Capítulo 1: El grito del silencio
La tarde caía lentamente, Clara se paró en lo alto del edificio, mirando la pequeña ciudad bajo sus pies, el viento agitaba su largo cabello negro, como si quisiera consolarla, o tal vez detenerla, pero Clara no hizo caso, parecía no darse cuenta, estaba completamente perdida en sus propios pensamientos.
Esa mañana había descubierto que su vida era una mentira, para todos Clara lo tenía todo, era la esposa perfecta de Alejandro, un hombre encantador con poder y éxito, ella estaba a su lado en fiestas y eventos benéficos, cumpliendo a la perfección su papel.
Siempre estaba bien vestida y sonriendo, pero ahora, se dio cuenta de que todo era falso, como un castillo de naipes a punto de derrumbarse, cerró los ojos y recordó lo que pasó esa mañana, cuando todo cambió.
—Alejandro, ¿Deseas que te prepare el desayuno? —preguntó con una sonrisa.
—No, Clara, no tengo tiempo, me esperan para una reunión importante —respondió acomodándose la corbata frente al espejo.
—Siempre estás ocupado... —Ella lo abrazó por detrás y dijo en voz baja. —¿No podemos simplemente pasar unos días solos? Ha pasado un tiempo desde que estuvimos juntos.
Alejandro se giró y le dio un rápido beso en la frente, como si tachara una cosa más de una lista.
—Lo sé, cariño, pero pronto nos iremos de vacaciones y tengo que irme ahora —dijo para salir enseguida, Clara lo vio irse, tratando de ignorar la extraña sensación en su estómago.
Más tarde decidió hacer algo diferente, quería sorprender a Alejandro y recuperar algo de lo que habían perdido. Preparó una canasta con comida y se dirigió hacia su oficina llena de esperanza.
Cuando llegó y subió al piso donde se encontraba la oficina de Alejandro, todo estaba en silencio, la secretaría de Alejandro no estaba en su lugar, lo cual era extraño. Clara frunció el ceño, pero continuó.
Mientras se acercaba a la puerta de la oficina, escuchó sonidos que la dejaron paralizada: risas, susurros y besos. Los latidos de su corazón se aceleraron y aunque quería irse, algo la empujó a abrir lentamente la puerta.
Lo que vio la aplastó por completo.
Alejandro abrazaba a su joven secretaria Natalia, estaban muy cerca, riendo y susurrando entre ellos.
—Ay, Alejandro… —dijo Natalia con voz dulce —Te quiero mucho.
—Te amo, vida mía —respondió él, con una pasión que Clara no había experimentado en años —tú lo eres todo para mí.
El mundo de Clara se derrumbó, la canasta se le cayó de las manos y el ruido atrajo la atención de la pareja.
Alejandro se separó repentinamente de Natalia, su rostro cambió de la felicidad al horror, palideció al ver a Clara inmóvil en la puerta, con lágrimas en los ojos.
—Clara... yo... puedo explicarlo —tartamudeó, pero las palabras sonaron huecas.
No quería oír más, así que se dio la vuelta y salió corriendo sin decir una palabra, el eco de sus tacones invadió el pasillo.
Horas más tarde, estaba en el techo, el viento secaba sus lágrimas.
—¿Por qué Alejandro? —preguntó en voz baja —¿Qué hice mal?
Recordó que al inicio de su relación, Alejandro era todo lo que ella soñaba.
Su primera cita, fue un picnic en el parque, la primera vez que él le dijo que la amaba, el sol brillaba, el aroma de las flores flotaba en el aire, todo parecía perfecto.
—Clara", dijo, tomándole la mano —eres la mujer más increíble que he conocido, quiero pasar mi vida contigo y hacerte feliz para siempre.
Esas palabras que antes la hacían feliz ahora la hacían miserable. ¿Cuándo empezó a mentirte? ¿Cuántas falsas promesas le había hecho? ¿Cuántas veces la había besado porque estaba pensando en otra persona?
Clara dio otro paso hacia el borde, bajo sus pies, la ciudad seguía con su vida, no sabía lo que pasaba arriba. Las luces comenzaron a encenderse, como estrellitas en la oscuridad, pero para ella no había luz. ya no. . .
—No puedo soportarlo más… —susurró.
Dió una última mirada a la ciudad que había sido su hogar, donde soñaba con tener una vida feliz, tener una familia, cerró los ojos y se dejó caer.
Mientras tanto, Alejandro estaba en una reunión, su teléfono empezó a vibrar, al principio lo ignoró, pero el timbre siguió sonando, era el jefe de seguridad del edificio.
—¿Qué pasa? —preguntó con voz seria.
—Señor Montero... su esposa. Clara... saltó del techo del edificio.
Alejandro sintió como si lo hubieran golpeado, se le cayó el teléfono, pero no le importó, salió corriendo de la oficina, su mente estaba confusa, esto no podía ser cierto, corrió hacia el ascensor y presionó el botón varias veces, como si eso le hiciera descender más rápido.
—Dios, por favor no… —repitió en voz baja —que no sea verdad.
Cuando se abrió la puerta del elevador, Alejandro corrió hacia la entrada y lo que vio fue peor de lo que podría haber imaginado.
Clara yacía inmóvil en el suelo, rodeada de policías y médicos, su cabello negro, aquel había tocado innumerables veces, se encontraba manchado de sangre.
Alejandro sintió que el mundo se derrumbaba mientras caminaba entre la multitud, empujando a todos, con el rostro pálido y el corazón acelerado.
—No... imposible… —se arrodilló junto a ella y acarició su rostro frío, empezó a llorar y no podía parar.
—¡Clara, por favor despierta! —gritó con voz ronca —¡Por favor no me dejes! ¡Lo siento mucho!
Alejandro se quedó allí arrodillado, inmóvil, la gente murmuraba, pero lo único que escuchó fue el silencio de Clara, el médico se acercó y trató de alejarlo suavemente.
—Señor, por favor, tenemos que hacer nuestro trabajo —dijo uno de ellos, con voz suave pero firme.
—No…no me la quites… —rogó Alejandro, agarrando a Clara —¡Ella no puede morir! ¡Haz algo rápido!
Al cabo de un rato, el médico le puso la mano en el hombro.
—Lo siento, señor —dijo con voz triste —pero no hay nada que podamos hacer ahora, se ha ido.
Alejandro se alejó lentamente, sintiendo que le dolía el alma, era culpa suya, todo era culpa suya.
Después de un rato, se acercó un detective.
—Señor Montero —dijo, sacando una libreta —sé que esto es difícil, pero necesitamos hacerle algunas preguntas, ¿Podría responderlas?
Alejandro asintió, incapaz de hablar.
—¿Cuándo fue la última vez que vio a su esposa? —preguntó el detective, tomando notas.
—Esta mañana... antes del trabajo —mintió Alejandro en voz baja, no podía decir la verdad, no podía decir que la última vez que la vio estaba con otra mujer.
—¿Notó algo extraño en ella? ¿Hubo algún cambio en los últimos días? —continuó el detective.
Alejandro sacudió la cabeza, queriendo mentalmente gritar la verdad, pero no pudo.
—No, ella… ella estaba bien —mintió de nuevo, sintiéndose cada vez peor, cada mentira picaba como un cuchillo.
—¿Su esposa tenía alguna enfermedad mental? ¿Mostró algún signo de querer... hacerse daño a sí misma?
—Hasta donde yo sé, no… —respondió Alejandro, con la voz quebrada aún más. ¿Por qué no me di cuenta? Fui tan ciego.
Las preguntas continuaron, pero Alejandro apenas podía pensar, todo parecía tan irreal, como una pesadilla de la que no podía despertar.
Al ver lo mal que se encontraba Alejandro, el detective guardó su libreta y le habló más tranquilo.
—Señor Montero, lo siento mucho, esta es una situación terrible, haremos todo lo posible para respetar su privacidad. Si recuerda algo más, llámenos, estamos aquí para ayudarlo.
Alejandro asintió, sin entender muy bien lo que el detective decía.
Las horas pasaron como un sueño, Alejandro apenas recordaba cómo llegó a su casa, ahora vacía y llena de recuerdos tristes.
Subió las escaleras lentamente, sintiendo el peso de cada escalón, nada más entrar a la habitación vio algo inesperado, una carta sobre la cama con su nombre escrito por Clara.
Agarró la carta con manos temblorosas, se sentó en la cama donde él y Clara habían dormido muchas noches juntos. Con el corazón acelerado, la abrió.
“Alejandro:
Si estás leyendo esto, es porque ya no estoy, pensé mucho en qué decirte, te amé, te amé con todo mi ser, y aunque creo que tú también me quisiste, algo cambió, todo cambió.
Hoy te vi con ella, y no sé explicar lo que sentí, no era solo dolor, era algo más profundo, como si mi corazón hubiera dejado de latir.
No pude soportar verte con ella, no pude soportar que le dieras a otra lo que antes era solo nuestro. Me siento tan sola, tan perdida, ya no sé quién soy sin ti, lo intenté, de verdad lo intenté, pero no puedo más.
Sé que esto te dolerá, y lo siento mucho, lo siento más de lo que puedas imaginar, pero no puedo seguir viviendo esta mentira.
Adiós, Alejandro, te quise, pero ya no puedo seguir así.
Clara."
La carta se le cayó de las manos, Alejandro sintió que cada palabra le dolía en el alma.
Cada frase era como un golpe, ella lo había visto, sabía que la había traicionado, y aún así, lo había amado hasta el final.