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Capítulo 3. Libre como el viento

Por Gonzalo

Como tantos jueves, nos encontramos con Gabriel y Rodrigo.

Rodrigo propuso ir a un pub que tenía un par de mesas de pool, nos dijo que la otra vez había ido y tenían unas hamburguesas espectaculares.

A último momento se nos unió el primo de Gabriel, Emanuel, a veces venía con nosotros, es de nuestra edad.

Con cervezas de por medio y charlas informales, cenamos en ese lugar.

—¿Qué mirás Gonzalo? Te distrajiste mil veces.

Me pregunta Gabriel, que estaba de espalda a las mesas de pool.

—Un culo, un culo espectacular.

—Pero los culos son mi especialidad.

Dice Gabriel, dándose vuelta.

—La voy a encarar, a la de pantalones blancos.

Les aviso.

Eran cuatro chicas que estaban jugando al pool, hacían desastres más que jugar al pool, pero estaban las cuatro, bastante buenas.

—Vos que siempre bocaneas que te gustan las mujeres maduras, te cuento que esas chicas no sé si llegan a los 20 años.

—¿Le viste el culo?

Insisto yo, que no puedo despegar mi mirada del culo de esa chica.

Le pido al camarero que quiero un par de fichas para una mesa de pool, por supuesto, le pedí la que estaba más próxima a esas chicas.

Mis amigos se mataban de risa.

—Lo que hace un buen culo, dejamos de charlar y menos mal que terminamos de cenar.

Dice Ema.

Le dí el último trago a mi cerveza y me levanté, seguido de mis amigos.

Cuando nos acercamos, me dí cuenta que Rodrigo tenía razón, eran chicas que estaban cerca de sus 20 años.

Mierda, no me gustan las pendejas, pero ese culo me perdió.

Comenzamos a jugar en la mesa de al lado y ellas siguieron jugando como si nosotros no existiéramos.

Con mi taco de pool, inmediatamente, incomodé a la chica que me había gustado.

—Perdón.

Le dije sonriendo.

Ella me devolvió la sonrisa, cuando la miré de frente, quedé más impactado de lo que estaba por su culo.

Tenía unos ojos verdes, hermosos, una cara que parecía un poema, una boca que me invitaba al beso y su pecho, que sin ser grande, me estaba llamando a acariciarlo, era alta, no demasiado, pero me llegaba a la nariz, aunque tenía zapatos de tacos altos.

Todo en ella me gustó.

Hacía mucho que una mujer no me impactaba así.

Era jovencita, es verdad y no suelo acercarme a mujeres tan jóvenes, las más grandes saben lo que quieren y no esperan mucho, cuando en lugar de darles mi número de teléfono, les pido el suyo y les digo que las llamo.

Casi nunca las llamo.

Ella me miró y dándome la espalda, siguió en lo suyo.

Mi mirada bajó, descarada, hacia su culo.

Nos miramos con nuestros amigos.

Inmediatamente Gabriel molestó a otra de las chicas, estuvimos haciendo eso un par de veces.

—Soy Gonzalo.

Le terminé diciendo a la que me gustaba.

—Hola Gonzalo.

Parecía que me estaba cargando, al menos yo tuve esa sensación.

—¿Cómo te llamás, preciosa?

Algo me decía su mirada, no supe interpretar que era.

—Me llamo Debora, pero me dicen Deby.

—Sos hermosa, Deby.

Ella me sonrió y mis ojos se posaron en su boca, y la tentación por besarla era casi irresistible.

Con un dedo le delineó sus labios.

—Muero por besarte.

Le dije y casi no podía contenerme.

Nunca me había pasado, eso de desear tanto a una desconocida.

—¿Nos vamos por ahí?

Le pregunté y la estaba invitando a tener una noche de sexo.

—No te conozco.

Hizo una pausa y sonrió de una manera muy rara, parecía estar jugando conmigo.

—No me voy por ahí con desconocidos.

—Soy Gonzalo Carevig, soy ingeniero civil, tengo 30 años…y me muero de ganas por estar con vos.

—Soy Debora Villanueva, tengo 21 años y estoy estudiando la licenciatura en nutrición…sigo sin conocerte…y estoy con mis amigas.

—Nos podemos ir conociendo …soy inofensivo…

Digo, acercándome más a ella y la estoy rozando, detrás de ella está la mesa de pool, no se puede mover más, doy otro paso hacia adelante y ya la tengo pegada a mí.

Mi mirada no se puede apartar de su boca, me incliné hacia ella y la besé, hambriento, abriendo su boca con mi lengua y casi obligándola a devolverme el beso, apenas me puedo dominar para que mis manos no vayan a su culo, presiento que si lo hago, me voy a ligar un cachetazo, pero estamos tan pegados que estoy sintiendo su pecho agitado y su estremecimiento.

Su boca es el sabor más dulce que tuve en la mía.

Ahora sí, la estoy deseando como un condenado y no avanzo más porque estamos en un pub y está lleno de gente, sino, la desnudaría acá mismo.

—No sos tan inofensivo.

Me dijo, cuando paré para respirar y dió un paso hacia un costado.

Sentí cierto vacío cuando dejé de sentir su cuerpo cerca mío.

—Te lo juro que sí lo soy y que la podemos pasar muy bien.

—No lo dudo…sos grande…¿Estás casado?¿Tenés novia?

Por eso no salgo con jovencitas, las veteranas no preguntan mi estado civil o amoroso.

—No estoy casado y no tengo novia.

Ella sonrió y sentí que estaba conteniendo una carcajada.

Pensé si había alguna posibilidad que me conozca o que conozca a Marta, descarté esa idea.

Si ella me conociera, yo también lo haría con ella y no la conozco, de eso estoy seguro, no podría olvidarme de semejante belleza.

Noto que Gabriel está charlando con una de las chicas que estaba jugando al pool con Debi y Ema y Rodrigo están charlando con las otras dos amigas.

—Me gustás mucho, podemos ir a tomar algo a otro lugar.

Le insisto, nunca me costó convencer a una chica y ella se está resistiendo, hasta ahora.

—No lo creo…ya te dije, no me voy por ahí con desconocidos.

—Te dije que podemos conocernos…mucho.

Hace un gesto raro con los ojos.

—Conozco a los de tu tipo y…

—No sabés como soy.

Me defiendo ¿Se estará haciendo rogar?

Le rogaría toda la noche, si al final logro tenerla en mi cama.

—Estoy segura que tenés novia.

—Soy libre, libre como el viento.

Ella se ríe.

—Interrumpieron nuestro juego.

Dice, cambiando de tema.

—Podemos jugar nosotros dos, a otra cosa.

—Prefiero seguir jugando con mis amigas…al pool.

Me aclara y ahora sí, siento que me está seduciendo.

Es que su cuerpo me está dando señales que le gusto, se apoyó contra la mesa de pool de una manera muy sugerente.

Estoy perdiendo el control de la situación, o tal vez nunca lo tuve.

Me está provocando, es eso, lo hace con su forma de moverse, de hablarme, de mirarme.

No comprendo por qué, con sus palabras me dice que no y con su cuerpo me invita al pecado, más que al pecado, me está invitando a visitar al mismo infierno…y yo acepto, gustoso, la invitación.

Quiero que caiga en mis brazos y poder estar yo, en una zona de confort, porque la que parecía estar cómoda con la charla y negándose a estar conmigo, era ella.

Me está volviendo loco y luego de probar su boca, quiero probarla toda, desnudarla y recorrer su piel hasta el infinito.

—Tus amigas están entretenidas y posiblemente terminen la noche con mis amigos.

Ahora sus carcajadas salieron de su garganta y parecía gozarme.

Era como que estaba muy segura que ninguna de sus amigas iba a sucumbir ante mis amigos.

No puede ser tan difícil seducir a una pendeja.

Me vuelvo a acercar, quiero que no quede ni un espacio entre los dos.

Ella no se aleja, es como que me está desafiando.

Está muy segura de su belleza y sus gestos y los movimientos de su cuerpo, son tan sugerentes que no hacen más que descontrolarme y cada segundo que pasa, la deseo más.

—Estoy seguro que vos tenés tantas ganas de mí, como yo de vos.

Sus ojos se clavaron en los míos y creo que me hechizaron, me quería fundir en ella.

—Eso no significa que terminemos la noche juntos.

Es morbosa y diabólica.

Me reconoció que le gusto y que también me tiene ganas.

La volví a besar y está vez, con un beso mucho más profundo que antes.

Mis manos se deslizaron, disimuladamente, hasta su pecho y sentí su sobresalto y como se estremecía.

Ahora sí el control era mío.

Mi sangre hervía.

El control sobre ella lo tenía yo…pero el de mi cuerpo era evidente que no lo tenía.

—Debi…vamos.

Le digo sobre su boca, porque sé, que hasta que no la tenga, mis ansias no se van a aplacar.

Es ella la que profundiza el beso que nos estamos dando y mi excitación ya estaba a un nivel animal.

Luego se separa y muy tranquilamente me repitió que no se va con desconocidos

Está jugando conmigo.

Es tal cual como lo pensé antes, es morbosa, ella sabe, porque me sintió, que estoy a punto de estallar, parecía que se quisiera asegurar que no me olvide de ella.

—¿Chicas, vamos? Es tarde.

Sus amigas le dijeron que la estaban esperando.

—¿Me das tu número de teléfono?

Ya a esta altura, le debo parecer un baboso.

Me guiñó un ojo y se fué sin contestarme.

Cuando ellas llegaron a la puerta del pub, se escuchó como las cuatro amigas estallaron en carcajadas.

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