Capítulo 3
Capítulo 3
Una mano muy pequeña me aprieta con fuerza, lo suficientemente fuerte como para no dejarme ir en el mar de los pensamientos. ¿y ahora qué? Debo darle un abrazo y prometerle algo que seguramente nunca voy a cumplir. Tal vez me odie, tal vez Marian me odie por abandonarla, así como Edee odia a su padre, y tal vez se odie así misma porque lo último que me diga sea que me odia.
Después de dejar la sala de la graduación caminamos en silencio por el laberinto de pasillos. Edee decidió quedarse en su habitación, estaba distraído y taciturno, con los ojos brillosos. Ambos teníamos la esperanza, la pequeña esperanza, esa cosa diminuta que tienes que te hace sentir que tal vez, que solo tal vez las cosas van a salir a tu favor, y cuando las cosas salen mal, tú lo sabías, sabías que saldrían así pero no estás preparado para enfrentar la verdad
Seguí con Marian hasta su habitación, cuando llegamos frente a ella nos quedamos petrificados frente a la puerta, las ondulaciones su cabello están destrozadas. Trato de soltarla, pero se empeña en quedarse a mi lado, es tan pequeña que aún de rodillas mi cabeza queda por encima de la suya.
—¿Me vas a dejar? — dice y niego repetidas veces —¿cómo mamá?
—No, Marian. No te voy a dejar. Volveré —me arrodillo frente a ella, y, efectivamente, sigo siendo más alto que ella.
—¿Y si después te asignan trabajo en otra nave que no sea ésta? — no sé cómo responder a esa pregunta, claro que cabe la posibilidad. Una enorme posibilidad. Me agacho un poco más y la abrazo, ¿qué más puedo hacer? ¿qué más le puedo decir? Ella es demasiado lista como para mentirle, y aunque suene cruel, por una mentira que alivie un corazón vale la pena cargar un gran peso… Pero no encuentro esa mentira.
—Tienes que ser valiente— le digo y ella gimotea —¿me oyes? No vas a estar sola, tu papá...
—Él nunca está— se separa de mí, me reflejo en sus ojos oscuros cuando me mira. Acaricia mi mejilla cuando dice:
—Prometeme que tú serás valiente— promesas y mentiras. Asiento, aunque sé que yo nunca podré ser lo suficientemente valiente, y ella también lo sabe. Me besa la mejilla y se va, y cuando veo que desaparecen sus rizos rubios me aprieto los ojos evitando las lágrimas.
Camino casi por puro instinto por los pasillos hasta mi habitación, pensando y sin pensar. Cuando tengo la oxidada perilla de mi puerta en la mano escucho pasos por el pacillo. Me precipito a abrirla para no tener que enfrentar a nadie, no quiero caras de lástima y frases vacías.
—¡Aleck! ¡Espera! — grita el dueño de los pasos. Recuesto la cabeza en la puerta entreabierta, cara de lástima y frases vacías. Me vuelvo hacia el hombre que resulta ser un guardia de seguridad. Cara de lástima. Se acerca a mí y me preparo para las palabras vacías.
—Tu tío necesita hablar contigo— me aparto de la puerta después de un gracias que salió casi sin aliento y casi corro por tolos los corredores y espaleras. Camino por el pacillo, bajo las escaleras, la sala común, el comedor, pacillos, pacillos y pacillos. Cuando llego a la puerta de la pequeña oficina de mi tío llevo más de veinte minutos corriendo y estoy agitado. Cuando abro la puerta sin avisar y veo su rostro, toda la esperanza que tenía de que sus influencias pudieran mejorar mi situación se caen al precipicio como Luna. Se pone de pie y cuando llega hasta mí me abraza por un segundo, luego me muestra la silla y regresa detrás de su escritorio.
—Lo siento— dice después de un rato —hice todo lo que pude, pero las reglas son las reglas — asiento mientras finjo que comprendo, lo único que deseo es lanzarme sobre él y gritarle que sí puede hacer algo, que si él lo desea lo puede hacer, por algo es el general, pero no lo hago, me quedo ahí con un nudo en la garganta.
—Sí, lo sé— suspiro para eliminar el taco que me ahoga. En esta nave lo tengo todo, a Marian y Edward, Grace, a mi tío, aunque casi nunca lo vea, y cientos de recuerdos, recuerdos de mi padre, los recuerdos borrosos que pertenecen a mi madre. Aprieto los puños.
—Aleck — me dice y lo miro a los ojos —vi tus resultado, los de la escuela y los de la prueba de aptitud, estás hecho para esto, incluso se han enviado a ahí a jóvenes con resultados menos precisos que el tuyo —ve mi cara de: eso no me hace sentir mejor, así que se aclara la garganta y prosigue —Pero logré hacer algo—su rostro cambia, la sonrisa resplandece en su mandíbula perfectamente cuadrada.
—¿Qué? — lo apuro con insistencia.
—Conseguí que después del entrenamiento trabajes aquí— siento como una tonelada de peso se afloja en mis hombros.
—¿Hablas enserio? — no me lo puedo creer.
—Si. Talvez te ponga en algún trabajo junto al herbario, guardia de seguridad, celador.
—El trabajo no importa, lo que importa es que vuelva.
—Lo harás— asegura y veo brillo en sus ojos.
—¿Y Edward? ¿Él va a volver? —hace un silencio que me parece eterno.
—Te aseguro que moveré todas mis influencias para que los dos vuelvan.
Me recuesto en la silla, liviano, como si estuviera flotando, de repente mi mundo brilla y dejo de ver los rincones oscuros del destino que me acechaban.
—¿qué será de Marian mientras no estoy? — es lo único que me preocupa ahora.
—Ella estará bien. Se quedará con Lis— contesta haciendo referencia a la mujer que la cuida.
—No es lo mismo, ella te necesita, ahora más que nunca, ahora que yo no voy a estar.
—Lis la va a cuidar, Aleck.
—No es cuestión de quien la va a cuidar, ella es lo suficientemente fuerte como para cuidarse por sí misma, pero sigue siendo una niña, tío, una niña que necesita a su padre— con sus enormes y profundos ojos se queda mirando un punto en la pared, y yo me quedo mirándolo a él, es un hombre atractivo, con el cabello entrecanos o una barba de un par de días que lo hace ver un poco más desaliñado de lo normal, lo veo y logro ver un poco de parecido en mí, la mandíbula cuadrado, los ojos grandes, ese aire de: “Nadie sabe lo que estoy pensado ni sintiendo” cuando me mira a los ojos habla con determinación.
—Tienes razón. Haré todo lo posible por estar más con ella— todo lo posible no, tío, haz lo imposible. Lo pienso, pero las palabras se quedan en mi garganta. Se inclina hacia su escritorio y saca un papel de un cajón, se estira y me lo extiende.
—No es gran cosa, pero pensé que te gustaría tenerlo, es un regalo y estaba esperando para dártelo hasta hoy— miro el papel que está viejo y arrugado. Lo abro, tiene varios párrafos. Extiendo la hoja y me preparo para leer, pero no puedo, son las mismas letras, pero están en desorden. ¿un acertijo que debo resolver? Mi tío parece darse cuenta de mi confusión ya que dice:
—Está en otro idioma— lo miro con el ceño fruncido —otro dialecto, otra lengua, al otro lado está la traducción — añade para que comprenda, pero sé lo que significa —cuando las personas abordaron las naves e ingresaron en Oz— comienza a explicar —hubo una pequeña confusión, había demasiados idiomas, personas que hablaban lenguajes diferentes no podían trabajar juntas. Así que antes de perder comunicación con la gente de Oz, se decidió que todas las personas teníamos que hablar el mismo idioma.
—¿Y cómo se llama el idioma en que hablamos? — pregunto total mente interesado, nunca lo había pensado.
—Esperanto, es un idioma ficticio que es muy fácil de aprender, con el paso de los años se ha hecho un poco más complejo, pero conserva toda su esencia, pero eso no importa, lo importante es lo que tienes ahí.
—¿Entonces qué tengo aquí? — Meneo la hoja en el aire.
—Es un poema, el poema que te recitaba tu mamá todas las noches antes de...
—Si, lo sé— le interrumpo, no quiero que mencione ese día.
—Iva a decir antes de dormir— sonríe, y yo sonrío, aunque sé que eso no era lo que él pensaba. Me quedo mirando la hoja por un momento, entendiendo cada palabra, aunque nunca las haya visto antes.
—¿Es la letra de mamá?— él asiente, en silencio —una hermosa letra— suspiro y le suelto lo que traigo ahogado en la garganta desde hace años, y se lo digo, aunque sé que no tiene respuesta.—¿por qué no la puedo recordar?— se encoje de hombros, he discutido esto con él un par de veces y siempre llegamos a una conclusión vacía, aunque esta vez tiene una cara diferente; siente lástima por mí, por el niño huérfano que a sido expulsado de su hogar.
—Eras un niño— dice y niego para que se detenga.
—Si puedo recordar a papá, ¿entonces por qué no a ella? — comienzo a alterarme y cuando menos me doy cuenta estoy totalmente erguido en la silla. Me acomodo de nuevo y me paso los dedos por el cabello.
—No lo sé, Aleck. No lo sé— doblo la hoja de una manera exageradamente minúscula y busco algún bolsillo en el mono, pero no tiene. Termino metiendo la hoja entre el mono y mi piel por la parte del cuello y me pongo de pie.
—¿Entonces volveré? — pregunto.
—Me aseguraré personalmente de que te asignen aquí, al igual que a Edward — asiento y nos despedimos con un corto abrazo, y siento todo su cuerpo un poco más grande que el mío que me apretuja junto a él, cuando se aparta me siento desprotegido por algún extraño motivo, siento que fuera el último abrazo. Antes de salir me dice:
—Nunca olvides que te quiero, Aleck, como mi propio hijo— sonrío y me voy.
Mañana a las once de la maña viajaré al arca para especializarme en la sección de defensa. Serán tres largos e interminables meses. El arca es la más pequeña de todas y se llama Capricornio, allí se especializan en defensa, también en la granja. Es la más cercana a Ema, en los aerodeslizadores son un par de horas, por el borde del cañón son unos cuantos días de caminata.
Cuando al fin paso por todos los pasillos, el comedor, la sala común y las escaleras, me asomo al último pasillo para para ver si hay alguien. Está vacío. Entro a mi cuarto y cierro lo puerta de golpe. Me lanzo en la cama exhausto física y emocional mente.
No quiero ir a capricornio, no quiero ser el centro de atención en un lugar en el que ya no puedo reconocer las caras que me miran con curiosidad, no quiero estar rodeado de gente hipócrita que se acerca a conversar sólo por curiosear más de cerca. No quiero eso. No quiero enfrentarme a los ojos de Marian mañana cuando me tenga que ir. Mi tío dijo que me asignará trabajo aquí, pero, ¿quién puede asegurar que no se lo impidan? Aquí no se permiten las preferencias, por eso su esposa murió, ella no fue enviada a otra arca a dar a luz cuando se complicó el parto, y ni él y su influencia pudieron hacer algo. El presidente no lo permitió, diciendo que los aerodeslizadores estaban ocupados, que había cosas mucho más importantes qué hacer. La tía Elena, era tan cariñosa y amable, deseo que Marian hubiera podido conocerla. Aprieto los ojos, si el presidente dejó morir a la esposa del general ¿entonces por qué permitiría que yo vuelva? Estoy seguro de cuál sería su respuesta "estar cerca de sus seres queridos lo hace más débil", talvez tuviera razón, si estuviéramos en guerra, pero, hace más de doce o trece años que no pasa nada por aquí, desde el golpe de estado en el que el presidente se posesionó. Al menos no resultó ser un dictador con complejo de Simón manda. No es bueno, pero al menos mantiene viva la comunidad y es equitativo, demasiado, a veces, acá todos somos iguales y tenemos lo mismo.
Capricornio es pequeña, sólo tiene como doscientas personas, incluidos los presos, es como una especie de universidad, hay poco espacio y por consiguiente sólo tiene dos secciones de entrenamiento, seguridad y la granja, ¿lo que se dice de sus habitantes? nada bueno, los granjeros son fiesteros y bromistas, las personas de seguridad son estoicos y groseros. No sé a quién se le ocurrió ponerlos juntos. Casi nunca escapa ningún preso, igual no tienen a donde ir, bueno, casi siempre, el año pasado escapó una pareja de mujeres, treparon por uno de los alambres y huyeron hacia el bosque, que está a unos cuántos kilómetros del borde del cañón, ni siquiera quisieron seguirlas, supongo que el veneno las mató unos minutos después de entrar. Supongo que ha de ser un final aterrador.
Después de un rato de pensar en capricornio y en el veneno que envuelve al mundo me pongo a esculcar las cosas que vienen en la bolsa. Resulta ser otro mono completamente negro con el sello de la sección en la mitad de la espalda (el sello es una línea que se curva de barias maneras y se ve fantástico, para ser honesto), varias camisas de tela fría y un par de pantalones, también negros, de una tela gruesa y con cien bolsillos, casi todos parecen de segunda mano.
Estoy metiendo la mano en cada bolsillo del pantalón, comprobando la profundidad, cuando escucho un ruido que viene del baño, como un gato gruñendo. Me pongo tenso de inmediato y comienzo a girar despacio, por un momento temo que haya un feroz animal allí y no quiero enfadarlo haciendo un movimiento brusco, estoy seguro de que eso resultaría mal. Cuando me giro veo que la puerta está cerrada, ¿la cerré antes de salir con Marian a la selección? No lo recuerdo. Escucho de nuevo el gruñido y me aseguro de que es un gato el que lo provoca, pero suena más suave, ¿un gato pequeño, quizás? Casi no hay gatos en las arcas, que yo sepa en Emma solo hay dos, y un perro, los animales que no sirvan para dar comida, estorban, según tengo entendido en la única arca donde hay por montones es en Curiara, pero, ¿qué no habrá en Curiara?
Me paro despacio de la cama y camino hasta el baño, giro la perilla y la puerta comienza a abrirse. La luz está apagada, así que con la luz que entra por la puerta casi abierta del todo no es suficiente para ver. Me atrevo a dar un paso al frente para alcanzar el interruptor. Cuando lo toco doy un bote, ya que el cable está expuesto y me electrocuta. Con el corazón en la garganta y miedo a un nuevo choque eléctrico, logro encender la luz y lo primero que veo es mi cara en el pequeño espejo. Mi nariz aún está morada. Mientras reparo en eso logro ver algo anormal por el rabillo del ojo, es la maceta de rosa, y rosa ya es rosa. Retrocedo tan rápido que me enredo de nuevo en el puñetero tapetito y caigo sentado en la cama observando la planta. El capullo ya se ha abierto por completo y se pueden ver lleno de pétalos hermosos, parece una rosa normal, excepto por su tamaño ya que es un poco más grande y una línea blanquecina en el borde de cada pétalo. Me armo de valor para tratar de levantarme, lo hago y cuando estoy llegando a la puerta del baño la rosa se mueve, ¡la puta rosa se mueve! me encojo un poco cuando veo que comienza a estirarse, su tallo se larga, se alarga y se alarga, como una antena de radio, no entiendo cómo puede estirarse de esa manera. Se cerca de mí, pero no puedo moverme, me he quedado paralizado. Está ya a un centímetro de mi rostro cuando se detiene y comienza a olerme, o eso supongo, luego puedo ver como abre los pétalos, y justo en el centro, se puede ver un agujero dentado que debe ser su boca. Tal vez esa será la mejor solución para no tener la nariz morada: no tener nariz. Me quedo aún más paralizado cuando se mueve hacia un lado y comienza a restregarse en mi mejilla, como un gato tierno y mimado, luego deshace su camino y su tallo vuelve a medir unos veinte centímetros.
Casi diez minutos después me armo de valor para entrar al baño, la rosa se mueve, me inclino un poco. Si llegan a ver esto Grace estará en problemas, y de paso yo también. De su tallo salen dos hojitas que parecen manos, las agita hacia atrás y hacia adelante al mismo tiempo, como una niña pequeña que espera que papá desenvuelva su dulce preferido. La rosa parece escalofriantemente consciente, como si tuviera un pequeño cerebro allí adentro. Me inclino, lleno de curiosidad y con el corazón galopando en el pecho, y con la punta del dedo índice me animo a tocarla un poquito, es muy suave. Menea el capullo un poco y comienza a abrirse mientras se frota como un gato maximizando la fricción, al parecer le gusta que la rasquen. Sus pétalos se abren por completo y la dejo de rascar por un costado para meter descaradamente mi dedo con cuidado y tratar de abrirle la boca. Mala idea. Se mueve de una manera extraña, como cuando alguien inhala aire barias veces y luego, sin que yo pueda intuirlo, estornuda, o eso parece ya que hace un sonido similar. Aparto el dedo como si la rosa tuviera electricidad. Si, Grace está en problemas, muchos problemas.
Me quedo mirando la rosa pensando en cómo lo habrá logrado hacer Grace, no es sólo una rosa carnívora, piensa, solo algo que piense le gusta que lo acaricien, es como si tuviera cerebro. La rosa sigue moviendo sus hojitas que la hacen parecer inocente cuando yo saco una linterna y regreso a su lado. Tomo la linterna, la enciendo después de un par de golpes y la pongo tras el capullo para hacer una especie de radiografía a la antigua, pero no se ve nada. Grace tendrá que explicármelo.
Me estiro hasta la cama y tomo una toalla, y en medio camino de regreso se cae de mi mano, regreso, la agarro de nuevo sujetándola en con el índice y el pulgar de la mano izquierda. Se cae de nuevo. Suelto una maldición, mi dedo índice no funciona y lo miro con frustración. Hay algo allí. Lo acerco más a mi cara, parece una astilla blanca clavada justo en la punta: un diente de la rosa cuando estornudó. Lo arranco con los dientes, no siento nada, mi dedo esta entumecido, lo muerdo un poco. Si, muy entumecido.
Tomo la maceta y la rosa parece escalofriantemente tierna, la cubro con la toalla y salgo de la habitación. Los pasillos están vacíos, las escaleras y la sala común también. Estoy a punto de llegar al comedor cuando escucho el murmullo a lo lejos. La hora de la cena. La rosa ha estirado su tallo y se asoma por encima se la toalla, me hace cosquillas en el cuello. Sacudo la maceta barias veces hasta que se mete y se queda quieta.
El comedor está atestado de personas, decenas de personas con hambre. Sigo caminando procurando no mirar a nadie a la cara, como si haciendo eso me volviera mágicamente invisible, cuando choco con alguien que parece una enorme pared de concreto por no levantar la mirada, me comienza a entrar el pánico. Distingo una cabellera rubia, es Pol, el del trasero enorme. Me mira con sus hermosos ojos azules.
—¿Estás bien, Aleck? — pregunta —estas un poco pálido.
—Yo siempre estoy pálido— trato de rodearlo y seguir mi camino, pero se atraviesa.
—Espera, Aleck.
—¿Qué? — contesto impaciente apretando la maceta con fuerza. Diablos, cuanto hubiera deseado que me hablara en otra circunstancia.
—Entramos a la misma sección — su expresión parece un poco tensa, sus ojos azules brillan.
—Eso era lo que tú querías, ¿no? —recuerdo.
—Yo sí, pero para nadie es un secreto que esa sección no es para ti— dice y me encojo de hombros.
—¿Y quién dice que no lo es? —me comienza a entrar impaciencia.
—Es una sección muy ruda— pone una mano no sobre mi hombro —a todos nos da miedo que te rompan— lo dice bromeando, pero su mano está tan tibia que me distrae por un momento, le parto la mano despacio y trato de pasar por su lado, y en un afán de agarrarme por la manga del mono agarra la toalla y tira de ella dejando la rosa al descubierto.
Diablos.
—Esa debió ser tu sección— dice apuntando a la rosa que está tan quieta como una rosa real. Pol se aleja des pues de guiñarme un ojo con cara de preocupación y se une a los que hacen la fila para recibir la cena. Creo que luego tendré que detenerme a pensar qué es lo que me hace ese hombre y por qué me pone nervioso.
Pongo de nuevo la toalla sobre la rosa y sigo mi camino sin ningún contratiempo. Cuando llego al herbario todas las luces están apagadas menos las del laboratorio, incluso las puertas del traga luz están cerradas. Abro la puerta y camino con dificultad entre las plantas y la oscuridad. Quito la toalla que cubre la maceta y después de unos segundos siento la rosa recostarse en mi hombro y comenzar a ronronear. Cuando casi alcanzo las puertas del laboratorio siento un gemido y me freno en seco. Instintivamente me muerdo el dedo entumecido. A continuación, alguien grita:
—¡No! No lo haré— es Grace.
—¿Acaso sabes cuáles serán las consecuencias? — le pregunta un hombre, su voz es relajada y bastante amenazadora.
—No, por favor— gime Grace, su voz es casi inaudible. Se siente un forcejeo, un golpe de una palma sobre la mesa de metal y otro gemido de Grace. Me acerco despacio, las ventanas están cubiertas con las cortinas. La puerta está entreabierta, entonces me acerco hasta ella y espío por el pequeño espacio. Al principio no logro ver nada, la luz me golpea con fuerza el ojo izquierdo y me hace parpadear. La imagen se aclara, Grace está en un rincón, su piel morena brilla con el sudor que le perla la frente, sus ojos están abiertos mirando al hombre que me da la espalda, trae la ropa negra como la alas de un cuervo.
—Mira Grace— le dice el hombre —no tienes opción, sabes lo que él te va a hacer.
—Es horrible lo que me pide— le escupe Grace, en una mezcla de rabia y miedo.
—Es nuestra supervivencia
—¡Es un genocidio! — grita tan fuerte que rosa se estremece, se aleja de mi hombro y cuando está apunto de meter la cabeza por la rendija la jalo por el tallo, entonces gruñe a las dos personas de adentro y el hombre vuelve la cabeza. Apenas logro ver su rostro ya que salgo disparado hacia la izquierda y me escondo tras unas plantas. El hombre asoma la cabeza y cuando abre la puerta la luz azota las plantas formando sombras grandes y tenebrosas que se estrellan contra las paredes de metal. Se queda escudriñando un momento y al ver que no hay nadie se dirige a Grace.
—Es tú decisión.
—Aún no lo he conseguido— dice ella —no he conseguido la mutación.
—Ya te lo dije Grace— dice el hombre —es tú decisión, ni que alguien te estuviera obligando— afirma con sarcasmo y a modo de despedida. me agacho para que no me vea por encima de las plantas y por suerte rosa se comporta. Lo escucho alejarse y cuando cierra la puerta del herbario Grace rompe a llorar. Me levanto despacio, tratando de no hacer ruido por si el hombre no estaba solo, pero parece no haber nadie más. Grace parece escuchar mis pasos acercándose, porque antes que la luz me deje ver la veo mirando por la puerta con una expresión de pánico que nunca he visto antes en su oscuro rostro, una expresión que empeora cuando me ve; su rostro palidece, sus ojos destellan de miedo y su boca se abre tan grande que me parece una mueca bastante exagerada.
—¿Grace? — le digo. Tengo seca la garganta —¿Grace qué pasa?
—Aleck— se pone de pie y corre hacia mí, su vestido se contonea. Esta vestida bastante bien, seguro no le dio tiempo de cambiarse después de la selección. Llega hasta mí y me sacude por los hombros, su expresión es demencial —¡¿qué haces aquí?!— grita —¡vete, Aleck, vete! — me empuja por los hombros mientras trata en vano de sacarme fuera, soy más grande y más fuerte.
—¿Grace qué pasa? — ahora soy yo el que la agarra por el hombro con una mano mientras sujeto la maceta con la otra. La sacudo haciendo énfasis en mi pregunta —¿qué está pasando?
—Tienes que irte de aquí, mi niño, no te pueden ver.
—¿Quiénes?
—Ellos, ellos— está demasiado alterada —¿a qué viniste? — se aleja pasándose la mano por la sudorosa frente —¿por qué la trajiste? — añade refiriéndose a la rosa, pero no la mira, solo mira un punto fijo en la pared detrás de mí.
—Grace— le digo tratando de que fije su atención en mi —me asignaron en otra sección, tendré que irme mañana, no puedo quedarme con ella— la mención de la planta la trae de nuevo a la realidad.
—Eso será lo mejor. Que te vayas será la mejor. Emma ya no es segura para personas como tú o como yo— me empuja por el brazo, hacia afuera.
—¿Qué quieres decir con personas como tú o como yo? — le pregunto dejándome guiar por su mano temblorosa.
—Sabemos demasiado mi niño— cuando llegamos a la puerta la abre y se asoma para ver si hay alguien, luego se inclina hacia mí y me dice:
—Nunca digas que sabes a cerca de la manipulación genética, nada sobre qué podemos hacer, ni de las híbridas, de nada de esto— señala el herbario —deshazte de la rosa, córtala o lánzala por la escotilla. Que nunca la vean— habla demasiado rápido —cuando comiencen a suceder cosas malas ignóralas, has como los demás, que nunca sepan que sabes cómo se producen— me abraza con fuerza, me puja hacia afuera y antes de cerrar la puerta puedo ver un vestigio de la antigua Grace cuando dice:
—Ten cuidado, mi niño ojos de luna— y la puerta se cierra