Capítulo 5
Danna, desde el piso, sollozaba mientras miraba directamente a los ojos oscuros de su mate.
—Por favor, no me mates. Yo no le hice nada, caí en una trampa, por favor, créeme —imploró con desesperación.
Eros sentía lástima al ver a su mate en ese estado. Había desarrollado un fuerte vínculo con ella, y le dolía hacerla sufrir, pero como alfa de alfas, también debía mantener el respeto y la autoridad entre su manada. Lo que ella había hecho no podía ser ignorado ni perdonado sin un castigo adecuado. Con la mirada seria, observó a los hombres que lo rodeaban, sabía que tendría que tomar una decisión.
—Aguántenla de los hombros —él se colocó a su espalda y rasgó su camisa, luego le dio el primer latigazo.
Danna soltó un grito desgarrador mientras sus lágrimas empezaron a pelearse por salir rápidamente. Eros le dio un segundo latigazo. Danna sentía el ardor insoportable en cada azote. Decidió tragarse su dolor y, a partir del segundo latigazo, levantó un poco la mirada y vio a Gin riendo con burla desde la distancia. Luego miró con rabia a cada anciano que se encontraba en la sala, en el quinto latigazo no lo soportó y se desmayó.
—Llévenla a su habitación, Ofelia, que cure sus heridas y manténganla encerrada.
Fabricio se acercó a Eros y le dio unos toques en el hombro.
—Esa omega debe saber cuál es su lugar, y esperamos que cumplas con la manada —al decir eso, se retiró con los otros miembros del consejo.
Ofelia trabajaba en el área de la cocina cuando escuchó los gritos, fue a ver y lloró por la escena que vio. Cuando escuchó al alfa decir que ella debía curar a la omega, salió corriendo a su cuarto y buscó algunos ungüentos medicinales. Luego caminó con premura a la habitación, y uno de los hombres la dejó entrar. Al ver a la chica tendida de espalda en la cama con las heridas abiertas, se acercó y abrió un tarrito, metió el dedo índice y sacó el ungüento, empezó a esparcirlo con cuidado.
—Mira cómo te han dejado, niña. No sé qué has hecho para merecer esta crueldad —mientras expandía la crema, rozó la barriga de Danna y sintió una pelota—. Ay, diosa luna, esta niña está embarazada.
Danna en ese momento abrió los ojos y escuchó lo que dijo Ofelia.
—¿Qué dijiste?
La señora la miró con un brillo en los ojos y repitió.
—Niña, pronto vas a tener un lobito.
—No, no, no. Esto no me puede estar pasando, no puedo tener un hijo de ese miserable.
Hedé estaba triste por lo que había pasado, pero al escuchar que iba a tener un cachorro, empezó a saltar de alegría. Era una buena noticia en medio de lo que estaban viviendo.
Danna, al sentir la alegría de su loba, suspiró resignada y trató de incorporarse, pudo notar que el dolor había cedido un poco, allí supo que el ungüento tenía un efecto analgésico. Con miedo en la mirada pronunció.
—Por favor, señora, no le diga nada a nadie. Se ve que usted es un alma noble, júrame que nadie se va a enterar, por favor, la vida de mi hijo está en peligro —rogó con agonía en cada palabra.
—Está bien, respetaré tu decisión.
Ofelia, la anciana loba, envolvió con ternura a Danna en sus brazos, tratando de consolarla mientras la joven sollozaba con desesperación.
En medio de su angustia, Danna se preguntaba una y otra vez: "¿Por qué le hicieron esto? ¿Qué les hice yo para merecer este dolor? ¿Por qué me lastiman de esta forma?"
Ya era de noche, Danna estaba dormida y se despertó con desespero cuando sintió un dolor inmenso en su marca, una punzada que la quemaba. Su loba se conectó de inmediato.
—¡Nuestro mate ha marcado a otra loba! —Hedé suelta un gruñido de dolor y se acostó en la tierra con la cabeza en sus patas.
—Nos ha traicionado, Hedé. Ya he perdido el derecho de ser su luna —exclamó con dolor en el corazón. Sus lágrimas fluían por sus mejillas mientras sentía cómo su bebé se agitaba dentro de su vientre, como si sintiera su angustia. Sabía que el nexo de su hijo con la manada de su padre se había roto por completo.
Desesperada, llevó sus manos al vientre, buscando alguna forma de proteger a su bebé y suplicó a la diosa luna.
—Mi amada diosa luna, soy tu más ferviente devota. Por favor, no permitas que mi bebé sufra y ayúdame a escapar de esta manada. Si esa víbora se entera de mi embarazo, matará a mi bebé.
Trató de controlar el pánico, sabiendo que era necesario para calmar a su hijo. Se acurrucó en sí misma, maquinando las posibilidades de escape.
Al día siguiente, Ofelia entra a la habitación con una bandeja de comida y el medicamento en sus manos. Danna estaba mirando por la ventana, pero giró la cabeza al escuchar el suave tintineo de la puerta al abrirse y se encontró con una sonrisa cálida.
—Mi niña, ¿cómo amaneciste? —preguntó Ofelia mientras se acercaba a la mesita para poner la bandeja.
—¿Qué has escuchado en la mansión? —pregunta Danna en un tono frío.
La anciana traga saliva, no sabía cómo decir lo que Gin andaba regando por los pasillos. Danna, al notar el nerviosismo en la mirada de la anciana, vuelve a decir.
—Habla, Ofelia, no te quedes callada.
—Gin anda regando que el alfa marcó a la señora Labia.
—Eso ya lo sé. Desde anoche me enteré. ¿Qué más sabes? —preguntó Danna con un tono firme.
—Solo eso, mi niña. Ven a comer por el bien del bebé —ofrece Ofelia, intentando cambiar de tema.
Danna se sentó a comer, pero no puede evitar preguntar sobre la vigilancia de la mansión. Eros no ha vuelto a su habitación, y ella solo mira por la ventana, ideando un plan para proteger a su hijo.
Tres días le tomó quitarle el seguro a la ventana. Esa tarde, después de que limpiaron su habitación, abrió la llave de la ducha y con cuidado rompió el espejo del baño. En el golpe, se cortó la mano, eso no le importaba. Herida, quitó todas las sábanas de la cama y las picó en tres partes. Empezó a amarrarlas con todas sus fuerzas. Amarró la cuerda que hizo a la cama y, en el momento del cambio de hombres de seguridad, comprobó que la cuerda soportara su peso y se apresuró a descender con rapidez, pero a pasos firmes por la pared del exterior de la mansión. Al llegar al suelo, observó a un grupo de 5 hombres en la entrada.
—Por lo menos la mansión da hacia el bosque. Ayúdame, diosa luna, por mi bebé —balbució bajito, después de varios bocados de aire y ver a los hombres distraídos, salió corriendo con toda su fuerza. Los hombres se dieron cuenta de cómo una mujer desnuda pasó por su costado sin darles tiempo a reaccionar.
Danna se transformó en Hedé y corrió por el espeso y oscuro bosque. Podía escuchar los aullidos de los lobos cazando. Cansada, Hedé sentía que no daba más. Finalmente, llegó a la orilla de un río y le cedió el control a Danna, quien se arrodilló agotada, con los pies adoloridos, desnuda y sin aire, sintiendo el agitado movimiento de su cachorro en su vientre y con la poca fuerza que tenía suplicó.
—Diosa luna, no dejes que pierda a mi bebé. Haré lo que quieras, aceptaré cualquier condición que me pidas —El cansancio la venció y perdió la conciencia.