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Capítulo 2 Despido.

Leonardo:

— Dime ¿qué te parece? — espero que el lugar sea del agrado de Kevin.

— En verdad, la bebida y la comida es muy buena, aunque si la camarera supiera hablar inglés sería mejor, odio usarte como traductor, en especial porque estoy seguro de que no le pediste su número telefónico, mi castellano es escaso no lo hablo, pero lo entiendo.

— Vamos, es solo una niña, si te gustan jóvenes ve por Amara, no ha dejado de coquetearte.

— ¡Estás loco! ¿Sabes quién es su hermano? Alexander Scott, fue nuestro compañero en la universidad ¿acaso lo olvidaste?

— No podría olvidar a un maldito como él, es por eso mismo, que te digo que ligues con Amara, él se burló de tu hermana, págale con la misma moneda. — y una vez que lo dije me avergoncé, ¿Cómo pude darle tal idea? Pobre chica, no tenía la culpa de que su hermano sea un desgraciado.

— Suena tentador, pero todavía recuerdo la paliza que me dio cuando lo confronte por lo de Lisa, dicen que está aún más loco y violento desde que su prometida murió. Creo que ese fue su karma, jugo con tantas mujeres que tuvo su castigo al perder a la única que amo.

— Esas cosas no se dicen. Mira va a empezar el espectáculo.

— ¿Esa no es la otra camarera? ¿Acaso no dijiste que tocaba una banda?

— Sí, es raro, aquí solo toca el sobrino de Alfredo, tiene talento, pero no tanto, veamos si ella es mejor.

Cuando volví a mirar al escenario una sensación extraña se apoderó de mí, esa mujer, era la más hermosa que había visto en mi vida, dejé de prestarle atención a Kevin, y le hice seña de que se callara. No podía dejar de mirarla. Su piel era de un color tan hermoso que contrastaba de una forma maravillosa sobre el escenario negro, su cabello castaño a pesar de estar atado en una coleta alta caía y bajaba por su espalda hasta su cintura como si fuera una cascada, su figura frágil se perdió cuando comenzó a tocar y luego a cantar, parecía una diosa guerrera, y su canto era como el de una sirena que me llamaba, mejor dicho, me hacía sentir exactamente igual que su canción, ella era el hada y yo ese mago que vagaba solo, perdido, por primera vez sentía algo, esto era amor, me había enamorado del primer momento en que la vi, y cuando me di cuenta de eso el miedo se apoderó de mí, era hermosa, estoy seguro que debe tener a alguien en su vida, ¿qué hago? ¿Cómo saber? ¿Cómo conquistarla? Jamás sentí estas emociones, me siento raro, y malditamente excitado.

Para cuando termino, tenía ganas de salir corriendo y tomarla en mis brazos, ¿cómo puede ser que no la haya visto antes?, vengo al menos dos veces al año, debe ser una empleada nueva.

— ¡Pero que hace ese idiota de Elio! — Ver como Elio le arrebata la guitarra de sus pequeñas manos me enoja, ¡¿acaso no sabe tratar a una dama?!

— Creo que echando a la mujer con el mejor trasero que he visto en mi vida.

— ¡Compórtate estúpido! — Que ni se le ocurra mirar a mi hada, será mi amigo, pero esa mujer despertó algo en mí y no la pienso dejar ir.

— ¿Pero a ti que te pasa? — Ignoro a Kevin, aunque en realidad estoy tratando de no golpearlo. Llamo a la camarera que se nos designó.

— Sí, ¿desean algo más?

— ¿Cómo se llama ella? — Y con un gesto de cabeza señale al amor de mi vida.

— Florencia.

— Dile que venga por favor.

— Ella está atendiendo otra mesa...

— Soy amigo de Alfredo, me has visto antes, dile que venga.

— Le preguntaré. — Bien, si debe de consultarle es porque la pequeña tiene carácter, no sé porque, pero eso me alegra.

Florencia:

— Buenas noches caballeros, ¿qué puedo hacer por ustedes?

— Buenas noches, toma asiento por favor, mi nombre es Leonardo. — el hombre de cabello negro hablo primero, estaba a punto de declinar su oferta cuando se levantó y corrió la silla de su lado para que la ocupara, ya no podía rechazarlo, si tenía negocios con mi jefe, no era buena idea. Me senté y miré a Diego, quien solo levantó los hombros. Y se dirigió a atender mi mesa.

— Quería felicitarte, cantas muy bien señora o señorita… — No pude evitar sonreír, ¡¿señora?! ¡Jamás!

— Señorita, aunque solo dígame, Florencia, no es necesario tanta formalidad, solo soy una empleada. — Y a ti se te nota lo rico que eres con ese traje a medida, pensé, pero no lo diría en voz alta.

— Es una empleada, pero no por eso no merece respeto, señorita Florencia, ¿tendrá algún apellido? — En ese momento me asusté, ¿para qué quería saber mi apellido? No se veía como si fuera alguien del cartel de Manuel, además era conocido de Alfredo, no debería preocuparme, ¿o sí? El hombre se dio cuenta de mi conflicto y agrego apresuradamente.

— Disculpe mi curiosidad, es solo que quiero recomendarle a Alfredo que le permita subir al escenario más seguido, su voz es realmente... hipnotizaste.

— Florencia oliva, gracias por el halago. Señor Leonardo.

— Leo, dime Leo, lo de señor está de más. — Una Sonora carcajada me hizo mirar hacia el frente, pero antes de decir nada él hombre en cuestión hablo con Leo, en un perfecto inglés.

— Vamos Leo, ¿estas coqueteando? No lo puedo creer, pareces un adolescente, solo muéstrale tu billetera y la tendrás en tu cama en dos minutos, con sus piernas abiertas. — el rubio idiota dijo aquello como si nada y mi carácter rasguñaba mi interior por salir y darle unos buenos golpes.

— Veo que no sabes distinguir entre una dama y tus habituales amigas, si vuelves hablar de esa forma de ella da por terminada nuestra amistad, ¡¿entendido?! — Traté de mantener la calma, más aún cuando él me defendió, se veía realmente enojado y por primera vez me atreví a mirarlo a la cara, ya que hasta ese momento lo había evitado.

Su piel tenía un bronceado exquisito, sus ojos color miel me dejaron sin respiración por unos segundos, su cabello negro se veía sedoso e invitaba a hundir mis manos en él. Pero sus labios fue lo que más me cautivó, eran carnosos y se veían tan suaves, me pregunto qué sabor tendrán ¡¿Por Dios, yo no soy así, que me sucede?! Quizás sea la abstinencia de sexo lo que me está enloqueciendo.

— Disculpa a mi amigo, Kevin Collins, es un poco.... Idiota. Me gustaría invitarte una copa, si no te...

— Disculpe señor Leonardo, pero estoy trabajando, si me disculpan, que tenga una buena noche. — Me levanté para irme, pero antes que eso sucediera el idiota del tal Kevin, abrió su boca de nuevo.

— Solo pregúntale cuánto cobra, y te ahorrarás todo esto. — Eso fue suficiente, tengo mi carácter, no soy una santa, me levanté y desde mi altura, ya que él estaba sentado mirándome, Clavé mis ojos en él y le respondí en inglés.

— Se nota que las mujeres a su alrededor solo están con usted si le pagan a cambio, que lástima da, un hombre joven con una mentalidad de mierda. — Giré sobre mis pies y me fui.

Al entrar en la cocina Diego me miraba con cara de pánico, ¿acaso escucho lo que pasó?

— ¿Que sucede Diego?

— Deja que te lo diga yo, o te despide o lo despido. — Elio estaba apoyado en la mesada de la cocina con su estúpida sonrisa.

— ¿De qué hablas Elio?

— Ven, vamos a la oficina.

— ¡No, tú no eres el dueño, es tu tío!

— Solo quiero hablar a solas contigo, ¿¡porque eres así siempre!? — No me intimidaban sus gritos, no quería estar sola con él, porque conozco a los de su tipo.

— Por favor, chicos, no griten, los clientes escucharán. — Diego trata de intervenir, pero es en vano.

— Bien vamos a arreglar esto de una vez, vamos a fuera, no entraré a la oficina de tu tío si él no está. — Salí por la puerta trasera y Elio me siguió, ya me tenía harta, con ese comportamiento de dueño del lugar, era patético.

— ¡En que te basas para despedirme! — explote, porque ya no me aguantaba su acoso.

— Me quieres sacar mi lugar, eres una mal agradecida, yo te di este trabajo. — refuta furioso y tengo ganas de reír a carcajadas, pero me abstengo.

— No quiero tu lugar, y no te des baños de santo, los dos sabemos que solo querías acostarte conmigo a cambió del trabajo. Pero como no conseguiste nada ahora no sabes que hacer para echarme. Sabes, me cansé hablaré con Alfredo.

— ¿Y qué piensas que hará mi tío? ¿Creerte a ti o a mí? Le diré que coqueteas con los clientes, incluso con los casados y que hemos tenido quejas.

Mis lágrimas comenzaron a caer de pura impotencia, él tenía razón, aunque las pocas veces que trate con el dueño se veía una persona comprensiva, se podía ver también que cumplía todos los caprichos de su sobrino, y ante la palabra de él, la mía perdería valor.

— ¿Sabes? solo te pido una noche en mi cama y ya no te molestare, es más, quizás hasta te deje subir al escenario conmigo.

— ¡Te puedes ir a la mierda, renunció! — Entré, deje mi delantal en la cocina, tome mi bolso y sin mirar a nadie salí, casi corriendo porque no quería que me vieran llorar.

Me dirigí a el parque principal, los artesanos que trabajan en el lugar, ya hacía tiempo se habían marchado, solo quedaban unos pocos turistas y algunos malabaristas, me senté en el cantero que sostenía la maravillosa escultura tallada en un árbol, era una de mis favoritas. Perdí el tiempo mirándola, tratando de entender cuanto puedes amar a alguien para terminar así, y si yo alguna vez amaría tanto como para morir por él o si alguien muriese por mí.

— ¿Cómo tanto amor, puede hacer tanto mal?

— Hablar con objetos inanimados no habla muy bien de tu cordura. — Una voz profunda me hizo girar, ahí estaba, el hombre más bonito que había visto en mi vida, y para mi sorpresa, me di cuenta de que era alto, muy alto. Leonardo, ¿Qué es lo que quieres de mí?

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