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5

- Puede pasar - anunció la secretaria a la joven pálida que tenía delante. - Te está esperando. – Selena caminó hacia la habitación, y Ezenete prestó atención a los pasos temblorosos de la chica, quien caminó hacia su jefe y entendió muy bien. Siempre fue así.

Selena respiró hondo y abrió la puerta con cuidado, tan pronto como la habitación fue visible, sus ojos se fijaron inmediatamente en él. Él estaba allí, mirándola de nuevo. El rubor estampado en su rostro. Caminó suavemente hacia él, buscando otras cosas allí para enfocar su mirada, y finalmente entregó los papeles.

- Tardaré un rato – su voz profunda y aterciopelada llenó la habitación. - ¿Te importa esperar?

—No, ponte cómodo—, le respondió al hombre y caminó hacia la puerta.

– ¿Adónde vas, Selena? – Gustavo apartó la mirada del sobre para verla tratando de escapar. Aquella joven con esa actitud tímida y, al mismo tiempo, pura llamó su atención. No había visto una chica así antes. Fue bastante fascinante.

—Esperaré en la oficina—, respondió ella como si fuera obvio. No compartiría la misma habitación con él. No es lo mismo.

—No es necesario, puedes quedarte—, pronunció.

No quiero molestarte.

– No lo harás. Siéntate. – Fue lo suficientemente enfático para dejarle claro a Selena que eso era una orden y no una petición. Gustavo señaló la silla frente a su escritorio .

El morboso silencio dominaba el aire de esa habitación. Selena se frotó las manos, en un vano intento, quizás, de tratar de deshacerse de todo ese malestar que sentía. La presencia de Gustavo le trajo sensaciones que ella no quería tener. Con el tiempo la lluvia, que venía siendo premeditada desde temprano, comenzó a caer. Las aguas abundantes y las nubes negras oscurecieron todo el cielo. Se sentía como de noche. Podría asustar a alguien más, pero no a ella. Selena miró fijamente la lluvia, ya que las ventanas detrás del escritorio de Gustavo eran de vidrio. El hombre, en cierto momento, la miró, ella tenía los ojos fijos en la tormenta que caía sin piedad sobre la tierra.

- ¿Te gusta la lluvia? preguntó, con cierta anticipación. Ella negó con la cabeza, siendo interrumpida por sus divagaciones mentales.

—Sí, señor, bastante—, respondió rápidamente.

– Solo llámame Gustavo – preguntó .

– No estaría bien. – Su malestar comenzó de nuevo. Respiró hondo, tratando en vano de mantener la calma. El trato formal era una forma de mantener siempre el respeto y recordarle una jerarquía.

- Llamar a una persona por su nombre no es un error, que yo sepa - argumentó con los ojos entrecerrados hacia ella .

Selena tragó saliva y declaró:

- Lo siento, si así lo quieres. - Y ajustó su posición en la silla.

Él accedió.

- ¿Y por qué te gusta la lluvia? – preguntó Gustavo con clara curiosidad.

– ¡Ella es fascinante! Para algunos trae miedo y terror, pero para mí, paz. – Selena ni siquiera se dio cuenta de cómo su voz se suavizó con esa declaración. Su fascinación por aquellas aguas torrenciales era real .

-Tenemos eso en común- declaró con una hermosa sonrisa .

Selena, al escuchar esto, se sonrojó un poco.

- ¿Qué te gusta más?

—¿Eso fue un interrogatorio?— pensó.

Después de pensar un poco, respondió:

- Leer. ¡Amo leer! - Una sonrisa se escapó de sus labios .

Las páginas de los libros fueron siempre su mundo paralelo, donde podía ser quien quisiera y sin ningún peligro. En esas sábanas amarillas, ella era una princesa en el baile del siglo XIX. Una amazona volando sobre su caballo. Podría ser la dama perfecta para el Sr. Darcy. Ser quien salvó a su pueblo de la matanza. Ella podría ser todo. En los libros no había límites.

- ¿Que tipo de libros te gusta? – preguntó, pero notó como la chica estaba fuera de órbita con sus pensamientos.

Selena volvió a reflexionar y respondió:

– Drama, aventuras, ciencia ficción, novelas, teología...

– ¿Teología? Él la miró rápidamente.

- Sí.

– ¿Qué tipo de teología? – Volvió a firmar los papeles, pero quería saber la respuesta.

– Consejería a mujeres jóvenes, doctrinas, fundamentos de fe, catecismos.

Gustavo, encontrando interesante la conversación, preguntó más:

– ¿Qué doctrina le gusta más?

—De la gracia, seguro—, aseguró, con un intento de terminar la conversación.

- ¿Por qué?

– Porque muestra lo pecadores que somos y lo grande que es Dios en amor, misericordia y gracia .

- ¿Realmente crees eso? Él levantó una ceja hacia ella .

- Es claro que si. ¿Crees en algo? – Finalmente, se armó de valor para descubrirlo un poco más.

—Un poco de todo...—, se rió entre dientes. – Me gustan algunas cosas del budismo, creo que si tuviera que elegir una religión sería esta.

Gustavo nunca estuvo ligado a la religión. Era bastante seguro que sus padres nunca compartieron nada sobre la fe con él. Su dios era la riqueza, al igual que la de su familia, y aunque en la universidad tuvo contacto con personas que intentaban predicar la fe en Jesús, no lo tomó en cuenta .

- ¡Ah sí! - Salió la voz de Selena, perceptiblemente, entristecida .

– Aquí están sus documentos firmados. – Gustavo le extendió los papeles. - ¿Eso es todo? – preguntó, mirándola fijamente como siempre le gustaba hacer.

- Gracias Sí.

Mientras estiraba el brazo para recoger los papeles, tocó levemente su piel, el escalofrío era inminente. Selena, aún conmocionada por ese acercamiento, aceleró sus pasos. Cerrando la puerta detrás de él, dejó escapar un largo suspiro. La luz roja vibró en su cabeza. No era cristiano ni tenía ningún interés en serlo, nunca debió enamorarse de él. ¡Nunca! ¡Nunca!

– ¡Este es el nuevo modelo y es un éxito de ventas! – Los aplausos se acentuaron en aquella reunión en la cafetería con todos los empleados. – Felicitaciones a ustedes que trabajan con entusiasmo y por eso nuestra empresa crece aún más. – Darius terminó su discurso, alborotando aún más a la multitud de empleados, inflamando el orgullo de la gente.

El lanzamiento de la nueva bicicleta había sido un momento conmemorativo. Toda la empresa había estado trabajando en ello durante meses y finalmente habían recibido comentarios y era mejor de lo que pensaban. Después de esos días duros para el lanzamiento, los empleados descansaron más y ya no hubo tanta prisa. Era el final del día, cuando se despidieron y todavía habría tiempo para que Selena comprara algunas golosinas para llevar a su especialización. Con sus funciones en la empresa, no tardó en darse cuenta de que se identificaba con el área administrativa, queriendo superarse aún más. Se acercó al mostrador y pidió un té de menta. Selena amaba los tés. Tomó su orden y se sentó, tomó un libro en sus manos y comenzó a devorarlo. Hacía tiempo que no leía una historia tan atractiva como la que estoy leyendo en este momento.

- ¿Puedo sentarme contigo? – la voz de Gustavo invadió sus tímpanos, temblando por todo su cuerpo. 22

En esos dos meses de trabajo trató a toda costa de desviarse del hombre, que constantemente visitaba sus pensamientos y quería hacer un hogar en su corazón, pero mirándolo en ese momento frente a él con esa hermosa sonrisa, No sabía si todavía quería pelear .

- Si puedes. - accedió, aunque pensó que debía huir de su presencia.

- ¡Te ves tan hermosa hoy! – la elogió de repente .

Selena, al escuchar esas palabras, no podía creerlo. Él nunca la había felicitado ni siquiera le había dicho una palabra por formalidad. ¡Eso fue sorprendente!

—G-gracias, supongo. - Por un momento tartamudeó.

—Me gusta como eres, Selena. Tomó asiento frente a ella. —Te he observado y notado tus encantos. – Gustavo estaba siendo muy directo con sus palabras, dejándola con los ojos muy abiertos sin poder procesar ninguna de sus palabras.

Durante estos meses intercambiaron algunas miradas, y ella siempre desviaba la mirada y se volvía. Se encontraron en uno de los pasillos de la empresa cuando ella tomaba unos informes. Pero esta vez, parecía estar siendo bastante invasivo. Yendo directo al grano.

– ¿Me observaste? preguntó incrédula con el ceño fruncido.

– Sí, Selena. – Su atención estaba ahora en el menú, pero no parecía querer comprar nada.

- Creo que no tengo nada especial que pueda ser objeto de observación. - Cerró el libro en su mano .

- Si tiene. - Dejó el menú a un lado y la miró serio. - Es diferente de otras chicas, no es inútil. – Sin pedir permiso, le tocó levemente el dorso de la mano. El escalofrío en Selena subió de pies a cabeza. – ¡Eres tan puro! 39

Sus palabras hicieron que las mariposas despertaran y volaran dentro de ella. Pensó que su sueño empezaba a hacerse realidad. Era como una utopía.

- Gracias... - Agradeció tímidamente y se levantó al ver que su contraseña había sido llamada. - Lo siento, pero me tengo que ir. – Fue al mostrador a buscar el té helado, las papitas y la paga.

- ¿Para donde vas? – Él también se levantó y fue tras ella.

– Por mi especialización, tengo clase a las 7 pm. Tomó un sorbo de té, con la vana esperanza de refrescar el ardor en su interior.

– Podría dejarlo ahí. – Gustavo se ofreció amablemente.

– No es necesario, señor. – Iba a abrir la puerta de vidrio para salir, pero él pasó primero y le dio espacio para pasar.

Selena solo miró al suelo y pasó de largo. A su lado, declaró:

—¿Qué dije acerca de llamarme señor?—

- ¡Indulto! Pero no hay necesidad, Gustavo – enfatizó, y aceleró sus pasos, tratando de esquivar. Tenía miedo de sí misma y de sus propios pensamientos sobre él.

– ¡Hago un punto! Él la agarró por el brazo, haciendo que se detuviera abruptamente. – Vamos, mi coche está justo ahí. - Señaló el garaje con la cabeza .

Selena resopló, sintiendo que sus piernas temblaban. Ella no debería hacer esto, pero él no la dejaría sola. Al volver a mirarlo, notó su mirada intensa y cedió, ambos subieron al auto .

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