Capítulo 5 Un jefe arrogante
La chica al teléfono preguntó sí todo estaba bien con Vane, ya que la chica no contestaba, parecía haberse quedado petrificada, después de unos segundos logró articular palabra.
—La escucho, señorita.
—¿Podría presentarse mañana a primera hora para empezar en su nuevo trabajo? El señor Damasco la ha elegido como su asistente personal.
—Excelente, estaré ahí a primera hora.
—Debe de presentarse con vestimenta impecable, cabellos, uñas, calzado, todo en usted debe de lucir de la mejor manera posible, el señor Damasco acostumbra a fijarse en esas cosa, ya que usted será parte de su imagen, tiene que traer equipaje en su auto todo el tiempo, esto por si sale algún viaje fuera de agenda, así el señor no se molestara, odia los imprevistos, y creame señorita, le deseo mucha suerte.
La chica al teléfono cortó la llamada después de decir aquello, Vane sabía que Dante era un jefe difícil, lo sabía por referencias, pero no sabía hasta qué punto podía serlo.
—¿Te han dado el empleo? —Preguntó Tanya con impaciencia.
—Lo han hecho. —Contestó Vane con una gran sonrisa.
Las mujeres Coldwell aplaudieron aquello, Darius no lo hizo, esperaba que no la aceptarán en ese trabajo por ser inexperta, en su cabeza daba vueltas una idea, buscaba la manera de estar cerca de ella, protegiéndola.
Esa noche, Vane tuvo que tomar un té caliente para poder conciliar el sueño, no quería ir a su primer día de trabajo con mala apariencia.
Decidió ponerse un vestido formal en color azul marino, era de mangas cortas y cuello alto, solo que el largo era arriba de la rodilla, por lo que dejaba ver sus bien torneadas piernas.
Se recogió el cabello en una cola alta, tomando un mechón para enrollarlo alrededor de esta, lo que le daba una apariencia elegante, eligió unos zapatos de tacón medio, la hacían ver más estilizada, pero de manera cómoda.
Se había lavado el cabello como siempre con una mezcla de rosas y esencia de fresas, la vainilla era su aroma favorito para poner en su cuerpo.
Eligió algunas de sus joyas más discretas, unos pequeños aretes, una cadena con un discreto dije, algunos anillos, y un reloj que combinaba con su ropa.
Tomó su bolso de diseñador, después de tomar un rápido desayuno y de despedirse de su familia, subió al auto, había cambiado de auto con su mejor amiga, le dejó el suyo para que le prestara el de ella, las Coldwell no tenían autos sencillos, todos eran llamativos, no podía presentarse en alguno de esos en la empresa.
Era un auto sencillo, pero funcional, por los nervios había olvidado la maleta, regresó de inmediato por ella, el ama de llaves ya la esperaba en la entrada, después de recogerla se dirigió hacia el corporativo.
Al llegar al corporativo, en seguida subió al piso dónde se encontraba la oficina principal, había un gran revuelo, ella sintió que había llegado temprano, pero los otros empleados ya estaban ahí, eran las ocho menos quince de la mañana, ¿Pues a que hora entraban?
—Señorita, el jefe está furioso, tiene una reunión importante en una hora, y usted no llegaba, perdón, no me especificaron hora de entrada, en mi trabajo anterior era a las ocho treinta.
—Eso será en otro lugar, aquí las labores empiezan a las siete y media, el jefe es muy puntual en su trabajo.
—Dirás más que puntual es aprovechado, ¿En qué oficina empiezan a esta hora?
—En está. —La voz de un disgusto Dante se dejó escuchar a su espalda, Vane deseó haberse mordido la lengua antes de haber dicho lo que pensaba.
—Lo siento, señor, yo……
—No traté de arreglar las cosas, la escuché perfectamente, me parece muy atrevido de su parte en su primer día llamarme aprovechado, en vez de estar diciendo sandeces, venga a mi oficina, le explicaré cuál será su trabajo.
Vane lo siguió hacia la oficina, al voltear a ver a la chica con la que estaba platicando, le pareció ver un gesto de conmiseración en su mirada.
—Tome asiento, en una hora tengo una reunión muy importante, la chica que acaba de conocer es mi secretaria, tiene que organizar todo muy bien con ella, trabajaran a la par, en cuanto a la organización de eventos, reuniones, en sí toda mi agenda, usted la organizará y tendrá que avisarle a ella, solo quiero advertirle, no tolero errores.
—De nuevo me disculpo, señor, pondré lo mejor de mi parte.
—Eso espero, y el mal comentario de hace un rato, que no vuelva a repetirse, guardese sus opiniones para usted misma, la secretaria le terminara de informar lo que hará usted en esta empresa.
—Lo haré, señor, con su permiso.
—No le he dicho que puede retirarse, no puede hacerlo hasta que yo lo indique.
—Lo siento.
Pasaron un par de minutos en los que Vane sentía la inquisidora mirada de su jefe sobre ella.
—Puede retirarse.
—Con su permiso.
—Saliste viva de esa oficina, ja, ja, ja, —Susurro una chica al pasar al lado de ella.
Vane se sintió aún más nerviosa, lo que su jefe tenía de guapo, al parecer lo tenía de arrogante, sabía que ese era el principio, y sí quería cumplir con su cometido, tenía que hacerse a la idea.
La secretaria empezó a explicarle lo que tenía que hacer, estaban concentradas en organizar la reunión que se llevaría a cabo en unos minutos, cuando una hermosa chica pasó como un huracán junto a ellas.
Era muy alta, de facciones delicadas y bellas, de cuerpo exuberante, sin decir una sola palabra, sin llamar a la puerta entró en la oficina, a Vane le pareció extraño, Dante Damasco no acostumbraba a tener novias, tal vez era su amante en turno.
Pronto dentro de la oficina se escucharon gritos, era la chica.
—No Dante, no me iré hasta que hablemos, no puedes solo usarme y deshacerte de mí como si fuera trapo viejo, te amo, permitiste que me enamorara de ti, no puedes alejarme de tu lado.
—Sal de mi oficina, ya he hablado contigo infinidad de veces.
Dante tomó por el brazo a la chica, para después sacarla por la fuerza a la oficina, la secretaria había llamado a seguridad, ya esperaban fuera de la oficina a la chica.
—Saquen a esta mujer de aquí, tiene prohibida la entrada a este corporativo, no puedo creer que estoy rodeado de inútiles, ¿Ninguno de ustedes pudo prohibir la entrada de esa mujer a mi oficina?
Nadie se atrevió a contestar, todos guardaron silencio.
—Lo dicho, son unos buenos para nada, a trabajar, o piensan quedarse ahí solo viendo. —Dante se dio la vuelta para entrar en su oficina y cerrar dando tremendo portazo.
—Todos volvieron a sus trabajos rápidamente.
Durante la reunión, tanto la secretaria como Vane estuvieron presentes, Dante no se andaba con juegos, Dante no se andaba con juegos, su presencia era imponente.
Vane tenía la sensación de que su jefe la observaba por momentos, tal vez estaba evaluando su desempeño.
Ese día se dio cuenta de que saldría del corporativo mucho después de un horario normal de trabajo, su jefe parecía una máquina de hacer negocios, le dio la impresión de que estaba obsesionado con ello.
Por la tarde, Vane bajó al comedor para empleados, cuando menos parecía ser un lugar decente, el menú que le ofrecieron le pareció bueno, había diferentes platillos para elegir, pero ella terminó eligiendo una hamburguesa con papas a la francesa, en su casa estaba prohibido comerlas, solo comidas dietéticas, sin grasa.
Se podría decir que comían de todo, pero cambiaban algunos ingredientes, en la mansión Coldwell era pecado capital estar pasada de peso, era inimaginable para ellas, sobre todo para la abuela, y ese día, sin su mirada escrutadora, se comería una deliciosa hamburguesa con toda su grasa, al probarla le pareció deliciosa.
—Ahora que no nos escucha el jefe, te contaré algunas cosas, solo no se lo cuentes a nadie.
—No te preocupes, no lo haré. —Vane era curiosa tal y como lo eran todas las mujeres Coldwell.
—Como has visto, el señor Dante es un hombre tan atractivo que el mismísimo Dios Apolo sentiría envidia de él, tiene todo lo que una mujer puede desear en un hombre, fortuna, pero no una fortuna cualquiera, una que hace empequeñecer a cualquier hombre, no podemos negar que lo que tiene de atractivo lo tiene de arrogante, pero ese es su toque.
Vane escuchaba con curiosidad a la secretaria, mientras continuaba comiendo.
—El tipo lo tiene todo, es un afortunado, solo quiero advertirte que nuestro jefe acostumbra a enamorar a cuanta mujer hermosa se le atraviese, la convierte en su amante, por un buen tiempo la hace creer que es la mujer más importante sobre la faz de la tierra, las mujeres se sienten confiadas de su amor, porque les da costosos regalos, luego, un buen día, las abandona, las mujeres caen ante su educación y encanto, creo que le ayuda a conseguir lo que quiere ese carisma italiano que tiene.
Vane pensó que la chica le diría algo nuevo, todo eso ya lo sabía, aunque la chica no era consciente de eso.
—¿Y eso que tiene que ver conmigo? —Preguntó arqueando una ceja y viéndola fijamente.
—Qué me caes bien, eres muy joven y no quiero que sufras por un hombre como ese.
—Sé sincera conmigo, ¿Sí él te hiciera caso, lo aceptarías?
—Niña, dime quién no lo haría, creo que todas, aun a sabiendas de que sufririamos luego, pero tu eres muy joven, a esa edad el corazón no aguanta tan cruel desprecio.
—No lo estoy haciendo, es mi primer día de trabajo, no me asustes con eso, mujer, que salgo corriendo.
—Ja, ja, ja, tampoco es para tanto
Las dos chicas regresaron a su trabajo de inmediato, al llegar al piso donde se encontraba la oficina de su jefe, vieron que daba vueltas fuera de la oficina como León enjaulado.
—¿Se puede saber dónde demonios han estado?
—Vane está vez no se quedó callada.
—Bajamos a comer como todos los compañeros, de hecho aun nos quedan 15 minutos de tiempo libre, ¿Deseaba algo?
Dante volteó a ver su costoso reloj, enseguida se dio cuenta de que la chica tenía razón, aun faltaba un poco para que llegara la hora de retomar su trabajo.
—Tiene razón, aún faltan algunos minutos, pero sí ya están aquí, es mejor que comiencen a hacer su trabajo.
—Enseguida, señor. —Contestó la secretaria, Vane se dirigió de mal humor hacía su lugar de trabajo.
—Señorita Smith, necesito que revise minuciosamente los documentos que tengan que ver con el Corporativo Harrigan, firmamos hace un par de años con ellos, ahora están tratando de rescindir nuestro contrato para irse con las Coldwell, y eso no lo permitiremos.
Vane se sorprendió al escuchar lo que estaba sucediendo, era seguro que Darius ya estaba al frente del corporativo que pertenecía a la familia, ¿Qué era lo que intentaba hacer al intentar que los Harrigan rompieran su alianza con los Damasco? Tendría que preguntárselo.
—Usted, señorita Sanders, venga a mi oficina, revisaremos mi itinerario del día de mañana.
—Enseguida, señor Damasco.
Vane tomó la agenda electrónica para después seguirlo.
Dante tomó su lugar, Vane se quedó parada frente al escritorio.
—¿Y bien? Imaginó que la señorita Smith ya la puso al tanto de mi agenda.
—Así es, señor, el día de mañana tiene usted varias reuniones.
Vane le dio los horarios de las reuniones, él la escuchaba mientras la veía fijamente.
—Perfecto, ahora salga, en una hora quiero que me traiga un café, debe de tener cuidado en traerlo como se debe, la señorita Smith le informará sobre ello, mientras ella esté revisando esos documentos, no hay que molestarla, debe de concentrarse para no equivocarse.
—Así lo haré, señor, en cuanto ella me indique de qué manera preparar su café, no volveré a molestarla. —Vane se dio la vuelta para salir, la voz de Dante la detuvo.
—Señorita Sanders, no será necesario que llame a la puerta cuando traiga el café, si lo hace a la hora indicada, sabré que es usted.
A la hora establecida, Vane preparó el café tal y como le indicó la secretaria, a paso apresurado se dirigió hacia la oficina de su jefe, abrió la puerta y entró directamente, tal y como él se lo había pedido.
Al hacerlo se llevó una desagradable sorpresa, tanto así que el café se derramó sobre la costosa alfombra, Dante volteó a verla, parecía sorprendido y a la vez furioso.
—¡Maldita sea! ¿Por qué demonios entra sin llamar a la puerta?