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Las piedras del poder

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Carlos vivas B.
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Sinopsis

México ha estado sufriendo ataque de criaturas hechas de cristal durante los últimos dos meses, provocados por El Cristalizador, un hombre que busca las Piedras del poder. Arturo es un chico que vive en Nuevo San Bernardo, Nuevo León; el lugar donde ocurren los ataques más recientes. Los padres de Arturo ya no están, lo único que le dejaron fue una Piedra y su nostalgia, esa Piedra es preciada para él y El Cristalizador. Hay más Piedras, si Arturo quiere salvarse y a su ciudad deberá encontrar a los demás portadores antes que el Cristalizador, el cual no dudará en hacer lo necesario por conseguirlas. Publicación doble martes y viernes a medio día.

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Prólogo 00 | El chico solitario

Finalmente, el hombre adulto tomó cada una de las Piedras y las incrustó en la preciada corona, su hijo miraba desde la puerta de su cuarto con incertidumbre. La situación le aterraba, pero no podía hacer nada.

Cuando terminó, el hombre descolgó de su cadera una caja blanca con un cristal azul incrustado, y tomó su lámpara de aceite para iluminar mejor el lugar, era de noche y no podía esperar a que estuviera lista. Observaba con cuidado aquella corona con un poder inmanejable para un ser cualquiera, poca gente lo podría hacer, eso lo incluía a él.

Cuando apenas la sujetó para ponérsela las puertas de vieja madera fueron destrozadas por miembros de la guardia real, él hombre al susto soltó la corona, los guardias tomaron sus lanzas para clavarlas en él mientras trataba de tomar la corona del suelo, se encajaron en su torso y una en especial en su cuello, aun así, quiso tomar su creación y hacerlos pagar. Entonces el líder del grupo tomó un martillo del taller dándole una muerte instantánea.

El pequeño desde su cuarto vio la vida de su padre desaparecer por un golpe seco. El hijo se había ocultado en su cuarto guardando el máximo silencio posible, tapando su boca con ambas manos, estaba tan aterrado que podía escuchar a su corazón quererse salirse del pecho.

Los guardias quitaron las lanzas y tomaron la corona para llevarla con cuidado a afuera dejando el cuerpo en posición fetal y boca abajo.

La corona no era del rey, pertenecía al orfebre que yacía en el suelo, la querían por el poder que poseía esa corona, un poder para derrocar cualquier reino y construir otro encima.

El joven hijo del joyero salió de su cuarto tomó el alhajero de su padre que había dejado en su mesa y lo ajustó a su cadera. Mientras veía el cadáver de su padre sentía tristeza, pero no lloraba.

Trató de ponerlo en una posición más “cómoda”, pero al tocarlo sus manos se llenaron de sangre. Un pequeño empuje lo tiró al suelo, quiso moverlo más, pero al ver la sangre no dejó de mirarla mientras sus pensamientos se llenaban con odio y resentimiento

—No te preocupes, padre —dijo el joven—, cumpliré este sueño por ti y por mí.

Entonces pintó con esa sangre seis líneas con sus dedos, desde la frente a la barbilla pasando por sus ojos.

—Te vengaré, lo prometo —acarició la gema en su pecho dejando algo de sangre y salió del taller. Comenzando así con una partida de ajedrez empezada.