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Sentimientos demoledores

Amaia

Mi cuerpo se sentía como anestesiado. No había un solo músculo que no se sintiera raro, era como un dolor ausente, una sensación de agotamiento muscular.

Llevé mi mano a mi rostro y lo tenía vendado, se sentía raro y desesperante no tener idea de lo que había sucedido. Ni dónde estaba.

Por entre las vendas de mi rostro, pude observar el panorama desconcertante que me rodeaba.

Mis ojos no estaban cubiertos, lo que me permitía ver las paredes de ladrillo fino a mi alrededor, estaba sobre una cama de cómodas sábanas y rodeada de lujosos muebles.

Un espejo enorme había justo, al frente de esta . Me senté con cuidado, sintiéndome mareada y observando las marcas en mis muñecas, estaban moradas, con evidentes signos de violencia.

Una vez sentada, al borde de la cama, me ví a mi misma en el espejo.

Llena de moratones por distintas partes de mi cuerpo y con una bata blanca que transparentaba mi silueta a través de la tela.

Descalza avancé hasta la puerta, y enseguida noté que estaba cerrada por fuera. Caminé hasta las ventanas y eran de cristal, del techo al suelo, pero no había forma de abrirlas.

Miré por el cristal, buscando la manera de salir de aquí, pero no lo conseguiría jamás, a no ser que rompiera el cristal y saltara al vacío. Esta dichosa habitación estaba en un primer nivel, o sea qué, o aprendía a volar o tendría que buscar otra estrategia para salir de aquí. Donde sea que fuera esto.

Afuera pude sentir a alguien hablar en un idioma que estaba empezando a detestar...ruso.

Una acalorada conversación en ese idioma, dónde solo se escuchaba una voz, lo que me hacia pensar que era una disputa telefónica, me trajo cosas a la memoria.

Había discutido con Aídan, por culpa de aquella foto que me había roto el corazón. Viendo cómo el auto dónde debían ir mi hermana y Ashton, volaba en pedazos delante de mis ojos y a su vez, yo resbalaba por el borde del acantilado.

Evento que me trajo hasta este lugar, evidentemente.

No tenía idea de dónde estaba ni de quién me había traído aquí, aunque aquel acento ruso en una voz que se me hacía conocida, me daba pistas.

Lágrimas empezaron a desplomar mi cordura. Me dejé caer sobre el suelo y llevando mis manos a cada lado de mi cara vendada, empecé a llorar convulsivamente.

Mi hermana y mi sobrino, así como Ash, podían estar muertos de haber ido en ese coche y yo estaba aquí, no sabía donde ni bajo las órdenes de quién, siendo abatida por el dolor, la pena y el desconcierto.

Sentimientos demoledores.

Mi dolor de cabeza se hizo presente, enviando punzadas retroculares dolorosas. Aquel llanto no cesaba y empecé a morder el dorso de mi mano para tratar de controlar los espasmos que me recorrían el cuerpo, de pensar que tal vez, había perdido a mi melliza.

El cierre de la puerta de aquella habitación empezó a ceder y una chica rubia, con un carrito que contenía varias cosas entró y un hombre alto, que no pude ver, cerró la puerta detrás de ella.

Se acercó a mi de manera preocupada y se agachó clavando sus rodillas en la alfombra del suelo, sin saber muy bien que hacer conmigo.

Nos miramos fijamente por unos minutos y sorprendentemente ella acarició mis pómulos, barriendo mis lágrimas con las yemas de sus dedos.

— No llores de esa manera. Todo estará bien — también era rusa la rubia. Su acento la delataba — al señor no le gustará verte llorando.

¿Cuál señor?

¡Ohh dios!¿ Me había secuestrado el ruso?

— ¿Cuál señor? ¿Nikolay?— pronuncié tratando de controlar el dolor de mi labio inferior. Lo tenía lastimado.

— No puedo decirle señora. Perdone por haberla tratado de forma tan familiar, solo debo servirla y cuidarla — la chica se giró hacia su carrito y buscó una bolsa de hielo para luego, apoyarla en mi frente produciendome un alivio de agradecer.

— Yo necesito saber de mi hermana.¿Puedes decirme si sabes algo? — estaba desesperada, le preguntaría a todas las personas que me cruzara con tal de saber algo. Quizá alguien de este sitio sepa si al menos está viva.

— Solo tengo permitido decirle, que ella y su esposo están vivos. Nada más — me dejé caer sobre el suelo con gesto de alivio.

Un suspiro escapó de mí y la rusa me sonrió disimuladamente.

Iba vestida de mucama, pero era muy hermosa y extremadamente jóven.

— Al menos dime si me sacaron de mi país. — necesitaba saber qué tan lejos estaba y empezar a trazar mi plan de escape.

Ahora mismo no quería ver a Aídan, pero mentiría si dijera que no estaba esperanzada con el maldito chip que me había colocado.

Eso me hizo pensar en el colgante. Llevé mi mano a mi cuello, buscándolo, para al menos sentirme más cerca a salir de aquí; pero no estaba, me lo habían quitado o sencillamente lo había perdido.

— El señor no la ha sacado del país señora. Eso puedo decírselo.

La chica me dió al menos un poco de alivio y continuó limpiando algunas de mis heridas, que yo no veía pero si sentía.

Quitó la venda de todo mi rostro y empezó a aplicarme una crema por la parte derecha de mi cara y la frente.

— ¿Sabes que fue lo que me pasó? — traté de hablarle de manera más suave, para tratar de sacar alguna información de toda esta locura.

— El señor nos vigila, no puedo decirle nada más que... que está a salvo con él. No va a permitir que le pase nada. Se lastimó el rostro con la caída y le estamos aplicando un tratamiento que no le deje marcas. Lleva dos días aquí y estaba sedada, para darle tiempo a su piel a sanar sin estrés.

La rusa no dijo más.

Por mucho que traté de sacarle algún que otro detalle, no decía nada.

Sentía un poco de tristeza por haber perdido el colgante que Aídan me había regalado con nuestras iniciales y la de nuestra hija, pero ya vería la forma de recuperarlo.

Pero lo primero, era averiguar dónde estaba y bajo las órdenes de quién y ya luego, largarme de aquí.

Comí todo lo que la chica trajo para mí y bebí bastante líquido, necesitaba recuperar fuerzas para cuando llevara a cabo mi huida.

Lo que sí tenía claro, era que debía salir de aquí cuanto antes y averiguar que había pasado con mi hermana.

Y ya luego, buscar a mi marido y pedirle el divorcio. Ni de coña iba a ser la típica esposa aguantona, convirtiéndolo a él en el típico marido mujeriego, cuya mujercita le asimilaba todas las asquerosas infidelidades.

Aidan

Mientras avanzaba por los pasillos de la agencia a toda velocidad rumbo a la oficina de mi padre, me tropecé con Archer.

Desde hacía rato ya, no lo veía. Había echo todo lo que estuvo en mi mano para apartarlo de mi mujer. Y lo había logrado, otra de las cosas que mi pequeña no sabía.

No quería a ese hombre cerca de mi chica, ya habían hecho algunas cosas juntos y no acababa de confiar en él. Encima se estaba tirando a una de las agentes de su equipo, me lo había contado Carter y me parecía muy extraño, que fuera justo Sabrina, una agente con la que tuve un lío un tiempo. Si Amaia se enteraba de eso, se mosquearía y no se porque, me daba la sensación que esa era la intención de Archer... joderme.

— Buenos días comandante Douglas — me saludaba el, utilizando mi nuevo apellido y rango. Demasiado formal para estar hablando los dos solos. No confiaba en él.

— ¿Que quieres Archer? — pregunté combativo.

— Nada nada... Solo te estoy saludando.¿Y tu mujer?

— Muy bien, en casa.¿A ti que coño te importa? — estábamos en medio del pasillo y mis puños apretados estaban al volar hasta su rostro y tirarlo contra la pared detrás de él.

— A mi solo me interesa que mis agentes estén bien. La estoy llamando y no contesta. — claro que no lo hacía, era yo quien tenía su móvil.

— Está rebajada de servicio. No tiene porqué contestarte — me notaba cada vez más cerca de romperle la cara sonriente que tenía.

— Hablaré con el coronel para que la localice. Tengo una misión en diez días y la quiero conmigo — el brillo de su sonrisa me nubló la razón. Le fuí arriba y lo pegué contra la pared, mis puños cerrados sobre el cuello de su camisa y mi fuerza entera sobre la suya. Pero el, no dejaba de sonreír cínico.

— Esa mujer es mía, no te quieras pasar de listo porque te juro por su vida que te mato — lo amenacé con furia. Estaba celoso y jodido.

Extraño mucho a mi mujer y encima saber que otro quiere joderme con ella me ponía muy cabreado.

— ¿Sabe los detallitos que le escondes? — me estaba tocando demasiado los cojones y estaba a nada de sacar mi arma y vaciarla en su pecho — te aconsejo que la dejes trabajar en paz. Solo quiero trabajar con ella, no me obligues a jugar sucio.

Había levantado mi puño para incrustarlo en su cara, justo cuando mi padre me detuvo.

Me obligó a soltar a Archer y el muy cabrón se arregló su camisa, sonriendo tranquilo.

— Vete Archer — le indicó Douglas y yo respiraba tan fuerte que parecía un toro.

Douglas me tenía en una esquina, evitando que saliera detrás de Archer y le partiera la vida allí mismo.

— Necesitas calmarte. Estás empeorando todo. Si sigues así, voy a tener que regresarla antes de tiempo, Archer puede ser muy testarudo, si la busca y le dice, tendrás más problemas de los que ya tienes con ella.

Me tomó del brazo y me llevó hasta su despacho, una vez que entramos el cerró la puerta y yo fuí directo a prepararme un trago, no estaba de servicio.

— Dime de Aitana y Ashton.— pregunté antes de sentir el alcohol quemar mi garganta y preparé otro trago para tomarlo de golpe igual que el anterior, pero el me lo quitó.

— No empieces otra vez a beber así. ¿Dime de Amaia?

— Responde tu primero — no quería que me cuestionara por lo que le había pasado a mí mujer.

— Ellos están bien. Mi contacto se está ocupando de que Aitana no sufra por el estrés. Mañana será la intervención.

Asentí y antes de girarme para irme, le quité el vaso de la mano y bebí mi trago tranquilo.

Cuando tenía mi mano sobre el pomo de la puerta para salir, el me detuvo y poniendo su mano en mi hombro me dijo sereno...

— Tienes que dejar a Amaia tranquila Aídan. Déjala ser lo que quiera ser. Te estás equivocando y la vas a perder cuando lo sepa todo.

— Eso no va a pasar. Ella es mía y sin ella me pierdo. No voy a dejarla ir nunca. Ya veré como lo arreglo.

— ¿Donde está ?

— No lo sé, pero voy a averiguarlo. Es mi mujer y yo lo voy a resolver. Se está escondiendo de mí, porque sabe que en dos palabras la tengo de regreso. Pero cuando la encuentre te aviso.

— No sé porque no te creo nada.¿Y el chip de rastreo? — preguntó impidiendo nuevamente que me fuera de allí.

— Se ha quitado el colgante. No hay manera de rastrearla.

— ¿Te crees que soy estúpido? — ya sabía que no lo era, pero tenía que darle espacio a mi pequeña y darme tiempo a mí para encontrar la manera de que hiciera lo que quería pedirle — estás demasiado sereno, te conozco. Tu sabes dónde está. Si haces algo a mis espaldas vamos a tener muchos problemas. Dime quién la tiene Aídan, deja que te ayude.

Ni de coña. De Amaia me encargo yo y nadie más.

— Escúchame — me giré hacia el respirando hondo — no se dónde está y se ha quitado el colgante, no tengo como rastrearla. Si te parece que estoy tranquilo es que no me conoces. Pero tengo que crear una estrategia para encontrarla y cuando lo haga, necesito tener a su hermana sana y salva. Luego de eso, arreglaré lo que sea con Amaia.

— ¿Cómo crees que se va a poner cuando sepa que la has estado manipulando para que sea madre?

— Me importa una mierda como se ponga. Yo sé perfectamente ser su furia y su calma. — abrí la puerta para marcharme, tenía cosas que hacer — pero no voy a permitir que ella se niegue a ser madre. Eso jamás.

Salí de allí cabreado.

Nadie entendía la dimensión del amor que le tenía a Amaia.

Me moría por esa mujer.

Cuando supe por su terapeuta que no quería hacer el tratamiento para intentar tener un hijo,me vine abajo.

Me di cuenta de que me había escondido ese gran detalle, a mí, a su marido, al padre de sus hijos.

Me fuí con el especialista y me dió un tratamiento para ella, y es lo que le he estado aplicando sin su consentimiento.

Le dije que llevaba un chip en la vagina para localizarla pero en realidad, eso es una cápsula intravaginal para su tratamiento.

Hay muchas cosas que aún le escondo, pero son para su seguridad y bienestar.

Pero eso es algo que nadie entiende, me tildan de posesivo y controlador con ella, pero es que mientras más a salvó esté mi pequeña, más a salvó estaré yo y todo aquel que le haga daño.

Así de demente, es mi forma de amarla.

Cuando subía a mi auto, para ir a casa de Linda, mi suegra, me sonó el móvil.

— ¿Que coño quieres? — dije hosco.

— Que cachonda me pone tu voz áspera. Es lo que más me gusta de tí. Tu salvajismo — que raras eran algunas mujeres. Y está la que más.

— Acaba de decir para que mierda me llamas. No tengo todo el día. Creí que nos veríamos esta noche — ella suspiró.

— Me muero por sentir tu magnética presencia a mi lado. Por oler tu piel y morder tu boca.

— Acaba de decir para que me llamas ahora.

— Quiero que nos veamos ahora. En este mismo momento. Necesito sentirte ya. No quiero dejarlo para por la noche.

Eso no era lo que había organizado con ella, pero era el tipo de mujer del que no podías esperar que cumpliera su palabra.

De todos modos, yo era un cabrón de mierda y ella lo sabía, así que le gustaba jugar conmigo, pensandose ganadora. Y yo la dejaba.

Menuda estúpida.

— De acuerdo. Voy para allá. — acepté escuchando como sonreía alegre.

— Ya sabes dónde te espero hermanito. No demores.

— Hasta ahora Ali...

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