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6. DECISIÓN

Abrí de golpe la puerta del baño, introduciéndome con presteza y cerrándola a mis espaldas, quedando recostada a la misma con los ojos cerrados, respirando agitadamente como si hubiese acabado de efectuar una larga carrera. Cuando por fin mi corazón se calmó, abrí mis ojos y pensé que me encontraba en el paraíso, todo de un tenue color azul. La bañera despedía humos y olores que me hicieron calmar al momento, tuve que aguantarme para contener la tentación de sumergirme en ella y así olvidarme de todo lo sucedido en estos últimos tres días. Me lavé de prisa, me vestí y salí disparada hacia el comedor donde ya me esperaba bandeja en mano mi querida ama de llaves.

Sin decir una palabra, me sirvió una excelente sopa de vegetales, seguida de un agradable jugo de frutas, pues no apetecía otra cosa, acostumbrada a la frugal comida del colegio. El día había transcurrido muy rápido, me sentía extenuada, ¡todo era tan nuevo para mí y tan extraño! Terminé de tomar mi jugo sin apenas darme cuenta, mis ojos se cerraban del cansancio y fue entonces cuando salté despavorida de mi silla.

¡Me había parecido ver que a mi lado se encontraban sentados un montón de desconocidos, que me sonreían y parecían extrañamente familiares! ¡Dios mío! ¿Estaré perdiendo la razón? Me pregunté.

De pie ahora frente a la mesa, miraba repetidamente cada lugar, volví a cerrar mis ojos y nada sucedió, respiré tranquila, diciéndome que debía ir a descansar, estaba alucinando, que mañana será otro día, las cosas serían distintas.

—¿Terminó niña?

—Sí, subiré a descansar, estoy muy agotada, hasta mañana.

Después de darle las buenas noches a el ama de llaves, que me miraba de una manera muy peculiar a la cual no di importancia, me dirigí prácticamente dormida a mi habitación. Todavía hoy no puedo recordar como llegué, me desvestí, puse mis pijamas y me dormí; solo recuerdo haber estado escuchando o soñando acaloradas discusiones, no puedo estar segura de nada, era tanto mi cansancio que en verdad no sé decir si todo fue producto de mi imaginación o realmente sucedió.

El sonido de las campanas en su repicar matutino, me sacó de mi profundo sueño, haciendo que saltara de la cama buscando mi ropa a tientas en el lado derecho, donde acostumbraba dejarlas en el colegio, pero al no estar allí, abrí bien los ojos para darme cuenta del lugar en que me encontraba. Respiré aliviada, y me estiré con premura, podía seguir durmiendo todo lo que quisiera, pero esa dichosa costumbre, me apremiaba a salir de ella.

Serían las seis de la mañana, el alba apenas se anunciaba con una tenue claridad, era mi oportunidad de ver el amanecer por mi ventana, me dije. Y luego de ir al baño y realizar mis necesidades, regresé presurosa sin prender la luz me dirigí hacia allí, deslizando las cortinas, los cristales eran transparentes, permitiendo ver con claridad lo que había en el exterior.

Mi habitación daba para el oeste de la casa, donde se podía divisar claramente el campanario de la iglesia del pueblo. También quedaba en este lado, una hermosa fuente con una escultura de una joven que lloraba eternamente. Estaba rodeada de gran cantidad de flores todas ellas blancas, de diferentes formas y tamaños, pero invariablemente para donde quiera que dirigieras tu mirada, resaltaba la blancura de las mismas. ¡Era realmente espectacular!

Quedé embelesada ante tanta belleza, no sé por cuanto tiempo. Inmóvil junto al ventanal observaba el hermoso paisaje cuando de pronto, me pareció divisar una pareja de jóvenes que paseaban tomados de las manos por el jardín. Ambos me parecieron extrañamente familiares. La neblina que no terminaba de disiparse aun ante la escasa claridad del incipiente amanecer, hacía que se confundieran sus imágenes, las gotas de rocío caían al roce de sus vestimentas y a mi me pareció que escuchaba un tintineo que formaba una indescriptible melodía musical digna de los ángeles. Los observé por largo espacio, ellos se sonreían o se abrazaban realmente felices. Parecía que estuviera observando una escena de una obra romántica muy bella.

Intenté abrir para poder contemplarlos mejor y hasta quizás saludarlos. Produciendo la ventana un escalofriante sonido de metal, ellos dirigieron sus miradas hacia mí llenas de tristeza, para luego desaparecer entre el follaje. Realmente sentí mucha pena por ellos, por mi indiscreción, había interrumpido tan adorable momento. Prometiéndome disculparme en cuanto me fuera posible. Era tanta la belleza que asomaba al amanecer, que hizo que los olvidara.

Los rayos del sol naciente iluminaban de a poco toda la colina, pudiendo distinguir como su luz disipaba las tinieblas cuando bajaba hacia el valle, según iba subiendo en el cielo. Jamás había contemplado tanta belleza de la naturaleza. Pensé que Dios no había escatimado en dones de hermosura en este lugar. La fresca vegetación aparecían adornadas por las tintineantes gotas de rocío, que lanzaban destellos de todos los colores del arcoíris al contacto con los rayos solares llenando de encanto el paraje; los pájaros y mariposas revoloteaban de un lado a otro inundando de vida y actividad toda la pradera; allí permanecí por espacio de una media hora.

Luego me sumergí en la tina con un suspiro de placer, al contacto del agua templada y el olor de fragancias celestiales que despedía; continué sumergida deseando alargar la caricia del agua sobre mi piel lo más que pudiera. A pesar de que tenía gran curiosidad por conocer todo lo que me rodeaba, especialmente los papeles que había dejado el abogado, por alguna razón me imaginaba que podían responder a un sin fin de interrogantes que tenía que al mi abuela fallecer de la manera en que lo hizo me quedé sin saber.

Al salir del baño, ya el día reinaba plenamente en la habitación. La cama se encontraba en completo orden, lo cual me asombró, pues no había oído entrar o salir a nadie. Encima de la misma, estaba tendido un juego de sayas muy sencillo y hermoso, de tela de hilo justo como a mi me gustaban, al lado tenía unos pequeños zapatitos de tacón muy bajo y con la punta afinada, que hacían excelente combinación.

Sin detenerme a averiguar nada me vestí, saliendo rumbo al comedor, donde esperaba encontrarme con el ama de llaves. Me detuve un instante en la planta baja observando el maravilloso jardín interior, cuando me pareció escuchar voces acaloradas en el comedor. Al llegar a la puerta di dos toques suaves cesando todo sonido, para luego escuchar una voz conocida que me invitaba a pasar.

—Adelante niña.

Entré diligente, el amplio comedor estaba dispuesto para veinticuatro comensales. Igual que la noche anterior, repitiendo la historia en cuanto al servicio del desayuno. Cada puesto poseía uno en particular; demás está decir que allí me encontré con mi taza del seminario, la cual tenía mis iniciales y era obra de un niño en la clase de arte. Esta vez me dirigí a la señora preguntando si sería tan amable de decirme su nombre, por un momento me miró a los ojos, pareciera que le costaba mucho, luego volvió a sonreír con solo sus labios diciéndome

—Me llamo Dolores, para servirla a usted niña.

Con una sonrisa me adelanté hacia ella, ofreciendo mi mano, que ella observaba curiosa, al tiempo que decía:

—El mío es Ángel, mucho gusto en conocerla, espero que seamos buenas amigas.

Se quedó mirándome fijamente por un corto tiempo, en que yo me pareció que podía apreciar en lo profundo de su mirada un grito de angustia y desesperación. Rompiendo de pronto a llorar se retiró, dejándome llena de un mar de confusiones, me senté a la mesa en el mismo lugar que la primera vez, teniendo la sensación de estar acompañada.

No volví a ver a Dolores, durante todo mi desayuno, ni en toda la mañana. Al estar rodeada de este absoluto silencio, mis pensamientos volaron a las únicas palabras que me había dicho mi abuela, sin que sacara nada en claro de dicha frase.

¿Qué quiso decir con aquello que dejaba un gran peso sobre mis hombros?

¿Qué debía hacer yo?

¿Y por qué querría que vendiera todo aquello y me alejara de allí?

¿Por qué había dicho que era una herencia maldita?

Seguía en la mesa llena de preguntas, apoyé mi cabeza en mis manos cerrando los ojos, y cuando los volví a abrir al sentir las extrañas presencias del día anterior. ¡Otra vez me vi rodeada en la mesa de personas extrañas que me miraban y sonreían extrañamente, como la sonrisa que observará en el ama de llaves, solo los labios mientras sus ojos no lo hacían!

Los cerré de golpe y cuando lo volví a abrir, todo desapareció. Sí, definitivamente algo pasaba conmigo, o todo esto tenía que ver con lo que dijo la abuela antes de morir.

La pregunta era. ¿Por qué o por quien estaba maldita la herencia? ¿Y cuáles eran los efectos de esa maldición? ¿Qué tenía que ver yo con todo aquello? ¿Por qué no me dejó en mi tranquila vida e ignorancia?

Nunca tuve una abuela en toda mi vida, ¿qué le había dado el derecho de traerme a esta casa maldita como la llamó? ¿Y ahora qué debía hacer con todo aquello?

Estaba sola en el mundo, sin saber qué hacer. ¿Sería ese el motivo por el que mis padres jamás me hablaron de ella. ¿Escaparía papá de aquí por tal motivo? ¿Sería esa maldición la causa de sus muertes? Todavía no he podido olvidar la frase. “Murieron en extrañas circunstancias” ¿Qué querrían decir con eso? Por un instante deseé coger mi maleta, abandonarlo todo y regresar a la seguridad del colegio.

Y fue entonces de que me percaté de que era mucho dinero, ¿cuántas cosas no podría hacer para ayudar a todos los necesitados con esa herencia? No, no debía deshacerme de ella, tenía que darle buen uso. Y así fue que decidí tomar la decisión de enfrentar lo que fuera que significaba esa maldición con tal de ayudar a cientos de niños que no tenían hogar ni familia.

Sí, Ángel, tienes que enfrentar todo. Si tengo que venderlo lo haré. Pero primero debo saber a cuánto asciende el valor de estas propiedades, y decidir a quién ayudar. El colegio es el primero que le mandaré a hacer una reparación completa, lo habilitaré de todo lo que necesita, sobre todo ropas, para todos los niños, el invierno es duro. Mandaré a poner calefacción en todas las habitaciones, lo pagaré yo todo.

Y sin pensar más en la dichosa maldición, dirigí mis pasos a donde había dejado el enorme fajo de papeles, decidida a saber todo lo que debiera, para saber a qué atenerme. Era una hija del señor, él me protegería contra cualquier maleficio que pudiera existir en aquel lugar. Mañana mismo iré a hablar con el padre para que bendiga la casa. Lo que sea que la ronda, no es más poderosa que el poder de Dios.

De esa manera, fue como decidí quedarme sin saber a lo que realmente me enfrentaba, y que haría que aprendiera de cosas y presencias que jamás ni en mis más irreales fantasías, había llegado a imaginar. La herencia maldita, iba a ser la mayor prueba que había pasado en mi vida. ¿Lograré vencerla?

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