano por el rostro entrando en estado de shock—. ¡Tu! —me sobresalte en medio de mi transcurso de comer una mora, mirándolo extrañada. ¿Yo que?, era la segunda vez que me señalaban de ese modo. Aunque al parecer con motivos indescriptibles de por medio—. Tu... —repitió nervioso, sin saber que decir exactamente. Suspiró, mientras me miraba con los abiertos e intercalaba con la zona del sur que había vuelto a la vida—. Liseth, ¿tú hiciste eso? —fruncí el ceño poniéndome nerviosa—. ¿O viste que pasó?, ¿Como es posible que algo vuelva a la vida de la nada? —parecía que lo que desconocía lo volvía completamente loco—. Digo, nadie podrá descubrir los misterios de la naturaleza a ciencia cierta, pero esto es. Yo... —no dejaba de hablar en voz baja, mirarme de reojo y al prado—. No sé que haya pasado, pero sé que tú sabes. Dímelo.
—¿Queeeeee?, ¿yo saber?, puff, ni que tuviera poderes que revivan la naturaleza muerta —abofetee el aire, bufando con falsa diversión.
Me salía tan mal, que el mi interior alguien se estaba burlando de mi a risotadas hasta llorar. Jamás había mentido, y no sabía exactamente como hacerlo.
No sabía cómo tomar sus expresiones, pero sabía que no se creía nada mi mentira. Era un adulto, con experiencia, obviamente sabía que una niña estaba mintiendole, lo que no me daba muchos puntos a favor. Probablemente me catalogaba de bruja, aunque ellas, - según los cuentos y libros que me ha leído mi madre -, eran malvadas. Y yo por ningún lado podía trasnpirar la maldad.
—Estás mintiendo, ¿verdad?
—¿Queeee? —bufé, riendo nerviosa.
—Liz —interrumpio. Sabía que no se iba a convencer de ninguna de mis palabras. Solo mi madre y yo lo sabíamos. Ella me decía que las personas no podrían entender mi poder, ya que lo desconocían y lamentablemente lo desconocido asustaba a los demás. Yo no quería asustar a nadie, no quería hacerle daño a nadie que no me lo hiciese a mi—. ¿Fuiste tú, verdad? —sabía que mi rostro ahora estaba serio, casi sin expresión. La situación me estaba incomodando. Tenía que salir de allí pronto, y evitar una sesión de preguntas de las que yo no tenía respuestas.
—Oh, vaya, ¿escuchaste eso?, me está llamando mamá. Bueno, adiós —deje la cesta en el suelo, y salí huyendo como si acabase de robar un banco y la policía me fuese a llevar a la cárcel. Había hecho la cosa más tonta de la vida y sabía que sospecharía. La distancia de la montaña al pueblo era tanta, que me sentía estúpida pensar en lo que había hecho.
Lo miré de reojo por un segundo y tuve la mala suerte de chocar con alguien. Por la simple impresión grité.
—Wow, cálmate flash, soy yo —escuché la voz de Tom. Por simple reflejo le di un abrazo. Lo había extrañado, aunque técnicamente lo había estado evitando por evitar sentimientos absurdos que me traía pesadillas.
—Tienes que ayudarme, tu padre me está acusando de cosas que ni yo sé. ¡PERDIÓ LA CABEZA! —lo sacudí con insistencia.
—¡Eso no es cierto! —respondió en la lejanía. Rodé los ojos—. Veo que has traído a otra amiga a ayudar. Eso es nuevo —solté un bufido irritado mecánico, sabiendo de quién trataba.
—Hola Liz, hola papá de Tom —saludó, apareciendo en mi campo de visión.
—Liseth, me llamo Liseth. Solo mis cercanos me llaman Liz —dije lo mas amable posible.
—Está bien, Liseth —me sonrió e hice la sonrisa más forzada del mundo. ¿Por qué me molestaba tanto su presencia?
—Wall, ¿vamos a cosechar con papá? —sonrió mi amigo a la chica, mientras mi mandíbula caía metafóricamente al suelo. ¿Como era capaz de preferirla a ella?, prometió jamás traer a nadie más. Solo yo era su persona especial. Casi por impulso salté encima de ellos para aplastarlos, pero una fuerza que desconocía me detenía. Se presionaba mi pecho con fuerza, hasta el punto de que mi respiración comenzaba a cortarse en mi garganta. Esta me dolía como si me estuvieran ahorcando. Las vibraciones que antes eran cálidas, pasaron a ser frías y casi cortantes en mi piel, casi como si mi cuerpo quisiese actuar por impulso, y no con la razón.
—Las personas no son como pensabas, ¿eh? —escuché la voz de una mujer como en un susurro en el viento que me rodeaba.
Me dolía el cuerpo, y mi interior ardía. Gotas calientes bajaban por mis mejillas, sin poder detenerse. Estaba confundida. No sabía exactamente lo que me pasaba. ¿Por qué me dolía tanto?
A lo lejos oía voces, pero no podía concentrarme en ellas, más que en mi mente perdida en el sentimiento y lo que cuerpo físico hacía a tal reacción.
¿Por qué me sentía tan confundida y asustada?
Sentía pasar la energía de mi poder por todo mi cuerpo, y aunque no era la misma calidez, por alguna razón me gustaba sentirlo. Me sentía enojada, y con más fuerza.
Abrí los ojos y allí estaban los tres, mirando mis ojos con sorpresa. Sabía de qué se trataba, y sentía a la chica cerca, como si fuese una conexión extraña. Sentía que me llamaba, algo que no había sentido antes, sentía que quería mostrarme algo.
Caí en oscuridad, al segundo de aceptar dejar entrar su visión. Y no parecía ser algo bueno.