3 El comienzo.
— Simón, no… por favor, ya… no puedo más… detente.
— Eres mi puta y hago contigo lo que quiera, que no se te olvide. — respondió el joven mientras dejaba un fuerte azote en la nalga de su compañera.
Simón Rossi arremetía sin descanso y con total brutalidad el cuerpo de una rubia despampanante, que parecía más una muñeca que una persona de carne y hueso, el cuerpo blanquecino de la joven estaba adornado de cardenales, no solo por lo violento del acto sexual, a este joven se le daba muy bien perder la paciencia, y no poseía respeto alguno por las mujeres, ninguna de sus novias duraba más de un mes con él, Alondra la rubia que ahora gritaba de placer y dolor por igual medida debajo de él, era la única que había batido récord, llevaban dos meses al lado de LA BESTIA, como lo conocían al joven, pero eso estaba a punto de terminar, una vez que descargo su semilla por el cuerpo de la joven, como queriéndola marcar una vez más.
— Toma tu ropa y vete. — dijo el joven mientras caminaba hacia el baño aun agitado.
— ¿Qué? creí que iríamos con los chicos… — la rubia comenzó a vestirse apresuradamente, no quería tentar su suerte.
— Alondra tú no puedes creer nada, es más, no tienes permitido si quiera pensar, ¿te queda claro?
— Ya me cansé Simón, soy tu novia, no puedes tratarme como a las demás. — en tiempo récord Simón atravesó la habitación y del bofetón que le dio la lanzo al piso de mármol frio.
— Yo no tengo novias, tú eres una puta más como las otras y si no te gusta sabes que hacer.
Alondra salió corriendo de aquella habitación, mientras su labio sangraba, no era la primera vez que la golpeaba y sabía que no sería la última.
La finca se había convertido en un caos, Alessandro no podía creer lo que Alejandra quería hacer, para él era algo inaceptable y no tardó mucho en mostrar su lado oscuro.
— ¡No estoy dispuesto a aceptar esta mierda! esto es todo culpa tuya Victoria, siempre siendo tan permisiva, alentando las locuras de cada uno de tus hijos. — Alessandro rara vez se enojaba con su esposa, aún más raro era el hecho de que jamás le había reprochado algo, menos la forma de criar a sus hijos.
— ¡No le hables a mamá de esa forma! Al menos ella nos cuidó y nos enseñó lo que es el amor en cambio tu… siempre encerrado en este despacho, ¡viviendo entre las sombras! — Estefanía era muy consiente que su padre había matado a Fabiola, su verdadera madre, y a pesar de saber que jamás atentaría contra la vida de Victoria, no estaba dispuesta a correr algún riesgo.
— Este despacho pronto será ocupado por ti y solo entonces entenderás lo que es estar en mi lugar. — respondió furioso el mayor.
—Estefanía, no interfieras hija, por favor, déjame hablar a solas con tu padre. — el tono de su madre reflejaba enfado y aunque la morena sabía que ella podía defenderse más que bien sola, no dejaría nada librado a la suerte, al igual que Giovanni, por ese motivo ninguno de los dos se movió de su lugar.
— No me interesa lo que tengas para decir, Alejandra se realizara un aborto y si no es viable tampoco me importara que le realicen una cesárea, ¡quiero a ese feto fuera de su cuerpo para poder dar con los responsables!… — Santoro estaba segado por la ira, en ese momento no recordó todo y cada uno de los consejos que su esposa Victoria le dio a lo largo de los 20 años que llevaban juntos, hablaba sin pensar y sin medir lo que decía, estaba cavando su propia tumba.
— ¡Quiero el divorcio, mientras lo tramitas me iré con MIS HIJOS! — Victoria no solo interrumpió su monologo, también fue la causante de que el mundo del mafioso se detuviera en un segundo, dejándolo sin habla. Mientras Alejandra quien estaba del otro lado de la puerta escuchando la discusión, salió corriendo al viñedo, con su corazón aún más roto de lo que lo tenía.
— Espera, de que rayos hablas. — dijo Alessandro cuándo pudo reaccionar tomando su mano antes que esta emprendiera el camino a la salida.
— Crees que soy la culpable de todos esto, como también crees que crie mal a MIS hijos por el solo hecho que les enseñe a razonar y a dejarse llevar por lo que su corazón les dice, estás hablando idiotez tras idiotez, queriendo decidir sobre el cuerpo de tu hija, NUESTRA HIJA, la cual te recuerdo que fue concebida porque tú me violaste, y por la cual estuve dispuesta a hacer todo para protegerla. — La mano de Santoro libero el brazo de Victoria como si estuviera tocando fuego, jamás en todos los años que llevaban juntos ella le había recriminado aquello, y eso le produjo el mayor dolor que en sus cincuenta años pudo soportar, se tambaleo hasta encontrar el escritorio de madrea de roble que le sirvió de apoyo para no caer.
— Yo…creí…no es lo mismo. — termino de hablar entre balbuceos mientras agachaba la cabeza con vergüenza por lo que hizo en el pasado, contra su esposa siempre estaría en desventaja, contra ella nunca podría hacer o decir nada.
— Lo es, aunque no lo creas, es lo mismo, no importa si la violaron o si es virgen, a Alejandra solo le importa el bebé, una vida y así como ella lo elegirá sobre nosotros, si la obligas, yo… elijo a mis hijos sobre ti o sobre el mismo mundo si es necesario, adiós, Alessandro Santoro, es una lástima que aun teniendo ojos no veas que ellos ya no son niños a los que les puedas decir que hacer y qué no.
— No puedes dejarme, no puedes abandonarme Vicky. — Antes que la rubia diera un paso Santoro ya la tenía envuelta entre sus brazos, que seguían siendo tan fornidos como hace 20 años atrás.
— Mi corazón siempre estará contigo, ese lo cautivaste el día que te presentaste. — respondió con voz temblorosa y es que esta mujer jamás dejaría de amar a su esposo.
— Querrás decir el día que te secuestre, mi pequeña gatita, perdona las estupideces que acabo de decir, yo… creo que nunca seré un buen padre, solo… no soporto ver a nuestros hijos sufrir. — explico aun agitado ante la idea de poder perder a su esposa y llevando una de las pequeñas manos a su rostro, para que de esta forma ella pudiera ver como sufría ante la idea de perderla.
— Cada uno tiene batallas por luchar, y no nos corresponde pelear por ellos, solo podemos mantenernos a su lado y asegurarles que sea lo que sea que suceda en su vida podrán contar con nosotros. A si lo hicieron mis padres conmigo y mis hermanos, entiende que es su vida, no la nuestra.
Al fin Estefanía y Giovanni pudieron relajarse a pesar de que no les gusto saber aquel dato tan importante, como que su hermana fue concebida gracias a que su padre violo a su madre, ya tendrían tiempo después para enfrentar a su padre por su falta, por ahora dejaron a sus padres limar asperezas, sabían que mientras más fuerte fuera la discusión más tiempo seria el que se encerrarían en su alcoba o bajarían al sótano, ninguno de los tres jamás quiso saber que había en aquel lugar, sabían perfectamente que fuera lo que fuera serian ellos los que quedarían traumados si llegaban a entrar en aquella habitación.
Mientras Alessandro y Victoria se reconciliaban, Giovanni trataba de pensar cómo ayudar a su hermana, como sería su vida ahora, no habían hablado mucho, la joven solo se había encerrado en su antigua habitación, o eso creían, estaba tan inverso en sus pensamientos que se había olvidado de que había quedado en reunirse con sus revoltosos amigos.
Sin embargo, Alejandra no estaba en su habitación, ella caminaba por los viñedos, esos que la habían visto crecer y se planteaba casi lo mismo que su hermano, mientras las lágrimas caían por su rostro.
— ¿Qué voy a hacer? Dios ¿Acaso esta es tu misión para mí? ¿Seré la responsable de que el matrimonio de mis padres termine? Solo sirvo para causar problemas.
Eran demasiadas las preguntas que la joven tenía en mente, todavía debía ir al hospital para realizarse un verdadero chequeo, saber de cuánto tiempo estaba embarazada, todo en su vida se había torcido, pero de algo estaba segura, ella tendría a ese bebé y lo cuidaría, sabía que no llevaba su sangre, pero también sabia una gran verdad.
— Todos somos hijos de Dios. — dijo en voz alta una vez más, hablando con ella misma, pero ahora no estaba sola.
— Yo no, me da más ilusión pensar que soy hijo del diablo. — la voz de un hombre irrumpió en el viñedo y la hizo girar, para encontrarse con un joven alto de cabello color miel al igual que sus ojos, vestido de negro con un aire de peligro a su alrededor.
— Lucifer también es hijo de Dios, solo que se revelo contra su padre y fue desterrado. — respondió con toda seriedad mientras limpiaba sus lágrimas.
— Una loca religiosa — una risa sarcástica salió de sus labios— No creí que Giovanni tuviera amigas como tú. — el joven la mira de arriba abajo, tenía una estatura media, un rostro hermoso no podía negarlo, su cabello estaba corto demasiado para su gusto, era un corte casi varonil, llevaba un vestido largo y un saco de lana fino estaba más que claro que ocultaba su cuerpo, pero por sus delgados dedos y rostro podía saber que era delgada.
— Dime ¿por qué lloras belleza? — pregunto con verdadera curiosidad, sus ojos de color negro y motas verdes llamaban su atención, eran raros, como los de Giovanni.
— ¿Eres amigo de Giovanni? — respondió con otra pregunta, hacia 4 años que solo veía a su hermano los domingos y apenas por una hora, desconocía casi al completo como era o con quien se relacionaba.
— Soy su mejor amigo Simón y ¿tu? No te ves como alguna de sus amigas. — Simón reparo que el rostro de la joven se la hacía conocido, pero no recordaba de dónde, mientras dio una vuelta a su alrededor, como quien mira una hermosa escultura y la aprecia de todos sus lados.
— Alejandra Santoro. — se presentó y el joven retrocedió dos pasos mirándola con confusión.
— ¡Que broma más patética! bien Giovanni, sal de donde estés, no te creí capas de bromear con tu hermana. — Alejandra no entendía que sucedía, mientras su acompañante miraba a los lados en búsqueda de Giovanni.
— No es una broma, soy la hermana de Giovanni. — repitió con calma, mientras pensaba que el nombre del joven era el mismo que el del primer papa, San pedro.
— Claro, ¿se supone que eres un fantasma? Porque hasta donde se Alejandra Santoro murió hace 4 años. — Alejandra sintió que las piernas le temblaban, estuvo a punto de caer de no ser por los brazos de Simón que ahora la sostenían, mientras sus ojos se llenaron de lágrimas.
— ¿Quién te dijo eso? — la voz le salió rota, trataba de reponerse, ella había elegido el camino a servir al prójimo, sabía que renunciaría a su familia, pero saber que alguien dijo que ella estaba muerta le dolió, su familia la rechazaba.
— Giovanni ¿quién más? ¿Te encuentras bien? — Simón no era una persona servicial, pero la joven entre sus brazos se sentía frágil, algo de ella lo inquietaba.
— No, pero no debes preocuparte, Dios me dará la fortaleza que necesito, ¿podrías soltarme? — el dolor de que su hermano menor dijera que ella estaba murta se vio sustituido por una pequeña incomodidad por la cercanía del joven, ella jamás se había acercado tanto a un hombre, solo a los de su familia.
— No, no te soltare, aun estas pálida y ya conozco a las idiotas como tú que creen en un Dios que jamás existió más que en las mentes de las personas débiles, no pierdas tu tiempo buscando una ayuda que jamás llegara, te llevare a la casa, no sé quién eres, pero si estas en esta finca es porque conoces a los Santoro. — Alejandra no entendía el enfado del joven, pero no pudo decir nada más, ya que la tomo en brazos y comenzó a caminar con ella como si fuera una niña pequeña, Alejandra estaba muda de los nervios, se planteaba si eso estaba bien o si se podía considerar un pecado.
— ¿Qué mierda le hiciste a mi hermanita? — Estefanía estaba a punto de salir cuando se cruzó con los jóvenes.
— ¡¿Tu hermana?!
— Si Simón, mi hermana y sácale tus asquerosas manos de encima, ¿Ale estas bien? ¿Acaso LA BESTIA te hizo algo? — preocupación pura era lo que salía de sus labios, la morena conocía a Simón, sabía muy bien quien era y lo que hacía, Simón era un perverso sádico de allí su apodo LA BESTIA.
— Solo me ayudo, estaba caminando y no me sentí muy bien. — Trato de sonar indiferente mientras el joven la coloco de pie, pero sus ojos rojos la delataban, estaba sufriendo.
— Ale, mentir es pecado y lo sabes. — Estefanía, tenía 7 años cuando Victoria Zabet llego a su vida y la adopto como hija, la crio con amor y cariño, pero esta mujer tenía más de su padre que de cualquiera a su alrededor y no tenía escrúpulos si debía manipular a las personas de su entorno para conseguir lo que quería, en este caso, la verdad del malestar de su hermana.
— Giovanni dijo que estaba muerta. — termino por responder con el rostro aún más pálido y sus ojos conteniendo las lágrimas.
— ¡GIOVANNI! — la morena pocas veces gritaba, pero cuando lo hacia todos temblaban, después de todo ella tomaría el lugar de su padre dirigiendo la mafia siciliana.
— ¿Qué hice? — dijo el mencionado apareciendo de inmediato con un sándwich en la mano.
— ¿Le dijiste al idiota que Alejandra estaba muerta? — Estefanía apunto a Simón y este lo miro enfadado, ¿Cómo era capaz de jugar con algo así? Se preguntaba a la vez que deseaba golpear a la morena por llamarlo de esa forma, pero sabía que su jefe lo mataría si hiciera eso.
— No, claro que no. — su hermano camino hasta estar al lado de Ale, quien lo veía con dolor y pena, entonces la abrazo.
— Jamás diría algo así, eres mi hermana favorita, tu no gritas como está loca. — dijo colocando un beso en la cabeza de Ale.
— ¿Como qué no? me dijiste que tu hermana se fue con Dios, que era una santa. — Simón quería golpear a su amigo, si Estefanía le decía a Dante algo de todo esto, él era hombre muerto.
— ¡Porque se fue a un convento, era una novicia idiota!
Simón recordaba la conversación que había tenido con su amigo, cuando Giovanni era apenas un niño de 14 años. Simón que en ese entonces tenía 18 años llego junto con su jefe Dante, quien estaba en plan de enamorar a Estefanía, mientras ellos hablaban él se dedicó a recorrer el viñedo y fue allí donde encontró a Giovanni, estaba solo llorando, gritándole a Dios porque le hacía esto, entonces él le pregunto qué le sucedía y allí Giovanni le dijo que Dios se había llevado a su hermana Alejandra que ahora era una santa, luego de ese día se hicieron amigos y ya no pregunto por Alejandra.
Las risas no tardaron en llenar el lugar, mientras Alejandra tomaba noción de como su decisión había lastimado a su familia y también a ella misma, ya que fueron muchos los días que lloro sola en el cuarto del convento porque extrañaba a su familia.
¿Acaso este fue tu plan padre? ¿Tu misericordia actuó en mí para que regresara a casa? ¿Sabías que mi entrega no era absoluta?
Mientras Alejandra dejaba vagar su mete, Simón también lo hacía, pero tratando de recordar donde había visto a esa joven.
— ¿Entonces estabas en el convento? — pregunto mientras la futura esposa de su jefe salía de la finca y quedaba solo con Giovanni y Alejandra.
— Si desde los 16 años, ayer tomaría mis votos perpetuos… pero ya no pude.
— ¿Por qué?
— Tendré un bebé. — respondió sin miedo o vergüenza.
La respuesta de Alejandra lo dejo sin habla, en ese momento no necesito mayores explicaciones, en ese momento lo supo, recordó de donde conocía a la joven y entendió que este era el comienzo de todos sus problemas.