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Capítulo 4

Salió de la tienda y ahora tenía que pensar en una forma de entregárselo sin levantar sospechas sobre quién se lo había dado. Lo pensó mejor y la mejor alternativa sería pedir que se lo entregaran en casa de Paula. No le resultó nada difícil conseguir la dirección, ya que figuraba en el expediente de todos los alumnos de la institución.

- Quiero que se lo entreguen a Paula Gonçalves, en esta dirección, ¡y sin decirle quién lo envía!

Le entregó la caja y le dio una propina al repartidor.

Sheila estaba en casa, era profesora, pero estaba de baja por una bursitis en el hombro derecho... Recibió una llamada en el teléfono de casa y antes de que pudiera siquiera saludar:

- Buenos días, disculpe la llamada, hemos tenido un problema con la impresora y la factura del móvil que acaba de comprar... Se la enviaremos a la dirección de correo electrónico registrada en la tienda a su nombre y, si necesita el documento impreso, ¡puede recogerlo aquí mañana!

- ¿De quién estás hablando? - preguntó Sheila.

- ¿Es el contacto del Sr. Robson Nogueira? Siento llamarle a su casa, pero parece que su móvil está apagado...

- Sí, es mi marido. Debe de estar en la universidad a esa hora y siempre lo apaga.

- Así que, por favor, dale un mensaje y nuestra tienda te lo agradecerá.

- Por supuesto, se lo transmitiré...

Sheila estaba emocionada, creyendo que iba a recibir un regalo de su marido. Sabía que él no necesitaba un aparato nuevo, ya que el suyo era de última generación... Robson nunca había sido vanidoso con este tipo de cosas, así que sin duda era para ella.

Llamó por teléfono a una de sus amigas, tenía curiosidad y quería convencerse de que le estaba regalando algo especial y no cuestionaría la compra.

- Creo que Robson quería adelantar el regalo de su décimo aniversario de boda. - dijo, emocionada.

- En serio, Sheila, ¿qué crees que será?

- En realidad, ya lo he averiguado y me acaban de llamar de la tienda para decirme que la factura de un teléfono móvil estaba lista y que se la enviarían a su dirección de correo electrónico.

- ¡Así que tienes que espabilar y prepararle también una sorpresa! - respondió su amiga.

Recordando el viaje de su marido...

- Pero la sorpresa tendrá que esperar un poco... Unos treinta días, porque se va de viaje de negocios.

Su amiga se quedó callada y pensativa, le resultaba extraño que anticipara el regalo seguido de la obligación de ese viaje.

- ¿Por qué estabas callada? - preguntó Sheila.

- Lo siento, no quería meterte malos pensamientos en la cabeza.

- Crees que este regalo podría no ser para mí, ¿es eso?

- La verdad es que no sé qué pensar ni qué decirte, ¡ten cuidado con lo que dices! Ya sabes cómo son los hombres.

- Robson nunca me ha dado motivos para sospechar de nada, pero tienes razón al decirme que sea más precavida y estoy segura de que lo seré.

Sheila colgó la llamada y decidió hablar con alguien que pudiera aclararlo todo. Llamó al rector, Orestes, que enseguida atendió la llamada desde su despacho.

- Buenas tardes, soy Sheila, la esposa del profesor Robson, y antes de entrar en el tema que me ha hecho ponerme en contacto con usted, ¡me gustaría pedirle que nuestra conversación sea completamente confidencial!

Le sorprendió la llamada y la forma en que se refería a ella, pero no quiso negarse a su petición.

- ¿Y en qué puedo ayudarla, señora Sheila?

- Sólo me gustaría entender la necesidad real de que mi marido estuviera en este viaje a Los Ángeles con los alumnos, ¡ya que él mismo había comentado hace un rato que ese era el trabajo de Eduardo!

- Perdóneme Sheila, realmente he tenido que enviar a su marido a este viaje, ya que Eduardo no puede desempeñar esta función en estos momentos. - respondió, despidiendo a un visitante inoportuno en su despacho.

- Lo comprendo y le pido disculpas por haberle quitado tiempo...

- No hay problema, ¡lo comprendo!

se despidió Orestes y desconectaron la llamada. Para él, todo esto era innecesario, después de todo, Robson era uno de los pocos profesores que no tenía un historial de promiscuidad con alumnas. Ya había tenido que ocultar muchas cosas por el bien de la moral de su profesorado.

Paula estaba en casa cuando alguien llamó a la puerta.

- Me han pedido que te dé esto.

Recogió la pesada caja y se preguntó quién o qué la había enviado. Dio una propina al repartidor y firmó la entrega.

El cumpleaños de Paula ya había pasado hacía meses y no había motivo aparente para que recibiera un regalo en aquel momento. Cerró la puerta y se acomodó en el sofá, desatando la cinta de la caja elegantemente decorada. Para su sorpresa, encontró un iPhone 15, un teléfono móvil muy superior al que había vendido recientemente.

- ¿Quién haría algo así?

Paula pensó en Tamara como posible remitente, pero dudaba que se gastara el dinero de su bolsillo en un regalo tan caro, a pesar de ser tan buena amiga. Sin conocer el origen del regalo, Paula no podía imaginar quién más podría haberlo enviado. La falta de una nota identificativa hacía imposible devolver el regalo sin conocer la procedencia.

- Sea quien sea esta alma caritativa, ¡que Dios le bendiga doblemente!

Al final del día, Robson regresó a casa y Sheila no dejó de darle vueltas todo el tiempo, esperando oír algo de él sobre el tema. No le dijo nada de regalos ni sorpresas, y eso fue una señal de alarma para ella.

Esa noche, él se acercó a ella con ganas de sexo, pero su mente no pudo encenderse antes de saber la verdad.

- ¿Por qué eres tan frío conmigo?

- Eres tú, Robson. Antes de que se me olvide decírtelo, una tienda del centro comercial me ha telefoneado para decirme que la factura del aparato que acabas de comprar llegará hoy a tu bandeja de entrada.

Su cuerpo se enfrió al instante.

- Claro, sí, sí, se me olvidó decírselo. He comprado este aparato para regalarlo en un sorteo para que algunos estudiantes puedan acompañarnos en este viaje... Algunos de ellos no tienen una buena situación económica y por eso, para ayudar con los gastos, ¡decidimos hacer una rifa!

Sheila respiró aliviada. Aquél era sin duda un buen motivo para comprar aquel aparato, y se sintió mal por haber pensado mal sobre las intenciones de su marido.

Robson nunca le había mentido tan descaradamente. No sabía lo que le pasaba por dentro, pero tenía miedo de todo lo que era capaz de hacer por aquella chica tan guapa y peligrosa.

Robson

Sólo de pensar en pasar treinta días con ella me aterra la idea de mantener una relación sexual con alguien tan joven como Paula.

Ese fin de semana iba a llevar a mi hijo de acampada con mi mujer, pero mi mente ya estaba demasiado dispersa anticipando lo que ocurriría en los días siguientes.

Ya había reservado nuestro viaje en avión para el próximo lunes, había incluido a Tamara como una de las alumnas seleccionadas por las buenas notas que siempre mostraba, la última plaza había quedado libre porque los alumnos habían decidido hacer una evaluación en lugar de ir a este viaje, ya que no todos tenían disponibilidad para estudiar durante todo el mes.

Estábamos a orillas de un río pescando.

- Mira papá, ¡he conseguido pescar uno!

- Por el amor de Dios, Robson, tu mente está demasiado lejos, ¿no estás escuchando lo que acaba de decir Jonás? ¡Ayúdale con la caña de pescar!

La voz de Sheila me sacó de un pensamiento prohibido, acabé imaginándome solo en una de esas viejas y clásicas casas de Los Ángeles y Paula estaba conmigo mirando una chimenea encendida.

Cerca de allí...

Paula se pasó todo el fin de semana pensando en una excusa que presentar a su padre sobre la inesperada aparición de aquel teléfono móvil, obviamente superior al suyo. Para apoyar su historia, tuvo que involucrar a Tamara en su mentira. Cuando su padre la confrontó, Paula decidió decir la verdad sobre la venta de su teléfono móvil para comprar ropa de abrigo y una maleta de ruedas para viajar. Sin embargo, ocultó que había recibido el otro móvil de un desconocido.

- Podríamos haberlo comprado todo a crédito, hija.

- Ya no tengo edad para pedirte estas cosas. Así que, mientras no pueda permitirme mis lujos, ¡tendré que aprender a arreglármelas como hasta ahora!

- Pero entonces, si vendiste tu móvil, ¿de quién es el otro que usas?

Odiaba mentirle, pero no podía decir que había recibido un regalo tan lujoso sin saber siquiera de quién era.

- Tamara me ha dado este móvil porque sus padres le van a regalar uno aún más bonito.

- A veces pienso que no fue buena idea meterte en este colegio, donde sólo hay chicas con una realidad vital totalmente distinta a la tuya. Y temo que el deseo de ser como ellas te lleve por el mal camino.

- Ya me conoces, papá. Nunca vendería mi cuerpo ni haría nada malo sólo por dinero. Estoy trabajando duro para estudiar y hacer que mamá y tú estéis orgullosos, ¡dondequiera que esté!

Los dos intercambiaron un fuerte abrazo y al menos Paula se libró de una de las mentiras. El profesor Robson les envió un correo electrónico mostrándoles el hotel donde vivirían los próximos treinta días. Era un lugar clásico, elegante y con una decoración muy especial.

Lo único que Paula quería era saber cómo era la vida nocturna allí, y estaba encantada de saber que Tamara las acompañaría, pero no entendía el sistema de elección del profesor: ¿cómo podía coger a la peor y a la mejor alumna para el mismo trabajo?

Tamara tenía unas notas excelentes y eso sin duda justificaría que el profesor la cogiera para este proyecto, pero Paula no entendía por qué quería darle toda esta responsabilidad de mejorar su nota, a través de un encargo como este.... «¡Quiere suspenderme con nota!», pensó.

Subió a su habitación, se duchó y ya había configurado todas las redes sociales de su nuevo móvil. No había mensajes nuevos, y su Direct era del profesor Eduardo, pero Paula accedió a su Facebook y vio una foto de él con su mujer celebrando su embarazo.

- ¡Claro que por eso lo sacaron del viaje, esa estúpida debe estar celosa y ahora que espera un hijo, más todavía!», pensó.

Paula pasó todo el fin de semana organizándose para ir al viaje: ahorró el dinero para la cera, se arregló las uñas, se arregló el pelo y estaba lista para partir.

El lunes...

- ¿Qué tal, compañera, estás lista? - le preguntó Tamara a Paula por teléfono.

- Espera un momento, compañera, ahora te llamo, ¡hay una llamada en espera! Hola?

Era el profesor Robson.

- Hola, Paula, te llamo para decirte que primero me pasaré por casa de Tamara y luego te recogeremos.

Ella se entristeció al saber que cuando él visitara su casa, compararía su situación económica. En la universidad, en medio de los regalos que recibía, a menudo no parecía estar menos acomodada que los demás. Eso la avergonzaba...

Paula

Antes de que viniera a recogerme, me despedí de mi padre con un abrazo y salí a esperar. A los pocos minutos llegaron Tamara y él...

Mi padre me dio un beso en la frente y la profesora se bajó del coche para ayudarme a guardar la maleta... Mi padre hizo ademán de «entregársela».

- Mucho gusto, soy el profesor Robson. - Se acercó a mi padre y ambos se estrecharon la mano.

- Cuide bien de mi hija y también de Tamara.

Las palabras de mi padre me hicieron sentir vergüenza, parecía que aún tenía quince años y me iba de excursión con el colegio.

- No se preocupe, señor... Señor...

- ¡Carlos!

- Cierto, señor Carlos, no se preocupe. Cuidaré muy bien de ellos, ¡y nos vamos de misión únicamente para enriquecer nuestros conocimientos!

Mi padre sonrió y me abrió la puerta. Tamara ya estaba en el asiento delantero, y allí se quedó. Luego nos dirigimos al aeropuerto.

En cuanto llegamos, aún esperaba a un amigo suyo para recoger el coche. El profesor Robson estuvo todo el rato hablando por el móvil, y creo que era su mujer la que le acosaba cada cinco minutos, preguntándole si ya había embarcado.

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