La niñera del CEO de la Mafia.
Sinopsis
Fleur es una chica muy intrépida trabajadora y muy responsable, tras la muerte de sus padres se ve en la necesidad de forjar su propio destino. Una organización delictiva fue la responsable de la muerte de sus padres por lo que ella no desea saber nada de ese mundo por lo que intenta alejarse de todo lo que le parece ilegal y peligroso. Por casualidades del destino conoce a Michael Lewis, un misterioso hombre que la salva de ser abusada una noche en un bar por dos sujetos, para luego convertiste en la niñera de su hijo. Ellos dos empezarán a enamorarse sin ser conscientes ¿Pero que pasará cuando se de cuenta de que su nuevo jefe es también el líder de la banda delictiva que mató a sus padres?
1.¿Cómo te llamas pequeña ratona?
—Te lo aseguro amiga, el día de hoy tú y yo salimos con novios ricos— dijo Míriam al llegar al bar donde la había obligado a ir a pesar de sentirse cansada y sin ningunas ganas de salir.
— Yo solo quiero tomarme un Martini y volver a mi casa — Aseguró Fleur quién no las tenía todas, su amiga era asidua a encontrar algún chico guapo y desaparecer con él.
Cómo era de esperar, Míriam no tardó en coquetear con todo lo que se le ponía enfrente, sobre todo si tenía la apariencia de tener dinero, hasta que desapareció, dejándola sola.
—Perfecto— dijo, hablándole al joven de la barra para cancelar su deuda y marcharse.
Fleur pagó su copa y le sonrió al camarero para despedirse, más no pudo marcharse. Frente a ella estaban un par de hombres impidiendo su paso.
—Mira qué linda señorita tenemos aquí— dijo el más alto de los dos.
—Si me permiten, me estoy yendo— se excusó Fleur haciéndose a un lado y volviendo a intentar alejarse.
El otro sujeto la tomó de la mano, obligándola a volver sobre sus pasos, quedando en medio de ellos.
Eso solo hizo que Fleur se mordiera los labios nerviosa, maldiciendo a Míriam por haberla dejado sola, pero también buscando con su mirada que alguien viera la situación en la que se encontraban y tratara de ayudarla.
Nadie, ni una sola alma de su alrededor, parecía dispuesta a dar un paso hacia delante y ayudarla, por lo que no le quedó de otra más que quedarse quieta entre esos dos pesados sujetos.
—¿Cómo te llamas pequeña ratona?
—No le digas así, si está asustada es por tu cara fea.
Bromearon entre sí, sin dejar de mantenerla en medio de ellos.
—Porque mejor no la invitamos a unos tragos, puede que así se relaje un poco.
—Tienes razón, ven con nosotros a nuestra mesa, pequeña ratoncita.
Fleur odió ser llamada de esa manera, pero lo mejor era no decir nada y no llevarles la contraria.
No tenía de otra, porque entre más miraba a su alrededor, menos esperanzas, tenía de que alguien la socorriera, así que desistió a resistirse y los acompañó, ya vería como alejarse antes de que sucediera nada malo.
—Traigan más botellas de whisky y vino para la joven.
—No, yo solo los acompañaré a beber, no beberé nada.
—Por supuesto que no, ratoncita, tú beberás con nosotros y te divertirás, lo has entendido — le ordenó el que parecía el jefe del par de acosadores, tomándola del mentón sin ninguna delicadeza.
Michael no acostumbraba a salir solo, normalmente iba acompañado de alguno de sus hombres. Pero aquella había sido una mala semana que culminó en un peor día en el que simplemente quería fingir ser un tipo común sin demasiadas preocupaciones y beber un par de copas sin que nadie le estuviera lamiendo el trasero.
— Una botella de bourbon — pidió sentándose en la mesa del fondo, una que estaba en la penumbra y en la que para verlo había que acercarse bastante. En cambio, él, desde allí, podía observar todo a su alrededor.
Y lo primero que observó le gustó poco, aquellos dos hombres increpando a una mujer que no parecía muy feliz de sentarse en su mesa.
«No te metas, Michael, no es asunto tuyo»
Se dijo a sí mismo mientras se llevaba el vaso de bourbon a los labios y bebía un poco sin apartar la vista de esa mesa, apretando los dedos alrededor del vaso al ver como uno de esos tipos obligaba a la mujer a verlo contra su voluntad.
Jamás entendería esos hombres que se creían más machos por humillar u obligar a una mujer a hacer lo que no quería, con lo increíblemente satisfactorio que podía ser seducirla.
Fleur, asintió a la petición tomando la copa llena de vino y bebiendo todo el contenido de golpe, lo que la hizo empezar a toser y provocó la risa de los dos hombres.
—La ratoncita parece que no está acostumbrada a beber.—La copa de Fleur volvió a ser llenada por sus acosadores.
—Anda toma otra— le indico el otro hombre con una voz que no admitía ningún tipo de réplica.
Para ese entonces, Fleur sabía que no le quedaba nada más que aceptar su destino.
Cerrar sus ojos y esperar que el licor hiciera su magia dejándola inconsciente para cuando esos hombres la llevarán a otro lugar porque tenía claro que eso pasaría.
—Mira como bebe, si ya decía yo que solo se estaba haciendo la mosquita muerta.— dijo uno de los tipos acariciándole la pierna.
—¡No me toques!— se quitó la mano de encima rápidamente —¿Quién te dio permiso de tocarme? ¡Me voy!
Se levantó de repente, ya sin miedo, el alcohol había hecho un gran cambio en la pequeña ratoncita. Dispuesta a irse a pesar de estar muy borracha.
Eso solo hizo enojar al jefe de los dos hombres, quien no dudó en abofetearla, haciendo que cayera de nuevo en el sitio donde había estado sentada.
Sin saber de dónde le vino, un fuerte puñetazo impactó en el rostro de ese hombre haciéndolo caer al suelo, Michael había estado observando todo y ya no podía aguantar más la desfachatez de esos hombres, pero lo que le hizo imposible contenerse fue ver como golpeaban a la mujer.
— No os han enseñado a tratar a una dama, ¿Verdad?
El otro tipo intentó golpear a Michael, pero él fue más rápido, lo agarró de la muñeca. La llevó tras su espalda y lo inclinó contra la mesa, quedando tras su cuerpo mientras le doblaba la muñeca, provocando con eso mucho dolor que el hombre gritó.
— Unos centímetros más y estará rota.— Aseguró observando al hombre del suelo quién sangraba por la nariz como un cerdo.— Ahora los dos dejarán que la señorita se marche y yo podré seguir tomando mi copa tranquilo, ¿entendido?
—¡Te irá mal si lo dejas marchar!— le gritó el hombre en el suelo al hombre que estaba contra la mesa con el brazo peligrosamente en las manos de ese hombre misterioso que se atrevía a retarlos.
El hombre de la mesa le tenía miedo a su jefe que trato de hacer golpear al hombre que le sujetaba el brazo, pero no pudo hacer nada, su muñeca fue rota y cayó al suelo llorando al igual que su jefe.
Por lo que ambos, se levantaron huyendo mientras lo amenazaban.
—Más te vale no aparecer frente a nosotros o te mataremos, entendiste.
Fleur se levantó solo para trastabillar y caer contra su salvador, sintiendo como todo le daba vueltas.
—Por favor sácame de aquí, tengo miedo…
Él negó, ¿Cómo iba a llevarse a una mujer borracha de un bar que no conocía de nada? Pero, por otro lado, no podía dejarla ahí en ese estado, así que a pesar de negar, simplemente la tomó de la mano y tiró de ella para llevarla hasta su coche.
— Perfecto — dijo que él al llegar a su casa y darse cuenta de que su borracha acompañante se había quedado completamente dormida en el asiento del copiloto.
La tomó entre sus brazos y entró con ella a su casa llevándola hasta la habitación de invitados, la dejó caer en la cama y se dispuso a marcharse cuando fue detenido por una mano que lo agarró del brazo.
— Por favor, no me dejes
Fleur no quería quedarse sola, todavía sentía miedo de que esos hombres regresarán, no sabía dónde estaba ni que había pasado, solo que ese hombre la acababa de salvar.
— Pero yo tengo que marcharme…
—Tengo miedo— se aferró a la mano de su ángel guarda, porque estaba segura de que era su ángel. El hombre a quien tenía sujeto de la mano.
— Estás en mi casa, nadie va a hacerte daño aquí, duerme— insistió él intentando apartarse de ella.
—Por favor…— volvió a repetirle haciendo pucheros, tirando de él hacia la cama, cada vez con mayor insistencia.
Michael suspiró y se dejó caer en la cama para atraerla contra su pecho, sintiendo como su corazón, que hacía mucho, parecía no tener vida, parecía empezar a palpitar de un modo en que no lo había hecho durante mucho tiempo.
— Duerme…— Fue lo único que le dijo, cerrando los ojos y dejándose llevar por el sueño que le llegó mucho antes de lo que imaginaba.
Fleur se despertó de pronto, la cabeza dolía. Pero no tenía tiempo para eso.
¿Qué hora era? Era hora de levantarse, todo estaba bien hasta que se dio cuenta de que no estaba en su casa.
Mierda.
Se dijo volteando a ver a su lado a un desconocido, lo que la hizo gritar y despertarlo.
—¿Pero quién diablos eres tú?—
Preguntó tratando de recordar, pero así de rápido como le cuestionó, le soltó un golpe cuando él se incorporó quedando sentado a un lado de ella.
Él se despertó de golpe al oír el grito, no estaba acostumbrado a dormir acompañado, mucho menos estaba acostumbrado a que nadie le despertara a gritos.
Tardó unos segundos en entender lo que sucedía cuando recordó todo lo que pasó en la noche anterior y justo iba a hablar cuando recibió un golpe.
— ¿Quieres hacer el favor de calmarte?— preguntó él intentando protegerse de otro golpe que la chica le iba a dar deteniendo su mano en el vuelo.— Pocas personas se han atrevido a levantarme la mano y siguen respirando.
Le advirtió Michael sosteniendo la otra mano cuando ella quiso golpearla de nuevo, haciéndola caer de espalda al colchón y posicionándose sobre ella para calmarla.
—¡Basta fierecilla!— exigió rozándose contra ella involuntariamente en un intento por controlarla y hacer que se estuviera quieta y dejara de patalear.
—¡Eres un delincuente abusador!
— No soy un delincuente y mucho menos un abusador — no lo era, pero el roce constante entre ellos y el forcejeo había hecho que cierta parte de él despertara y se hiciera notar en sus roces.
Ella sintió que su corazón latía cada vez más rápido, al mismo tiempo que su piel se erizaba en cada toque, en cada roce, perdiéndose en ese juego que sus cuerpos parecían dispuestos a tener sobre la cama, a pesar de lo que ellos dos sus dueños desearan.
Su instinto lo volvió mucho más agresivo, intentando dominarla, acariciando su cuerpo y teniendo que contener su deseo de ir más allá, perdiéndose por un instante en la mirada de la joven, en su cautivadora belleza.
Ella no podía dejar de querer verse reflejada en esa mirada, y por dios que bien se sentía estar entre sus brazos, pero no podía, no podía permitir que nadie entrara a su vida, no sin antes cumplir con sus metas.
—Me calmaré, solo si me das espacio— le prometió ella.