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#4 No mereces una mierda

Thomas es un chico que se asoma todos los días al balcón contiguo al mío, debe tener como dieciséis años y lo que sé sobre él, aparte del nombre, me lo he inventado. Pero es bellísimo, no en plan romántico, sino hermoso como una escultura en medio de una plaza, tiene un parecido innato a todas las personas que me han gustado en la vida, como si tuviera demasiadas cosas que aprender de él y su vida estuviese llena de indecencia y aventura.

- Debe ser realmente loco lo que piensas todo el tiempo - espeta Danielle frente a mi en su silla.

- Hoy tengo tantas cosas que hacer - la miro cansada.

Ella deja su kindle en la mesa y estira la espalda, siempre se levanta temprano y cuando yo también lo hago nos gusta coincidir para desayunar.

- Lo supuse, ayer escuché que discutías con esa mujer - se refiere a Stella.

- Que chismosa - bromeo, ella frunce el ceño - Las cosas no van bien con ella - por primera vez le cuento algo realmente personal a Danielle.

- ¿Quieres cambiar de trabajo?

Me quedo callada.

- Hoy haré algo un poco loco Danielle - bebo un sorbo de café.

Ojalá el tono misterioso con el que hablo fuera a propósito.

- Ya veo, pues hoy te ves diferente - suelta fijándose en mí. - ¿Tengo que preocuparme de algo?

- ¿Te gusta verme? - levanto las cejas de forma coqueta.

Ella no se sonroja, me devuelve la misma mirada coqueta y ahora soy yo la que se intimida.

Es un problema que tengo con ella, es mejor que yo en el tema de llevar el control.

- Me gustaría que fuésemos mañana a dar una vuelta... No lo sé, si tienes tiempo - propone justo cuando me levanto de la silla del balcón

Busco mi abrigo mientras pienso que no quiero responder el típico "¿Estás invitándome a salir?", así que antes de tomar las llaves y abrir la puerta de la casa me acerco y con demasiado cuidado le doy un beso en la mejilla.

- Claro -susurro, seguramente el corazón se me aceleró mil veces más que a ella.

Voy hasta un garaje en el sótano, y tomo el auto que ayer me dejó Stella. Hace un tiempo decidí que sólo quería un auto para mí si era Mercedes, y pues aún no tengo suficiente dinero para comprarlo.

Conduzco lento por las calles, cruzando el centro y esperando pacientemente el tráfico.

Mientras tanto me quedo pensando en Danielle que ha tomado un descanso de su intensito trabajo de científica con horarios mortales para salir conmigo, es bastante obvio que me gusta, pero no sé porqué las cosas entre nosotras han ido tan putamente lento, como esperando que todo sea adecuado, y cada vez que lo analizo me siento un poco tonta, me he acostado con un montón de chicas en los últimos años, chicas a las que he deseado y valen la pena, pero no entiendo dónde queda toda esa fuerza loca y destructiva de saciar mis deseos desde que la conocí e inconscientemente le he sido fiel, quiero con ella, tal vez no sólo sexo...

... Me estaciono y de golpe recuerdo lo que vine a hacer a este lugar, me pongo repentinamente nerviosa.

Estamos en unas calles húmedas, anchas, con fachada citadina y deteriorada, salgo del auto rápidamente y camino una calle hasta una puerta alta de madera negra.

Toco varias veces, nadie contesta, ahora uso mi puño, de repente se abre, se escucha del interior alguna canción de género variante al reggae.

- ¿Quién putas? - un tipo bajo, gordo y con bigote aparece, me mira de arriba a abajo.

Debí haberme arreglado menos.

- Vengo de parte de la Señora Porter.

Él sigue mirándome, ahora un poco más morboso.

- Últimamente ella sabe elegir bien - comenta dejándome entrar.

No le pongo atención, ni a él ni al pasillo lleno de gente elegante pero tirada en el piso, huele a marihuana, a limpiador de ventanas y vómito.

Parece una fiesta de hace dos días aunque algunas personas se ven sobrias, nunca he venido acá, pero sí a lugares similares, gente con algo de dinero pero nada de moderación.

Sé que debo ir a una barra en el sala, la casa es enorme pero muy rústica, no me fijo en nadie.

Cuando diviso el lugar espero un segundo para tantear terreno, una vez en una de estas barras prendieron varios shots de fuego y me quemé un mechón de pelo.

Tomo asiento, miro al barman, es moreno musculoso, con varios tatuajes y el pelo encerado. A él sí lo conozco, era como el prostituto de Howard y Stella, una vez se me insinuó (hace años) cuando estaba en un mal momento, lo hubiese hecho, pero tiene un parecido innegable a Ashton en su forma menos modesta, y paso de eso, de hombres y malos recuerdos.

- ¿Te sirvo Vodka? - va directo a mi con una sonrisa de galán, lo miro encarnando una ceja - Me encanta que aparezcas de sorpresa, justo cuando terminaba el turno - me guiña el ojo.

Ruedo los ojos.

- Como si no supiera que lo rellenan con agua en el sótano - espeto señalando el vaso de vodka.

Él me da una media sonrisa.

- ¿Vienes a traer dinero, drogas? Stella debería venir personalmente a arreglar algunas cosas averiadas por acá - se pone serio.

- Que discreto... La verdad no, el lugar no es de ella pero sí lo administra - respondo - y las drogas no son tema de los Porter, no te confundas.

- Me encanta como te limpias las manos... - apoya sus fuertes brazos en la barra - cuando hablas es súper ardiente.

Saco de mi bolso el móvil para usar el lector QR y hacer de una vez por todas mi trabajo de registrar lo que ha sucedido en el este lugar las últimas semanas.

Él sigue tirandome fichas un tanto subidas de tono y comienzo a dejar de escucharle, debo hacer lectura de todo, la barra, los iPads, los ordenadores, pero con mucha discreción.

Cuando estoy por terminar e inspecciono por tercera vez el tablero digital en la barra decido tomarme un segundo.

Respiro hondo, pongo las manos en un lugar rígido, intento no dejarme llevar por los nervios y entonces sabiendo perfectamente lo que va a suceder la escucho.

Ayer pasé todo el día rogándole a Stella para que me dejara venir aquí, justo hoy y a esta hora, porque sabía con quien me encontraría.

Es una risa cercana, más madura de lo que recordaba, espero un momento para mirarla porque sé perfectamente lo que encontraré, con quién estará y en qué condiciones.

Levanto los ojos, mis terminaciones nerviosas se inhiben como si no entendieran la gravedad de lo que ven.

Y está ahí, como toda la vida la he encontrado, rodeada de gente, siendo el centro de atención, con las mejillas rojas y los ojos muy brillantes, tiene el cabello suelto y ya no tan lacio en las puntas, ni tan negro, ni tan mal cuidado como hace tiempo, se está riendo de un chiste que ella misma hizo, maldita tonta.

Dejo de mirarla, pensé que estaría igual a la última vez, un poco más deteriorada, drogada, enojada, triste, pero todo lo contrario.

- Haces bien tu trabajo - me dice muy cerca al oído el barman, vuelvo a concentrarme.

Ya no sé la razón por la que vine, se siente como un dejavú fuerte, no es la primera vez que voy a buscarla, ni que le ruego a Stella.

Ordeno mis cosas sintiéndome un poco tonta y evitando mirar de nuevo, han pasado dos años ya, no puedo volver a hacer esto, es acoso e inmadurez.

Además, hay una sola cosa que el tiempo me ha dejado como premio invaluable, y es que entre más deseas algo y nunca recibes nada, eso va dejando de importar, no porque se vuelva inalcanzable, sino porque asimilas que algunas cosas son para ti y otras no.

Ordeno mis cosas rápido porque me conozco y sé que pronto mi mente dejará de ir en automático, y en manual seguramente me darán ganas de que se fije en mí, al menos por ver su reacción.

Móvil, bolso, cartera, identificación...

- Dame un poco de agua Cristobal - pide alguien, lo reconozco, estaba sentado con ella.

Doy media vuelta escondiendo mi rostro, puede que ella lance una mirada en esta dirección, cojo el shot de vodka seguramente adulterado y me lo paso como disimulando, soy tonta.

Cuento hasta diez y cuando lo hago corro a paso largo sin pensar, mientras salgo me tropiezo varias veces, me salpica algún fluido raro en mi abrigo y un tipo me lanza humo en la cara, abro la puerta de esa casa como si fuese un portal mágico que me llevará a la seguridad de la inmensa ciudad.

Me subo al coche y arranco, en el camino murmuro números en orden en mi cabeza para pensar en algo más, estoy muy loca ¿Qué hacía en ese lugar? La idiota de Stella sólo me hace ir a lugares decentes y nada raros pero yo me tiro de cabeza a esa casa de mierda.

Pero yo quería, lo llevaba pensando hace tiempo, es muy fácil saber donde va a estar ella, nunca le ha importado correr riesgos estúpidos y yo claramente me he enterado porque tiene su fama, se embriaga desde temprano cada vez que puede y viaja mucho por el país, no es recurrente verla en Chicago, es bastante popular en internet porque aún se toma fotos, se ha tatuado varias veces y su belleza permanece eternamente joven, aprendí un poco a ignorar que ella sea reconocida en casi todas partes a las que voy, pero siempre me deja algo de curiosidad.

Crecí con ella, nos criamos y maduramos a la vez, cuando observas a alguien que fue así de relevante en tu vida estar presente en todas partes, siendo mencionada por cualquier persona... Empiezas a verla como una parte de ti que tomó un camino más salvaje.

Yo me negué a esa vida, no quería regalar mi privacidad y tranquilidad a la personas, no quiero eso, es demasiada tensión.

Cierro los ojos en un semáforo, mierda, es desgastante recordar una de las razones por las que dejé a la que era el amor de mi vida.

Escucho un pitido fuerte a mi derecha, me giro, es justamente el auto de Gabriel.

Suspiro, abro la ventana y grito "Acompañame a comer", el afirma varias veces y me sigue hasta un ChipMonks.

Entramos al lugar y pedimos comida, tarda un poco, Gabriel intenta tener una conversación conmigo pero entonces siento un extraño vacío en el abrigo.

Vuelvo a hacer la regla de cinco; movil, bolso, cartera, identificación... Llaves.

Me mato.

Busco en mi bolsillo, recuerdo haberlas puesto ahí, siento algo metálico, lo saco con miedo; es un destapador.

Me mato.

Tiro mi cabeza hacia atrás con un quejido fuerte que se escucha en todo el restaurante.

- Seguramente Cristóbal lo hizo a propósito.

- ¿Qué? - dice Grabriel - ¿Pasó algo?

Abro la boca para hablar pero me siento muy cansada, así que me levanto dejando la comida, y camino fuera para tomar el auto dejando a Gabriel confundido, como si estuviese muy loca.

- Sky, oye... ¿Todo bien? Sky... Te acompañaré dime algo... Estás un poco rara - me sigue.

Repite continuamente mi nombre hasta que de pronto... Se escucha diferente.

- Skyler Grey.

Me paro en seco, sin ganas de nada.

- No me jodas - dijo demasiado bajo, para mi misma.

- Casi no me las da ese tipo, pero aquí están...

- ¿Es en serio?

- Vi cuando las dejaste.

La miro de nuevo con fastidio, ella está sería y cuelga de su mano mi llavero.

- Y tú vas y me sigues por toda la ciudad para traerlas...

Camino a paso rápido y me meto al auto, no quiero estar aquí, tengo la ventana abierta así que rápidamente enciendo el auto, pero ella se acerca ágilmente, siento muchísimo miedo de que esté tan cerca.

- ¿Quién más sabe donde queda tu casa? - me responde con tono duro.

- Dame eso y largate - suelto.

- Pero que coño... Tú estabas ahí.

- ¿Y eso qué?

- ¿Fuiste a buscarme? - suaviza la voz.

- Claro que no.

Ella deja las llaves suspendidas en su mano y las acerca a mi, me provoca estrés saber que tengo que tocar su mano, a este nivel he llegado.

Entonces subo por su brazo y le miro los ojos que hacen lo mismo con los míos, está sería y sin ningún sentimiento a deslumbrar, "Con esos ojos debes tener muchos puntos a favor cuando ligas" un recuerdo pasa por mi cabeza, nos miramos durante mucho tiempo, pero como intentando dar a entender algo, ella es ese retrato permanente en mi cabeza.

En el pasado la miré tantas veces y todas ellas supe que nunca quería dejar de hacerlo.

Pero tomo de sus manos las llaves... Sus manos... Y hostilmente aparto los ojos, vuelvo a encender el auto.

- Te ves diferente...

- Vete.

- ¿Qué hacías allá? ¿A esos lugares te envía Stella?

- No te importa, y menos si tu misma estabas allí.

- Hay mejores cosas.

- No me vuelvas a seguir... - paso en seco -... Rose.

- Nunca te di mi móvil de nuevo - señala un papelito metido en la llave que acaba de darme.

- ¿Qué putas intentas?

- Skyler Grey... Después de tanto tiempo es estúpido que no me hables, quieras o no compartimos demasiadas cosas, demasiada gente, incluso tu casa...

- ¿La quieres de vuelta? Vale, pagaré la otra mitad.

Ella resopla.

- ¿Podemos hablar sin decir tonterías?

Aprieto el volante.

- ¿Para qué?

- Sé que leíste mi carta...

Lanzo mi mano a la guantera donde tengo la hoja que puse ahí premeditadamente por si algo así pasaba, se la tiro en una bolita con desprecio.

- Pura mierda.

- No tendría nada de malo hacer las pases, oye eres la única persona que me conoce desde siempre, creo que nunca me libraré de ti Skyler Grey y es mejor saberlo.

- Hablar de nuevo, así como amigas de toda la vida... Vaya estupideces dices. - respondo.

- Creí que habías madurado.

- Te pediré una cosa justo ahora... Por favor, dejemos de una vez que cada una tenga su puta vida, y ya - concluyo.

Pero antes de acelerar.

- No desperdicies la oportunidad de que todo sea tranquilo al fin, de poder cerrar los ciclos.

- Ni idea de que hablas, hasta nunca- arranco y me voy.

- No mereces una mierda - escucho un grito.

Llego a casa muy rápido, con dolor de cabeza y veo la cara seria de Danielle plantada en medio de mi casa.

- Gabriel dijo que te pasó algo - me mira con los brazos cruzados.

- Que exagerado - respondo.

- Sí, lo es, tanto que salí del laboratorio y ya no me darán el día libre mañana - responde muy cortante.

Estoy muy cansada como para seguir discutiendo con alguien más.

- No debiste hacer eso - murmuro.

- Es verdad, no debí haberlo hecho - me mira con cara de pocos amigos y comienza a caminar hacia la puerta.

- Danielle, por favor no... - la sigo rápido, cayendo en cuenta de que es la última persona con la que quiero estar enojada - No sé qué te habrá dicho... Estoy bien, normal, nada raro.

- Tienes el abrigo manchado de vómito o vodka no sé y hueles muchísimo a drogas - responde.

Me paso las manos por la cara.

- Mierda, oye lo puedo explicar...

- Skyler sólo soy tu compañera de piso, y hay cosas muy extrañas contigo... Prefiero que no me digas nada si es a medias.

Entra a su casa y cierra la puerta haciendo un ruido sordo que se extiende a todo el piso, pongo mi cabeza en el marco de mi puerta, me doy algunos golpes suaves...

Quería una cita con ella mañana, pero también quise ir hoy a una casa horrible para ver a mi ex... Estoy loca y esa mujer, Danielle, tan guapa e inteligente no merece esto.

Me meto en la cama tapada hasta el cuello... Tengo un presentimiento... Uno raro, de esos que cuando era tan sólo una adolescente me hicieron cagarla mucho, mucho.

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