Capítulo 3
Pasaron el día entre éxtasis y gruñidos. Después de un intenso encuentro, Danna se sintió exhausta y se quedó dormida, mientras él se levantó de la cama para pedir comida. Al regresar con una bandeja en la mano y colocarla en la mesa, se acomodó a su lado, abrazándola contra su pecho. Admiraba la belleza y dulzura que emanaba de su loba mientras acariciaba suavemente su cabello.
Danna se despertó apenada y trató de alejarse, incorporándose en la cama.
Eros la miró sorprendido y se levantó para agarrar la bandeja que tenía en la mesa.
—¿Qué haces? Mejor vamos a comer, tengo hambre.
Ella asintió con timidez y lo siguió hasta la mesa, aunque todavía se sentía un poco incómoda por la situación. Comieron en silencio, y a medida que pasaba el tiempo, Danna se sentía más avergonzada. Luego de comer él salió de la habitación, ella perezosa se acostó y se quedó dormida, no pasó mucho tiempo cuando sintió unos besos húmedos en su cuello, ella abrió los ojos sofocados y trato de quitárselo de encima.
—¿Quédate quieta? Eres mía —Aunque a él no le agrade quién es, estaba embriagado de deseo, llevó su boca a los labios de ella y empezó a besarla suavemente.
Danna se sentía atraída por su mate y más ahora que la ha marcado, aunque sabe que no la quiere, no tiene voluntad para resistirse ante su encanto.
El alfa en ese momento la embistió salvajemente, sentía su hombría presionado y eso lo envolvía de gozo, así lo hicieron varias veces.
Cuando terminaron su lobo gruñó de satisfacción y la marcó nuevamente, Hércules amaba a su mate y la quiera pase lo que pase, Eros estaba consternado, sabe que eso le va a traer problemas con los viejos lobos. Él le lamió la marca con cariño, luego se levantó de la cama y se vistió tranquilamente para decirle.
—No creas que esto significa que somos mates —dijo él con seriedad—. Tengo una misión con la región y tú no estás en mis planes.
Las palabras de Eros golpearon el corazón de Danna con fuerza. Aunque sabía que su relación era por su celo, no esperaba que él lo expresara de esa manera tan fría.
—Entiendo —respondió ella con voz temblorosa, tratando de ocultar la decepción que sentía—. No esperaba que fueras mi mate, será mejor que te marches y no regresar a esta habitación, yo buscaré la manera de controlar mi celo, como lo hice en anteriores ocasiones.
Eros se enfureció al ver esa actitud retadora en Danna. Para él, ella era suya, aunque solo la tenga de amante. Con voz ronca, vociferó.
—Omega, no seas atrevida. Eres mi mate y tienes que complacerme cuando te busque. Yo voy a decidir si te rechazo.
Danna se sintió abrumada por la furia en la voz de Eros. Su corazón latía con fuerza mientras enfrentaba su mirada dominante.
—Yo no soy propiedad de nadie, Eros —dijo con voz firme—. No me vas a obligar a complacerte solo porque dices que soy tu mate. Yo también tengo derecho a decidir.
—No me subestimes, omega — Eros frunció el ceño y gruñó—. Soy el alfa de alfas y puedo hacer lo que quiera.
Danna no se dejó intimidar y lo miró directamente a los ojos.
—No me importa cuál sea tu rango o título —dijo con valentía—. No me vas a obligar a nada que no quiera.
Los labios de Eros se tensaron en una línea recta de enfado, mientras daba unos pasos hacia ella. Danna inspeccionó rápidamente la habitación en busca de una vía de escape, pero solo encontró una opción: el baño, y tendría que esquivar a su mate para llegar hasta allí. Aunque parecía imposible, decidió intentarlo. Exhaló una larga bocanada de aire, luego intentó saltar por encima de la cama para escapar. Sin embargo, quedó atrapada en el revoltijo de sábanas y soltó un chillido cuando sintió que él la agarraba del tobillo con una mano y tiraba de ella.
—¡Eros! ¡Suéltame! —exclamó con miedo.
Él la jaló de los pies y le dio la vuelta, se sentó en la punta de la cama y la puso encima de sus piernas boca abajo, dándole varias nalgadas, haciendo que los ojos de ella se humedecieran por el dolor.
—Vamos a aclarar las cosas —mirándola con una expresión de absoluta seriedad—. No vuelvas a retarme porque te voy a castigar y no tendré compasión contigo —Él la lanzó en la cama con rapidez, se quitó la ropa y desesperado por su cuerpo se volvió a hundir en ella y la embestía salvajemente.
Danna trató de oponerse a sus arremetidas, pero no podía, cada movimiento la llevaba al borde de la lujuria, rodeo sus pies en la espalda de él para sentir las estocadas más profundas y apaciguar el calor que emanaba de su interior.
Los dos días siguientes los pasaron encerrados y Eros solo salía a buscar comida. Danna estaba adolorida e irritada por el roce de hacerlo varias veces consecutivas, y su hermoso cuello fue marcado cuatro veces.
—¿Mira cómo me dejaste mi lindo cuello? No veo la necesidad de tantas marcas —soltó molesta mientras lo veía vestirse.
Eros tampoco comprendía por qué su lobo la marcaba tanto, respondió con tranquilidad.
—No te quejes, soy tu mate, no veo cuál es el problema.
—¿Puedo salir de la habitación?
—Yo voy a estar ocupado visitando otras manadas, tú puedes salir solo de la habitación, pero tienes prohibido salir de la mansión. Mis hombres te mantendrán vigilada para que no te escapes.
—Eros, ¿por qué no me dejas ir? Sé que no me quieres como tu Luna.
—Omega, me perteneces y no te dejaré ir nunca. Desde ahora, debes dirigirte a mí como tu alfa y llamarme así. Obedece y así evitaremos peleas. Deja de ser tan rebelde, no quiero castigarte.
Danna se encogió de hombros, resignada a aceptar que ese era el destino que la diosa Luna le había reservado. Aunque sus palabras la conmovieron un poco, sabía que no tenía otra opción más que obedecer. Con timidez, le respondió.
—Está bien, alfa. Gracias por dejarme salir de la habitación.
Eros sonrió con alegría, sabía que su lobo, Hércules, no quería alejarse de Danna y él también se sentía cada vez más atraído por ella. Estaba decidido a encontrar la manera de convencer al Consejo de Lobos para que le permitieran tenerla a su lado. Se acercó a ella, le dio un beso tierno y luego salió de la habitación.
Durante un mes, Danna pasaba la mayor parte del tiempo en el jardín de la casa, sembrando flores y viendo cómo florecían. Eros había mejorado su actitud con ella y casi todas las noches se colaba en la habitación de su mate para dormir. El corazón de Danna estaba lleno de felicidad en las noches que compartían juntos. Él la trataba con cariño y se entregaban al amor en varias ocasiones.
Sin embargo, Lamia estaba furiosa. Había notado los cambios en Eros. Como le habían ordenado el Consejo de Viejos Lobos, ella se la pasaba con Eros visitando las manadas y Gin le contaba todo lo que hacía y escuchaba sobre Danna.